martes, 15 de diciembre de 2015

Puerta de la Misericordia en Erbil. El niño Dios gana el Jubileo en un campo de refugiados.


"Jesús nació en un pesebre. Muchos, hoy, nacen y viven simplemente... donde pueden"

Existen muchos lugares en los que poder ganar el perdón del Año Jubilar de la Misericordia. En Roma, en las catedrales, basílicas e iglesias habilitadas a tal efecto, como es tradicional. Pero también en otros rincones. Especialmente significativos son los arcos de las celdas de todas las prisiones del mundo, en una hermosísima metáfora incluida en la Bula con la que el Papa Francisco convocó el Jubileo; o los portalones de madera de la catedral de Bangui, que Bergoglio abrió una semana antes en su histórica visita a Centro-áfrica. Pero, sin lugar a dudas, una puerta destaca sobre otras.

No es una portada de hierro forjado, con goznes dorados o preciosos relieves. En realidad, ni siquiera se trata de una puerta. Es una pequeña tienda de campaña blanca y raída por el viento y la arena del desierto, con las inscripciones del programa de refugiados de Naciones Unidas. Se encuentra en el campo de refugiados a las afueras de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, donde se hacinan medio millón de personas a diario.

Un gesto, el de abrir una de las puertas de la Misericordia en un campo de refugiados,que indica claramente el auténtico camino de este Año Jubilar: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, acompañar al que nada tiene... Hacer nuestros los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas en todos los rincones de la Tierra.

Curiosamente, la Puerta Santa de Erbil también alberga un pequeño Belén, con el que los pocos cristianos que malviven en el campo de refugiados, y los miles de musulmanes que -soy testigo de ello-, celebran la Navidad junto a ellos, recuerda que en estas fechas, hace más de dos mil años, otros peregrinos -que después resultaron también perseguidos y hubieron de refugiarse en Egipto- no encontraron más que un establo en el que refugiarse, y un pesebre en el que traer al mundo una nueva vida. La Nueva Vida.

El niño Dios puede nacer en muchos sitios, pero me temo que el rincón que, hoy día, le resulte más familiar, sea una de estas tiendas de campaña donde centenares de miles de personas se hacinan huyendo de la guerra y de la muerte. El niño Dios nació en un pesebre. Muchos, hoy, nacen y viven simplemente... donde pueden. También ahí, sobre todo ahí, es necesaria, más que nunca, la Misericordia.
Jesús Bastante, 

Homilía del Papa: La verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres

 Que la Iglesia sea humilde, pobre y confiada en el Señor, dijo el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.
El Pontífice subrayó que la pobreza es la primera de las Bienaventuranzas y añadió que la verdadera riqueza de la Iglesia son los pobres y no el dinero o el poder mundano.
Jesús reprochaba con fuerza a los jefes de los sacerdotes y les advierte que incluso las prostitutas los precederán en el Reino de los cielos. El Santo Padre Francisco se inspiró en el Evangelio del día para advertir ante las tentaciones que también hoy pueden corromper el testimonio de la Iglesia. También en la Primera Lectura, tomada del Libro de Sofonías – destacó – se ven las consecuencias de un pueblo que se vuelve impuro y rebelde por no haber escuchado al Señor.

Que la Iglesia sea humilde y que no ostente los poderes

Ante la pregunta de cómo debe ser una Iglesia fiel al Señor, una Iglesia que confíe en Dios, Francisco respondió que debe “tener tres rasgos”: debe ser humilde, pobre y con confianza en el Señor:
“Una Iglesia humilde, que no se pavonee de los poderes, de las grandezas. Humildad no significa una persona lánguida, desganada, que tiene los ojos en blanco… No, ¡ésta no es humildad, esto es teatro! Esto es fingir humildad. La humildad tiene un primer paso: ‘Yo soy pecador’. Si tú no eres capaz de decirte a ti mismo que eres pecador y que los demás son mejores que tú, no eres humilde. El primer paso en la Iglesia humilde es sentirse pecadora, el primer paso de todos nosotros es lo mismo. Si alguno de nosotros tiene la costumbre de mirar los defectos de los demás y parlotear de ellos no es humilde, se cree juez de los demás”.

