jueves, 1 de junio de 2017

El Papa en la Audiencia: La esperanza es una vela para que sople el viento del Espíritu Santo



El papa Francisco realizó este miércoles una nueva audiencia general en la plaza de San Pedro, donde le aguardaban miles de peregrinos llegados desde toda Italia y de los más diversos países del mundo.
En este día de primavera, el Santo Padre en el Jeep blanco acompañado por tres niños, cruzó los corredores de la plaza, saludando y bendiciendo en particular a los pequeños y ancianos.
El Pontífice retomó en la catequesis el tema de la esperanza cristiana, relacionándola con el Espíritu Santo, y en español lo resumió así:
“Ante la solemnidad de Pentecostés, he deseado presentar hoy la relación que existe entre el Espíritu Santo y la esperanza”, dijo. Y precisó que “el Espíritu Santo sopla y mueve la Iglesia, camina con ella, por eso, del mismo modo que la Escritura paragona la esperanza a un ancla, que asegura el barco en medio del oleaje, también podemos compararla con una vela que recoge ese viento del Espíritu para que empuje nuestra nave”.
“Cuando decimos: «Dios de la esperanza» no significa solamente –prosiguió el Santo Padre– que Dios es el objeto de nuestro anhelo, algo que deseamos alcanzar en la vida eterna; sino que Dios es quien nos colma hoy y en cualquier lugar de su alegría y de su paz”.
“Hermanos –exhortó el Pontífice– estemos seguros de que nuestra esperanza no quedará defraudada, porque el Espíritu ha derramado en nuestros corazones el amor de Dios y da testimonio de que somos sus hijos”.

Así el sucesor de Pedro, indicó que “llenos de confianza, seremos capaces de afrontar cualquier tribulación y de ser sembradores de esperanza entre nuestros hermanos, consolando, defendiendo y asistiendo a todos, como el Paráclito nos enseña y nos guía”.
Al despedirse saludó cordialmente “a los peregrinos de lengua española, en particular a los que han venido para participar en la Vigilia de Pentecostés con ocasión de los 50 años de la Renovación Carismática Católica, así como a los demás grupos provenientes de España y Latinoamérica”.
“Los exhorto –concluyó el Papa– a perseverar en la oración, junto con María, Nuestra Madre, pidiendo a Jesús que el don del Espíritu Santo nos haga sobreabundar en la esperanza”.

