domingo, 14 de diciembre de 2014

SAN JUAN DE LA CRUZ. CÁNTICO ESPIRITUAL. Canciones entre el alma y el Esposo

Esposa

1. ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

2. Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

3. Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Pregunta a las criaturas

4. ¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.

Respuesta de las criaturas

5. Mil gracias derramando
pasó por estos Sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.

Esposa

6. ¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero:
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.

7. Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.

8. Mas ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?

9. ¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?

10. Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.

11. ¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!

12. ¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!

San Juan de la Cruz. LLama de amor viva

(1542-1591)
 
Llama de amor viva
 
  ¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,                           
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
 
   ¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe                         
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.
 
   ¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,            
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
color y luz dan junto a su querido!
 
   ¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno                           
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

Hoy, 14 de diciembre, conmemoramos la figura de San Juan de la Cruz, reformador de la Orden de los Carmelitas y cofundador de la Orden de Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús.


De Juan de la Cruz podemos decir que a imagen de Jesús fue “un hombre bueno que pasó por el mundo haciendo el bien”. Juan de la Cruz es de esas personas que hizo muchas cosas, pero habló poco de sí mismo. El mismo nos proporciona la primera dificultad a la hora de hablar de sí mismo, no fue muy locuaz, y salvo algunas pocas cartas, no nos dejó ningún escrito biográfico, todo lo contrario de otros santos, como sucede con Santa Teresa de Jesús que una gran parte de sus escritos son autobiográficos y la tienen a ella por protagonista, y es que la Santa “hablaba, hasta, de sus silencios”.
Juan de la Cruz no nos habla nunca de sí mismo. Estando en el lecho de muerte pidió “muy encarecidamente” al P. Antonio de Jesús, cuando le recuerda los días de la fundación de Duruelo, que no contase nada.
Por el contrario siempre habló mucho y bien de lo que considera esencial para la vida de todo creyente, de la búsqueda de Dios. Parece ser, y lo dicen los que le conocieron, que sólo le gustaba hablar de Dios. De hecho una cosa llama la atención en Juan de la Cruz, la aventura personal de buscar a Dios, al que considera el bien del alma, la felicidad del ser humano, y ahí esta el grito que esboza en su Cántico espiritual“Adónde te escondiste amado”, que de alguna manera resume muy bien lo que fue su vida, una búsqueda constante de Dios, al que presiente en la obra de la creación, toda ella esta está marcada por el paso del amado que la dejó vestida de hermosura, pero al que encuentra en Cristo, el que es la palabra última y definitiva de Dios a la humanidad, y el que nos lo dice todo acerca del mismo Dios.
Al esbozar el camino de la libertad, Juan de la Cruz, nos dice que para alcanza la libertad, para gozar de Dios, es necesario buscar no lo más fácil, sino lo más dificultoso: “no lo más sabroso, sino lo más desabrido. No lo más gustoso, sino lo que da menos gusto. No lo más alto y precioso, sino lo más bajo y despreciado”. “Para venir a gustar todo, no quieras tener gusto en nada. Para venir a serlo todo, no quieras poseer algo en nada”.
Seguro que a nosotros, que tenemos de todo y creemos que la felicidad reside en tener las mejores cosas, gozar los placeres más refinados, recibir toda clase de honores, este consejo de Juan de la Cruz nos suena a raro. Estas exclamaciones de Juan de la Cruz no son meros enunciados, sino que expresan lo que fue su aspiración en la vida, y nos ayudan a conocer algunas pinceladas de la misma.
En Juan de la Cruz el desprendimiento o la pobreza de espíritu, interiorizada y vivida en su plenitud teologal, se hace camino de perfección y conduce a la santidad
Juan de la Cruz no sólo vivió esta pobreza de espíritu, sino también la pobreza material. No tuvo una vida fácil, no fue un niño bien de la sociedad de su tiempo, y en ella hubo muchas carencias de necesidades vitales. Sólo en su infancia abundó una cosa, el cariño de la madre. Juan de la Cruz el hombre, no tanto el santo que nos han trasmitido sus biógrafos, fue ante todo un pobre, nació pobre, vivió su infancia y juventud pobre, y desde que entra en el Carmelo de Santa Ana de Medina del Campo, hasta su muerte en Ubeda abraza la pobreza como ideal de vida.
A Juan de la Cruz no le bastaron la pobreza y las privaciones de su infancia y adolescencia, siempre quiso ir por el camino del desprendimiento. Le toco sufrir padecimientos, malquerencias y humillaciones de algunos hermanos de la propia orden, y así hizo realidad en su vida lo que el mismo, estando en Segovia, pidió al Señor cuando este le dijo: “Fray Juan ¿qué puedo hacer por ti?, padecer y ser despreciado por vos”.

