Es cuarto domingo de Adviento y el Ángelus del Papa se ha centrado en una de las tres figuras del Misterio que se celebra la semana que viene.
«Hombre justo, fiel a la ley de Dios, dispuesto a cumplir su santa voluntad»: así describe Benedicto XVI al esposo de la Virgen María y padre putativo de Jesucristo, que «entra en el misterio de la Encarnación» porque, avisado por el ángel de la naturaleza virginal de la concepción que se ha obrado en su esposa, «sus ojos ven en ella la obra de Dios» y se sabe «seguro de estar haciendo lo justo».
Y al poner el nombre de Jesús al niño hijo del Espíritu Santo, San José «se sitúa entre el número de los servidores humildes y fieles, similar a los ángeles y a los profestas, similar a los mártires y a los apóstoles... Es testigo de la virginidad de María y de la acción gratuita de Dios, y custodio de la vida terrena del Mesías».
Pero Benedicto XVI, tras estos elogios al maestro del Maestro en este mundo, señala dos razones particulares por las que debe convertirse en nuestro modelo, al perfilarse en él ese «hombre nuevo» del Evangelio, caracterizado por dos virtudes: primera, «mira con confianza y coraje al futuro»; segunda, «no sigue su propio proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de quien cumple las profecías y abre el tiempo de la salvación».
Antes de confiar a San José, «patrono universal de la Iglesia», la labor de sus pastores (obispos y sacerdotes), Benedicto XVI fija pues las dos grandes lecciones de la vida de San José para los cristianos de hoy: contemplar con valentía los tiempos que vienen, y entregarse a la voluntad de Dios para nosotros, más que a nuestros propios y limitados designiosBenedicto XVI ha recordado además que es el patrón universal de la Iglesia y ejemplo de fidelidad para sus pastores