Señor auméntanos la fe Caminamos llenos de esperanza,pero a tientas en la noche . Vienes tú en el Adviento de la historia ,eres tú el Hijo del Altisimo.¡ Creo, Señor! Con los santos que caminan con nosotros, Señor,te pedimos:¡Auméntanos la fe! Caminamos fatigados y perdidos, sin el pan de cada día. Tú nos nutres con la luz de Navidad ,eres tú la estrella de la aurora. ¡Creo,Señor! Con María, la primera creyente, Señor,te rogamos:¡Auméntanos la fe! Caminamos esperando el fuego nuevo que se enciende en Pentecostés . Tú recreas la presencia de aquel soplo ,eres tú la Palabra del futuro . ¡Creo, Señor ! Con la iglesia que anuncia tu Evangelio , Señor , te imploramos : ¡Auméntanos la fe ! Caminamos cada dia que nos donas , con los hombres de este mundo . Tú nos guias por las sendas de la tierra ,eres tù la meta que anhelamos . ¡Creo, Señor ! Con el mundo donde el Reino está presente , Señor , te clamamos : AUMÉNTANOS LA FE ! |
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viernes, 14 de diciembre de 2012
Señor, auméntanos la fe
Santa Lucía
Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el “loculus” o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria Pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa.
Epígrafes, inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la Misa) demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo en Occidente, sino también en Oriente.
Lucía pertenecía a una rica familia de Siracusa. La madre, Eutiquia, cuando quedó viuda, quería hacer casar a la hija con un joven paisano. Lucía, que había hecho voto de virginidad por amor a Cristo, obtuvo que se aplazara la boda, entre otras cosas porque la madre se enfermó gravemente. Devota de Santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar a la madre enferma a la tumba de la santa. De esta peregrinación la madre regresó completamente curada y por eso le permitió a la hija que siguiera el camino que deseaba, permitiéndole dar a los pobres de la ciudad su rica dote.
El novio rechazado se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser ella cristiana. Amenazada de ser llevada a un prostíbulo para que saliera contaminada, Lucía le dio una sabia respuesta al procónsul: “El cuerpo queda contaminado solamente si el alma es consciente”.
El procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de diez hombres no lograron moverla ni un palmo. Un golpe de espada hirió a Lucía, pero aun con la garganta cortada la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra Amén.
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