En su propia vida, sin buscarlo, supo conformarse con Cristo que “padeció por nosotros dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas”. También Juan de la Cruz es un ejemplo vivo para nosotros, nos enseña que la vida no es fácil y que en la hartura y en la necesidad siempre hemos de saber buscar la fuente de la felicidad que no es otra que Dios, al que se experimenta y saborea cuando nos vaciamos y desprendemos de todo lo que no es él.
Texto escrito por Pascual Hernández.

La paz como tarea: El Papa asiste a la Segunda predicación de Adviento

A las 9 de la mañana, en la Capilla Redemptoris Mater del Palacio apostólico vaticano, el Papa Francisco asistió a la segunda Predicación de Adviento,  junto a los demás miembros de la Curia Romana. El Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, tituló su meditación: “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios”.

Tras recordar que anteriormente se meditó  sobre la paz como don de Dios, en esta ocasión el Predicador propuso meditar sobre la paz como tarea y compromiso por el que trabajar, puesto que estamos llamados a imitar el ejemplo de Cristo, convirtiéndonos en canales a través de los cuales la paz de Dios puede alcanzar a los hermanos.

El Padre Cantalamessa  recordó el pasaje de la Carta de Santiago en que leemos:

“El fruto de la justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. Y añadió textualmente:  “La bienaventuranza continúa, serán llamados ‘hijos de Dios’; es decir, seguidores de Dios, porque Dios es el ‘Dios de la paz’.
“Jesús no nos ha exhortado sólo a ser trabajadores de paz, sino que nos ha enseñado también, con el ejemplo y la palabra, cómo se llega a ser trabajadores de paz.  Dice a sus discípulos: “Les dejo la paz, les doy mi paz”. En ese mismo tiempo, otro gran hombre proclamaba al mundo la paz. En Asia Menor se ha encontrado una copia del famoso “Índice de las propias empresas” de César Augusto. En él, el emperador romano, entre las grandes empresas realizadas por él, pone también la de haber establecido en el mundo la paz de Roma, una paz, se dice, “lograda a través de victorias” (parta victoriis pax)”.

También destacó que el camino a la paz propuesto por el Evangelio del día no tiene sentido sólo en el ámbito de la fe; sino que vale también en el ámbito político, porque hoy vemos claramente que el único camino a la paz es destruir la enemistad, no el enemigo. Los enemigos se destruyen con las armas, la enemistad con el diálogo.

“Jesús revela que existe otro modo de trabajar por la paz. También la suya es una “paz fruto de victorias”, pero victorias sobre sí mismo, no sobre los otros, victorias espirituales, no militares. Sobre la cruz, escribe san Pablo, Jesús “ha destruido en sí mismo la enemistad” (cf. Ef 2,16): ha destruido la enemistad, no el enemigo; la ha destruido en sí mismo, no en los otros”.

El Predicador se refirió además a la “Paz entre las religiones” y aludió a un lema que está de moda hoy y que dice: “Piensa globalmente, actúa localmente”. Y concluyó invitando a rezar la oración por la paz y la unidad de la Iglesia que la liturgia propone en cada Misa:

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: ‘La paz os dejo, mi paz os doy’, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

El pobre es el preferido del Señor, está en el centro del Evangelio:

“Los pobres nos evangelizan siempre, nos comunican la sabiduría de Dios misteriosamente”: fueron las palabras del Papa a la Delegación de los Amigos de Gabriel Rosset y de la Asociación Foyer Notre Dame des Sans-Abri recibidos en audiencia esta mañana en la Sala Clementina en el Vaticano.
En su discurso el Papa manifestó su aprecio por el empeño de esta Asociación por “los más pobres, las personas que la sociedad rechaza, que no tienen un techo ni algo para alimentarse, no tienen trabajo y, por lo tanto, tampoco dignidad”.
Al recordar al Fundador de la Asociación, Gabriel Rosset, quien “había escuchado el grito de los pobres y había dado respuesta con generosidad”, el Pontífice subrayó que “este llamado no es otra cosa que el llamado del mismo Cristo sufriente: en las personas que ustedes sirven – dijo – ustedes tocan sus heridas y las curan y al mismo tiempo ellos les ofrecen una enseñanza muy profunda porque a través de ellos ustedes encuentran a Jesús.
El Obispo de Roma destacó además que hoy cuando la persona humana es frecuentemente rechazada como inútil porque no rinde más, Dios al contrario, reconoce siempre en ella la dignidad y la nobleza de un hijo amado. El pobre es el preferido del Señor – afirmó – está en el centro del Evangelio”.
Francisco les agradeció luego por este testimonio de misericordia “que dan con tantas acciones concretas” mediante las cuales “alivian la miseria de las personas, dándoles una nueva esperanza y restituyéndoles su dignidad. No hay un medio más bello – agregó – para anunciar hoy al mundo la alegría del Evangelio”.
Finalmente, el consejo del Papa a los Amigos de Gabriel Rosset y de la Asociación Foyer Notre Dame des Sans-Abri: “permanecer siempre firmemente fieles al nombre que su Fundador quiso dar a su obra Notre-Dame des Sans-Abri.¡Qué hermoso nombre! ¡La madre de Jesús que da el techo a sus hijos!” – dijo. Y destacó la dimensión mariana de este compromiso por los otros: “el corazón de María está lleno de compasión por todos los hombres, sobre todo por los más pobres”. “Y es su ternura, junto a aquella de la Iglesia, que se manifiesta a través de ustedes”.
Pido a “Nuestra Señora de los sin techo” - dijo el Papa al finalizar su discurso - que los custodie en el camino, haga fecundo su compromiso y de fe y esperanza a todos los que encuentren.

