lunes, 31 de julio de 2017

El Papa retoma sus audiencias públicas en el Aula Pablo VI

 Finaliza el mes de julio, históricamente inhábil en la Ciudad del Vaticano. Como viene siendo costumbre, el Papa Francisco ha disminuido su ritmo público de trabajo, pero no ha tomado vacaciones. Este miércoles, regresan las audiencias públicas, pero el "ferragosto" romano obliga a que éstas se celebren en el Aula Pablo VI.
Francisco no ha ido a Castel Gandolfo (nunca lo hará), y Benedicto se desplazará a la residencia veraniega de los papas en las próximas horas. Frente a lo que parecería, estos meses no son de vacaciones, aunque sí de algo de descanso.
El Papa suspende sus audiencias públicas -no las privadas, pues sigue recibiendo a sus colaboradores y tiene encuentros personales- y continúa trabajando, con tres prioridades clave: la reforma de la Curia -la salida de Müller y la "excedencia" de Pell son una oportunidad para ello-, los próximos viajes -en septiembre, Colombia; en noviembre, Bangladesh y Birmania; y en enero, Perú y Chile-; y la conclusión de varios textos, alguno de los cuales podría concluir en una encíclica que varias fuentes apuntan podría girar en torno al drama de los perseguidos y olvidados, los "descartados" del mundo de hoy.
Con todo, este miércoles regresan las audiencias públicas. No serán en la plaza de San Pedro, por el intenso calor romano. La sequía, que ha llevado a apagar las fuentes del Vaticano, tampoco ayuda. Al menos las audiencias del 2 y del 9 de agosto serán en el Aula Pablo VI, a pocos metros de la residencia pontificia de Santa Marta.
Mientras aprovecha el descanso romano conocido tradicionalmente como "Ferragosto" para avanzar con la preparación de los discursos que dará en su visita a Colombia entre el 6 y el 11 de septiembre, Francisco ya tiene confirmado que no hará la audiencia del miércoles 16.
Un día antes, rezará el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico para conmemorar la fiesta de la Asunción de María.
En caso de que las temperaturas alivien para la segunda mitad del mes, las fuentes consultadas por Télam aseguraron que las audiencias generales de los miércoles 23 y 30 podrían hacerse nuevamente en la Plaza San Pedro, donde la capacidad es casi 10 veces mayor que la del Aula Pablo VI.
 Jesús Bastante

"El mayor obstáculo para la conversión que quiere el Papa es la actitud de parte del clero"

"El mayor obstáculo para la conversión que el Papa Francisco quiere para la Iglesia es, en cierta medida, la actitud de buena parte del clero". El profesor Giulio Cirignano ha escrito un artículo en L'Osservatore Romano en el que denuncia las actitudes de "cerrazón y hostilidad" de algunos sacerdotes ante las reformas que impulsa Bergoglio.
El artículo, titulado "Costumbre no es fidelidad", constata cómo "gran parte de los fieles ha entendido el momento favorable, el kairos que el Señor está dando a su comunidad", mientras que algunos "pastores poco iluminados se mantienen dentro de un horizonte viejo, el horizonte de las prácticas habituales, el lenguaje anticuado, el pensamiento repetitivo y sin vida".
En el artículo Cirignano compara a los sacerdotes con los discípulos dormidos en el Huerto de los Olivos. Un "hecho desconcertante" que "debe ser examinado a fondo", y que se debe, entre otras razones, a "el modesto nivel cultural de parte del clero". "En muchos sacerdotes, por desgracia, la cultura teológica es pobre, y aún menor la preparación bíblica", sostiene el profesor quien no obstante advierte que "no se puede generalizar. Hay muchas excepciones".
En su opinión, las aulas de Teología se han de llenar de estudiantes que "no han abandonado el deseo de pensar" y de "ejercer un mínimo de sentido crítico". "Los años de preparación para el sacerdocio deben alimentar la conciencia acerca de la necesidad del ministerio como un trabajo de verdad", finaliza Cirignano, quien recuerda que, "al igual que todas las personas, incluso el cura trabaja para ganarse la vida".
 (Jesús Bastante)

31 de julio: san Ignacio de Loyola, fundador


El fundador de la Compañía de Jesús nació en la casa-castillo de Loyola (Azpeitia, Guipúzcoa), en 1491. Fue Íñigo el último hijo que hacía el número decimotercero de los hermanos. Otoño medieval con restos feudales, pero ya se vislumbraban ciertos rasgos de humanismo renacentista convertidos pronto en ansias de aventuras con los horizontes nuevos que abrió el descubrimiento del Nuevo Mundo. Vivió con los entresijos políticos de Carlos V y Felipe II; le tocaron profundamente los problemas de la Reforma y las fórmulas de Trento. Su casa y familia fue profundamente religiosa; allí gustó de las utopías caballerescas, plenas de imaginativa aventura, plasmadas en el anónimo Amadís de Gaula. Íñigo pasó a ser paje –desde poco antes de morir su padre– de Don Juan Velázquez de Cuéllar, caballero encargado de las finanzas del rey, amigo de la familia, y que podía ir educándolo en palacio hasta que se presentara la ocasión de poder entrarlo en la corte. Al tiempo que adquiría la mejor educación y porte en las nuevas circunstancias, le sirvió esta temporada para visitar y conocer todos los sitios por donde andaba el rey o los que mandaban: Arévalo en Ávila, Medina del Campo, Valladolid, Tordesillas, Segovia y Madrid.
Una bala de cañón lo hirió las piernas en la defensa del castillo de Pamplona, en el ataque francés del 20 de mayo de 1521, cuando la revuelta de las Comunidades. Su pesada y lenta convalecencia le llevó a leer –por no haber de caballería– libros como Vidas de los santos y Vida de Cristo. Con ellos empezaron las contradictorias luchas interiores entre desolaciones y consuelos, basculando entre el deseo de imitar sus hazañas y la consideración de lo que necesitaba quedarse atrás.
En 1522 montó un viaje a Jerusalén pensado como peregrinación. Comenzó en Montserrat donde cambió de indumentaria, hizo confesión general y se consagró a la Virgen. En los alrededores de Manresa (en la provincia de Barcelona) estuvo un año dedicado a la oración, a la penitencia, al apostolado y a la visita a los enfermos en los hospitales. En la cueva tomó apuntes de su trayectoria espiritual que, con retoques posteriores, será el esbozo de los Ejercicios Espirituales. Luego sigue su proyectado viaje –siempre mendigando– de Barcelona a Roma, de Venecia a Chipre, Palestina y los Santos Lugares.
A la vuelta consideró que eran necesarios los estudios. Se le ve en las universidades de Alcalá y Salamanca. En 1528, está en la de París consiguiendo grados académicos; pero, más que eso, encontró a Fabro, Javier, Laínez y Salmerón, Rodríguez y Bobadilla que serán, además de los primeros discípulos en los que ha prendido el hambre de almas, los pilares de su futuro quehacer apostólico. Todos hicieron voto de apostolado en pobreza y castidad y se marcharon a Roma a ponerse a total disposición del Papa.
En 1537, tuvo Iñigo –en Storta– una experiencia mística de donde salió con la convicción de fundar una compañía de apóstoles que debía llevar el nombre de Jesús. La Compañía de Jesús había nacido. En Roma se ordenó sacerdote (1538). Pablo III aprueba en 1540 aquel nuevo estilo de monacato innovador por la bula Mare magnum, la declarada exenta de jurisdicción episcopal y de tributación. Un año después, Loyola fue elegido primer general de la orden. Y mientras sus hijos se esparcen por Europa en cumplimiento de distintas misiones pontificias, e inundándolo de colegios, Ignacio –que así se llama ahora– se queda en Roma escribiendo cartas (cerca de 7000), predicando, dando ejercicios espirituales y visitando los hospitales. Preocupado por la formación del clero, fundó el Colegio Romano (1551) y el Colegio Germánico (1552). Comienza a mandar misioneros a tierras de infieles en India, Japón y Abisinia. Se quema activamente en contrarrestar la Reforma protestante y se ocupa del peligro que supone la media luna ante Carlos V y Felipe II.
El genio práctico y organizador, santo, político, soldado conquistador, romántico vehemente y enamorado místico se había puesto en juego, pleno de ideales humanos y sobrenaturales, para rendir en la pelea de conquista del Reino. Y lo hizo con una fuerza y empuje tal, que la Iglesia entera no pudo menos de mirar a Ignacio y a sus hijos como puntos de referencia de lo que había que hacer y en tanto tiempo no se había hecho: Predicación abundante y sólida, de la que no deja resquicios a la duda, la que llama al desorden pecado, a la obediencia virtud, al sacrificio medio y remedio, al misterio don, a la pobreza entrega, a la penitencia servicio, a Dios padre, a Jesús rey, a la Virgen madre, y al Espíritu necesidad para el camino; atendió y mandó atender mucho al confesonario; patrocinó el empleo de la imprenta, libros y libretos; pidió exigente piedad, ciencia profunda y hasta marcó un estilo jesuítico de arquitectura sacra nuevo.
Murió en Roma el 31 de julio de 1556 y fue canonizado por el papa Gregorio XV en 1622.
Con él había nacido el inmenso personaje de la historia humana, uno de los hacedores del mundo moderno, símbolo de una Iglesia que no se resigna a unos andares cansinos, pasivos y lentos. Cierto que la Compañía de Jesús sería, como ella, alabada arriba en el candelero y pisada abajo en donde se ensucian los cuerpos.
Archimadrid.org

El grano de mostaza se hace un árbol hasta el punto de que los pájaros del cielo anidan en sus ramas

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 31-35
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta para que todo fermenta».
Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
Palabra del Señor.

Un asombroso hallazgo: la casa de la Virgen en Éfeso

En 1891, la superiora de una comunidad en Esmirna, la actual Turquía, pidió a su capellán que comprobara en Éfeso las descripciones que había hecho la beata de Emmerick sin salir de Westfalia. Al poco tiempo, la improvisada expedición dio con la casa de la Virgen
No tiene sentido. Acompañar a alguien hasta las puertas de la muerte, que ese alguien te haga depositario de su última voluntad, y que la misma te entre por un oído y te salga por el otro, después de habértela jugado por permanecer a su lado. Eso es lo que no tiene sentido. Por tanto, es absurdo pensar que, tras aguantar hasta el final a los pies de la Cruz, Juan, el discípulo amado, hiciese oídos sordos a las palabras de Cristo referidas a la Virgen: «He aquí a tu Madre». Con lo que cabe concluir que es verdad, que desde aquel momento, Juan tomó consigo a María.
La pregunta es adónde exactamente se llevó el apóstol consigo a la Virgen y una posible pista la encontramos a pocas páginas del pasaje arriba relatado, en los Hechos de los Apóstoles. Allí se cuenta que, a la muerte de Cristo, se desató en Jerusalén una persecución contra los cristianos.
Fue también entonces que los apóstoles llevaron a término el mandato de su Maestro –«Id por todo el mundo y predicad el Evangelio»–, situando distintos autores y fuentes a Juan en Asia Menor, cuya capital era Éfeso. Fue precisamente en el concilio que tuvo lugar en Éfeso, en 431, donde se definió el dogma de la maternidad divina de María. Es mucho suponer que para tan alta ocasión la Iglesia eligiera Éfeso al azar, obviando la carga simbólica del lugar. De hecho, la iglesia donde se celebró el concilio fue la primera de la cristiandad puesta bajo la advocación de la Virgen.
Las visiones de Ana Catalina de Emmerick
Sin embargo, no fue aquella edificación, sino otra cercana, la que dicen que vio con sus propios ojos Ana Catalina de Emmerick, monja agustina del siglo XIX que en su vida salió de su patria chica, Westfalia, y quien nunca adquirió la instrucción suficiente para situar en el mapa la ciudad de Éfeso. ¿Cómo fue capaz entonces de describir con todo detalle unas ruinas a miles de millas de distancia? Porque las mismas se le representaron por medio de visiones.
Nada extraño, por otro lado, para alguien que, a lo largo de su vida, se vio bendecida con los más sobrenaturales dones; por ejemplo, el de reproducir en su cuerpo los estigmas de Cristo; o la cardiognosis o capacidad de leer los corazones de quienes la visitaban, aunque fuera la primera vez que los veía; o la inedia o facultad de alimentarse durante años solo con el pan de la Eucaristía y unos sorbos de agua; o… Cada cual es libre para creer lo anterior o no, pero ha de saberse que en vida de Emmerick tres instituciones tan dispares como la Iglesia católica, el invasor napoleónico y la autoridad imperial prusiana impulsaron sendas y exhaustivas investigaciones cuyo objeto era la monja, y que si bien cada una partía de una motivación y llegaba a unas conclusiones distintas, las tres coincidieron en descartar el fraude.
Cómo han llegado aquellas visiones hasta nuestros días, eso se debe a la pluma de Clemens Brentano, estrella de los salones literarios del Berlín de la época, y quien quedó subyugado por Emmerick tan pronto la conoció, erigiéndose, sin consultarlo con nadie, ni siquiera con ella, en su fedatario. El problema era que no se limitó a transcribir las visiones, muchas y muy distintas, sino que las enriqueció, en el sentido de que las dotó de un contexto, histórico y literario, nada extraño, por otra parte, en un investigador de su categoría. Que por esta razón la Iglesia dejara fuera las visiones del proceso de beatificación –porque Emmerick fue beatificada– no significa necesariamente que las tuviera por falsas, como enseguida se verá.
El hallazgo de la Casa de la Virgen
En 1891, una monja de muy determinada determinación, sor Marie de Mandat Grancey, superiora de una comunidad en Esmirna, la actual Turquía, pidió al padre Jung, su capellán, que comprobara in situ, en la no muy lejana Éfeso, si la descripción de la casa de la Virgen que Emmerick le había hecho supuestamente a Brentano se correspondía o no con el terreno. Al poco tiempo, con la bendición de sus superiores, la improvisada expedición de la que formaban parte el propio Jung, otro sacerdote y dos laicos, hallaba, y con la sola ayuda del texto de las visiones y una brújula, la casa de la Virgen.
Al hallazgo de las ruinas, siguió la sorpresa del obispo del lugar, quien ordenó una comisión interdisciplinaria, la cual concluyó con la constatación de la semejanza entre lo relatado en las visiones y lo encontrado, todo con el refrendo de la pequeña comunidad ortodoxa del lugar, que llevaba siglos peregrinando hasta allí el día de la Asunción. Con el tiempo y hasta hoy, millones de peregrinos de todo el mundo se les unirían, entre ellos, tres Papas de Roma: el beato Pablo VI en 1967, san Juan Pablo II en 1979 y Benedicto XVI en 2006.
Gonzalo Altozano
Éfeso

La alegría consoladora de Jesús cambia nuestra vida y nos abre a la acogida de los hermanos más débiles: el Papa en el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El discurso parabólico de Jesús, que agrupa siete parábolas en el capítulo décimo tercero de Evangelio de Mateo, se concluye con las tres semejanzas de hoy: el tesoro escondido (v. 44), la perla preciosa (v. 45-46) y la red de pesca (v. 47-48). Me detengo en las primeras dos que subrayan la decisión de los protagonistas de vender toda cosa para obtener aquello que han descubierto. En el primer caso se trata de un campesino que casualmente se topa con un tesoro escondido en el campo donde está trabajando. No siendo el campo de su propiedad, debe comprarlo si quiere poseer del tesoro: entonces decide arriesgar todos sus haberes para no perder aquella ocasión de veras excepcional. En el segundo caso encontramos un mercader de perlas preciosas; él, como experto conocedor, ha descubierto una perla de gran valor. También él decide apuntar todo en aquella perla, al punto de vender todas las otras.
Estas semejanzas ponen en evidencia dos características concernientes la posesión de Reino de Dios: la búsqueda y el sacrificio. El Reino de Dios es ofrecido a todos, pero no está puesto a disposición en una bandeja de plata, necesita un dinamismo: se trata de buscar, caminar, ocuparse. La actitud de la búsqueda es la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón arda del deseo de alcanzar el bien precioso, es decir, el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental, que puede dar un viraje decisivo a nuestra vida, llenándola de significado.
De frente al descubrimiento inesperado, tanto el campesino come el mercader se dan cuenta que tienen delante una ocasión única que no deben dejarse escapar, por lo tanto, venden todo aquello que poseen. La valuación del valor inestimable del tesoro, lleva a una decisión que implica también sacrificio, separaciones y renuncias. Cuando el tesoro y la perla han sido descubiertos, es decir, cuando hemos encontramos al Señor, es necesario no dejar estéril este descubrimiento, sino sacrificarle cualquier otra cosa. No se trata de despreciar el resto sino de subordinarlo a Jesús, poniéndolo a Él en el primer lugar. La gracia en primer lugar. El discípulo de Cristo no es uno que se ha privado de algo esencial, es uno que ha encontrado mucho más: ha encontrado la alegría plena que sólo el Señor puede donar. Es la alegría evangélica de los enfermos curados, de los pecadores perdonados, del ladrón a quien se le abre la puerta del paraíso.
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (cfr. Evangelii Gaudium, n. 1). Hoy somos exhortados a contemplar la alegría del campesino y del mercader de las parábolas. Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la cercanía y la presencia consoladora de Jesús en nuestra vida. Una presencia que transforma el corazón y nos abre a las necesidades y a la acogida de los hermanos, especialmente de aquellos más débiles.
Recemos por la intercesión de la Virgen María, para que cada uno de nosotros sepa dar testimonio, con las palabras y los gestos cotidianos, de la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios, es decir, el amor que el Padre nos ha donado mediante Jesús.
(Traducción de María Cecilia Mutual – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)

El Papa en el día Mundial contra la Trata: “Con empeño erradiquemos esta plaga de esclavitud moderna”

 “Cada año, miles de hombres, mujeres y niños son víctimas inocentes de la explotación laboral, sexual y del tráfico de órganos. Deseo renovar mi llamamiento al empeño de todos, con el fin de que esta “plaga aberrante, forma de esclavitud moderna, sea aplacada adecuadamente”, lo dijo el Papa Francisco el domingo 30 de julio, tras rezar la oración mariana del Ángelus en el Día Mundial contra la Trata de Personas.
El Santo Padre ha condenado públicamente y en numerosas ocasiones la trata de seres humanos, un fenómeno que considera un auténtico crimen contra la humanidad. En esta ocasión, reiteró su apelo a no permanecer indiferentes frente a la realidad de la trata. "Parece que nos hemos acostumbrado a considerarla como una cosa normal. Esto es feo, es cruel, es criminal”, explicó el Obispo de Roma ante miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, a quienes invitó a rezar a la Virgen María "para que sostenga a las víctimas y convierta los corazones de los traficantes”.
El Día Mundial contra la trata fue instaurado por Naciones Unidas desde el año 2013, con el fin de crear una conciencia social a nivel global sobre esta actividad delictiva, que acaba con la dignidad del ser humano
Según los últimos datos publicados por la Organización Internacional del Trabajo, se calcula que aproximadamente 21 millones de personas en el mundo son víctimas de la trata, en sus diversas modalidades de explotación existentes. Esta dura realidad repercute de manera directa o indirecta a todos los países, ya sea como país de origen, tránsito o destino de las víctimas.