jueves, 8 de septiembre de 2011

Necesidad de rezar, necesidad de comunicarnos con Dios

Hay un aspecto de la vida del cristiano fundamental y es la oración. Igual que una persona necesita comunicarse con el ser amado, el cristiano tiene una necesidad imperiosa de comunicarse con su Amado, con Dios.

Y es en los mismos momentos que nos sucede con nuestros seres queridos; cuando estamos contentos queremos compartirlo con nuestro Señor y darle las gracias por el bien que nos ha hecho y por el bien que nos hace cada día.

Cuando tenemos problemas o simplemente estamos tristes, ¿quién mejor que Él para entendernos, para consolarnos y para secar nuestras lágrimas?. Por muy mal que lo estemos pasando, sabemos que Él nos escucha y está junto a nosotros. Y en ese momento, aunque a veces sea difícil, hay que decir “hágase tu voluntad, Señor esto me duele, pero tú sabes lo que me conviene, ayúdame a ser fuerte y aceptarlo”

Y sabemos que Él está siempre con nosotros, sosteniéndonos, podemos sentir su Amor dentro de nosotros y sabemos que nunca nos fallará.

El P. Evaristo Sada en Catholic.net hace unas reflexiones muy interesantes, he extraído parte:
“Hay fórmulas u oraciones vocales que a lo largo de los siglos han resultado especialmente “poderosas” para muchos: el Padrenuestro, el Avemaría, la oración de Jesús (Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador), el canto de los salmos, etc.
Quienes han encontrado fruto para el crecimiento en su vida espiritual utilizando estas fórmulas u otras, progresan normalmente en tres momentos:
1. Comienzan a pronunciarlas con los labios o en silencio, dándole un sentido a las palabras mientras están en la presencia de Dios.
2. Luego, dan el paso a decirlas interiormente, hasta que con o sin la fórmula se dirigen a Dios con las actitudes propias de la oración que utilizan (actitud de creatura ante su Creador, de hijo ante su Padre, de pecador rescatado ante su Redentor, de bautizado ante el Espíritu Santo que habita en él, etc.)
3. Un paso más adelante se da cuando esa oración se hace una oración incesante, impregnando completamente toda la persona y toda la vida. Llevan corriendo por sus venas el sentido de las oraciones. El hábito de la presencia de Dios llega a ser para ellos como una segunda naturaleza.

Una oración vocal debe brotar del corazón y ser pronunciada ante Dios con fe y atención para que pueda llamarse oración y para que sea poderosa. El poder de la oración no está en pronunciar determinadas palabras con los labios, sino en hacerlo con plena conciencia y dirigiéndose con fe a Dios Nuestro Señor.

La fuerza de una oración viene no del exterior (las palabras), sino del interior (del corazón). Lo esencial está en estar y permanecer ante Dios; lo importante es la elevación espiritual del corazón humilde a Dios.
Una sola palabra, un recuerdo de Jesús o una simple mirada llena de fe, con un sincero sentimiento de adoración, vale más que centenares de rosarios pronunciados sin sentido, como si de un loro se tratara.
San Pablo decía: “Prefiero decir cinco palabras con mi mente que mil en lengua desconocida.” (1 Co 14,19)”
P. Evaristo Sada.

Que Dios nos ayude siempre para saber comunicarnos con Él
MEMM