sábado, 7 de diciembre de 2013

Internet, camino para conducir a los hombres al rostro luminoso de Cristo, destaca el Santo Padre


Es indispensable la presencia de la Iglesia en Internet, para anunciar a Cristo con estilo evangélico, llegando a los jóvenes y a los que anhelan la Misericordia y esperanza de Dios. Son palabras del Papa Francisco a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para los Laicos, a los que recibió este sábado en audiencia, reunidos sobre el tema “Anunciar a Cristo en la era digital”. 

Con el Concilio, "ha llegado la hora de los laicos”, recordando esta afirmación que solía repetir el Beato Juan Pablo II, Francisco hizo hincapié en la importancia de que la Iglesia anuncie a Cristo en el continente digital y destacó que es un campo privilegiado para la pastoral de la juventud. 
Sin olvidar, que Internet es una realidad difundida, compleja y en constante evolución. Y que su desarrollo plantea la actualidad de la relación entre la fe y la cultura. Vuelve a ocurrir lo que les pasó a los Padres de la Iglesia que con "el extraordinario legado de la cultura griega", no se quedaron encerrados sino se abrieron para asimilar los conceptos "más elevados":


"Aun entre las oportunidades y los peligros de la red, se debe "discernir todo”, conscientes de que seguramente encontraremos monedas falsas, ilusiones peligrosas y trampas que hay que evitar. Pero, guiados por el Espíritu Santo, descubriremos también valiosas oportunidades para conducir a los hombres al rostro luminoso del Señor".


Entre las posibilidades "que ofrece la comunicación digital la más importante se refiere al anuncio del Evangelio. Por cierto, no es suficiente adquirir los conocimientos tecnológicos, si bien sean importantes. Se trata ante todo de encontrar a hombres y mujeres reales, a menudo confundidos y heridos, para ofrecerles verdaderas razones para la esperanza". El anuncio – subrayó el Papa - "requiere relaciones humanas auténticas y directas para culminar en un encuentro personal con el Señor":



"Por lo tanto, Internet no basta, la tecnología no es suficiente. Pero ello no quiere decir que la presencia de la Iglesia en la red es inútil. Todo lo contrario, es indispensable estar presentes, siempre con estilo evangélico, en lo que para muchas personas, especialmente los jóvenes, se ha convertido en una especie de ambiente de vida, para despertar las preguntas incesantes del corazón sobre el sentido de la existencia e indicar el camino que conduce a Aquel que es la respuesta, la Misericordia Divina hecha carne, el Señor Jesús".



El Papa recordó el 25 aniversario de la Mulieris dignitatem y la gran cita de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, cuyo lema “Vayan y hagan discípulos a todas las naciones", ha destacado “la dimensión misionera de la vida cristiana, la necesidad de salir hacia aquellos que esperan el agua viva del Evangelio, hacia los pobres y los excluidos. Hemos visto de primera mano cómo la misión de Iglesia brota de la alegría contagiosa del encuentro con el Señor, que se transforma en esperanza para todos".


"La Iglesia está siempre en camino, en busca de nuevos caminos para anunciar el Evangelio. Y la contribución y el testimonio de los fieles laicos se muestran indispensables cada día más”, terminó diciendo el Santo Padre, por lo que encomendó al Pontificio Consejo para los Laicos a la maternal intercesión de la Virgen María, bendiciendo a todos de corazón.

(CdM - RV)

Rezar con insistencia y con la certeza que Dios escuchará nuestra oración, Francisco el viernes en Santa Marta


El Papa reflexionó hoy sobre este tema en la homilía de la Misa en la Casa de Santa Marta. La oración, afirmó, tiene dos actitudes: es “necesaria” y al mismo tiempo es “segura” del hecho que Dios, en sus tiempos y en sus modos, escuchará la necesidad.

La oración, cuando es verdaderamente cristiana, oscila entre la necesidad que contiene siempre y la certidumbre de ser escuchada, aunque no se sepa con exactitud cuándo. Esto porque quien reza no teme disturbar a Dios y nutre una confianza ciega en su amor de Padre. Ciega como los dos ciegos del pasaje del Evangelio de hoy, que gritan detrás de Jesús su necesidad de ser curados. O como el ciego de Jericó, que invoca la intervención del Maestro con una voz más fuerte de quien quiere acallarlo. Porque el mismo Jesús – recordó el Santo Padre – nos ha enseñado a orar como “el amigo fastidioso” que pide comida a medianoche, o como “la viuda con el juez corrupto”:

“No sé si quizás esto suena mal, pero rezar es un poco molestar a Dios, para que nos escuche. Pero, el Señor lo dice: como el amigo a medianoche, como la viuda al juez… Es atraer los ojos, atraer el corazón de Dios hacia nosotros… Y esto lo han hecho aquellos leprosos que se le acercaron: ‘Si quieres, puedes sanarnos!’. Lo han hecho con una cierta seguridad. Así, Jesús nos enseña a rezar. Cuando nosotros rezamos, a veces pensamos: ‘Pero, si, yo digo esta es mi necesidad, le digo al Señor una, dos, tres veces, pero no con tanta fuerza. Después me canso de pedirlo y me olvido de pedirlo’. ´Éstos gritaban y no se cansaban de gritar’. Jesús nos dice: ‘Pidan’, pero también nos dice: ‘Llamen a la puerta’, y quien llama a la puerta hace ruido, disturba, da fastidio”.
Insistencia hasta el límite del fastidio. Pero también una inquebrantable certidumbre. Los ciegos del Evangelio son aún un ejemplo. “Se sienten – afirmó Francisco – seguros de pedir al Señor la salud”, porque a la pregunta de Jesús si creen que Él pueda curarlos, ellos responden: “¡Sí, Señor, creemos, estamos seguros!”:
“Y la oración tiene estas dos actitudes: es necesaria y es segura. Oración necesaria siempre: la oración, cuando nosotros pedimos alguna cosa, es necesaria: 'tengo esta necesidad, escúchame, Señor'. Pero también, cuando es verdadera, es segura: ‘¡Escúchame! Yo creo que tú puedes hacerlo porque tú lo has prometido’”.
“Él lo ha prometido”: he aquí la piedra angular sobre la que se apoya la certidumbre de una oración. “Con esta seguridad – repitió el Obispo de Roma – decíamos al Señor nuestras necesidades, pero seguros que Él pueda hacerlo”. Rezar, dice, es sentirse preguntar por Jesús la pregunta a los dos ciegos: “¿Tú crees que yo pueda hacer esto?”:
“Él puede hacerlo. Cuando lo hará, como lo hará no lo sabemos. Esta es la seguridad de la oración. La necesidad de decirla con verdad, al Señor. ‘Soy ciego, Señor. Tengo esta necesidad. Tengo esta enfermedad. Tengo este pecado. Tengo este dolor…’, pero siempre la verdad, como son las cosas. Y Él siente la necesidad, pero siente que pedimos su intervención con seguridad. Pensemos si nuestra oración es necesaria y es segura: necesaria, porque decimos la verdad a nosotros mismos, y segura, porque creemos que el Señor puede hacer aquello que le pedimos”. (RC-RV)

El Papa en Santa Marta advierte de las “palabras cristianas sin Cristo”


“Me refiero a las palabras cristianas, porque cuando no está Jesucristo también esto crea división entre nosotros, hace la división en la Iglesia. Pedir al Señor la gracia de ayudarnos en la humildad, que tenemos que tener siempre, de decir palabras cristianas en Jesucristo, no sin Jesucristo. Con esta humildad de ser discípulos salvados y de ir adelante no con palabras que, por creerse poderosas, terminan en la locura de la vanidad, en la locura del orgullo. ¡Que el Señor nos de esta gracia de la humildad de decir palabras con Jesucristo, fundadas sobre Jesucristo!”. (RC-RV)Quien pronuncia palabras cristianas sin Cristo, o sea sin ponerlas en práctica, se hace mal a sí mismo y a los otros, porque está vencido por el orgullo, y causa división también en la Iglesia: es en resumen lo que dijo el Papa Francisco la mañana del jueves, durante la Misa en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

Es una locura -explicó el Santo Padre- que hace volverse soberbios:
Escuchar y poner en práctica la palabra del Señor es como construir la casa sobre la roca. El Papa Francisco explicó la parábola evangélica propuesta por la liturgia del día. Jesús reprendía a los fariseos el conocer los mandamientos pero no realizarlos en sus vidas: “son palabras buenas”, pero si no son puestas en práctica “no solamente no sirven, sino que hacen mal: nos engañan, nos hacen creer que tenemos una bella casa, pero sin fundamento”. Una casa que no está construida sobre la roca:

“Esta figura de la roca se refiere al Señor. Isaías, en la Primera Lectura, lo dice: ‘¡Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna!’. ¡La roca es Jesucristo! ¡La roca es el Señor! Una palabra es fuerte, da vida, puede ir adelante, puede tolerar todos los ataques, si esta palabra tiene sus raíces en Jesucristo. Una palabra cristiana que no tiene sus raíces vitales, en la vida de una persona, en Jesucristo, ¡es una palabra cristiana sin Cristo! y las palabras cristianas sin Cristo ¡engañan, hacen mal! Un escritor inglés, una vez, hablando de las herejías decía que una herejía es una verdad, una palabra, una verdad, que se ha convertido en una locura. Cuando las palabras cristianas son palabras sin Cristo comienzan a recorrer el camino de la locura”.

“Una palabra cristiana sin Cristo te conduce a la vanidad, a la seguridad de ti mismo, al orgullo, al poder por el poder. Y el Señor derriba a estas personas. Esta es una constante en la historia de la Salvación. Lo dice Ana, la mamá de Samuel; lo dice María en el Magnificat: el Señor derriba la vanidad, el orgullo de aquellas personas que se creen ser de roca. Estas personas que solamente van detrás de una palabra, pero sin Jesucristo: una palabra cristiana cierto, pero sin Jesucristo, sin la relación con Jesucristo, sin la oración con Jesucristo, sin el servicio a Jesucristo, sin el amor a Jesucristo. Esto es lo que hoy nos dice el Señor: construir nuestra vida sobre esta roca y la roca es Él”.

“Nos hará bien un examen de conciencia - afirmó el Obispo de Roma- para entender “como son nuestras palabras”, si son palabras “que creen ser poderosas”, capaces “de darnos la salvación”, o si “son palabras con Jesucristo”: