jueves, 7 de enero de 2016

El vídeo del Papa - Diálogo Interreligioso

Cuidar y promover en nuestras comunidades. Nueva espiritualidad

«Espiritualidad» es una palabra desafortunada. Para muchos solo puede significar algo inútil, alejado de la vida real. ¿Para qué puede servir? Lo que interesa es lo concreto y práctico, lo material, no lo espiritual.
Sin embargo, el «espíritu» de una persona es algo valorado en la sociedad moderna, pues indica lo más hondo y decisivo de su vida: la pasión que la anima, su inspiración última, lo que contagia a los demás, lo que esa persona va poniendo en el mundo.
El espíritu alienta nuestros proyectos y compromisos, configura nuestro horizonte de valores y nuestra esperanza. Según sea nuestro espíritu, así será nuestra espiritualidad. Y así será también nuestra religión y nuestra vida entera.
Los textos que nos han dejado los primeros cristianos nos muestran que viven su fe en Jesucristo como un fuerte «movimiento espiritual». Se sienten habitados por el Espíritu de Jesús. Solo es cristiano quien ha sido bautizado con ese Espíritu. «El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece». Animados por ese Espíritu, lo viven todo de manera nueva.
Lo primero que cambia radicalmente es su experiencia de Dios. No viven ya con «espíritu de esclavos», agobiados por el miedo a Dios, sino con «espíritu de hijos» que se sienten amados de manera incondicional y sin límites por un Padre. El Espíritu de Jesús les hace gritar en el fondo de su corazón: ¡Abbá, Padre! Esta experiencia es lo primero que todos deberían encontrar en las comunidades de Jesús.
Cambia también su manera de vivir la religión. Ya no se sienten «prisioneros de la ley», las normas y los preceptos, sino liberados por el amor. Ahora conocen lo que es vivir con «un espíritu nuevo», escuchando la llamada del amor y no con «la letra vieja», ocupados en cumplir obligaciones religiosas. Este es el clima que entre todos hemos de cuidar y promover en las comunidades cristianas, si queremos vivir como Jesús.
Descubren también el verdadero contenido del culto a Dios. Lo que agrada al Padre no son los ritos vacíos de amor, sino que vivamos «en espíritu y en verdad». Esa vida vivida con el espíritu de Jesús y la verdad de su evangelio es para los cristianos su auténtico «culto espiritual».
No hemos de olvidar lo que Pablo de Tarso decía a sus comunidades: «No apaguéis el Espíritu». Una iglesia apagada, vacía del espíritu de Cristo, no puede vivir ni comunicar su verdadera Novedad. No puede saborear ni contagiar su Buena Noticia. Cuidar la espiritualidad cristiana es reavivar nuestra religión.


José Antonio Pagola

FELICES LOS QUE SE REFUGIAN EN EL SEÑOR


Del Salmo 2:

Te daré en herencia las naciones

Voy a proclamar el decreto del Señor;
Él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra.»


Te daré en herencia las naciones

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando,
no sea que se irrite y vayan a la ruina,
porque su enojo se enciende en un instante.

¡Felices los que se refugian en el Señor! .


Te daré en herencia las naciones
Fuente: News. va

Homilía del Papa: “Las obras de misericordia son el corazón de nuestra fe”

