domingo, 30 de agosto de 2015

"Impedir estos crímenes contra los migrantes", apremiante llamamiento del Papa


El Papa Francisco, después de rezar el Ángelus del quinto domingo de agosto, con varios miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro recordó que ayer en Harissa, en el Líbano, fue proclamado Beato el Obispo siro-católico Flaviano Michele Melki, mártir en el contexto de una terrible persecución contra los cristianos. Él fue defensor incansable de los derechos de su pueblo, exhortándolos a permanecer fieles en la fe. También hoy, dijo el Obispo de Roma, en Oriente Medio y en otras partes del mundo, los cristianos son perseguidos. La beatificación de este Obispo mártir infunda en ellos consolación, valentía y esperanza.
Ante la dramática situación humanitaria de los migrantes, que en “los días pasados numerosos de ellos perdieron la vida en los terribles viajes”, el Sucesor de Pedro realizó un apremiante llamamiento para “colaborar con eficacia para impedir estos crímenes, que ofenden a la entera familia humana”. Junto al Cardenal Schönborn y a toda la Iglesia en Austria, el Papa se unió en oración por las víctimas en este país, encomendándolos a la misericordia divina.
Después de rezar a la Madre de Dios, el Santo Padre saludó a los fieles que se habían dado cita en la Plaza de San Pedro con motivo del Ángelus dominical del 30 de agosto. En esta ocasión, el Pontífice, dirigiéndose a los queridos hermanos y hermanas, saludó cordialmente a todos los peregrinos, tanto a los romanos como a los procedentes de varios países, y de modo especial a los scouts de Lisboa y a los fieles de Zara (Croacia). El Obispo de Roma también saludó a los Peregrinos de Verona y Bagnolo de Nogarole; a los jóvenes de la diócesis de Vicenza, de Rovato y a los de la parroquia San Galdino en Milán, a los niños de Salzano y Arconate.
“A todos – dijo Francisco – les deseó un feliz domingo. Y por favor, ¡no se olviden de rezar por mí! ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
(Renato Martinez - Radio Vaticana)


Papa: superar la crisis ecológica que vive la humanidad, oración, reflexión, colaboración y acción

Como cristianos queremos ofrecer nuestra contribución para superar la crisis ecológica que está viviendo la humanidad», reiteró el Papa Francisco, invitando a la Liturgia de la Palabra que presidirá, en la I Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, instituida por él mismo, con el anhelo de impulsar la conversión ecológica y el ecumenismo. Invitación que el Obispo de Roma pronunció en la última audiencia general de agosto, la número cien de su Pontificado:
«El próximo martes, 1º de septiembre, se celebrará la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. En comunión de oración con nuestros hermanos ortodoxos y con todas las personas de buena voluntad, queremos ofrecer nuestra contribución a la superación de la crisis ecológica que está viviendo la humanidad.
En todo el mundo, las diversas realidades eclesiales locales han programado oportunas iniciativas de oración y de reflexión, para hacer que esa Jornada sea un momento fuerte también con vistas a la asunción de estilos de vida coherentes.
Con los obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de la Curia romana, nos encontraremos en la Basílica de San Pedro a las 17.00 para la Liturgia de la Palabra, a la que desde ahora invito a participar a los romanos, a los peregrinos y a cuantos lo deseen».
En su carta a los Cardenales Turkson y Koch, presidentes respectivamente de los Pontificios Consejos Justicia y Paz y para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, fechada en la Fiesta de la Transfiguración del Señor, de 2015, el Papa Bergoglio escribe:
«Debemos ante todo extraer de nuestro rico patrimonio espiritual las motivaciones que alimentan la pasión por el cuidado de la creación, recordando siempre que, para los creyentes en Jesucristo, Verbo de Dios hecho hombre por nosotros, «la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo, ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea» (cf. Carta Enc. Laudato si’, 216).
Con su Encíclica Alabado seas, hace hincapié en que la crisis ecológica nos llama a una «profunda conversión espiritual». Y que los cristianos estamos llamados a una «conversión ecológica», que implica dejar brotar todas las consecuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea (ibíd., 217). De hecho, «vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana» (ibíd.).
Por lo que el Santo Padre anhela que la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación ofrezca «a cada creyente y a las comunidades una valiosa oportunidad de renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la creación, elevando a Dios unaacción de gracias por la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado, invocando suayuda para la protección de la creación y su misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en el que vivimos».
(CdM – RV)

“Sin un corazón purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias”, el Papa en el Ángelus


