«Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra» (Mateo 2, 11).
En este día, te entrego el «oro» de lo poco que poseo, con la conciencia de que lo tengo porque Tú me lo has dado... te entrego mis pensamientos y mis acciones... mi trabajo, mi esfuerzo y mi cansancio... en fin, te entrego mi vida para que Tú la dirijas como y hacia donde Tú quieras hacerlo...
Te entrego el «incienso» de mis oraciones... las dichas con fervor... y aquellas que, por la prisa, en ocasiones he repetido sin poner todo mi corazón en ellas... las dichas ante el Sagrario y las dichas en el automóvil, mientras conduzco... te entrego mis horas ante Ti en el Santísimo... y las Eucaristías a las que he asistido a encontrarme contigo... te entrego cada Rosario... cada Novena... y cada oración que te he ofrecido... para que Tú, mi Señor, las multipliques y las hagas dar fruto...
Te entrego, también, la «mirra» de mis dificultades y problemas... de mis angustias y pesares... te entrego mis momentos de ansiedad, cuando buscaba con urgencia Tu Paz... te ofrezco mis miserias... mis momentos de dudas... mis miedos y temores... te entrego las tormentas que he encontrado y de las que Tú me has permitido salir... te entrego cada cruz... cada sufrimiento... cada tribulación... para que Tú, Dios mío, las guardes en Tú Sacratísimo Corazón...
Por último, mi amado Jesús... te pido que bendigas a cada uno de los amigos que nos visitan en este pequeño rinconcito que tenemos aquí... derrama sobre ellos y sus familias Tus Gracias... llénalos de Tu Amor... y concédeles Tu Paz... para que vivan, hoy y siempre, unidos a Ti...
De Tengo sed de Ti
De Tengo sed de Ti