“Las obras de misericordia son el corazón de nuestra fe”. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta tras la pausa navideña. Deteniéndose en la primera lectura, tomada de la Primera Carta de San Juan Apóstol, el Pontífice advirtió que es necesario estar atentos ante la mundanidad y ante aquellos espíritus que nos alejan de Dios, que se ha hecho carne por nosotros:
“Permanecer en Dios”. El Santo Padre Francisco desarrolló su homilía a partir de esta afirmación del Apóstol Juan. “Permanecer en Dios – dijo  – es un poco el alcance y el estilo de la vida cristiana”. Porque un cristiano “es el que permanece en Dios”, el que “tiene en sí al Espíritu Santo y se deja guiar por Él”. Al mismo tiempo – prosiguió – el Apóstol pone en guardia al hecho de dar “fe a todo espíritu”. De modo que es necesario poner “a prueba a los espíritus, para comprender si provienen, verdaderamente, de Dios. “Y ésta – afirmó el Papa –  es la regla cotidiana de vida que nos enseña Juan”.
¿Pero qué quiere decir entonces “poner a prueba a los espíritus”? –  se preguntó –. Y añadió que no se trata de “fantasmas”. Sino que se trata de “probar”, ver “qué sucede en mi corazón”, cuál es la raíz “de lo que estoy sintiendo ahora, y de dónde viene. “Esto es poner a prueba –  dijo el Papa – para saber si lo que “siento viene de Dios” o viene de otro, “del anticristo”.

Discernir lo que sucede en nuestra alma

La mundanidad – reafirmó Francisco –  es precisamente “el espíritu que nos aleja del Espíritu de Dios, que nos hace permanecer en el Señor”. Por tanto – volvió a preguntarse – ¿cuál es el criterio para “hacer un discernimiento correcto acerca de lo que sucede en mi alma?”. Y respondió que el Apóstol Juan da uno solo: “Todo espíritu que reconoce a Jesucristo que vino en la carne, es de Dios, y todo espíritu que no reconoce a Jesús, no es de Dios”:
“El criterio es la Encarnación. Yo puedo sentir tantas cosas dentro, incluso cosas buenas, ideas buenas. Pero si estas ideas buenas, estos sentimientos, no me conducen a Dios que se ha hecho carne, no me conducen al prójimo, al hermano, no son de Dios. Por esta razón, Juan comienza este pasaje de su Carta diciendo: ‘Este es el mandamiento de Dios: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos recíprocamente’”.

Las obras de misericordia están en el centro de nuestra fe

Podemos hacer “tantos planes pastorales” –  añadió el Papa –  e imaginar nuevos “métodos para acercarnos a la gente”, pero “si no seguimos el camino de Dios que vino en la carne, del Hijo de Dios que se ha hecho hombre para caminar con nosotros, no estamos en el camino del buen espíritu: es el anticristo, es la mundanidad, es el espíritu del mundo”:
“¡Cuánta gente encontramos en la vida que parece espiritual!: ‘Pero, ¡qué persona espiritual, ésta!’; pero no hables de hacer obras de misericordia. ¿Por qué? Porque las obras de misericordia son precisamente lo concreto de nuestra confesión, que el Hijo de Dios se ha hecho carne: visitar a los enfermos, dar de comer a quien no tiene comida, cuidar a los descartados… Obras de misericordia: ¿por qué? Porque cada hermano nuestro, que debemos amar, es carne de Cristo. Dios se ha hecho carne para identificarse con nosotros. Y con el que sufre, es Cristo quien lo sufre”.

Si el espíritu viene de Dios me lleva al servicio a los demás

“No dar fe a todo espíritu y estar atentos  – reafirmó el Papa – poner a prueba a los espíritus para saber si provienen verdaderamente de Dios”. Y subrayó que “el servicio al prójimo, al hermano, a la hermana que tiene necesidad”, que “tiene necesidad incluso de un consejo, que tiene necesidad de ser escuchado”, “estos son los signos de que vamos por el camino del buen espíritu, es decir, el camino del Verbo de Dios que se ha hecho carne”:
“Pidamos al Señor hoy la gracia de conocer bien qué cosa sucede en nuestro corazón, qué cosa nos gusta hacer, es decir, lo que a mí me toca más: si el espíritu de Dios, que me lleva al servicio de los demás, o el espíritu del mundo que gira en torno a mí mismo, a mis cerrazones, a mis egoísmos, a tantas otras cosas… Pidamos la gracia de conocer qué cosa sucede en nuestro corazón”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).


Está cerca el reino de los cielos


Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 12-17. 23-25
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea.
Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.»
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
- «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curó.
Y lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.
Palabra del Señor.