martes, 6 de junio de 2017

Líderes musulmanes británicos se niegan a oficiar el funeral de los tres yihadistas muertos


Más de 130 imanes británicos han lanzado un comunicado de condena ante los atentados yihadistas en Londres, y han anunciado que se han negado a oficiar el entierro de los terroristas. En opinión de los líderes islámicos, "los terroristas contaminan el nombre de nuestra religión y nuestro profeta".
Para este nutrido grupo de imanes, los tres terroristas no pueden tener el "privilegio" de ser enterrados según los ritos islámicos después de haber asesinado a 7 personas y causar medio centenar de heridos. Y es que, subrayan, "los atentados son acciones indefendibles que están en completo desacuerdo con las elevadas enseñanzas del islam".
Por su parte el secretario general del "Muslim Council of Britain" Harun Khan, señaló que "somos testigos otra vez del horror desencadenado en nuestras calles". Y añadió: "Estamos profundamente consternados y condenamos estos ataque de manera firme y fuerte".
Esta vez además de condenar, las comunidades islámicas lanzaron una campaña en todas las mezquitas y asociaciones islámicas del país para "facilitar una respuesta de base al desafío del terrorismo", pidiendo sean señaladas las "actividades sospechosas" y "echando una mano" y cooperando con el Gobierno.
Señaló también su rabia porque este atentado se ha realizado durante el Ramadán, lo que "demuestra que estas personas no respetan ni la vida ni la fe". Harun Khan añadió que "estas personas no tienen que encontrar ningún lugar para esconderse" y que "hoy lanzamos una campana para exhortar a nuestras mezquitas y a las asociaciones para que aumenten su vigilancia".
Pidió reforzar "nuestras mezquitas, capacitar a nuestros imanes, a nuestros jóvenes líderes y a otros, dando instrumentos para que sepan relacionarse con los jóvenes y enfrentar la fascinación que el Isis despierta en ellos". Aseguró también que el atentado "no es el islam, no es el camino indicado por nuestro querido Profeta".
El mensaje del Consejo Musulmán Británico concluye invitando a "no hacer crecer las voces del odio" porque el ataque al Puente de Londres "nos hace enojar a todos y queremos hacer algo". Sobre las medidas más duras anunciadas por el Gobierno dijo: "Estamos de acuerdo con el Primer ministro, de que las cosas tienen que cambiar. Porque cuando es demasiado es demasiado".
Finalmente, el Padre Ángel ha respaldado la decisión de los imanes del Reino Unido que han pedido que no se oficien funerales por los terroristas que han participado en atentados como el de este fin de semana en Londres. "Dejemos ya de hacer homenajes y rezos por personas que han cometidos estas barbaridades", ha admitido el presidente de Mensajos de la Paz.
"La sociedad y la humanidad está en un momento precioso en el que todos reconocemos , incluso cuando son partes de los nuestros, que han hecho estas barbaridades", ha destacado como aspecto positivo el sacerdote en una entrevista en Antena 3 recogida por Europa Press en la que ha reconocido, no obstante, sentir "una gran tristeza" ante personas que "matan en nombre de Dios".
En su opinión, los terroristas "son excepciones, hombres que están enfermos, a los que hay que apartar, quitarles de en medio, no matarles, sino curarles" y ha abogado por trabajar desde las escuelas y las guarderías para transmitir que estas acciones "son absurdas y que hay otras formas de dialogar".

El Papa en Sta. Marta: Pio XII al esconder a los judíos cumplía las obras de misericordia


Practicar las obras de misericordia no para descargarse la conciencia sino para participar al sufrimiento de los otros, también arriesgando si fuera necesario, como hizo Pio XII al esconder a los judíos, evitando así que no fueran deportados o asesinados. Porque era una obra de misericordia salvar la vida de esa gente.
Lo indicó este lunes el papa Francisco en la homilía de la misa matutina celebrada como todos los días en la residencia Santa Marta en el Vaticano.
El Santo Padre parte de las lecturas del hoy, que narran cuando los judíos son deportados en Asiria. Tobi, ayuda a escondidas a enterrar a los judíos asesinados impunemente. Así cumplir las 14 obras de misericordia corporal y espiritual, significa no solo compartir lo que uno tiene sino también sufrir con los que sufren.
No para decir “me quito un peso de arriba” sino para compartir los problemas de los otros. El Papa invita entonces a preguntarse “¿Sé compartir, soy generoso?”. “¿Sé ponerme e los paños de quien sufre?”.
“Tantas veces se corren riegos. ¡Pensemos aquí en Roma, durante la guerra, cuántos se han puesto en peligro, iniciando por Pío XII, para esconder a los judíos de manera que no fueran asesinados, para que no fueran deportados! Arriesgaban la propia piel. ¡Pero era una obra de misericordia para salvar la vida de toda esa gente!” y subrayó la palabra: “Arriesgar”.
“Hacer obras de misericordia es incómodo”, reconoce el Pontífice.
– ‘Yo tengo una amiga enferma, querría ir a visitarla pero no tengo ganas… prefiero descansar y mirar la televisión’.
Realizar obras de misericordia significa siempre sufrir incomodidades. Son incómodas. Pero el señor sufrió la incomodidad por nosotros: acabó en la cruz para darnos misericordia”, indicó el Santo Padre.

Y ha concluido indicando que “quien es capaz de hacer una obra de misericordia es porque sabe que él mismo ha sido ‘misericordiado’. Y nosotros debemos hacer lo mismo con nuestros hermanos”.

Terroristas de Daesh se graban destrozando e incendiando una iglesia en Filipinas


El vídeo ha sido difundido por la agencia de noticias Amaq, afín a esta organización
En las últimas semanas, Daesh está aumentando la presión sobre el Ejército de Filipinas. Así lo demuestra el vídeo difundido por la agencia de noticias Amaq, afín al grupo terrorista, en el marco de los enfrentamientos que se libran en el país asiático, donde los yihadistas han vuelto a situar, en las últimas horas, a la comunidad católica como blanco de sus ataques.
En el minuto y medio que duran aproximadamente las imágenes se puede ver a un grupo de hombres armados irrumpiendo en una iglesia de la localidad de Marawi, donde comienzan a destrozar todas las imágenes y esculturas de santos y cruces que encuentran a su paso, antes de prender fuego al edificio.
No es la primera vez que los miembros de Daesh atacan un centro religioso de Filipinas. Hace unos 15 días, los yihadistas entraron en la Catedral de St. Mary’s, también en Marawi, y secuestraron a varios feligreses y a un sacerdote. En esta ocasión, los terroristas llegaron a la iglesia en un momento en el que no se estaba celebrando ninguna misa y, aunque se les puede ver también quemando una imagen del Papa Francisco, no se recoge que secuestren a nadie.
Mientras tanto, los enfrentamientos entre el Ejército filipino y el Daesh han ido en aumento en esta ciudad de 200.000 habitantes, mayoritariamente musulmanes, donde hace unos semanas estalló una revuelta, tras un ataque de las fuerzas de seguridad contra una casa en la que creyeron que se encontraba escondido el actual jefe de Daesh en Filipinas: Isnilon Hapilon.
La respuesta del presidente filipino, Rodrigo Duterte, fue decretar la ley marcial en el sur del país asiático donde se encuentra Marawi.
Alfa y Omega

Una samaritana del siglo XXI


Una preocupación que tenemos los sacerdotes es que el Evangelio no se quede en historias bonitas, sino que se haga vida y realidad en la existencia concreta de cada persona, empezando por nosotros mismos. Pero a veces el Señor se adelanta a nuestros deseos y convierte en vida real el mismo Evangelio. Hace unos domingos se proclamó el Evangelio de la samaritana, en el pozo de Jacob. Pues en ese día tuvimos otra samaritana en la parroquia.
Sucedió así: se acerca una mujer a la sacristía con una botella de plástico vacía. Quiere agua bendita para su casa. Mientras se la voy llenando, le explico la importancia de la vida en gracia para la eficacia del agua bendita. Le pregunto si se ha confesado recientemente. «Hace muchos años», comenta, un poco avergonzada. Le indico que hay un sacerdote disponible que atiende muy bien y que se sentirá mucho mejor hablando con él. Se echa a llorar. Se emociona. Necesitaba soltar un montón de cosas. Llevaba una mochila demasiado pesada. Tras una larga confesión, decide apuntarse a la catequesis para hacer la Confirmación, traer a su marido, a su hijo y venir a Misa los domingos. Al salir reflexiona: «Ni siquiera sé por qué se me ha ocurrido entrar a la parroquia a pedir agua bendita. Nunca lo había hecho».
Cuando se dispone a irse le recuerdo que se lleve la botella de agua bendita, que se le había olvidado. Igual que la samaritana que olvidó su cántaro en el pozo para ir a anunciar a los suyos el encuentro con Jesús. Lo que se narra en el Evangelio sucede en la Iglesia. Lo que Jesús hizo entonces, lo sigue haciendo con cada persona: con cántaro o con botella de plástico.
José Manuel Horcajo
Párroco de san Ramón Nonato. Madrid

Alfa y Omega

COMENTARIO DE BENEDICTO XVI AL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS (12,13-17)




Los interlocutores de Jesús —discípulos de los fariseos y herodianos— se dirigen a Él con palabras de aprecio, diciendo: «Sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie». Precisamente esta afirmación, aunque brote de hipocresía, debe llamar nuestra atención. 

Los discípulos de los fariseos y los herodianos no creen en lo que dicen. Sólo lo afirman como una captatio benevolentiae para que Jesús los escuche, pero su corazón está muy lejos de esa verdad; más bien quieren tender una trampa a Jesús para poderlo acusar. 

Para nosotros en cambio, esa expresión es preciosa y verdadera: Jesús, en efecto, es sincero y enseña el camino de Dios según la verdad y no depende de nadie. Él mismo es este «camino de Dios», que nosotros estamos llamados a recorrer. Podemos recordar aquí las palabras de Jesús mismo, en el Evangelio de san Juan: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». 

Es iluminador al respecto el comentario de san Agustín: «era necesario que Jesús dijera: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” porque, una vez conocido el camino, faltaba conocer la meta. El camino conducía a la verdad, conducía a la vida… y nosotros ¿a dónde vamos sino a Él? y ¿por qué camino vamos sino por Él?» (In Ioh 69, 2). 

Los nuevos evangelizadores están llamados a ser los primeros en avanzar por este camino que es Cristo, para dar a conocer a los demás la belleza del Evangelio que da la vida. Y en este camino, nunca avanzamos solos, sino en compañía: una experiencia de comunión y de fraternidad que se ofrece a cuantos encontramos, para hacerlos partícipes de nuestra experiencia de Cristo y de su Iglesia. Así, el testimonio unido al anuncio puede abrir el corazón de quienes están en busca de la verdad, para que puedan descubrir el sentido de su propia vida.

Una breve reflexión también sobre la cuestión central del tributo al César. Jesús responde con un sorprendente realismo político, vinculado al teocentrismo de la tradición profética. El tributo al César se debe pagar, porque la imagen de la moneda es suya; pero el hombre, todo hombre, lleva en sí mismo otra imagen, la de Dios y, por tanto, a Él, y sólo a Él, cada uno debe su existencia. 

Los Padres de la Iglesia, basándose en el hecho de que Jesús se refiere a la imagen del emperador impresa en la moneda del tributo, interpretaron este paso a la luz del concepto fundamental de hombre imagen de Dios (...) San Agustín utilizó muchas veces esta referencia en sus homilías: (...) «Del mismo modo que se devuelve al César la moneda, así se devuelve a Dios el alma iluminada e impresa por la luz de su Rostro… En efecto, Cristo habita en el interior del hombre» (Ib., Salmo 4, 8).

Esta palabra de Jesús es rica en contenido antropológico, y no se la puede reducir únicamente al ámbito político. La Iglesia, por tanto, no se limita a recordar a los hombres la justa distinción entre la esfera de autoridad del César y la de Dios, entre el ámbito político y el religioso. La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su identidad, el derecho de Dios sobre lo que le pertenece, es decir, nuestra vida. (...)

Queridos hermanos y hermanas, vosotros estáis entre los protagonistas de la nueva evangelización que la Iglesia ha emprendido y lleva adelante, no sin dificultad, pero con el mismo entusiasmo de los primeros cristianos. 

(...) La Virgen María, que no tuvo miedo de responder «sí» a la Palabra del Señor y, después de haberla concebido en su seno, se puso en camino llena de alegría y esperanza, sea siempre vuestro modelo y vuestra guía. Aprended de la Madre del Señor y Madre nuestra a ser humildes y al mismo tiempo valientes, sencillos y prudentes, mansos y fuertes, no con la fuerza del mundo, sino con la de la verdad. Amén.

(De la homilía de Benedicto XVI el 16 de octubre de 2011)

EVANGELIO DE HOY: DEN A DIOS LO QUE ES DE DIOS




Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,13-17):


Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones.

Ellos fueron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarla o no?».

Pero Él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario».

Cuando se lo mostraron, preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?». 

Respondieron: «Del César».

Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios». 

Y ellos quedaron admirados por la respuesta. 

Palabra del Señor

HOY (AYER) JORNADA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE. ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR NUESTRA TIERRA



Queridos amigos, hoy se celebra la Jornada Mundial del Medio Ambiente. Les invitamos a rezar por nuestra tierra y todos sus habitantes, especialmente por nuestros hermanos más necesitados, que son quienes más sufren las consecuencias de la degradación de nuestro planeta. 

Unámonos a la oración del Papa Francisco en su encíclica “Laudato Sì” sobre el cuidado de la Creación:

Oración por nuestra tierra

Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.

Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas sin dañar a nadie.

Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.

Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.

Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.

Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.

Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz. Amén.

Papa: Hacer obras de misericordia es compartir y arriesgarse

Que las obras de misericordia no sean dar limosna para tranquilizar la conciencia, sino la participación en el sufrimiento de los demás, incluso corriendo riesgos y dejándose incomodar. Lo afirmó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta en el día en que la Iglesia recuerda a San Bonifacio, mártir y apóstol de Alemania.
El Papa Francisco comenzó su reflexión a partir de la Primera Lectura, tomada del Libro de Tobías. Los hebreos habían sido deportados a Asiria: un hombre justo, llamado Tobit, ayuda a sus compatriotas pobres  – arriesgando su propia vida – a sepultar a escondidas a los que eran asesinados impunemente. Tobit experimenta tristeza di frente al sufrimiento de los demás. De aquí la reflexión del Papa sobre las catorce obras de misericordia, corporal y espiritual. Realizarlas – explicó – no significa sólo compartir lo que uno posee, sino apiadarse:
“Es decir, sufrir con quien sufre. Una obra de misericordia no es hacer alguna cosa para tranquilizar la conciencia: una obra de bien así estoy más tranquilo, me quito un peso de encima… ¡No! También es compadecerse el dolor del otro. Compartir y compadecerse: van juntas. Es misericordioso el que sabe compartir y también apiadarse de los problemas de las otras personas. Y aquí la pregunta: ¿Yo sé compartir? ¿Soy generoso? ¿Soy generosa? Pero también cuando veo a una persona que sufre, que tiene dificultades, ¿yo también sufro? ¿Sé ponerme en los zapatos de los demás? ¿En la situación de sufrimiento?”.
A los judíos deportados a Asiria se les había prohibido sepultar a sus propios compatriotas. Incluso podían ser asesinados a su vez. De este modo Tobit se arriesgaba. Realizar obras de misericordia – reafirmó Francisco – no sólo significa compartir y compadecer, sino también correr el riesgo:
“Pero tantas veces se arriesga. Pensemos aquí, en Roma. En plena guerra: cuántos corrieron riesgos, comenzando por Pío XII, por esconder a los judíos, ¡para que no fueran asesinados, para que no fueran deportados! ¡Arriesgaban el pellejo! ¡Pero salvar la vida de aquella gente era una obra de misericordia! Arriesgarse”.
El Pontífice subrayó asimismo otros dos aspectos: dijo que quien realiza obras de misericordia puede ser objeto de burla por parte de los demás – como le sucedió a Tobit – porque era considerada una persona que hacía cosas demenciales en lugar de estar tranquila. Y también –  añadió el Papa – es uno que se deja incomodar:
“Hacer obras de di misericordia incomoda. ‘Pero yo tengo un amigo, una amiga, enfermo y quisiera ir a visitarlo, pero no tengo ganas… prefiero descansar o mirar la televisión… tranquilo’. Hacer obras de misericordia siempre es padecer incomodidades. Incomodan. El Señor ha padecido la incomodidad por nosotros: fue a la cruz. Para darnos misericordia”.
Quien “es capaz de hacer una obra de misericordia” – subrayó el Santo Padre al concluir – es “porque sabe que él ha sido ‘misericordiado’ antes; que el Señor le ha dado la misericordia a él. Y si nosotros hacemos estas cosas, es porque el Señor ha tenido piedad de nosotros. Pensemos en nuestros pecados, en nuestras equivocaciones y en cómo el Señor nos ha perdonado: nos ha perdonado todo, ha tenido esta misericordia” y nosotros “hacemos lo mismo con nuestros hermanos”. “Las obras de misericordia – concluyó Francisco  – son las que nos sacan del egoísmo y nos hacen imitar a Jesús más de cerca”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

