miércoles, 11 de enero de 2017

Desde el inframundo: Alternativas "Más que luchar contra la enfermedad hay que luchar con


Tenemos una medicina brillante de carácter quirúrgico y cirujano, cortante, de rasga y raja. Es una terapia heroica y agresiva que convierte al paciente en un toro toreado por los toreros de Esculapio, que empero buscan la salvación del enfermo. Pero es una salvación a través de su rajadura o partición, y uno se pregunta por alternativas menos agresivas (algunos hablan de inmunoterapia) o menos heroicas. Tras larga espera temporal (el tiempo todo lo cura, en este mundo o el otro), me han rajado de arriba abajo, así que tengo cierto derecho adquirido a rajarme de todo heroísmo fútil o fatuo.
Un amigo dominico, siguiendo el ejemplo de L. Wittgenstein y otros, rehusó la operación de cáncer para aceptar su curso natural hasta el final con cuidados paliativos. Y es que la operación de cáncer resulta dura, y la quimioterapia anunciada es fuerte (espero al menos que su fogueo acalore un poco mi friolera congénita). Pero no se nos ofrecen alternativas al modelo clásico oficial, quizás porque a la mayoría de la gente se le ha inculcado el vivir a toda costa, lo cual parece un poco obsceno en cierta edad, condición y situación límite. Pero incluso algún estólido mental ha llegado a plantear la inmortalidad, abundando así en la insensatez sobrehumana.
El caso es que la gente tiene miedo a la muerte y está dispuesta a vivir a toda costa, imponiéndose la cantidad a la calidad y la vida biológica a la existencia humana. Se trata de una ideología heroica que tiene dos fundamentos extremos pero que se tocan, por una parte cierto paganismo o naturalismo algo sádico o cruel, por otra una religiosidad o sobrenaturalismo algo pacato o masoquista. Frente a ello, la filosofía nos enseña desde Sócrates y Epicuro a no temer a la muerte, que es descanso eterno, sino a morir malamente, lo cual es bien distinto.
En el fondo de la ideología heroica contemporánea está la afirmación de un ánimus masculinista, que defiende el ánimo y la lucha a lo Cid Campeador. Pero es más sensato tener ánimo, valor y miedo, así pues asumir también el ánima femenina como implicación de lo real. Un amigo me ha rogado que no le falle, pero se trata de no fallar ante uno mismo sobre la propia realidad. Yo diría que más que luchar contra la enfermedad hay que luchar con ella, al modo como Jacob lucha con el ángel terrible y no en contra, sabiendo que es mejor morirse que perder la vida en el campo de batalla. Hay que hacerse una idea de la vida y hacerse a la idea de la muerte. Pues como me decía nuestro arzobispo y antiguo compañero de estudios, quien no tiene razones para morir no tiene razones para vivir.
Se me dirá que la vida es bella, por supuesto, pero también antibella; y se añadirá retóricamente que todo el mundo es bueno, sí, y también malo. Recuerdo que cuando animaba a mi santa abuela a cumplir años, me hacía una mueca ambivalente, como diciendo sí y no. Escribo esto convaleciendo en una buena residencia, a la que sin embargo mis cofrades denominan con humor negro el Morituri e incluso Treblinka, lo que muestra irónicamente la conciencia popular sobre nuestras residencias de ancianos. Es un inframundo o mundo inferior que debemos reconvertir en intramundo o mundo interior, elevando nuestra inconsciencia colectiva a conciencia crítica y autocrítica. Resulta sintomática al respecto la actual tabuización de la muerte, hasta el punto de llamar Testamento vital a lo que deberíamos llamar sin eufemismos Testamento mortal.
Europa está replanteando la cuestión de la vida en relación con la muerte, y nosotros debemos hacernos eco de semejante problema crucial. Curiosamente la máxima aportación de Franco al respecto fue su máxima final: "Lo que cuesta morir". En efecto, veo a mi alrededor demasiada inmanencia y algún encarnizamiento terapéutico, pues yo amo la trascendencia. De todas formas, deseo agradecer aquí la ayuda terapéutica de tantas personas en hospitales en vilo y en residencias quietistas. En la pequeña biblioteca de un gran hospital encontré una obra de Aristóteles, pero resultó ser de Aristóteles Onassis, lo cual me resultó simbólico. Pues hay que tener cuidado en no pasar del humanismo de Aristóteles al tecnologismo de Onassis.
La ciencia médica está al servicio del hombre humano y no inhumano. Mas he visto demasiados muertos vivientes entre nosotros, así como algún peligro de burocratización de la muerte. El hombre no puede librar al hombre de la muerte, pero puede liberar la muerte lo mismo que la vida.
(Andrés Ortíz-Osés)
Religión Digital

Carlos Osoro, a los jóvenes: “Acoged a Cristo para darlo a conocer con vuestra vida”



 Búscate en mí. Los jóvenes conversan con Jesús es un libro que se ha ido fraguando en mi corazón desde hace muchos años. Numerosos encuentros con diversas generaciones de jóvenes me han llevado a formular lo que yo llamaría «las grandes catequesis cristianas desde el inicio mismo de la Iglesia».
Y me animó a ello todavía más la celebración del «Año de la misericordia», que me hizo ver, con más claridad aún, lo que Jesucristo nos ha mostrado y revelado y lo que supone un encuentro con él. (...)
Siempre he querido proponer a los jóvenes acoger a Cristo para darlo a conocer a todos los hombres con nuestra vida, y así protagonizar en nuestra historia, con toda la Iglesia, con obras y palabras, el anuncio del mensaje con más novedad y más revolucionario, pues cambia nuestras vidas desde dentro: nos da un corazón nuevo, unos ojos nuevos, unos oídos nuevos y nos hace criaturas nuevas, hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. (...)
El libro está pensado para que podáis iniciaros en el encuentro con Jesucristo, que os busca incansablemente, que siempre está a vuestro lado aunque no os deis cuenta, y que es quien provoca la verdadera alegría y da el verdadero sentido que tiene la vida. Tres capítulos lo conforman: comienzo con el Padre nuestro y termino con el Credo. En medio de estos dos capítulos puse otro, para mí entrañable, que llamo Ave María. (...)
"Búscate en mí" pretende ser un libro que se siga escribiendo entre todos con la convicción de que «Dios es real, se manifiesta en nuestro hoy y está en todas partes».
Un libro interactivo en el que Osoro cuenta lo que vive y cómo lo vive, e invita a los jóvenes a concretar lo que cada uno va descubriendo. Al final de cada capítulo, en el apartado «Ahora te toca a ti», se pueden plasmar los descubrimientos y vivencias mediante reflexiones, relatos, poemas y dibujos según se indica en cada ocasión. Y al final, si se desea, se puede enviar el libro -que siempre se devolverá- al concurso «Búscate en mí», organizado por el Arzobispado de Madrid, en colaboración con la editorial PPC, y dotado con 6.000 € en premios. Se pueden ver y descargar las bases del concurso en este enlace: www.e-sm.net/bembases
(Mons. Carlos Osoro)
Religión Digital

De cuando la Iglesia contribuyó a que España permaneciera en la Europa cristiana


Durante los siglos medievales, la Iglesia en la península ibérica marcó de modo profundo el lugar que hoy ocupa España en la civilización, al contribuir, de forma sobresaliente, a que pueda enmarcarse en la Europa de raíces cristianas, a cuya historia y vicisitudes logró mantenerse unida en un momento en el que pudo haber caído definitivamente en otra órbita cultural y religiosa
Durante los largos siglos que van desde la caída del Imperio romano (476) hasta el inicio del reinado de Isabel la Católica en Castilla (1474), la Iglesia española es protagonista de tres procesos principales que afectan tanto a la configuración de España como nación como a la vida de la Iglesia universal.
Puente entre dos culturas
El primer proceso es el que constituye a la Iglesia española como puente entre la cultura romano-cristiana y la cultura medieval. Estamos ante la gran contribución de la Iglesia en tiempos de los visigodos. Primero, como Iglesia de la mayoría de la población (los hispanorromanos) y, desde el 587, como la Iglesia oficial del reino tras la conversión del rey Recaredo.
La cultura romana fue conservada en estos siglos en los monasterios visigodos, de los que salieron los grandes exponentes de la cultura del momento, destacando san Isidoro de Sevilla, autor de las famosas Etimologías, obra enciclopédica que compendiaba la sabiduría de las generaciones anteriores. También el derecho canónico romano-cristiano se conservó y transmitió con mayor amplitud que en ninguna otra región cristiana gracias a la elaboración de la colección Hispana, en diversas etapas durante el siglo VI. La difusión de estas obras en el resto de Europa, a través de su recepción por parte del reino merovingio primero y carolingio después, garantizó la continuidad fundamental con el mundo antiguo, adaptándolo a las nuevas circunstancias.
La Reconquista
El segundo proceso es el que ha permitido que la península ibérica forme parte de la civilización cristiana, a diferencia de otras enormes regiones que en la antigüedad también lo eran. Dicho proceso se ha llamado Reconquista y ha durado desde la misma invasión de los árabes en el 711 hasta su definitiva expulsión del reino de Granada en 1492.
La religión cristiana sirvió durante esos siglos como elemento unificador de las distintas unidades políticas que se formaron como reacción al poder musulmán, siempre considerado como invasor. Todos los reinos cristianos encontraron en los hombres de Iglesia grandes colaboradores en el ejercicio de su gobierno y, en los monjes, uno de los más eficaces agentes para la progresiva repoblación y extensión de los límites de sus fronteras. La legitimidad del poder ejercido por los distintos reyes se buscó de un modo u otro en categorías tomadas de la teología cristiana. No es, pues, una exageración afirmar que la conciencia de unidad entre los distintos reinos cristianos estuvo fundado en una empresa común –la Reconquista– de indudable sentido religioso.
La europeización de España
Finalmente, el tercer proceso es el de la europeización de España. La entrada de los reinos cristianos peninsulares en la órbita de la naciente cristiandad europea en tiempos de Carlomagno fue favorecida por los eclesiásticos de dichos reinos, que buscaron desligarse de la Iglesia mozárabe, que vivía bajo dominio musulmán. Se produjo así una creciente europeización de la Iglesia española que, comenzando con la progresiva penetración de la regla de san Benito para la vida monástica, culminó con la supresión del rito mozárabe y la adopción del rito romano para las celebraciones litúrgicas en tiempos de san Gregorio VII. En este tercer proceso, el Camino de Santiago tuvo una importancia fundamental, convirtiéndose en una vía de intercambio cultural y religioso que unía el norte de la península con todos los reinos de Europa.
A partir del siglo XII los asuntos de los reinos cristianos de la península fueron de interés para todos los reinos europeos. Los Papas, por su parte, concedieron el estatuto de cruzada a la empresa de la Reconquista, facilitando de este modo la participación de caballeros de otras latitudes. También enviaron legados para que garantizaran la correcta aplicación de las distintas reformas eclesiásticas con el resultado de fortalecer aún más el carácter plenamente europeo del cristianismo peninsular. De este modo, ya en los albores de la Edad Moderna, los reinos peninsulares participaron todos juntos en el Concilio de Constanza, formando parte de la nación hispana y contribuyendo de este modo a la solución del cisma de Occidente y a poner las bases de un nuevo modo de entender las relaciones entre el poder eclesiástico y el civil.
Antesala de la edad moderna
Como se ve, el desarrollo de la Iglesia en la península ibérica durante los siglos medievales ha marcado de modo profundo el lugar que España ocupa hoy en la civilización, al contribuir de modo sobresaliente a que pueda enmarcarse en la Europa de raíces cristianas, a cuya historia y vicisitudes logró mantenerse unida en un momento en el que pudo haber caído en otra órbita cultural y religiosa de modo definitivo.
La vida de la Iglesia peninsular ha sido también de gran fecundidad para el conjunto de la Iglesia. Un papel principal se le reconoce como puente entre el mundo antiguo y medieval; pero, sobre todo desde el siglo XII, fue protagonista en pie de igualdad con las restantes Iglesias europeas en la configuración del catolicismo que se apresuraba hacia la Edad Moderna.
Nicolás Álvarez de las Asturias

Profesor del máster en Historia de la Iglesia española de la Universidad Eclesiástica San Dámaso
Alfa y Omega

Comentario del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39, por Benedicto XVI



Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús que cura a los enfermos: primero a la suegra de Simón Pedro, que estaba en cama con fiebre, y él, tomándola de la mano, la sanó y la levantó; y luego a todos los enfermos en Cafarnaún, probados en el cuerpo, en la mente y en el espíritu; y «curó a muchos... y expulsó muchos demonios» (Mc 1, 34). Los cuatro evangelistas coinciden en testimoniar que la liberación de enfermedades y padecimientos de cualquier tipo constituía, junto con la predicación, la principal actividad de Jesús en su vida pública. De hecho, las enfermedades son un signo de la acción del Mal en el mundo y en el hombre, mientras que las curaciones demuestran que el reino de Dios, Dios mismo, está cerca. Jesucristo vino para vencer el mal desde la raíz, y las curaciones son un anticipo de su victoria, obtenida con su muerte y resurrección.

Un día Jesús dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos» (Mc 2, 17). En aquella ocasión se refería a los pecadores, que él había venido a llamar y a salvar, pero sigue siendo cierto que la enfermedad es una condición típicamente humana, en la que experimentamos fuertemente que no somos autosuficientes, sino que necesitamos de los demás. En este sentido podríamos decir, de modo paradójico, que la enfermedad puede ser un momento saludable, en el que se puede experimentar la atención de los demás y prestar atención a los demás. Sin embargo, la enfermedad es siempre una prueba, que puede llegar a ser larga y difícil. Cuando la curación no llega y el sufrimiento se prolonga, podemos quedar como abrumados, aislados, y entonces nuestra vida se deprime y se deshumaniza. ¿Cómo debemos reaccionar ante este ataque del Mal? Ciertamente con el tratamiento apropiado —la medicina en las últimas décadas ha dado grandes pasos, y por ello estamos agradecidos—, pero la Palabra de Dios nos enseña que hay una actitud determinante y de fondo para hacer frente a la enfermedad, y es la fe en Dios, en su bondad. Lo repite siempre Jesús a las personas a quienes sana: Tu fe te ha salvado (cf. Mc 5, 34.36). Incluso frente a la muerte, la fe puede hacer posible lo que humanamente es imposible. ¿Pero fe en qué? En el amor de Dios. He aquí la respuesta verdadera que derrota radicalmente al Mal. Así como Jesús se enfrentó al Maligno con la fuerza del amor que le venía del Padre, así también nosotros podemos afrontar y vencer la prueba de la enfermedad, teniendo nuestro corazón inmerso en el amor de Dios. Todos conocemos personas que han soportado sufrimientos terribles, porque Dios les daba una profunda serenidad. Pienso en el reciente ejemplo de la beata Chiara Badano, segada en la flor de la juventud por un mal sin remedio: cuantos iban a visitarla recibían de ella luz y confianza. Pero en la enfermedad todos necesitamos calor humano: para consolar a una persona enferma, más que las palabras, cuenta la cercanía serena y sincera.

Queridos amigos, el próximo sábado, 11 de febrero, memoria de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la Jornada mundial del enfermo. Hagamos también como la gente en tiempos de Jesús: presentémosle espiritualmente a todos los enfermos, confiando en que él quiere y puede curarlos. E invoquemos la intercesión de Nuestra Señora, en especial por las situaciones de mayor sufrimiento y abandono. María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros.
Ángelus Domingo 5 de febrero de 2012

Curó a muchos enfermos de diversos males (Evangelio de hoy)




Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
-«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios
Palabra del Señor.