miércoles, 21 de junio de 2017

El Santo Padre en Barbiana: sed de absoluto para no volverse funcionarios de lo sagrado


Después de haber visitado este martes por la mañana la tumba del párroco italiano don Mazzorari en la pequeña ciudad de Bozzolo, en el norte de Italia, hacia las hacia las 11:30 el papa Francisco llegó en helicóptero a Barbiana en las inmediaciones de Florencia, donde fue recibido por el cardenal y arzobispo Giuseppe Bertori y las autoridades civiles.
De allí fue al cementerio para la visita privada a la tumba de Don Milani. Poco después en la iglesia local saludó a algunos discípulos y ex alumnos del profesor florentino y en el exterior de la pequeña iglesia, el Santo Padre dirigió unas palabras.
“Vine a Barbiana para rendir homenaje a la memoria de un sacerdote que dio testimonio de cómo en el donarse a Cristo, se encuentra a los hermanos en sus necesidades y se los sirve”, dijo. Y a los ex-alumnos de este sacerdote les indicó que ellos fueron “testimonios de su pasión educativa, de su intención de despertar en las personas lo humano para abrirse a lo divino”.
Indicó que la escuela para don Lorenzo, “no era una cosa distinta de su misión de cura, sino el modo concreto de desarrollar esta misión”, ya que es necesario “dar a los pobres la palabra, porque sin la palabra no hay dignidad y por lo tanto ni siquiera libertad y justicia. Esto nos enseña don Milani”.
El Papa quiso en esta oportunidad agradecer “a todos los educadores, y los que se ponen al servicio del crecimiento de las nuevas generaciones, en particular a los que se encuentran en situación de dificultad”.
Señaló entretanto que “sin esta sed de absoluto se puede ser buenos funcionarios de lo sagrado, pero no se puede ser sacerdotes, verdaderos sacerdotes capaces de volverse servidores de Cristo en los hermanos.
Exhortó por ello a los presbíteros a “ser hombres de fe, de una fe inquieta, no aguada y hombres de caridad pastoral hacia todos aquellos que el Señor nos confía como hermanos e hijos”. Y que don Lorenzo “nos enseña a amar a la Iglesia, como él la quería” reconociendo que “las verdades pueden crear también tensiones, pero nunca fracturas”.
Al concluir sus palabras el Papa indicó que su gesto quiere ser un reconocimiento de la fidelidad de don Milani al Evangelio y de la rectitud de su acción pastoral. Y señaló que un sacerdote “transparente y duro como un diamante” sigue transmitiendo la luz de Dios en el camino de la iglesia.
ZENIT

21 de junio: san Luis Gonzaga, confesor (1568-1591)