Queridos  hermanos  hermanas, buenos dias

El Evangelio de este domingo presenta una disputa entre Jesús y algunos fariseos y escribas. La discusión se refiere al valor de la «tradición de los antepasados» (Mc 7,3) que Jesús, refiriéndose al profeta Isaías, define «preceptos de hombres» (v. 7) y que jamás deben tomar el lugar del «mandamiento de Dios» (v. 8). Las antiguas prescripciones en cuestión comprendían no sólo los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino una serie de dictámenes que especificaban las indicaciones de la ley mosaica. Los interlocutores aplicaban tales normas de manera más bien escrupulosa y las presentaban como expresión de auténtica religiosidad. Por lo tanto, recriminan a Jesús y a sus discípulos la transgresión de aquellas, de manera particular las que se referían a la purificación exterior del cuerpo (cfr v. 5).  La respuesta de Jesús tiene la fuerza de un pronunciamento profético: «Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres» (v. 8).  Son palabras que nos colman de admiración por nuestro Maestro: sentimos que en Él está la verdad y que su sabiduría nos libra de los prejuicios.
Pero ¡atención! Con estas palabras, Jesús quiere poner en guardia también a nosotros, hoy, del considerar que la observancia exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos. Como en ese entonces para los fariseos, existe también para nosotros el peligro de creernos en lo correcto, o peor, mejores de los otros por el sólo hecho de observar las reglas, las usanzas, también si no amamos al prójimo, somos duros de corazón, somos soberbios y orgullosos. La observancia literal de los preceptos es algo estéril si no cambia el corazón y no se traduce en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y a su Palabra, buscar la justicia y  la paz, socorrer a los pobres, a los débiles,  a los oprimidos. Todos sabemos: en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros barrios, cuánto daño hacen a la Iglesia y son motivo de escándalo, aquellas personas que se profesan tan católicas y van a menudo a la iglesia, pero después, en su vida cotidiana descuidan a la familia, hablan mal de los demás, etc.  Esto es lo que Jesús condena porque es un antitestimonio cristiano
Continuando con su exortación, Jesús focaliza la atención sobre un aspecto más profundo y afirma: «Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre» (v. 15). De esta manera subraya el primado de la interioridad, el primado del “corazón”:  no son las cosas exteriores las que nos hacen o no santos, sino el corazón que expresa nuestras intenciones, nuestras elecciones y el deseo de hacerlo todo por amor de Dios. Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón. No al revés. Con actitudes exteriores. Si el corazón no cambia, no somos buenos cristianos. La frontera entre el bien y el mal no pasa fuera de nosotros sino más bien dentro de nosotros, podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón?  Jesús decía: “tu tesoro está donde está tu corazón”. ¿Cúal es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina?  Entonces el corazón es bueno.  O el tesoro ¿es otra cosa? Por lo tanto, es el corazón el que debe ser purificado y debe convertirse. Sin un corazón purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias y labios que pronuncian palabras sinceras de amor - todo tiene un doblez, una doble vida-, labios que pronuncian palabras de misericordia, de perdón. Esto lo puede hacer solamente el corazón sincero y purificado.
Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen Santa, darnos un corazón puro, libre de toda hipocresía. Este es el adjetivo que Jesús da a los fariseos:  “hipócritas”, porque dicen una cosa y hacen otra. Un corazón libre de hipocresía,  para que seamos capaces de vivir según el espíritu de la ley y alcanzar su finalidad, que es el amor.Traducción del italiano: Raúl Cabrera - Radio Vaticano

La influencia de san Agustín en santa Teresa

El espíritu agustiniano y la lectura de las Confesiones de San Agustín influyeron, sin duda, en Santa Teresa suscitando poderosamente en ella dos de las llamadas ‘conversiones’ de la Santa. En el presente estudio intentamos esclarecer en qué sentido se puede hablar de influencia. Teresa ingresa como educanda interna seglar en el monasterio de las religiosas agustinas Ntra. Señora Santa María de Gracia, en Ávila.
Reside en él durante año y medio. Tenía entonces dieciséis años. Andaba con “niñerías nonada buenas” y había descuidado la religiosidad de la infancia. En aquel entorno agustiniano Teresa recupera su vida de piedad, pero no lo hace desde la espiritualidad agustiniana, sino desde ella misma y hacia la que ella siempre fue, animada, evidentemente, por el ejemplo de las religiosas.
En 1554, a los 39 años, conmocionada por una imagen del Cristo muy llagado lee, ocasionalmente, lasConfesiones de San Agustín. La conmovieron hondamente y decide entregarse enteramente a Dios, aunque en aquel momento no lo consiguiera plenamente. Agustín fue un poderoso y eficaz estímulo que movilizó definitivamente la vida de Teresa, pero no in fluyó doctrinalmente en ella, ni siquiera en la búsqueda de Dios en el interior del hombre, tema crucial y esencial en ambos. Teresa no es discípula de Agustín.

Coinciden sorprendentemente en la utilización de la imagen para pasar a la visión directa de Dios. Agustín lo hace, con la ayuda sobrenatural, contemplando el ser del hombre como imagen viva de Dios que vive incesante e inconscientemente a Dios. Teresa, por su parte, a través principalmente de imágenes de escenas de la vida de Jesucristo, revividas en su interior como algo que está sucediendo actualmente al mismo Jesucristo, pasa, con la gracia divina, a la experiencia directa de Dios. Es lo que nos proponemos mostrar en este estudio