lunes, 11 de noviembre de 2013

Sal 138. Guíame, Señor, por el camino eterno.


Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso.

Todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada? 
Si escalo el cielo, allí estás tú; 
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.

Si vuelo hasta el margen de la aurora, 
si emigro hasta el confín del mar, 
allí me alcanzará tu izquierda, 
me agarrará tu derecha.