miércoles, 1 de febrero de 2017

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS (6,1-6) POR SAN JUAN PABLO II:


 

“Para ofrecer motivos de credibilidad, Jesús apela a sus obras: a todo lo que ha llevado a cabo en presencia de los discípulos y de toda la gente. Se trata de obras santas y muchas veces milagrosa
s, realizadas como signos de su verdad. Por esto merece que se tenga fe en Él. 

(...) Esta fe es ... la condición indispensable que exige el mismo Jesús a los que quieren convertirse en sus discípulos o beneficiarse de su poder divino.

A este respecto, es significativo lo que Jesús dice al padre del niño epiléptico, poseído desde la infancia por un “espíritu mudo” que se desenfrenaba en él de modo impresionante. El pobre padre suplica a Jesús: “Si algo puedes, ayúdanos por compasión hacia nosotros. Díjole Jesús: ¡Si puedes! Todo es posible al que cree. Al instante, gritando, dijo el padre del niño: ¡Creo! Ayuda a mi incredulidad” (Mc 9, 22-23). 

Y Jesús cura y libera a ese desventurado. Sin embargo, pide al padre del muchacho una apertura del alma a la fe. Es lo que le han dado a lo largo de los siglos tantas criaturas humildes y afligidas que, como el padre del epiléptico, se han dirigido a Él para pedirle ayuda en las necesidades temporales, y sobre todo en las espirituales.

Pero allí donde los hombres, cualquiera que sea su condición social y cultural, oponen una resistencia derivada del orgullo e incredulidad, Jesús castiga esta actitud suya no admitiéndolos a los beneficios concedidos por su poder divino. 

Es significativo e impresionante lo que se lee de los nazarenos, entre los que Jesús se encontraba porque había vuelto después del comienzo de su ministerio, y de haber realizado los primeros milagros. Ellos no sólo se admiraban de su doctrina y de sus obras, sino que además “se escandalizaban de Él”, o sea, hablaban de Él y lo trataban con desconfianza y hostilidad, como persona no grata. 

“Jesús les decía: ningún profeta es tenido en poco sino en su patria y entre sus parientes y en su familia. Y no pudo hacer allí ningún milagro fuera de que a algunos pocos dolientes les impuso las manos y los curó. Él se admiraba de su incredulidad” (Mc 6, 4-6). 

Los milagros son “signos” del poder divino de Jesús. Cuando hay obstinada cerrazón al reconocimiento de ese poder, el milagro pierde su razón de ser. Por lo demás, también Él responde a los discípulos, que después de la curación del epiléptico preguntan a Jesús por qué ellos, que también habían recibido el poder del mismo Jesús, no consiguieron expulsar al demonio. 

Él respondió: “Por vuestra poca fe: porque en verdad os digo, que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible” (Mt 17, 19-20). Es un lenguaje figurado e hiperbólico, con el que Jesús quiere inculcar a sus discípulos la necesidad y la fuerza de la fe.
(...) 
Juan ofrece una primera conclusión de su Evangelio: “Muchas otras señales hizo Jesús en su presencia de los discípulos, que no están escritas en este libro para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su Nombre” (Jn 20, 30-31).

Así pues, todo lo que Jesús hacía y enseñaba, todo lo que los Apóstoles predicaron y testificaron, y los Evangelistas escribieron, todo lo que la Iglesia conserva y repite de su enseñanza, debe servir a la fe, para que, creyendo, se alcance la salvación. 

La salvación -y por lo tanto la vida eterna- está ligada a la misión mesiánica de Jesucristo, de la cual deriva toda la “lógica” y la “economía” de la fe cristiana. Lo proclama el mismo Juan desde el prólogo de su Evangelio: “A cuantos lo recibieron (al Verbo) dióles poder de venir a ser hijos de Dios: “A aquellos que creen en su Nombre” (Jn 1, 12).
(De la catequesis de San Juan Pablo II el 21-10-1987)

JESÚS SE EXTRAÑA DE LA FALTA DE FE ENTRE LOS SUYOS




Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: 

«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»

Y esto les resultaba escandaloso.

Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor

Papa: Los mártires de hoy son la fuerza de la Iglesia


 La mayor fuerza de la Iglesia hoy está en las pequeñas Iglesias perseguidas. Es cuanto afirmó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Francisco centró su reflexión en los mártires. En efecto, afirmó hoy son más que los de los primeros siglos del cristianismo. Y explicó que los medios de comunicación no lo dicen, porque no es noticia. De ahí su invitación a hacer memoria de cuantos sufren el martirio.
Sí, porque como dijo el Pontífice “sin memoria no hay esperanza”. Y lo recordó comentando la Carta a los Hebreos que presenta la liturgia del día y que exhorta, precisamente, a remitirse a la memoria de toda la historia del pueblo del Señor. De hecho, el capítulo 11, se refiere, ante todo, a una “memoria de docilidad”, que – como afirmó el Papa – comienza con Abraham quien, obediente, salió de su tierra sin conocer su meta. Además, en este capítulo también se habla de otras dos memorias: la de las grandes hazañas del Señor, cumplidas por Gedeón, Sansón, David y tantos otros que han hecho grandes proezas en la historia de Israel”.
Para los medios de comunicación los mártires no son noticia
Y después hay un tercer grupo del que hacer memoria, la “memoria de los mártires”: “Aquellos que han sufrido y dado su vida como Jesús”. El Santo Padre recordó que la Iglesia es, en efecto, este pueblo de Dios, “pecador pero dócil”, “que hace grandes cosas y que también da testimonio de Cristo hasta el martirio”:
“Los mártires son aquellos que llevan adelante la Iglesia, son aquellos que sostienen a la Iglesia, que la han sostenido y la sostienen hoy. Y hoy hay más que en los primeros siglos. Los medios de comunicación no lo dicen porque no hace noticia, pero tantos cristianos en el mundo hoy son bienaventurados porque son perseguidos, insultados, encarcelados. ¡Hay tantos en las cárceles, sólo por llevar una cruz o por confesar a Jesucristo! Ésta es la gloria de la Iglesia y nuestro apoyo y también nuestra humillación: nosotros que tenemos todo, todo parece fácil para nosotros y si nos falta algo nos quejamos… ¡Pero pensemos en estos hermanos y hermanas que hoy, en número mayor al de los primeros siglos, sufren el martirio!”.
Francisco recordó que no puede olvidar “el testimonio de aquel sacerdote y aquella monja en la Catedral de Tirana: años y años de cárcel, trabajos forzados y humillaciones”, para los cuales no existían los derechos humanos.
La mayor fuerza de la Iglesia
Y añadió que hoy, la mayor fuerza de la Iglesia está en “las pequeñas Iglesias perseguidas”:
“Y nosotros, también es verdad y justo, estamos satisfechos cuando veamos un acto eclesial grande, que ha tenido gran éxito, los cristianos que se manifiestan… ¡Y esto es bello! ¿Esta es fuerza? Sí, es fuerza. Pero la mayor fuerza de la Iglesia hoy está en las pequeñas Iglesias, pequeñas, con poca gente, perseguidas, con sus obispos en la cárcel. Ésta es nuestra gloria hoy, ésta es nuestra gloria y nuestra fuerza hoy”.
La sangre de los mártires es semilla de cristianos
Hacia el final de su homilía el Obispo de Roma afirmó que una Iglesia sin mártires es “una Iglesia sin Jesús”. Por lo que invitó a rezar “por nuestros mártires que sufren tanto”, “por aquellas Iglesias que no tienen libertad de expresión”, porque “ellas son nuestra esperanza”. En los primeros siglos de la Iglesia – recordó el Santo Padre – un antiguo escritor decía: “La sangre de los cristianos, la sangre de los mártires, es semilla de cristianos”.
“Ellos con su martirio, con su testimonio, con su sufrimiento, incluso dando la vida, ofreciendo la vida, siembran cristianos para el futuro y en las demás Iglesias. Ofrezcamos esta Misa por nuestros mártires, por aquellos que ahora sufren, por las Iglesias que sufren, que no tienen libertad. Y demos gracias al Señor por estar presente, con la fortaleza de su Espíritu, en estos hermanos y hermanas nuestros que hoy dan testimonio de Él”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)





Papa: Jesús no masifica a la gente, mira a cada uno

Si con perseverancia tenemos nuestra mirada dirigida hacia Jesús, descubriremos con estupor que es Él quien nos mira con amor a cada uno de nosotros. Es uno de los conceptos que expresó el Santo Padre Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en el día en que la Iglesia recuerda la memoria litúrgica de San Juan Bosco.  
Jesús no busca la popularidad, aunque está siempre en medio de la gente
El autor de la Carta a los Hebreos, propuesta por la liturgia, exhorta a correr en la fe “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús”. Y, según el Evangelio, es precisamente Jesús quien nos mira. El Papa Bergoglio reafirmó que él está cerca de nosotros y que está “siempre en medio de la muchedumbre”. Escuchemos:
“No está con los guardias que lo escoltan a fin de que la gente no lo toque. ¡No, no! Se ha quedado allí, y la gente lo estrecha. Y cada vez que Jesús salía, la muchedumbre aumentaba. Los especialistas de estadísticas quizá habrían podido publicar: ‘Baja la popularidad del Rabí Jesús’… Pero Él buscaba otra cosa: buscaba a la gente. Y la gente lo buscaba a Él: la gente tenía los ojos fijos sobre Él y Él tenía los ojos fijos sobre la gente. ‘Sí, sí, sobre la gente, sobre la multitud’. ‘¡No, sobre cada uno!’. Y ésta es la peculiaridad de la mirada de Jesús. Jesús no masifica a la gente: Jesús mira a cada uno”.
Jesús mira las cosas grandes y las cosas pequeñas
El Evangelio de San Marcos relata dos milagros: Jesús que cura a una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años y que, en medio de la muchedumbre, logra tocar el manto del Señor. Y dice que Él se da cuenta de haber sido tocado. Y después, la resurrección de la hija de Jairo – uno de los jefes de la sinagoga – que tenía doce años. Él se da cuenta de que la muchacha tiene hambre y le dice a sus padres que le den de comer:
“La mirada de Jesús va a lo grande y a lo pequeño. Así mira Jesús: nos ve a todos, pero mira a cada uno de nosotros. Ve nuestros grandes problemas, nuestras grandes alegrías, y ve también nuestras cosas pequeñas. Porque está cerca. Jesús no se asusta de las grandes cosas, pero también tiene en cuenta las pequeñas. Así nos mira Jesús”.
El estupor del encuentro con Jesús
Si corremos “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús” – dijo el Papa Francisco hacia el final de su homilía – nos sucederá lo que le sucedió a la gente después de la resurrección de la hija de Jairo, que fue acogida “con gran estupor”:
“Yo voy, miro a Jesús, camino delante, fijo la mirada en Jesús y ¿qué encuentro? ¡Que Él tiene fija la mirada sobre mí! Y esto me provoca gran estupor. Es el estupor del encuentro con Jesús. ¡Pero no tengamos miedo! No tengamos miedo, como aquella anciana que no tuvo miedo de ir a tocar el borde del manto. ¡No tengamos miedo! Corramos por este camino, siempre con la mirada fija en Jesús. Y tendremos esta bella sorpresa: nos henchirá de estupor. El mismo Jesús tiene fija su mirada sobre mí”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)