(MCM-RV)

Tres valores de Santa Lucía. El Papa a la Unión Italiana de Ciegos

Queridos hermanos y hermanas,
les doy la bienvenida y les agradezco por este encuentro. Agradezco al Presidente, Dr. Mario Barbuto, las palabras con las que lo ha iniciado.
Hizo referencia a Santa Lucía, como patrona de las personas privadas de la vista. Esto no es descontado, porque su asociación es no confesional; sin embargo, ustedes han propuesto que nuestro encuentro suceda precisamente hoy, confirmando que la tradición conserva para ustedes un cierto significado.
Por eso me gustaría mencionar algunos valores humanos que la figura de Santa Lucía nos sugiere. Subrayo: valores humanos. Lucía los vivió de manera ejemplar gracias a su fe en Cristo, pero pueden ser compartidos por todos.
Primero que todo Lucía sugiere un valor que me parece muy importante también para ustedes: el coraje. Ella era una mujer joven, inerme, pero afrontó las torturas y la muerte violenta con gran valentía, un coraje que vino de Cristo resucitado, a quien estaba unida, y del Espíritu Santo, que vivía en ella.
Todos necesitamos coraje para afrontar las pruebas de la vida. En particular, las personas ciegas y con discapacidad visual tienen necesidad de él para no cerrarse, para no asumir una actitud de víctima, sino por el contrario abrirse a la realidad, a los demás, a la sociedad; para conocer y apreciar las capacidades que el Señor ha puesto en cada uno, en realidad en todos, ¡sin excepción! Pero para ello se necesita coraje, la fuerza de ánimo.
Otro valor se nos sugiere por Santa Lucía, es decir, el hecho de que ella no estaba sola, sino que era parte de una comunidad, era un miembro de un cuerpo del cual Cristo es la cabeza, piedra de un edificio del cual Cristo es el cimiento. También este aspecto se refleja en el plano humano. Ustedes son una asociación, y esto es un valor. Una asociación no es una suma de individuos, es mucho más. Hoy hay mucha necesidad de vivir con alegría y compromiso la dimensión asociativa, porque en este momento de la historia está “en caída”, no se siente con fuerza. Hacer grupo, ser solidarios, conocer, compartir experiencias, aunar recursos ... todo esto forma parte del patrimonio civil de un pueblo. Y a menudo las personas que conviven con discapacidades o desventajas pueden decir a todos, con su experiencia, que no somos “nómadas”, no estamos hechos para ser aislados, sino para relacionarnos, para completarnos, ayudarnos, acompañarnos, sostenernos unos a otros. La presencia de las personas discapacitadas provoca a todos a hacer comunidad, es más, a ser comunidad, a recibirnos mutuamente con nuestras limitaciones. ¡Porque todos tenemos capacidades, pero todos tenemos también límites!
Finalmente, Lucía nos dice que la vida está hecha para ser donada. Ella vivió esto en la forma extrema del martirio, pero el valor del don de sí mismo es universal: es el secreto de la verdadera felicidad. El hombre no se realiza plenamente en el poseer y ni siquiera en el hacer; se realiza en el amar, es decir, en el donarse. Y esto también se puede entender como el secreto del nombre “Lucía”: una persona es “luminosa” en la medida en que es un don para los demás. Y cada persona, en realidad, lo es, ¡es un regalo precioso!
Queridos amigos, vivir según estos valores también pueden comportar hoy incomprensiones, la fatiga de ir contracorriente; pero esto no es de extrañarse: el testimonio requiere siempre pagar personalmente. Las sociedades de hoy que apuntan sobre derechos “individualistas” corren el riesgo de olvidar la dimensión de la comunidad y aquella del don gratuito de sí mismo para los demás. Por eso todavía hay necesidad de luchar, con el ejemplo y la intercesión de Santa Lucía. Les deseo que lo hagan con coraje y con la alegría de hacerlo juntos.
¡Feliz Navidad para ustedes y para todos los socios!
Ahora le pido al Señor que bendiga a todos ustedes, sus familias, sus cosas. Los bendiga Dios Omnipotente.

(Traducción del italiano: Griselda Mutual, RV)