El Daesh se ceba con los coptos


Los últimos tres atentados contra cristianos egipcios dejan más de 100 muertos. A los 29 asesinados el viernes en Minya se les dio la posibilidad de apostatar para salvar su vida
«Fueron asesinados después de que se negaran a renunciar a su fe cristiana». Lo resaltaba el Papa el domingo durante el rezo del Regina Coeli en la plaza de San Pedro. La cifra oficial de muertos por el atentado asciende a 29, aunque la Iglesia copta la eleva a 35. Se trata fundamentalmente de empleados del monasterio de San Samuel y de peregrinos que acudían a ese lugar a rezar, entre ellos numerosos niños de viaje con la parroquia.
Los hechos tuvieron lugar en la provincia de Minya, una de las zonas con mayor concentración cristiana en el país, donde diversas fuentes diplomáticas –y algún obispo local– venían alertando desde hace semanas de un aumento en la actividad de los grupos integristas. Según los testigos, los terroristas, vestidos de militares, detuvieron los autobuses que se dirigían a San Samuel, subieron a bordo y preguntaron: «¿Sois cristianos?». Tras negarse los pasajeros a apostatar, los yihadistas los desvalijaron. Hicieron descender a un grupo de hombres y los asesinaron a sangre fría. Dispararon después indiscriminadamente contra quienes permanecieron en el autobús. Algunos sobrevivieron, como un niño de unos 6 años al que su madre empujó bajo el asiento y cubrió con una bolsa.
Fe admirable
«Los cristianos de este país son admirables. Cuando te hablan de martirio, dicen: “Jesús nos avisó de que nos perseguirían por nuestra fe”». Así habla la misionera comboniana María Villar Sesma, que atiende el teléfono desde una leprosería a las afueras de El Cairo, uno de los tres centros en los que las religiosas atienden a los contagiados de una enfermedad que «muchos en Egipto no saben ni siquiera que existe aquí», a pesar de que la lepra es «un gran problema».
Sus pacientes son mayoritariamente musulmanes. También ellos –dice la religiosa española– están consternados por el atentado del viernes, en la víspera del inicio de Ramadán, especialmente al irse conociendo los macabros detalles del suceso, con niños de 2 y 4 años entre las víctimas. «La gente sencilla lo siente igual que lo sentimos nosotros», asegura, y responsabiliza del terrorismo a «grupos aislados».
«Los terroristas tratan de dividir a la población egipcia sembrando discordia entre cristianos y musulmanes», ha dicho en la misma línea a la agencia vaticana Fides el portavoz de los obispos católicos en Egipto, el sacerdote Rafic Greiche. «Hasta el momento no han tenido éxito», porque «la población está unida en el rechazo de la violencia». A juicio de Greiche, este atentado ha sido «una respuesta al discurso que el presidente de Egipto, Abdel Fattah Al-Sisi, tuvo en la conferencia entre los Estados Unidos y el mundo árabe islámico que se celebró la semana pasada en Arabia Saudí», con «un discurso muy franco contra el integrismo».
Una bofetada al Papa
Este es el tercer atentado desde que el Daesh hizo explotar una bomba el 11 de diciembre (fecha de nacimiento de Mahoma) en la iglesia de San Pedro y San Pablo en El Cairo, asesinando a 28 personas, la mayoría mujeres y niñas. El 9 de abril, Domingo de Ramos, a pocas semanas de la visita del Papa, 46 personas perdieron la vida en dos ataques terroristas contra iglesias cristianas.
Líderes musulmanes y cristianos de Egipto vuelven a cerrar filas con el Gobierno de Al-Sisi en la condena de un atentado contra cristianos. Pero a pie de calle es inevitable que cunda el nerviosismo.
Los coptos, alrededor del 10 % de la población, saben que están en la diana de los terroristas. El mismo viernes del atentado, en el funeral celebrado en el monasterio de San Samuel se vivieron momentos de gran tensión. «Con nuestra alma, con nuestra sangre, nos sacrificaremos por la cruz», gritaron varias personas junto a un hombre portando una gran cruz de madera. Hubo también protestas contra el Gobierno por no haber sido capaz de defender a los cristianos asesinados.
Son reacciones comprensibles, a juicio del director de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada en España, Javier Menéndez Ros, que ha visitado Egipto en varias ocasiones. «Es una población atemorizada, que lleva varios años sufriendo discriminación, de forma especialmente virulenta durante el Gobierno de los Hermanos Musulmanes», que acabó abruptamente con el golpe de estado de Al-Sisi. Los cristianos son un blanco fácil, y lo más que tienen son medidas birriosas de seguridad en las iglesias».
Los coptos viven, por tanto, sabiendo que el martirio «es una posibilidad real, que les puede tocar a ellos cualquier día». Y en estas circunstancias, «muestran una fortaleza en la fe impresionante», incluso «prefieren la muerte antes que renunciar a su fe». «Habría que ver cómo reaccionábamos nosotros con una metralleta delante», añade Menéndez Ros.
Pero el objetivo de los terroristas no eran solo los cristianos, sino también el mensaje de paz que llevó a finales de abril el Papa a El Cairo. «Antes de su llegada le dieron una bofetada con el atentado del Domingo de Ramos, y le han vuelto a dar otra ahora», afirma el máximo responsable de la fundación pontificia en España.
Ricardo Benjumea
Alfa y Omega

Carta del arzobispo de Madrid: Ven, Espíritu Santo. Con él la Iglesia inicia su misión


El Espíritu Santo es un regalo de Dios a su Iglesia. Hagamos un examen de nuestra vida y construyámosla con ese regalo. Deja que tu vida se llene del Espíritu Santo
Siempre es un gozo contemplar cómo el Espíritu Santo constituye un regalo de Dios a la Iglesia. Es su alma, es la savia que recorre todo el Cuerpo de la Iglesia y que le hace experimentar que su vida debe ser la que Jesús le dio, cuando antes de subir a los cielos les prometió a los primeros discípulos que les daría el Espíritu Santo, y que debían salir al mundo y dirigirse a todos los hombres para anunciarles la Buena Noticia de la salvación, que es el mismo Jesucristo. Resuenan las palabras de Jesús: «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén,de Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo» (cfr. 1, 1-11). El Señor, enviando el Espíritu Santo, comunica dones espirituales a quien lo acoge. La Iglesia ha enumerado siempre siete. Es número que significa plenitud y totalidad: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Deja que tu vida se llene del Espíritu Santo que Cristo da a su Iglesia. Déjate inundar por esos dones en tus entrañas profundas. ¿Qué significan estos dones? I) Sabiduría: ver las cosas con los ojos de Dios, sentir con el corazón de Dios, saber de Dios, gusto y sabor de Dios. II) Inteligencia o entendimiento: no es inteligencia humana o capacidad intelectual. Abre la mente para entender mejor las cosas de Dios, las cosas humanas, todas las situaciones. Es aquello de san Pablo: «Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni entraron en el corazón del hombre, Dios las ha preparado para los que le aman». III) Consejo: es Dios mismo quien nos ilumina con su Espíritu y alumbra el corazón y comprendemos el modo justo de hablar, de comportarse, de caminar. IV) Fortaleza: nos sostiene en nuestra debilidad, nos libera de la tibieza, de incertidumbres y temores. Nos ayuda a dar la vida. V) Ciencia: la fuerza del Espíritu nos ilumina ojos, mente y corazón, para descubrir cómo cada cosa nos habla de Él y de su amor. VI) Piedad: nos habla de nuestra pertenencia a Dios y de nuestro vínculo profundo con Él, que da sentido a nuestra vida. Es la amistad con el Señor que cambia nuestra vida y nos da entusiasmo y alegría. VII) Temor de Dios: no es tener miedo de Dios, pues es Padre y nos ama, nos salva y nos perdona siempre. El temor de Dios nos recuerda la pequeñez.
Somos muy pequeños ante Dios y por ello nos dejamos sostener por sus brazos y nos hacemos dóciles, con capacidad permanente de alabanza y llenos de esperanza; todo viene de la gracia que nos llena de misericordia y bondad.
En la lógica de darnos
Hagamos un examen de la vida y construyámosla con el regalo que nos da Nuestro Señor Jesucristo, el Espíritu Santo. De tal manera que en nuestra vida se hagan realidad estas tres dimensiones:
1. Vida llena de sentido de universalidad: a ello te ayuda ver a la Iglesia caminando desde su inicio con la fuerza del Espíritu Santo. Es un camino en medio de las dificultades del mundo, con alegría, en fiesta. Y así lo tiene que hacer hoy, en medio de un ambiente secularizado. Debes de ser consciente de que nuestro mundo está lleno de energías que aparentemente no se ven, pero están. Nosotros, los cristianos, vivimos de la energía más grande, de la fuerza del Espíritu Santo que nos llama y nos hace vivir con nuestro nombre verdadero: hijo de Dios y hermano de todos los hombres. De tal manera que la Iglesia es una alternativa a una sociedad que se cierra sobre sí misma. Ella nos abre a todos, porque apoyados en la fuerza del Espíritu Santo confiamos, no tenemos miedos, nos abrimos a la absoluta confianza de quien nos dijo y nos sostiene en ese «no tengáis miedo», «veréis cosas mayores».
El Espíritu Santo nos hace nacer de nuevo, ¿cómo? Entrando en todos los caminos, en todos los hombres y para todos los hombres. Nunca pensando solamente en mí y en el bien de uno mismo. El ser humano sufre siempre por falta de visión y por ello debe abrirse a la perspectiva que le da la Palabra del Señor, su acción. Es necesario cultivar la visión, la que nos da Cristo por su Espíritu. Creemos hombres fuertes llenos del Espíritu Santo, que harán sociedades fuertes.
Conectándonos con el otro en su verdadero valor, nos conectamos en la solidaridad. Ello nos hace vivir en medio del pueblo con cordialidad, entusiasmo, llenando de una atmósfera de amor, que es el amor mismo de Dios, todo lo que toca nuestra vida, siempre en actitud cordial. La Iglesia tiene que desarrollar el sentido social y hacer crecer la conciencia religiosa, cambiar la cultura, sosteniendo a las familias, dándoles entusiasmo por ser iglesias domésticas, como en el inicio de la Iglesia.
2. Vida que trae y entrega la novedad: muestra la gran novedad que trae el espíritu de apertura que da el Espíritu Santo. No tengas miedo a fundar la vida en esas convicciones firmísimas del cristiano que te hacen vivir las experiencias nuevas. Que no te llevan a perder la identidad y la apertura que han de caracterizar tu ser de cristiano en profundidad. No tengas miedo a encontrarte con las grandes confesiones religiosas, pues el espíritu de apertura has de fundarlo en convicciones firmísimas de hombre de Iglesia que no cesan de invitar a quienes nos encontremos a la oración y a la meditación. El Concilio Vaticano II es un acontecimiento y una experiencia de comunión fraterna entre los cristianos, pero también una llamada a crearla donde se rompió, a aumentarla donde se va evaporando y a manifestarla para ser creíbles. Pero ello es obra del Espíritu Santo.
El Concilio Vaticano II nos habla de proclamar la verdad sobre Dios y sobre el hombre en un mundo dominado por el materialismo y la ausencia de Dios. Tengamos el atrevimiento y la osadía de hacerlo con nuestras vidas. Poner a la Iglesia en misión, como describió el Papa beato Pablo VI en Evangelli nuntiandi y el Papa Francisco en Evangelli gaudium, es un reto; es el reto de poner a la Iglesia cumpliendo lo que mandó el Señor y para la que le entregó el Espíritu Santo. Es su misión en el mundo tal y como es el mundo hoy.
3. Vida con un modo nuevo de vivir, de fervor y disponibilidad: vivir con los dos pulmones, occidental y oriental, es una necesidad que el Espíritu Santo nos da a conocer y que nos ayuda a respetar y descubrir en profundidad los derechos humanos, la libertad, las grandes cuestiones sociales. Es más, la aceptación generalizada de la carta de la Declaración de los Derechos del Hombre no corresponde a la realización concreta de su espíritu; al contrario, a veces el espíritu de la vida social de algunos pueblos está en abierta contraposición con la letra de los derechos, por ejemplo con el tema de la libertad religiosa. Hay que seguir preguntándonos: ¿qué quiere decir ser católico después del Concilio Vaticano II, en esta realidad concreta en la que vive nuestro mundo? No desestimar absolutamente nada de lo que dicen todos los documentos del Concilio e interpretarlos a la luz de la identidad de la Iglesia y de su misión. Solamente el Espíritu Santo nos hará comprender el tiempo que vivimos y discernir los signos del mismo tiempo. Permanecer en la Iglesia y dar a la misma la forma de auténtico Pueblo de Dios. Creo que aquí valen las palabras del Beato Pablo VI: «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio» (EN 41). Cristo nos pide que, con nuestra vida, demos a saber lo que Él piensa, cómo quiere que vivamos los hombres, y cómo hemos de ver la vida. Lo que sí es claro es que el ser humano se afirma a sí mismo de manera más completa dándose. El Espíritu Santo nos sitúa en la lógica de darnos.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos Card. Osoro Sierra, arzobispo de Madrid

¡Que sean completamente uno!



Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró, Jesús diciendo:
- «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Palabra del Señor.