Que la Iglesia no esté apegada al dinero, los pobres son la verdadera riqueza

Nosotros – afirmó el Pontífice – debemos pedir “esta gracia, para que la Iglesia sea humilde, para que yo sea humilde, para que cada uno de nosotros” sea humilde. El segundo paso es la pobreza que – añadió  – “es la primera de las Bienaventuranzas”. Pobre en el espíritu – precisó – quiere decir estar “sólo apegado a las riquezas de Dios”. No, por tanto,  a “una Iglesia que vive apegada al dinero, que piensa en el dinero, que piensa en cómo ganar dinero”. “Como se sabe  – afirmó el Papa – en un templo de la diócesis, para pasar la Puerta Santa, decían ingenuamente a la gente que se debía hacer una oferta: ésta no es la Iglesia de Jesús, ésta es la Iglesia de estos jefes de los sacerdotes, apegada al dinero”.
“Nuestro diácono, el diácono de esta diócesis, Lorenzo, cuando el emperador – era el ecónomo de la diócesis – le dice que lleve las riquezas de la diócesis, así, pagar algo y no ser asesinado, vuelve con los pobres. Los pobres son las riquezas de la Iglesia. Si tú tienes un banco tuyo, eres el dueño de un banco, pero tu corazón es pobre, no estás apegado al dinero, esto está al servicio, siempre. La pobreza es este desapego, para servir a los necesitados, para servir a los demás”.

Que la Iglesia confíe siempre en el Señor que jamás decepciona


El Papa  también invitó a formularnos esta pregunta: “¿Somos una Iglesia, un pueblo humilde, pobre? ‘¿Yo soy o no soy pobre?’”. Y, en fin, el tercer punto es que la Iglesia debe confiar en el nombre del Señor:
“¿Dónde está mi confianza? ¿En el poder, en los amigos, en el dinero? ¡En el Señor! Esta es la herencia que nos promete el Señor: ‘Dejaré en medio de ti a un pueblo humilde y pobre, confiará en el nombre del Señor’. Humilde porque se siente pecador; pobre porque su corazón está apegado a las riquezas de Dios y si las tiene es para administrarlas; confiado en el Señor, porque sabe que sólo el Señor puede garantizar una cosa que le haga bien. Y verdaderamente estos jefes de los sacerdotes a los que se dirigía Jesús no entendían estas cosas y Jesús ha tenido que decirles que una prostituta entrará antes que ellos en el Reino de los Cielos”.
“En esta espera del Señor, de la Navidad  – concluyó Francisco su homilía  – pidamos que nos dé un corazón humilde, que nos dé un corazón pobre y, sobre todo, un corazón confiado en el Señor, porque el Señor jamás decepciona”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).


¿Por qué es tan importante obedecer a Dios? por el P. Cantalamessa

¿Por qué es tan importante obedecer a Dios? ¿Por qué a Dios le importa tanto ser obedecido? ¡Ciertamente no por el gusto de mandar y de tener súbditos! Es importante porque obedeciendo hacemos la voluntad de Dios, queremos las mismas cosas que quiere Dios, y así realizamos nuestra vocación originaria, que es la de ser «a su imagen y semejanza
Estamos en la verdad, en la luz y como consecuencia en la paz, como el cuerpo que ha alcanzado su punto de quietud. Dante Alighieri encerró todo ello en un verso considerado por muchos el más bello de toda la Divina Comedia: «y en su querer se encuentra nuestra paz» [4]. (…)
Cuando Dios encuentra un alma decidida a obedecer, entonces toma su vida en sus manos, como se toma el timón de una embarcación, o como se toman las riendas de un carro. Él se convierte en serio, y no sólo en teoría, en «Señor», en quien «rige», quien «gobierna» determinando, se puede decir, momento a momento, los gestos, las palabras de esa persona, su modo de utilizar el tiempo, todo.
Esta «dirección espiritual» se ejerce a través de las «buenas inspiraciones» y con mayor frecuencia aún en las palabras de Dios de la Biblia. Lees o escuchas pasajes de la Escritura y he aquí que una frase, una palabra, se ilumina; se hace, por decirlo así, radiactiva. Sientes que te interpela, que te indica qué hay que hacer. Aquí se decide si se obedece a Dios o no.
El Siervo de Yahvé dice de sí mismo en Isaías: «Mañana tras mañana despierta mi oído para escuchar como discípulo» (Isaías 50, 4). También nosotros, cada mañana, en la Liturgia de las Horas o de la Misa, deberíamos estar con el oído atento. En ella hay casi siempre una palabra que Dios nos dirige personalmente y el Espíritu no deja de actuar para que se la reconozca entre todas (… )
 Como el servidor fiel no toma jamás una iniciativa ni atiende una orden de extraños sin decir: «Debo escuchar antes a mi patrón», igualmente el verdadero siervo de Dios no emprende nada sin decirse a sí mismo: «¡Debo orar un poco para saber qué quiere mi Señor yo que haga!». ¡Así se ceden las riendas de la propia vida a Dios!
 La voluntad de Dios penetra, de esta forma, cada vez más capilarmente en el tejido de una existencia, embelleciéndola y haciendo de ella un «sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Rm 12, 1). Toda la vida se convierte en una obediencia a Dios y proclama silenciosamente su soberanía en la Iglesia y en el mundo.
Dios --decía San Gregorio Magno-- «a veces nos advierte con las palabras, a veces, en cambio, con los hechos», esto es, con los sucesos y las situaciones. Existe una obediencia a Dios --a menudo entre las más exigentes-- que consiste sencillamente en obedecer a las situaciones. Cuando se ha visto que, a pesar de todos los esfuerzos y los ruegos, hay en nuestra vida situaciones difíciles, a veces hasta absurdas y --en nuestra opinión-- espiritualmente contraproducentes, que no cambian, es necesario dejar de «dar coces contra el aguijón» y empezar a ver en ellas silenciosa, pero resuelta voluntad de Dios en nosotros.
La experiencia demuestra que sólo después de haber pronunciado un «sí» total y desde lo profundo del corazón a la voluntad de Dios, tales situaciones de sufrimiento pierden el poder angustiante que tienen sobre nosotros. Las vivimos con más paz.
Antes de terminar nuestras consideraciones sobre la obediencia, contemplemos un instante el icono viviente de la obediencia, a aquella que no sólo imitó la obediencia del Siervo, sino que la vivió con Él. (…) También María obedeció con seguridad a sus padres, a la ley, a José (…) a la Palabra de Dios. Su obediencia es la antítesis exacta a la desobediencia de Eva. (…)

Sin duda María habrá recitado o escuchado, durante su vida terrena, el versículo del Salmo en el que se dice a Dios: «Enséñame a cumplir tu voluntad» (Sal 142,10). Nosotros dirigimos a Ella la misma oración: «¡Enséñanos, María, a cumplir la voluntad de Dios como la cumpliste tú!».
(Del segundo sermón del P. Cantalamessa para el Pontífice y la curia romana en la Cuaresma del 2006)

SI EL AFLIGIDO INVOCA AL SEÑOR, ÉL LO ESCUCHA

Del Salmo 33:



Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
Él lo escucha y lo salva de sus angustias.

Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha

Pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.

Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a Él.


Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha

¿Quién hace lo que quire el Padre?


Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
- «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. " Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: - «El primero.»
Jesús les dijo: - «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñandoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Palabra del Señor-
Fuente: News.va