Cuando comenzaron los enfrentamientos en Marawi, el escritor musulmán Noor Lucman dio asilo a unos obreros cristianos que habían estado trabajando el día anterior en su casa. Luego vinieron más. Si los islamistas que quisieron inspeccionar su casa los hubieran encontrado, «los habrían decapitado»
Norodin Alonto Lucman, más conocido como Noor Lucman, es una figura con cierto peso en la isla filipina de Mindanao. De joven perteneció a uno de los grupos que lucha por la independencia de su isla, de mayoría musulmana. También fue compañero del mismo Osama bin Laden, con quien estudió jurisprudencia islámica en la Universidad Rey Abdul Aziz de Yeda, la segunda ciudad más importante de Arabia Saudí.
Sin embargo, hace unos días, Lucman salvó la vida de varias decenas de cristianos atrapados en Marawi, la ciudad donde desde el 23 de mayo el ejército combate con el grupo islamista local Maute. Aunque sigue defendiendo la independencia de su región, Lucman no comparte el yihadismo. De hecho, en 2009 escribió el libro La guerra del islam contra el terror.
El primer grupo al que dio alojamiento –ha explicado a los medios– fueron unos obreros que estaban trabajando en su casa el día antes del comienzo del conflicto en su casa. Cuando todo ocurrió, «no podían salir de la ciudad, así que asumí mi responsabilidad y los protegí». Al día siguiente, se presentaron en su puerta más cristianos y disfrutaron de la misma hospitalidad. En total, 64 cristianos encontraron refugio en su casa.
Su prestigio les salvó
Se libraron de la muerte por poco. Un día, los terroristas llamaron a su edificio para inspeccionar el lugar. Los refugiados se libraron de una muerte segura solo porque los terroristas reconocieron a Lucman, y le obedecieron cuando les pidió que se fueran. «Si hubieran sabido que había cristianos escondidos en la casa, los habrían decapitado o ejecutado a todos. Pero antes los terroristas tendrían que haber pasado por encima de mi cadáver», confesó a Russia Today.
Cuando se intensificaron los bombardeos por parte de las fuerzas gubernamentales y visto que las reservas de alimentos empezaban a escasear, Noor Lucman decidió por fin huir junto con sus protegidos. «Si no los sacaba, iban a morir de hambre. Había muchos francotiradores, y teníamos que esperar contra toda esperanza que no les preguntaran si eran cristianos o musulmanes».
Alfa y Omega
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