El Coliseo acogió esta noche a los perseguidos hoy: en
Siria, Irak, Egipto, Nigeria o China
Via Crucis en el Coliseo romano. Hace dos mil
años, muchos fueron pasados a los leones a causa de su fe. Hoy, en esos mismos
adoquinos, portaron la Cruz seguidores de Jesús provenientes de Siria, Nigeria, Egipto, Irak o China. Perseguidos
hasta la huida, como los inocentes en tiempos del Nazareno, o hasta la muerte,
como el propio Cristo.
A todos ellos quiso rendir homenaje
la misma Iglesia sufriente y, como un símbolo profético, el Papa Francisco,
quien denunció cómo "vemos a nuestros hermanos
perseguidos, decapitados, crucificados, por su fe en ti. Bajo nuestros ojos y
con nuestro silencio cómplice".
El Vía Crucis romano es,
seguramente, la ceremonia más bella desde el punto de vista plástico de las que se celebran en la Semana Santa del Vaticano. Desde la columna del Palatino, en
cuyas ruinas se reflejaban, una a una, las catorce estaciones,
Francisco asistió, en silencio, profundamente concentrado. Los sufrimientos de
Cristo son los nuestros, los que el Dios que se hizo hombre asume
muriendo como el más pobre de todos los seres humanos.
El maltrato, la violencia, la pena
de muerte, el papel de las minorías, la humillación, el abandono, la violencia
contra los menores... fueron algunos de los temas del Via Crucis. Al término de
las catorce estaciones, Bergoglio ncidió en el Via Crucis como la
"síntesis" de la vida de Jesús y la realización de su amor. "Es
la prueba de tu misión, el cumplimiento de la Revelación y de las promesas. El peso de tu cruz nos libera de nuestras cargas, de tu
obediencia al Padre nos damos cuenta de nuestra rebelión y desobediencia".
"Tú has sido vendido, crucificado por
tu gente", prosiguió el Papa. "En tu inocencia, corazón inmaculado, vemos
nuestra culpa. En tu rostro abofeteado, escupido, vemos la brutalidad de
nuestros pecados". En la crueldad de la Pasión de Jesús "vemos la
crueldad de nuestro corazón y nuestras acciones. En el sentirte abandonado,
vemos a todos los abandonados por sus familias, por la sociedad"
"En tu cuerpo sacrificado,
destruido, vemos el cuerpo de nuestros hermanos abandonados en las
calles, desfigurados por nuestra negligencia y por nuestra indiferencia.
En tu sed, Señor, vemos la sed del padre misericordioso, que ha querido salvar
y perdonar a la Humanidad", prosiguió el Pontífice, pidió imprimir en el
corazón de los creyentes "sentimientos de fe, esperanza y caridad", y
que el dolor por la Pasión y la Muerte se transforme en "conversión de
obras, para no olvidar jamás el inmenso precio que has pagado para
liberarnos".
"Jesús crucificado, refuerza en nosotros la fe. Que no acabe la fe
ante las tentaciones y reviva en nosotros la esperanza", añadió Bergoglio.
"Que no nos dejemos engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos
que la cruz lleva a la Resurrección, enséñanos que el Viernes Santo camina
hacia la pascua y la luz".
"Enséñanos que Dios nunca olvida
a ninguno de sus hijos, que no se cansa nunca de perdonar y de
abrazarnos con su infinita misericordia. Enséñanos a no cansarnos jamás en
conceder el perdón y creer en la misericordia sin límites", concluyó el
Papa, antes de invitar a los presentes a descansar y meditar en esta noche en
que el Via Crucis romano volvió a convertirse en un lugar de dolor, pero
también de recuerdo. Y de esperanza. De la Pasión, a la muerte. De
ésta a la Resurrección. Acaba el Viernes Santo, comienza la
confianza en la luz, en el sepulcro vacío. En el Dios que llega.
Durante las catorce estaciones del Vía Crucis se reza por aquellos que
padecen diferentes sufrimientos, entre ellos, las víctimas de persecuciones
religiosas o a causa de la justicia, las familias en dificultad y la
explotación de menores. También se proponen los sentimientos y pensamientos de
Jesús durante su pasión.
(Jesús Bastante).-Religión digital