lunes, 12 de junio de 2017

A imagen de Dios – La Santísima Trinidad


Éxodo 34, 4-6. 8-9: “Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente”
Daniel 3: “Bendito seas para siempre, Señor”
II Corintios 13, 11-13: “Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”
San Juan 3, 16-18: “Dios envió a su Hijo para el que el mundo se salvara”
Todavía con el corazón sorprendido por tanta bondad de personas de las tres diócesis: Morelia, San Cristóbal e Irapuato, voy poco a poco asimilando cada uno de la multitud de detalles que se conjugaron en mi llegada a Irapuato. Frente a mí tengo una de las ofrendas que me presentaron como representativa de esta diócesis: un triptico del año de la fe que enmarcado entre los símbolos de la diócesis y de la Iglesia, se abre para manifestar en el centro una imagen de la Santísima Trinidad. Todo gira en torno a esta imagen y así nos señala que todo, todo de verdad, debe estar centrado en torno a nuestro Dios Uno y Trino, amor, relación, comunidad. Es lo que da sentido a nuestra vida, a nuestra actividad, a nuestros sueños y afanes.
Con frecuencia el hombre busca modelos o referencias que den sentido a su persona. Y cuando el hombre mira en lo más profundo de su interior para analizar su propio ser, descubre que lleva esa referencia inscrita en lo más profundo de ser: una referencia al Ser Superior, al Creador. A este fondo inalcanzable de nuestro propio ser responde la palabra “Dios”. Dios significa esto: la profundidad última de nuestra vida, la fuente de nuestro ser, la meta de todo nuestro esfuerzo. No es un tapa-huecos, no el fantasma que asusta y condiciona, ni tampoco una manera fácil de explicar el mundo. Es la realidad y relación más profunda del hombre que descubre la grandeza de su propio “yo” pleno y abierto a compartir, a relacionarse y a vivir en plenitud. Así, nuestro propio ser expresa la experiencia que nosotros tenemos de Dios. Por eso me fascina esta manifestación de nuestro Dios: Uno y Trino, Relación y Amor que nos presenta Jesús. ¡Qué lejos del Dios justiciero y vengador que aparece en muchos momentos en el Antiguo Testamento! Y sin embargo, hay muchos que viven con estas caricaturas de la imagen de un Dios lejano, aislado, terrible e inquisidor y así lo viven en sus vidas.
Dios uno y trino es amor, es su primera y más grande expresión. Y a eso estamos llamados todos los cristianos. Cristo nunca intentó dar explicaciones de cómo el Padre y Él eran uno solo. No formuló doctrina para que nos quedara muy clara esa unidad de tres Personas; simplemente habló del amor que hay entre ellos y de su deseo de que este mismo amor haya entre todos los hombres. Es el ideal de toda persona y de la Iglesia: poner en el centro a la Trinidad, al Dios uno y Trino. Así evitaremos la tentación de un autoritarismo o de una anarquía. Si Dios es comunión y amor, el hombre encontrará su verdadero sentido, uniendo al mismo tiempo la importancia y dignidad de la persona junto con la importancia y dignidad de la comunión. Cuántos individuos, esgrimiendo el derecho de la persona, pasan por encima de la comunidad, pero también cuántas dictaduras y gobiernos, arguyendo el bien común, atropellan los derechos individuales. Solamente el modelo de la Trinidad nos permite encontrar un sano y fecundo equilibrio entre persona y comunidad. Juntos crecen, juntos son fecundados y juntos crean una verdadera imagen del Dios Trino.
Desde pequeños nos enseñamos a iniciar nuestro día y nuestra actividad, “En nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, porque queremos indicar que todo nuestro ser tiende a buscar a nuestro Dios. A veces al expresar el nombre “Santísima Trinidad”, podríamos tener la impresión de estarnos refiriendo a una entidad abstracta, inmóvil y lejana. Por las palabras de Jesús podremos experimentar que no es así: es un dinamismo de amor continuo entre las personas de la Trinidad y una fuente de amor inagotable hacia el hombre: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna”. El hombre encuentra su plenitud al ser amado por Dios, nos llena de alegría el participar del amor Divino, del amor de Jesús que se entrega hasta el fin. El amor conyugal, el amor fraternal y el amor de familia tienen su más rico modelo en el Dios Trino y Uno, que ama y que da vida plena. La experiencia de este Dios, que es unidad y comunión inseparable, nos permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en el servicio al otro. Así la experiencia que tenemos de nuestro Dios es una fuente inagotable de vida, dinamismo y compromiso. No puede verdaderamente creer en Dios quien está segando la vida del hermano, quien se encierra en sí mismo y rompe la comunión, quien vive apático frente a los hermanos. La experiencia de nuestro Dios Uno y Trino que nos invita a participar de su misma vida y nos compromete seriamente en la construcción de un mundo de acuerdo a nuestra fe: una fe comunitaria, de amor y participación.
San Juan nos ofrece hoy las palabras precisas donde encontramos el centro y eje de toda nuestra vida cristiana: “Tanto amó Dios al mundo…”. Esa es la Buena Noticia: somos hijos de un Papá Dios que nos ama, somos hermanos de un Hijo Mayor, Jesús, que da la vida por nosotros, y estamos habitados por el Espíritu que es vida y santidad. Ahí está la buena y gran noticia. Si esto lo comprendiéramos y lo viviéramos no podríamos vivir tristes ni permitir que nuestros hermanos vivieran tristes, solos o abandonados. Es doloroso comprobar que muchas veces los que nos decimos creyentes no somos capaces de descubrir y experimentar esta fe como una auténtica fuente de vida, y nos contentamos con ir sobreviviendo, cargando con nuestra existencia a más no poder. Nos olvidamos de ese Dios cercano, familia, comunidad, que toma la iniciativa para amarnos, que se entrega sin condiciones, con plenitud y lealtad y que sostiene y anima nuestra vida.
Hoy, al celebrar a la Santísima Trinidad, debemos cuestionarnos seriamente si somos esa imagen de amor, de entrega y unidad que es nuestro Dios. Si hemos vencido los miedos, ambiciones y discriminaciones hacia los hermanos que también son hijos del mismo Padre, hermanos del mismo Jesús y templos del mismo Espíritu. Es un gran cuestionamiento también sobre la forma de educar y vivir en la familia. La Santísima Trinidad es el modelo de educación, integración y amor familiar.
Santísima Trinidad, concédenos experimentar el gran Amor del Padre, la entrega incondicional de Hijo, y la fuerza y vitalidad del Espíritu Santo. Amén.
ZENIT

12 de junio: san Onofre, anacoreta


El anacoreta Onofre fue el maestro de unos cuantos solitarios que llegaron a hacer escuela en la Tebaida. Por eso no era infrecuente el abandono de la soledad por un tiempo para ir a ver a Onofre, quien, además de tener fama de santo, sabía todo sobre las dificultades y grandezas de la vida en soledad. En aquella ocasión, el abad Pafnucio –morador de una cueva del desierto egipcio– fue a verlo, pero lo encontró ya moribundo. Lo atendió como pudo en las últimas horas; cuando Onofre murió, Pafnucio se puso a rezar piadosamente unos salmos como él había visto hacer en casos semejantes; luego se puso a arañar la tierra para hacer un hoyo, colocó el cuerpo muerto y fue poco a poco cubriéndolo con piedras para defenderlo de los animales.
Allí mismo donde la civilización faraónica había florecido siglos antes, ahora, en las primeras centurias del cristianismo, los monjes pueblan el despoblado y viven en solitario su intensa experiencia interior y espiritual.
Si Pafnucio no hubiera escrito la vida de Onofre, es seguro que no conoceríamos a este personaje originalísimo, que mataba el tiempo rezando, vivificaba el desierto con la penitencia, y miraba al cielo plagado de estrellas para bendecir a Dios por sus bondades.
A nuestra sociedad, tan superficial como comodona, lo profundo le sabe a raro, y los compromisos definitivos o las decisiones comprometedoras de por vida no están de moda. Onofre, sin embargo, nos ofrece un testimonio admirable de profundidad interior capaz de abarcar todo su paso por la tierra.
Se dedicó a la oración y, después de orar, a dar buen consejo a quien se lo requería. ¿Nada más? Y… nada menos: dejar que el alma rebose amor de Dios para que otros puedan descubrirlo y amarlo; dejarse afectar desde el centro de la propia personalidad por la Gracia y contagiarla a otros como la gran curación, la gran salud, la gran salvación, el gran remedio y el gran gozo.
Si en la Iglesia no existieran estos absolutos testimonios del Absoluto, todo sería aún más relativo de lo que es. ¡Y estaríamos buenos!
Gracias, san Onofre, por liberarnos –con tus setenta años de anacoreta en el desierto– de tantos y tantos relativismos estériles.
Archimadrid.org

«La religión bien entendida protege el cerebro; si se pervierte, causa terrorismo»




La espiritualidad, el ejercicio físico y mental y la dieta son, según Joaquín Fuster, factores claves para «envejecer con una buena salud cerebral»
Su hermano Valentín ha elevado el apellido Fuster al máximo exponente en el ámbito de la cardiología mundial. Joaquín, catalán de nacimiento y estadounidense de adopción, ha mantenido alto el listón del linaje en otra disciplina: la neurociencia. Profesor de Psiquiatría y Neurobiología del Comportamiento en la Universidad de California, en Los Ángeles, y todo un referente en el estudio de la corteza prefrontal, este reconocido investigador busca ahora dar solidez científica a los conocimientos que se tienen desde hace años sobre qué hacer para envejecer con una buena salud cerebralRealizar ejercicio físico y cognitivo, comer bien y practicar la espiritualidad en sentido amplio son, según explica a ABC, condiciones básicas para proteger el cerebro de las enfermedades neurodegenerativas.
¿Cómo podemos cuidar nuestra salud cerebral?
Aunque no hay estudios científicos solventes al respecto. Sí podemos decir que hay tres factores que ayudan a que nuestro cerebro envejezca bien. Una dieta equilibrada, practicar regularmente ejercicio físico y cognitivo, y ejercitar la espiritualidad, son condiciones que impactan positivamente en la salud de nuestro cerebro.
¿A qué se refiere cuando habla de espiritualidad?
La espiritualidad se ejercita practicando una religión, yoga u otras actividades de meditación que nos hacen conocernos mejor a nosotros mismos. Cuanto más nos conozcamos a nosotros mismos, mejor podremos manejar nuestra salud cerebral.
Entonces.. ¿podemos decir que la religión tiene un efecto protector para el cerebro?
Efectivamente. Podemos decir que la religión, bien entendida, cuando se basa en los derechos humanos, tiene un efecto positivo y protector, pero en situaciones de relaciones sociales adversas o de conflicto político puede pervertirse ese efecto. El terrorismo es una perversión de la religión.
¿Está concienciada la población de que la salud cerebral de pende de una buena dieta y de realizar ejercicio de forma regular ?
Las personas lo saben pero todavía hay mucho camino por recorrer en este sentido.
¿La dieta mediterránea nos protege?
La dieta mediterránea, sin duda, es una buena dieta y es saludable, lo que pasa es que la gente come demasiado. Lo que se come es importante, pero cómo se come también. En España comer es una función social. Hay tendencia a alimentarse hablando unos con otros. Ahí es cuando se cae en el exceso. Hay dos cuestiones vitales para mí a la hora de alimentarse. Una es la moderación y otra la tolerancia. El vino, por ejemplo, puede ser un buen cardioprotector si se toma con moderación. Si se abusa de él, es fuente de azúcar y también un veneno para el cerebro.
Que los niños coman frente al ordenador o el móvil tampoco ayuda.
Efectivamente. Como he dicho, las circunstancias en las que se come influyen y mucho. La vulgarización de la informática en los niños ha perjudicado. El uso de estas maquinitas durante las comidas ha ido en detrimento de uno de los mayores valores que teníamos que es la familia. Hay muchos niños, desgraciadamente, que no comen con su familia.
Usted es el presidente del Comité Asesor Científico de la Barcelona Brain Health Iniciative (BBHI), proyecto impulsado por la Obra Social La Caixa que arranca ahora para prevenir enfermedades neurológicas. ¿Qué es lo realmente innovador de la iniciativa?
Que el ejercicio físico y una buena alimentación previenen enfermedades y ayudan a afrontar mejor la vejez ya se sabía. Lo que gracias a la BBHI se conseguirá es dar una base científica a todos estos conocimientos que se tienen sobre qué hacer para cumplir años protegiendo nuestro cerebro al máximo. Gracias a las conclusiones científicas que se alcancen podremos elaborar pautas y hacer intervenciones controladas.
Algunos científicos apuestan por la creación de nuevas células en el cerebro adulto.
Sí, es un asunto controvertido. Confío más en que se pueda favorecer la creación de conexiones entre las células existentes. Así, podremos potenciar la plasticidad y la elasticidad cerebral, algo básico para proteger al cerebro.
Esther Armora/ABC
Alfa y Omega

La gran aportación científica de un sacerdote salesiano que «descubrió» la Patagonia



La llegada de la orden salesiana a la Patagonia a fines del siglo XIX, además de aportar a la evangelización, entregó los primeros y únicos registros visuales de la zona en esa época, por los cuales el mundo pudo conocer el extremo sur de América y sus habitantes.
Las fotografías, libros y películas del P. Alberto María de Agostini (1883-1960) permitieron, entre otras cosas, el estudio de los glaciares del extremo austral del continente americano, así como el de su población nativa.
El sacerdote misionero, documentalista, geógrafo y montañero, llegó en 1910 a Punta Arenas, en el extremo sur de Chile, a los 27 años, para integrarse a la labor misionera de la orden salesiana.
«Las misiones salesianas tuvo dos propósitos principales: civilizar y evangelizar siguiendo el eje de Don Bosco de guiar al hombre a formarse ‘Buen Cristiano y Honesto Ciudadano’», explicó Salvatore Cirillo Dama, Director del Museo Salesiano Maggiorino Borgatello.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el P. Agostini manifestara su pasión por la exploración y finalmente su superior, monseñor Fagnano, le dio la misión de investigar la Patagonia.
«Forjó así su vida de religioso salesiano viendo en su misión la vocación de detectar en ella, más que una tarea la presencia de la grandeza y belleza de Dios», dijo Cirillo a ACI Prensa.
Sus logros
Durante más de treinta años, el P. Agostini exploró los macizos montañosos de Tierra del Fuego y la Patagonia Austral, internándose por los rincones más apartados de la región, entre fiordos, ríos, valles y cumbres.
Para Cirillo, uno de los aspectos sobresalientes de la obra de Agostini fue «su propósito de confirmar desde la realidad los contenidos del sueño descrito por Don Bosco en 1874, que revela  la Patagonia en sus riquezas, grandiosidad del territorial». 
En el fondo, fue un esfuerzo por «testimoniar la tierra elegida para asentar las primeras misiones salesianas».
En esta aventura, De Agostini conoció estrechamente las etnias australes hoy extintas, especialmente los selknam, cuyas fotografías y registros de alta calidad constituyen un testimonio único y de inmenso valor documental y patrimonial.
Cuando los salesianos llegaron a la Patagonia en 1887, el conflicto entre colonos e indígenas por la ocupacin de los campos para la ganadería ovina estaba en pleno desarrollo.
«Solo los salesianos con escritos, como fue el caso del P. De Agostini, y con la obras de las misiones aminoraron o retardaron la tragedia de su desaparición (de los indígenas) que resultó ser inevitable», sostuvo el director del Museo Salesiano Maggiorino Borgatello. 
Entre los logros más importantes de este misionero se destacan sus expediciones a través de la cordillera Darwin al sur de Tierra del Fuego y la primera travesía realizada a la vertiente oriental del gran Campo de Hielo Sur.
Asimismo, el P. Agostini inició el reconocimiento del macizo del Paine, que hoy constituye el destino turístico más importante de Chile y uno de los mejores lugares del mundo para la práctica del senderismo.
En 1943, el sacerdote logró un hito en la historia del andinismo al conseguir ascender el monte San Lorenzo, el segundo más alto de la Patagonia.
Después de 30 años de exploración en esta zona, el P. Agostini regresó a Italia y llevó al viejo continente todas sus recopilaciones.
En 1955, regresó a la Patagonia y con 72 años logró ascender el monte el más alto de Tierra del Fuego, el Monte Sarmiento.
«Para la ciencia De Agostini sigue siendo el referente de una naturaleza prístina», sostuvo Cirillo, y «para muchos andinistas que  ecorren la zona de la cordillera significa emular sus hazañas o enfrentar el desafío de encontrar nuevas rutas».
El legado del P. Agostini es de un valor incalculable y desde 1965 se le reconoce con un parque natural que lleva su nombre, el tercero más grande de Chile, ubicado en la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, lugar donde vivió su vocación de sacerdote y explorador.
ACI/Bárbara Bustamante

Bienaventurados los pobres de espíritu


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos , porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier moco por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».
Palabra del Señor.

Evangelizar en la ciudad

La evangelización no es una forma de publicidad religiosa, sino que consiste primero en un testimonio de la fe dado en la convivencia
En la ciudad transcurre la vida del 80 % de los españoles. Otras estructuras más amplias nos afectan: tenemos empleo –o no– en buena parte por políticas nacionales; nuestras empresas venden sus productos –o no– según logren insertarse en la competencia global; la seguridad social se administra según autonomías. Pero nuestra convivencia directa con otras personas ocurre en la ciudad.
Viviendo en Madrid, a veces sufrimos dos espejismos propios de las grandes ciudades. El primero consiste en entender lo local primero, en clave mayor que la misma ciudad. Así tienden a proponérnoslo los medios: la palabra del alcalde se toma como indicación de lo que haría su partido de llegar al Gobierno nacional. La ciudad queda entonces desdibujada por arriba en nuestra mirada: no evaluamos en realidad políticas municipales (si ayudan o no a la concreta convivencia urbana) sino indicios de políticas nacionales.
El segundo espejismo es el opuesto. Como esta ciudad es tan grande, nos movemos solo por algunas zonas: donde vivimos, donde trabajamos, quizás el centro o lo que haga de centro para nosotros… No vemos el conjunto de la ciudad, con sus equilibrios y desequilibrios. Es lo que podríamos llamar el desdibujamiento por abajo de la mirada.
Lo propiamente municipal es más visible, curiosamente, en las ciudades pequeñas y medianas. Sin embargo, en todos los casos la unidad de convivencia es la ciudad entera. Si se nos vuelve invisible porque solo apreciamos indicios de políticas mayores, ello constituye ya un déficit. Y si se ha fragmentado en nuestra mirada, y solo nos interesan aquellos ámbitos en que vivimos nosotros, tenemos otro déficit.
De hecho, el salto es fácil de unos ámbitos a unos modos de vida: dejan de interesarnos también las personas que viven en la calle o los muchachos africanos pidiendo a la puerta del supermercado, aunque estén en nuestros mismos lugares. Nuestra ciudad acaba siendo los que se parecen a nosotros, los que viven de la misma manera.
Esto no se refiere solo a situación social. Se extiende con facilidad a las edades: se nos hace difícil comprender el mundo de los niños y jóvenes incluso del mismo barrio. Y se nos escapa la ciudad de los ancianos, sin reflejos para esquivar una bicicleta mal llevada o con dificultades para acciones ordinarias. Así podemos seguir con algunos discapacitados físicos o psíquicos, que como son distintos a nosotros ya no entran del todo en nuestra ciudad.
Esto resulta relevante para la comunicación de la fe. La evangelización no es asunto primeramente mediático, alguna forma de publicidad religiosa. No es que ello esté mal; pero la evangelización consiste primero en un testimonio de la fe dado en la convivencia. Por eso la ciudad constituye un lugar básico de la evangelización cristiana, desde los mismos comienzos en los apóstoles.
La ciudad como unidad de convivencia
El primer paso para los católicos de una Iglesia en salida consiste entonces en rehacer dentro de nosotros la ciudad como unidad de convivencia. Ocuparnos de la ciudad en sí misma: contribuir a que la convivencia entre clases, religiones y culturas, grupos etarios, grados de habilidad y deshabilidad, crezcan en vez de disminuirse hasta formar un archipiélago de guetos. Ir a los diferentes, vivir con ellos para vivir con todos. «Me hice todo para todos», dice san Pablo, el apóstol de ciudades por excelencia.
El segundo paso, por supuesto, consiste en dar un testimonio de la fe que el otro pueda comprender, esto es, en un lenguaje que sea tan suyo –que lo escucha–, como nuestro –que lo hablamos–. Y viceversa, recibir su testimonio, para aprender también de sus modos de vivir y de creer. El diferente tiene mucho que enseñarnos, justo por diferente, por no sabido, porque su vida es tan distinta a la nuestra. Esa conversación, que requiere fraguar lenguajes comunes, constituye una razón de fondo por la que evangelizar en la ciudad implica reconstruirla como unidad de convivencia real.
Raúl González Fabre, SJ
Director de entreParéntesis
Alfa y Omega