Queridos hermanos y hermanas ¡buenos
días!
Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, el
Evangelio de San Juan nos presenta una parte del largo discurso de adiós,
pronunciado por Jesús poco antes de su pasión. En este discurso Él explica a
los discípulos las verdades más profundas que le conciernen; y así viene
delineada la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu. Jesús
sabe estar cercano a la realización del diseño del Padre, que se cumplirá con
su muerte y resurrección; por eso quiere asegurar a los suyos que no los
abandonará, porque su misión será prolongada por el Espíritu Santo. Será el
Espíritu quien prolongue la misión de Jesús, es decir, a guiar la Iglesia hacia
adelante.
Jesús revela en qué consiste esta misión.
Ante todo el Espíritu nos guía a entender las muchas cosas que Jesús mismo
tiene aún por decir (cfr. Jn 16,12). No se trata de doctrinas
nuevas o especiales, sino de una plena comprensión de todo lo que el Hijo ha
oído del Padre y que ha dado a conocer a los discípulos (cfr v. 15). El
Espíritu nos guía en las nuevas situaciones existenciales con una mirada
dirigida a Jesús y, al mismo tiempo, abierta a los eventos y al futuro. Él nos
ayuda a caminar en la historia firmemente enraizados en el Evangelio y también
con una dinámica fidelidad a nuestras tradiciones y costumbres.
Pero el misterio de la Trinidad nos
habla también de nosotros, de nuestra relación con el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. De hecho, mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha
insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor.
Dios es una “familia” de tres Personas que se aman tanto que conforman una sola
cosa. Esta “familia divina” no está cerrada en sí misma, sino que es abierta,
se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los
hombres para invitar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de
comunión envuelve a todos y nos estimula a vivir en el amor y en el compartir
fraterno, seguros que allí donde hay amor, allí está Dios.
Nuestro haber sido creados a imagen y
semejanza de Dios- comunión nos llama a comprendernos a nosotros mismos como
seres-en-relación y a vivir las relaciones interpersonales en la solidaridad y
en el amor recíproco. Tales relaciones se desarrollan, ante todo, en el ámbito
de nuestras comunidades eclesiales, para que siempre cada vez sea más evidente
la imagen de la Iglesia icono de la Trinidad. Pero también se desarrollan en
toda otra relación social, desde la familia hasta las amistades o el ambiente
de trabajo - todo: son ocasiones concretas que nos son ofrecidas para construir
relaciones humanas cada vez más ricas, capaces de respeto recíproco y de amor
desinteresado.
La fiesta de la Santísima Trinidad nos
invita a comprometernos en los eventos cotidianos para ser levadura de
comunión, de consolación y de misericordia. En esta misión, estamos sostenidos
por la fuerza que nos dona el Espíritu Santo: ella cura la carne de la
humanidad herida por la injusticia, por el atropello, el odio y la avidez. La
Virgen María, en su humildad, ha acogido la voluntad del Padre y ha concebido
al Hijo por obra del Espíritu Santo. Que ella, espejo de la Trinidad, nos ayude
a reforzar nuestra fe en el Misterio trinitario y a encarnarla con elecciones y
actitudes de amor y de unidad.
(MTC / RC - RV).