En pleno esplendor español, en la última decena del siglo XVI, un chico joven da la vuelta a la concepción de la vida que bulle con el Renacimiento; es luchador, peleón y con vocación de victoria, aunque el sentido y los modos no sean los sobradamente conocidos en el mercado.
Sus padres son los marqueses de Castiglione y condes de Tanasentena. Luis es el primogénito de ocho hermanos. Su padre es Don Ferrante y Doña Marta, su madre. Los Gonzaga fueron los dueños por cuatro siglos del ducado de Mantua; allí eran como unos reyezuelos llenos de prepotencia, cuya principal preocupación era mantener sus posesiones a cualquier precio, incluido el asesinato; un excelente recurso era mantener amigos en las cortes extranjeras. En ese ambiente se cría Luis entre los usos, bromas y chanzas de los soldados de su padre; viste de soldado a los cuatro años, juega con las armas, dispara cañones cuando tiene siete, se familiariza con la jerga de la soldadesca y aprende todos los tacos. Es el orgullo de su padre que ya escribía en su cabeza la novela sobre su hijo, viéndolo señor y sucesor suyo; sí, era preciso que aprendiera bien para hacer el día de mañana lo que habían hecho sus antepasados. Los Gonzaga reinaban como unos verdaderos tiranos, vivían en el desenfreno más absoluto, ahogaban en sangre las revueltas y levantamientos del pueblo sencillo cuando se levantaba porque ya no podía aguantar más; asesinaban a sus enemigos y no era infrecuente terminar del mismo modo que sus víctimas. De hecho, dos hermanos de Luis, Rodolfo y Diego, fueron asesinados por sus vasallos y a su propia madre, mujer buena y piadosa, la apuñalaron en una calle de Mantua.
Cuando regresó Don Ferrante de la expedición de Túnez encontró al muchacho demasiado pío; por eso lo mandó a Florencia para hacerle a tiempo una cura en la corte de los Médicis. Pero el chico, a sus once años, hizo a la Virgen una entrega completa de su vida, ligada con voto de continencia, en la iglesia de los servitas. No obstante, las cartas escritas a su madre testifican que asistía a las corridas y gozaba en ellas de lo lindo desde el palco del duque. Pero su conducta, extraña en un Gonzaga, hizo que los criados se dejaran llevar de la curiosidad y le expíen cuando vuelve a Castiglione. Ven que se preocupa de los pobres, ayudándoles con limosnas; descubren que enseña catecismo a los ignorantes y, sobre todo, se asustaron al sorprenderlo en la habitación de su casa en éxtasis, ante un crucifijo, de rodillas en el mármol del suelo y con los brazos en cruz.
Don Ferrante, que por estas fechas es gobernador de Monferrato, no está nada tranquilo con lo que le cuentan de su primogénito. Procura aumentar su bizarría recomendando toda clase de fiestas, bailes, torneos, caballos y artes militares; intenta meterlo más en la sociedad y distraerle del trato con Dios por la conversación obligada con caballeros y damas. Pero el resultado fue la firme decisión de Luis de hacerse religioso –aunque dudaba si capuchino o barnabita– y empezar a prepararse tomando tres días por semana disciplinas de sangre y fabricándose cilicios para mortificarse. Como aquello empeoraba la situación, ¿qué hacer? ¡A Madrid, lo mandó su padre en la galera de Juan Andrés Doria! Allá, en donde está la corte más poderosa del mundo.
Iban a complicarse las cosas, porque por entonces, a la marquesa de Castiglione, su madre, la nombraron dama de honor de la emperatriz de Austria, hija de Carlos V y viuda de Maximiliano II, y a dos de sus cinco hijos, pajes del príncipe Diego, hijo de Felipe II; entre ellos estaba Luis. Parecía que a los planes teñidos de mundo de Don Ferrante todo eso venía como anillo al dedo; ahora sí que no podría eludir Luis los deberes de la vida palaciega plena de placeres, honores, seducciones y glorias. Lo inesperado fue que, en tal situación, al joven no se le ocurre mejor cosa que contar a su madre el insólito hecho de que la imagen de la capilla real, Nuestra Señora del Buen Consejo, el 15 de agosto del 1583, le ha aconsejado su ingreso en la Compañía de Jesús. Con esto se disipaban las dudas sobre el modo de realizar su entrega; precisamente en una familia religiosa en la que no cabían las aspiraciones a dignidades ni honores.
El tira y afloja que hasta ahora habían tenido el padre y el hijo, a partir de este momento se convirtió en una lucha sin cuartel. Y el marqués es hombre lleno de tesón, de orgullo, con talante férreo. Toca todas las teclas para poner trabas y dificultades. Primero pide a su hijo Luis un cambio de Orden; ruega que ingrese en una Orden en la que fueran compatibles las dignidades, aunque fueran eclesiásticas –de nada sirvió que Luis le expusiera que, si él quisiera títulos, ya los tenía por ser su primogénito–. Busca la complicidad en su apoyo de fray Francisco Gonzaga, ministro general de los franciscanos, de otros religiosos, clérigos y obispos. Lo manda a Mantua, Ferrara, Parma y Turín con la esperanza de que algún enamoramiento lo haga cambiar. Todo aquello fue inútil. Se impone entonces un cambio de táctica, tocándole el corazón: pide compasión, con el recurso a motivos de avanzada edad; expone la inexperiencia de Rodolfo, su segundón; sacó a colación promesas de dejarle libertad para todo lo espiritual o religioso que quisiera, y ni siquiera dejó atrás la consideración de que desde arriba podría hacer mucho bien. Por si fuera deficiente la batería de argumentos, al ver la resistencia y firmeza del joven Luis en sus determinaciones, pasa a la amenaza velada: dejaría de llamarle hijo, y le culpará de que su absurda postura terminaría por arrancarle la poca vida que le quedaba.
Aquello terminó como se esperaba. Iniciar los trámites, papeles interminables, para ceder sus derechos de herencia nobiliaria a favor de su hermano Rodolfo, y una carta de Don Ferrante escrita al general de los jesuitas, Claudio Aquaviva, diciéndole que se llevaba lo que él más quería.
Luis tenía entonces diecisiete años. Entra en los jesuitas donde hay misiones y no pueden ser prelados. Conocía sobradamente la historia de aquel pariente Gonzaga que había sido arzobispo a los ocho años y cardenal a los catorce. Fue un alumno brillante y destacado, novicio modelo que se prepara para su futuro ministerio con pasión y esperanza de ser útil a la Iglesia, siendo sacerdote y misionero.
No le dio tiempo. Hizo sus primeros votos en 1587 y recibió las órdenes menores en 1588. Tres años más tarde, se lo llevó la peste de Roma –contagiado– cuando heroicamente se entregaba sin descanso a remediar los males de los enfermos apestados.
Como el futbolista «suda la camiseta» en busca del título final, «sudó la sotana» Luis Gonzaga. No extraña su título de Patrón de la pureza de la juventud por su actitud de cristiano fuerte y decidido, ejemplo para aquellos que, sin negativismos, saben poner las cosas en su sitio al valorar lo positivo de la entrega.
Archimadrid.org

