martes, 28 de marzo de 2017

Osoro presidirá los últimos martes de cada mes una misa en San Antón por las personas que mueren solas


Mañana martes 28 de marzo, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, oficiará la misa de las 19h en la iglesia de San Antón de Madrid (Calle Hortaleza, número 63). Dedicada a las personas que mueren solas, a veces en la calle, por encontrarse en situación de sinhogarismo, la eucaristía de mañana será la primera de las que el arzobispo de Madrid va a celebrar en la iglesia de la ONG Mensajeros de la Paz el último martes de cada mes.
El padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz, aprovechará la presencia del arzobispo de Madrid en la iglesia, abierta 24 horas, para presentar el programa que el templo tiene preparado para la Semana Santa de 2017. Los eventos empezarán la semana de antes (del 3 al 8 de abril), para cuando se han organizado sucesivos actos de reflexión acerca del "Sermón de las Siete Palabras". Serán pronunciados a las 19.30 horas (tras la misa de tarde) por diferentes cardenales, obispos y sacerdotes invitados.
Así, el lunes 3 de abril el cardenal Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, reflexionará sobre las palabras "Todo está consumado". El martes 4, el padre Antonio Cartagena (director del secretariado de la comisión episcopal de Apostolado Seglar) hablará del "Estarás conmigo en el Paraíso".
Del mismo modo, monseñor Abilio Martínez, obispo de Osma-Soria, se encargará el miércoles 5 de abril de la reflexión sobre las palabras "Tengo sed". Por su parte, la tarde siguiente (jueves 6 de abril) el cardenal Sistach, arzobispo emérito de Barcelona, volverá a San Antón para abordar el "Perdónales, porque no saben lo que hacen" de Jesús en la Cruz.
Por último, el viernes 7 el padre Peio Sánchez, párroco de Santa Anna de Barcelona (iglesia-centro social abierta siempre, como San Antón) reflexionará sobre la expresión "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Y el sábado 8 el cardenal Osoro ("A tus manos encomiendo mi espíritu"), arzobispo de Madrid, y el padre Ángel ("Madre, ahí tienes a tu hijo"), párroco de San Antón, concluirán el Sermón de las Siete Palabras.
Después de esas reflexiones, el templo Mensajeros celebrará la Semana Santa (del Domingo de Ramos, 9 de abril, al Domingo de Resurrección, día 16) con actos culturales de diversos artistas (coros, músicos, recitadores...) y hermandades religiosas, además de con la retransmisión por streaming de todos los oficios de Semana Santa y misas diarias.
"Invitamos a todo el mundo a acercarse a rezarle a nuestro Cristo de los Niños, que son los más vulnerables de la sociedad en la que vivimos", declara el padre Ángel. "También a hacerse una foto con una imagen a tamaño real del Papa Francisco".
Por último, el viernes 7 el padre Peio Sánchez, párroco de Santa Anna de Barcelona (iglesia-centro social abierta siempre, como San Antón) reflexionará sobre la expresión "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Y el sábado 8 el cardenal Osoro ("A tus manos encomiendo mi espíritu"), arzobispo de Madrid, y el padre Ángel ("Madre, ahí tienes a tu hijo"), párroco de San Antón, concluirán el Sermón de las Siete Palabras.
Después de esas reflexiones, el templo Mensajeros celebrará la Semana Santa (del Domingo de Ramos, 9 de abril, al Domingo de Resurrección, día 16) con actos culturales de diversos artistas (coros, músicos, recitadores...) y hermandades religiosas, además de con la retransmisión por streaming de todos los oficios de Semana Santa y misas diarias.
"Invitamos a todo el mundo a acercarse a rezarle a nuestro Cristo de los Niños, que son los más vulnerables de la sociedad en la que vivimos", declara el padre Ángel. "También a hacerse una foto con una imagen a tamaño real del Papa Francisco".

Religión digital


Cuando un paciente nos pide morir…



«Hay quien dice que la eutanasia es un cuidado paliativo más, y no es verdad. Pero tampoco es una postura adecuada desde el ámbito provida colocarnos de manera ideológica ante la eutanasia, porque la cuestión que tratar es el sufrimiento del paciente, y ahí las ideologías desaparecen», explica el doctor Carlos Centeno, de la Universidad de Navarra, que este fin de semana responderá a la cuestión: ¿Qué pasa si un paciente nos pide morir? en el Congreso Nacional Provida que se celebra en Pamplona.
En primer lugar, como profesional, la respuesta ha de venir desde un nivel clínico, «cómo ayudamos a ese paciente que está sufriendo y nos pide morir. A esa persona no le ayuda nada decirle simplemente: “Yo eso no lo hago”. Hay que ver qué hay detrás de esa petición, por qué la persona pide morir». De ahí que lo primero a hacer es repasar la situación clínica, emocional y social y existencial del paciente, hay que revisar cómo le afectan cuestiones como su medicación, su estado de ánimo, su control de dolor, el soporte que tiene la familia… De este modo aclara que «cuando alguien te dice: “Yo no quiero vivir”, muchas veces quieren decir: “Yo no quiero vivir… así”. Si dice eso es porque experimenta algo tremendo, a veces dramático». Y ese algo «muchas veces es un descontrol de síntomas que hay que mejorar. A veces se puede querer morir porque no hemos tratado bien el dolor, porque está agotado por no descansar o porque no hemos dado el alivio conveniente a un malestar constante. Una vez controlado eso, el paciente es otro».
En otras ocasiones «puede haber un componente importante de depresión, que es algo que nos puede pasar a todos, y que también tiene un tratamiento médico». Otras veces es el aislamiento, la soledad o la falta de sentido, que se notan aun teniendo controlados los síntomas. En estos casos la medicina tiene que proponer soluciones a través de nuevas psicoterapias u ofreciendo modelos de atención que cubran necesidades sociales. «Y, en más raras ocasiones, también podremos encontrarnos con un Ramón Sampedro, con personas que desean decidir el momento de su muerte». En esos casos, «lo primero que tiene que haber es un respeto enorme hacia su sistema de valores», pero posibilitarle al mismo tiempo «un contexto de actuación que le pueda aliviar el sufrimiento o el dolor, y en el que mi conciencia como médico no se vea forzada. Esa persona puede pedir morir, pero a la vez, siempre desde el respeto, sabe que hay algunas cosas que podremos darle y otras que no. Decirle delicadamente y con los hechos: “Yo hago y haré por ti todo lo que pueda porque soy tu médico, pero entiende que me estás pidiendo que deje de ser médico”».
Sedación no es en sí eutanasia
Carlos aclara que «sedación no es en sí un sinónimo de eutanasia. Sedar sirve para que un paciente esté más tranquilo, menos agitado o pueda dormir. Calibrar la dosis de sedante es también medicina, incluso para privar de la conciencia si el médico considera que existe un sufrimiento intolerable que no se puede aliviar de otro modo». Pero simultáneamente hay más pasos que dar. Carlos tiene la experiencia de que «a veces sentarte a escuchar y tratar de comprender el sufrimiento del paciente ya supone un alivio para él», y menciona en este sentido un estudio reciente de la Universidad de Harvard que demuestra que simplemente conversar sobre la enfermedad, el pronóstico y los planes de cuidado con el profesional de la medicina reduce de manera considerable la angustia del enfermo.
Por este motivo, lamenta que hoy «estamos formando médicos y enfermeros que no han cultivado suficientemente el sentido de la compasión. Hace falta no solo pericia profesional, sino también comprensión. Ante el sufrimiento existencial de los pacientes, la medicina tiene que avanzar y trabajar para preservar la dignidad con en el trato personal esmerado y la conversación en profundidad con el paciente. No podemos simplemente lanzarnos de cabeza contra la eutanasia, hay que mejorar el modo de atender a quien está al final de su vida», y crear también «un sistema de protección que permita cuidar las familias. ¿Por qué no es posible cogerte una baja para cuidar a tu padre enfermo, como se hace en otros países?».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

«Tú eres Piedra»


Jesús no le dijo a Pedro que él sería la percha de la que colgaría la Iglesia, sino la piedra sobre la cual se sostendría. De modo que la Iglesia es realmente una pirámide invertida: en su base está la piedra sobre la que todo el conjunto se apoya, Pedro y sus sucesores los Papas. Estos sirven de sostén a los obispos, de quienes se sube al clero, y los fieles comunes ocupan la gran superficie que constituye el norte de esa pirámide que Cristo construyó en lo esencial y que los cristianos hemos de seguir edificando mediante nuestra santidad y nuestro apostolado.
El peso que soporta la piedra es inmenso, y parecería que ha de ir disminuyendo a medida que se asciende de la base a la superficie. Pero es una visión equívoca: ningún cristiano ha de soportar un peso de menor intensidad; cada uno tiene la vocación que tiene. ¿No hay diferencia entre la vida de Francisco Javier, misionero en la India, y la de Teresita de Jesús, monja de clausura? Y los dos son los patronos universales de las misiones, porque su vocación fue misionera, y puede ser vivida con la predicación en la China o con la oración en el coro.
Al nacer en un país católico donde nos bautizaron siendo niños, Dios ya nos dio una vocación. En el futuro, uno de nosotros permanecerá en el laicado, otro será clérigo, otro miembro de una comunidad religiosa, otro obispo, otro Papa. Vocaciones. Diferentes vocaciones sobre la base de una vocación común. Cada uno ha de cumplir su específico cometido, pero todos hemos sido llamados por Dios a una misma vocación: la de bautizados, seres elegidos –sin mérito inicial por nuestra parte– para constituir la pirámide eclesial y salvar desde ella al mundo.
¿Menuda responsabilidad? ¡Menudo regalo! Dios me envió a la tierra eligiéndome al hacerlo para que fuese apóstol. ¿Eran los doce apóstoles los hombres más sabios, más poderosos, más santos, de Israel? Eran en realidad unos hombres vulgares y corrientes, pero que recibieron una llamada. Y eso es el Bautismo, una llamada: estás en el mundo y estás encargado por Mí de salvarlo. Te he escogido para ello.
La unidad es estar unidos a Dios, y Pedro Le representa en la tierra. El inmenso peso de la pirámide invertida ha hecho santos a unos Pedros y pecadores a otros. Pero ninguno ha negado nunca su condición, y si en esa piedra nos apoyamos, a través de todas las capas que integran la pirámide, tampoco nosotros negaremos la nuestra: ser Iglesia y atraer a ella a toda la humanidad. Desde el púlpito o desde la clausura, desde la base o desde la superficie, todos tenemos que ser apóstoles.
Alberto de la Hera
Alfa y Omega

Al momento aquel hombre quedó sano



Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 1-3. 5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa de ese gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Palabra del Señor.