Ahora, dice el apóstol, mi conocer es inmaduro: vemos como en un espejo de adivinar; entonces veremos cara a cara.
San Juan nos dice también en su carta: Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Ahí tienes la gran promesa que se te ha hecho; si amas, síguele.
Le amo, me dirás, pero, ¿cuál es el camino para seguirle? ¿Me preguntas el camino que debes tomar?
Escucha al Salvador y te lo dirá de una vez: Yo soy el camino. Y, ¿adónde lleva ese camino? Yo soy la verdad y la vida.
No se te dice: esfuérzate por buscar el camino que conduce a la verdad y la vida; no, no se te dice esto. ¡Levántate, perezoso! Es el camino en persona quien te sale al encuentro.
Te despierta de tu sueño, y, oyes su voz cuando te dice: Levántate y anda.
San Agustín