Un filipino excompañero de Bin Laden salvó la vida a 64 cristianos en Marawi




Cuando comenzaron los enfrentamientos en Marawi, el escritor musulmán Noor Lucman dio asilo a unos obreros cristianos que habían estado trabajando el día anterior en su casa. Luego vinieron más. Si los islamistas que quisieron inspeccionar su casa los hubieran encontrado, «los habrían decapitado»
Norodin Alonto Lucman, más conocido como Noor Lucman, es una figura con cierto peso en la isla filipina de Mindanao. De joven perteneció a uno de los grupos que lucha por la independencia de su isla, de mayoría musulmana. También fue compañero del mismo Osama bin Laden, con quien estudió jurisprudencia islámica en la Universidad Rey Abdul Aziz de Yeda, la segunda ciudad más importante de Arabia Saudí.

Sin embargo, hace unos días, Lucman salvó la vida de varias decenas de cristianos atrapados en Marawi, la ciudad donde desde el 23 de mayo el ejército combate con el grupo islamista local Maute. Aunque sigue defendiendo la independencia de su región, Lucman no comparte el yihadismo. De hecho, en 2009 escribió el libro La guerra del islam contra el terror.

El primer grupo al que dio alojamiento –ha explicado a los medios– fueron unos obreros que estaban trabajando en su casa el día antes del comienzo del conflicto en su casa. Cuando todo ocurrió, «no podían salir de la ciudad, así que asumí mi responsabilidad y los protegí». Al día siguiente, se presentaron en su puerta más cristianos y disfrutaron de la misma hospitalidad. En total, 64 cristianos encontraron refugio en su casa.

Su prestigio les salvó

Se libraron de la muerte por poco. Un día, los terroristas llamaron a su edificio para inspeccionar el lugar. Los refugiados se libraron de una muerte segura solo porque los terroristas reconocieron a Lucman, y le obedecieron cuando les pidió que se fueran. «Si hubieran sabido que había cristianos escondidos en la casa, los habrían decapitado o ejecutado a todos. Pero antes los terroristas tendrían que haber pasado por encima de mi cadáver», confesó a Russia Today.

Cuando se intensificaron los bombardeos por parte de las fuerzas gubernamentales y visto que las reservas de alimentos empezaban a escasear, Noor Lucman decidió por fin huir junto con sus protegidos. «Si no los sacaba, iban a morir de hambre. Había muchos francotiradores, y teníamos que esperar contra toda esperanza que no les preguntaran si eran cristianos o musulmanes».

