viernes, 1 de enero de 2016

Preguntas de Año Nuevo. "Por donde yo pase, ¿será la vida más amable y menos dura?"

Hoy comenzamos un «año nuevo». ¿Cómo será?, ¿qué espero yo del nuevo año?, ¿qué deseo de verdad?, ¿qué es lo que necesito?, ¿a qué dedicaré mi tiempo más precioso e importante?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que hoy comienza?
¿Viviré de cualquier manera, pasando de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué vivo, o aprenderé a distinguir lo importante y esencial de lo que es secundario? ¿Viviré de forma rutinaria y aburrida, o aprenderé a vivir con espíritu más creativo?
¿Seguiré este año alejándome un poco más de Dios o empezaré a buscarlo con más confianza y sinceridad? ¿Seguiré un año más mudo ante él, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin de mi alma maltrecha una invocación pequeña, humilde pero sincera?
¿Viviré también este año preocupado solo por mi bienestar o sabré preocuparme alguna vez de hacer felices a los demás?, ¿a qué personas me acercaré?, ¿sembraré en ellas alegría, o contagiaré desaliento y tristeza? Por donde yo pase, ¿será la vida más amable y menos dura?
¿Será un año más, dedicado a hacer cosas y más cosas, acumulando egoísmo, tensión y nerviosismo o tendré tiempo para el silencio, el descanso, la oración y el encuentro con Dios?, ¿me encerraré solo en mis problemas o viviré tratando de hacer un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré con indiferencia las noticias que día a día me llegarán desde los países del hambre?, ¿contemplaré impasible los cuerpos destrozados de las gentes de Irak o los ahogados de las pateras?, ¿seguiré mirando con frialdad a los que vienen hasta nosotros buscando trabajo y pan? ¿Cuándo aprenderé a mirar a los que sufren con corazón responsable y solidario?
Lo «nuevo» de este año no nos vendrá de fuera. La novedad solo puede brotar de nuestro interior. Este año será nuevo si aprendo a creer de manera nueva y más confiada, si encuentro gestos nuevos y más amables para convivir con los míos, si despierto en mi corazón una compasión nueva hacia los que sufren.

José A. Pagola

“Estamos llamados a vencer la indiferencia que impide la solidaridad", el Papa al inicio del año

Muéstranos el rostro de tu Hijo Jesús, que derrama sobre todo el mundo su misericordia y su paz”, es la oración conclusiva del Papa Francisco en su homilía de la Misa en la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios y 49° Jornada Mundial de la Paz.
«La plenitud de los tiempos» (Gal 4,4)
Comentando el pasaje bíblico de la Carta de San Pablo Apóstol a los Gálatas, el Santo Padre se preguntó: “¿Qué significa el que Jesús nazca en la «plenitud de los tiempos»?”. Si nos fijamos únicamente en el momento histórico, precisó el Pontífice, podemos quedarnos defraudados, ya que para los contemporáneos de Jesús, ese tiempo no era en modo alguno el mejor momento. La plenitud de los tiempos – dijo el Papa – no se define desde una perspectiva geopolítica.
La plenitud de los tiempo es entendida e interpretada desde el punto de vista de Dios, afirmó el Obispo de Roma, por ello, la plenitud de los tiempos tiene lugar en el momento en el que Dios establece que ha llegado la hora de cumplir la promesa que había hecho. Ya que como escribe el autor de la Carta a los Hebreos: «En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo…» (1,1-3).
La dramática experiencia histórica
“Sin embargo, el Sucesor de Pedro evidenció que, este misterio contrasta siempre con la dramática experiencia histórica. Cada día, aunque deseamos vernos sostenidos por los signos de la presencia de Dios, nos encontramos con signos opuestos, negativos, que nos hacen creer que está ausente. La plenitud de los tiempos parece desmoronarse ante la multitud de formas de injusticia y de violencia que hieren cada día a la humanidad”.
Observando la dramática realidad moderna y el creciente rió de miseria, alimentado por el pecado, el Papa Francisco se preguntó: ¿Cómo es posible que perdure la opresión del hombre contra el hombre, que la arrogancia del más fuerte continúe humillando al más débil, arrinconándolo en los márgenes más miserables de nuestro mundo? ¿Hasta cuándo la maldad humana seguirá sembrando la tierra de violencia y odio, que provocan tantas víctimas inocentes? ¿Cómo puede ser este un tiempo de plenitud, si ante nuestros ojos muchos hombres, mujeres y niños siguen huyendo de la guerra, del hambre, de la persecución, dispuestos a arriesgar su vida con tal de que se respeten sus derechos fundamentales?
El océano de la Misericordia
Y, sin embargo, dijo el Santo Padre, este río en crecida nada puede contra el océano de misericordia que inunda nuestro mundo. Todos estamos llamados a sumergirnos en este océano, para dejarnos regenerar para vencer la indiferencia que impide la solidaridad y salir de la falsa neutralidad que obstaculiza el compartir. La gracia de Cristo, agregó el Pontífice, que lleva a su cumplimiento la esperanza de la salvación, nos empuja a cooperar con Él en la construcción de un mundo más justo y fraterno, en el que todas las personas y todas las criaturas puedan vivir en paz, en la armonía de la creación originaria de Dios”.
María, Sede de la Sabiduría

“Al comienzo de un nuevo año, la Iglesia nos hace contemplar la Maternidad de María como icono de la paz. A través de ella, a través de su «sí», puntualizó el Obispo de Roma, ha llegado la plenitud de los tiempos. Ella se nos presenta como un vaso siempre rebosante de la memoria de Jesús, Sede de la Sabiduría, al que podemos acudir para saber interpretar coherentemente su enseñanza, para captar el sentido de los acontecimientos que nos afectan a nosotros, a nuestras familias, a nuestros países y al mundo entero. Donde no puede llegar la razón de los filósofos ni los acuerdos de la política, dijo el Pontífice, llega la fuerza de la fe que lleva la gracia del Evangelio de Cristo, y que siempre es capaz de abrir nuevos caminos a la razón y a los acuerdos”.
Antes de concluir su homilía, el Papa Francisco invocó a la Santísima Virgen María, la Madre de Dios. “Bienaventurada eres tú, María, dijo el Papa, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Derrama sobre nosotros tu bendición en este día consagrado a ti; muéstranos el rostro de tu Hijo Jesús, que derrama sobre todo el mundo su misericordia y su paz”.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)


María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.


Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacía Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto; conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra del Señor.