domingo, 28 de agosto de 2016

Carta del Papa a una ciudad italiana en dificultad por la llegada de inmigrantes


Monseñor Antonio Suetta, obispo de Ventimiglia-San Remo hizo pública el 26 de agosto la carta que el Santo Padre envió a su comunidad diocesana en respuesta a la que el prelado le había hecho llegar recientemente para informarlo acerca de la difícil situación de esa localidad italiana, a causa de la presencia de numerosos emigrantes  y prófugos que esperan cruzar la cercana frontera ítalo-francesa.
En la noticia a publicada por Radio Vaticano, el Papa Bergoglio afirma que está cercano espiritualmente, con su afecto y oración, tanto a Monseñor Suetta como a la entera diócesis y a cuantos se ocupan de salir al encuentro de las necesidades de esta gente “que escapa de la guerra y de la violencia, en busca de esperanza y de un futuro de paz”.
Después de agradecer los esfuerzos que su comunidad diocesana está realizando “con admirable caridad evangélica, disponiendo recursos humanos, logísticos y económicos” para sostener a estos hermanos y hermanas nuestros “que viven un inmenso drama”, el Pontífice anima a todo el entramado social, laicos y consagrados, “a proseguir en el generoso empeño de la acogida y de la solidaridad”, para ser cada vez más “una Iglesia en salida”, anunciadora gozosa del Evangelio de la Misericordia y testigo de esperanza.
Al renovar su sincero aprecio por el celo con el que Monseñor Suetta guía a su comunidad, en su carta –fechada en la Ciudad del Vaticano el pasado 17 de agosto– el Papa le asegura su recuerdo en la oración por todas las necesidades de la querida Iglesia de Ventimiglia-San Remo y mientras pide que se rece por él, Francisco envía a todos los fieles su Bendición Apostólica.
Zenit

28 de agosto: san Agustín, obispo y doctor de la Iglesia

El más grande de los Padres de la Iglesia y uno de los hombres más fuera de serie de la humanidad fue, por su propio testimonio, «hijo de las lágrimas de su madre». Y si él lo afirma, ¿quién le quitará la razón? Era africano. Nació en una pequeña población de Numidia –la actual Argelia–, llamada Tagaste, de padre pagano y madre cristiana; el padre se llamaba Patricio y la madre lucía el nombre de Mónica, dechado de madres santas.
Dotado de ardiente imaginación y con un temperamento apasionado, sobresalía por su vivísima inteligencia. Gusta y saborea el triunfo en Cartago como entendido en literatura, elocuencia, arte y filosofía, pero aquel chorro de gloria le desvía de los principios cristianos que su madre le inculcó cuando era niño; se dejó arrastrar por el fresco y acariciante viento de las pasiones (vivió catorce años con una mujer, de la que tuvo un hijo, Adeodato), desviándose hacia los errores, entre ellos, el maniqueísmo, dejándose engañar por la aparente rectitud, pureza y austeridad que proclamaba. Lo dejó, defraudado, por ser un hombre hecho para la verdad, cuando se dio cuenta de que allí no estaba, como tampoco la vio entre los poetas, los retóricos ni en las antiguas teogonías.
Marcha a Roma, dejándose acompañar por su madre, en el 383. Abre en Milán una cátedra de elocuencia que él llamará luego «tienda de verbosidad y vanielocuencia». Escuchó a san Ambrosio y se aplicó al estudio de las Sagradas Escrituras. Llegó a verter lágrimas al escuchar el canto de los fieles que le traían la paz. Pero sigue atormentándole la búsqueda de la verdad que se acrecienta con las muchas incertidumbres descubiertas en el estudio de los filósofos académicos. Platón y Plotino le descubrieron insospechados horizontes, pero su cambio profundo se produjo cuando se entregó de lleno al estudio de san Pablo, derribándose el castillo de sus vanidades de modo definitivo.
En el 386 se entrega al estudio metódico –para que no hubiera lagunas– de las verdades cristianas, y se sintió ganado para la fe con la disposición de ser consecuente con la verdad sin reparar en lo costoso. Ahora entra la etapa de la meditación. Renuncia a la cátedra e inicia solo con su madre y algunos amigos el retiro de Casiciaco, cerca de Milán, entregándose a la contemplación; va descubriendo que solo vale la pena vivir para la verdad, el alma y Dios. Pone en ello toda su fogosidad temperamental. ¿Esfuerzo? Mucho. Entre lo humano y lo divino, entre la libertad y la gracia, entre la rebeldía de la carne y el anhelo del alma. Culmina con la recepción del bautismo administrado por san Ambrosio de Milán el 23 de abril del año 387.
Decide el regreso a África. En Ostia le sobreviene a Mónica la muerte. A su llegada a Tagaste se nota el cambio por la venta de todos sus bienes cuya cuantía distribuye entre los pobres; comienza con sus amigos a vivir retirado en la contemplación, la oración y el estudio; probablemente fue el germen de la futura regla monacal que lleva su nombre.
Fama de santidad aclamada por las voces de la gente. Se ordena como presbítero y en el año 396 sucede en el episcopado de Hipona a Valerio; en su casa episcopal establece el modo de vivir monacal. Su actividad como obispo es extremadamente grande. Atiende a sus fieles con dedicación sin límite; predica y polemiza, cuida de sus pobres, preside concilios. Da criterios acertados para la solución de problemas de sus fieles después de haberlos madurado en la oración y a la luz de la Escritura santa. De todas las iglesias locales, próximas y lejanas, le llueven preguntas y cuestiones de la más diversa índole, pidiendo luz y consejo para los problemas de fe más arduos. Tuvo que intervenir en la explicitación de la fe verdadera ante las dificultades filosófico-teológicas que planteaban las herejías, principalmente las del maniqueísmo, arrianismo, pelagianismo y priscilianismo rechazados, con claridad y fuerza, empleando un lenguaje apasionado y cálido, expresivo y personal que, a la vez que facilita el convencimiento, seduce.
El pensamiento moderno lo considera como principal portador e impulsor del pensamiento cristiano que lo lleva en su época a cimas jamás alcanzadas en temas antropológicos y soteriológicos, expresando con una gran claridad y precisión al tiempo que abre sorprendentes expectativas a la contemplación.
Entre la muchedumbre de sus escritos portadores del saber de su tiempo, se señalan como obras capitales Confesiones (genial historia de su vida narrada con la humildad de quien mascó el error y gozó de la misericordia divina, como primera autobiografía de la literatura universal), La ciudad de Dios (en donde explica la historia desde la perspectiva de la Providencia con ocasión de la invasión bárbara y la caída de la civilización occidental). Las obras teológicas son exposiciones clarificadoras de las polémicas, Sobre la Trinidad, Sobre la Libertad, Sobre la naturaleza y la gracia. Magistrales se muestran los comentarios a la Sagrada Escritura, entre otros, sus Comentarios a los Salmos, Comentarios al Génesis, los Tratados sobre san Juan, las Epístolas y los Sermones.
Insiste en la necesidad de la razón para llegar a penetrar en los dogmas de la fe, al tiempo que afirma y reconoce que la fe en sí misma ayuda a comprender. Pero tanto la fe como la razón encontrarán verdadera eficacia solo si están vivificadas por la caridad que las hará operantes.
Murió el genio con el santo el año 430.
Quizá por su intenso vivir humano, tan pleno de espíritu, se ha clamado por el recurso a él principalmente en los períodos de mayor oscuridad al contemplar la necesidad de firmeza y de doctrina.
Archimadrid.org

EL CONSEJO DEL SABIO

Hace unos días, al seguir las lecturas litúrgicas, se me grabó en la memoria un pensamiento del profeta Miqueas: “Hombre, se te ha hecho saber lo que es bueno, lo que el Señor quiere de ti: tan solo practicar el derecho, | amar la bondad, | y caminar humildemente con tu Dios” (Mq 6, 8).
Este domingo, al meditar los textos que se proclaman – “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”-, me acude la resonancia del tríptico profético: “practicar el derecho, amar la bondad, caminar humilde”.
El consejo del maestro espiritual es claro: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes”.

En el camino espiritual un signo que muestra si se avanza es comprobar si se camina humilde, sin afanes desmedidos ni pretenciosos, sabiendo de quién proceden los dones. En esta conciencia, al tiempo que surge la acción de gracias y el gesto humilde, también surge la misericordia.

Quien avanza por el camino de la humildad es solidario con los pobres y con los necesitados, y no perece en los protocolos vanidosos de las reuniones sociales, en las que tantas veces se incurre en el deseo de aparentar.
Nos gusta contar que somos amigos de gente importante, que hemos tratado con personas de renombre, que hemos visto a alguien afamado, pero esta tendencia choca con la enseñanza del Evangelio: “Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
La bondad de Dios, que siempre debe ser el referente de nuestra manera de vivir, es compasiva con los pobres. “Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece”.
La experiencia de la peregrinación es maestra de humildad, porque en el camino todos van a pie, paso a paso, comprobando la debilidad, sin autosuficiencia, sensible al peregrino compañero. Sin duda que es escuela de confianza, de misericordia y de humildad.
Ángel Moreno de Buenafuente

El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido


 Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14 Un sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. 

Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro y te diga: "Cédele el puesto a éste".

Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. 

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba". 

Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. 

Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». 

Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».
Palabra del Señor