Alfa y Omega

Uno de cada diez euros de ayuda a los cristianos perseguidos sale de España


La memoria anual de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN por sus siglas en inglés), que se ha presentado este martes en Madrid, ofrece el perfil de las necesidades de la Iglesia perseguida y pobre. En 2016, ACN financió 5.303 proyectos en 148 países. Las prioridades fueron la construcción o reconstrucción de iglesias (el 30 % de los fondos) y la formación de sacerdotes, religiosos y laicos (el 22 %). Geográficamente, las regiones que recibieron más ayuda fueron África (27,5 % de los fondos) y Oriente Medio (22,6 %). Este último dato coincide con la creciente necesidad de financiar proyectos de emergencia (el 18,6 % del presupuesto para proyectos) y con el hecho de que Irak y Siria fueran los países que más ayuda recibieron: 9,8 y 5,9 millones de euros respectivamente.
En esta labor, es fundamental la aportación desde España. Si en 2016 ACN recibió 129 millones de euros, el 10 % procedía de nuestro país. Aquí, además, crece el compromiso con los cristianos perseguidos. Según explica a Alfa y Omega Javier Menéndez Ros, director de Ayuda a la Iglesia Necesitada España, los ingresos por donativos llevan creciendo de forma estable cinco años. También en 2016 crecieron tanto los donativos (un 15 %) como el dinero recibido (un 6 %), aunque los ingresos totales bajaron un 5,4 % al reducirse los procedentes de herencias.
De lo ingresado en España, el 90,6 % se dedicó a los fines propios de ACN: el 85,8 % a proyectos, y el 4,8 % a acciones de sensibilización. Uno de los pilares de esta labor de concienciación es el Informe de Libertad Religiosa que ACN publica cada dos años en siete idiomas. «Es importante que una entidad católica haga un informe así, y tiene una acogida muy buena –afirma Menéndez Ros–. Nos consta que mucha gente lo utiliza, también en algunas embajadas, nunciaturas, y en la Comisión Europea».
Menos visible, pero también importante es la presencia de ACN en las diócesis a través de 15 delegaciones. En 2016 se abrieron dos nuevas, en Terrassa y Zaragoza. La meta a largo plazo es tener una delegación en cada diócesis, como otras realidades eclesiales, para «aportar nuestro carisma», aunque de momento trabaja para llegar a todas las comunidades autónomas.
María Martínez López

Alfa  y Omega

COMENTARIO DE PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (6,1-6.16-18)-




... En el pasaje de Mateo, Jesús relee las tres obras de piedad previstas en la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Y distingue el hecho externo del hecho interno, de ese llanto del corazón. A lo largo del tiempo estas prescripciones habían sido corroídas por la herrumbre del formalismo exterior o, incluso, se habían transformado en un signo de superioridad social. 

Jesús pone de relieve una tentación común en estas tres obras, que se puede resumir precisamente en la hipocresía (la nombra tres veces): «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos… Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas… Cuando recéis, no seáis como los hipócritas a quienes les gusta rezar de pie para que los vea la gente… Y cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas» (Mt 6, 1. 2. 5. 16)...

Cuando se hace algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción, para tener una satisfacción. Jesús nos invita a hacer estas obras sin ninguna ostentación, y a confiar únicamente en la recompensa del Padre «que ve en lo secreto» (Mt 6, 4. 6. 18). 

Queridos hermanos y hermanas: El Señor no se cansa nunca de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón —todos tenemos necesidad de Él—, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, purificado por las lágrimas, para compartir su alegría. 

¿Cómo acoger esta invitación? Nos lo sugiere san Pablo: «En nombre de Cristo os pedimos: ¡que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5, 20). Este esfuerzo de conversión no es solamente una obra humana, es dejarse reconciliar. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. 

En efecto, Cristo, que era justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros (v. 21) cuando cargó con nuestros pecados en la cruz, y así nos ha rescatado y justificando ante Dios. «En Él» podemos llegar a ser justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano este «tiempo favorable» (6, 2). Por favor, detengámonos, detengámonos un poco y dejémonos reconciliar con Dios.
(De la homilía del 18 de febrero de 2015)

EVANGELIO DE HOY: OBRAR BIEN PARA AGRADAR AL SEÑOR, NO PARA QUEDAR BIEN DELANTE DE LOS HOMBRES




Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. 

Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. 

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. 

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. 

Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. 

Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. 

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Palabra del Señor