El Papa en Pentecostés: “La novedad del Espíritu: crea un pueblo nuevo y nos da un corazón nuevo”

Hoy concluye el tiempo de Pascua, cincuenta días que, desde la Resurrección de Jesús hasta Pentecostés, están marcados de una manera especial por la presencia del Espíritu Santo. Él es, en efecto, el Don pascual por excelencia. Es el Espíritu creador, que crea siempre cosas nuevas. En las lecturas de hoy se nos muestran dos novedades: en la primera lectura, el Espíritu hace que los discípulos sean un pueblo nuevo; en el Evangelio, crea en los discípulos un corazón nuevo.
Un pueblo nuevo. En el día de Pentecostés el Espíritu bajó del cielo en forma de «lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 3-4). La Palabra de Dios describe así la acción del Espíritu, que primero se posa sobre cada uno y luego pone a todos en comunicación. A cada uno da un don y a todos reúne en unidad. En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad y de esta manera plasma un pueblo nuevo, variado y unido: la Iglesia universal. En primer lugar, con imaginación e imprevisibilidad, crea la diversidad; en todas las épocas en efecto hace que florezcan carismas nuevos y variados. A continuación, el mismo Espíritu realiza la unidad: junta, reúne, recompone la armonía: «Reduce por sí mismo a la unidad a quienes son distintos entre sí» (Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de Juan, XI, 11). De tal manera que se dé la unidad verdadera, aquella según Dios, que no es uniformidad, sino unidad en la diferencia.
Para que se realice esto es bueno que nos ayudemos a evitar dos tentaciones frecuentes. La primera es buscar la diversidad sin unidad. Esto ocurre cuando buscamos destacarnos, cuando formamos bandos y partidos, cuando nos endurecemos en nuestros planteamientos excluyentes, cuando nos encerramos en nuestros particularismos, quizás considerándonos mejores o aquellos que siempre tienen razón. Entonces se escoge la parte, no el todo, el pertenecer a esto o a aquello antes que a la Iglesia; nos convertimos en unos «seguidores» partidistas en lugar de hermanos y hermanas en el mismo Espíritu; cristianos de «derechas o de izquierdas» antes que de Jesús; guardianes inflexibles del pasado o vanguardistas del futuro antes que hijos humildes y agradecidos de la Iglesia. Así se produce una diversidad sin unidad. En cambio, la tentación contraria es la de buscar la unidad sin diversidad. Sin embargo, de esta manera la unidad se convierte en uniformidad, en la obligación de hacer todo juntos y todo igual, pensando todos de la misma manera. Así la unidad acaba siendo una homologación donde ya no hay libertad. Pero dice san Pablo, «donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Co 3,17).
Nuestra oración al Espíritu Santo consiste entonces en pedir la gracia de aceptar su unidad, una mirada que abraza y ama, más allá de las preferencias personales, a su Iglesia, nuestra Iglesia; de trabajar por la unidad entre todos, de desterrar las murmuraciones que siembran cizaña y las envidias que envenenan, porque ser hombres y mujeres de la Iglesia significa ser hombres y mujeres de comunión; significa también pedir un corazón que sienta la Iglesia, madre nuestra y casa nuestra: la casa acogedora y abierta, en la que se comparte la alegría multiforme del Espíritu Santo.
Y llegamos entonces a la segunda novedad: un corazón nuevo. Jesús Resucitado, en la primera vez que se aparece a los suyos, dice: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 22-23). Jesús no los condena, a pesar de que lo habían abandonado y negado durante la Pasión, sino que les da el Espíritu de perdón. El Espíritu es el primer don del Resucitado y se da en primer lugar para perdonar los pecados. Este es el comienzo de la Iglesia, este es el aglutinante que nos mantiene unidos, el cemento que une los ladrillos de la casa: el perdón. Porque el perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece. El perdón libera el corazón y le permite recomenzar: el perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia.
El Espíritu de perdón, que conduce todo a la armonía, nos empuja a rechazar otras vías: esas precipitadas de quien juzga, las que no tienen salida propia del que cierra todas las puertas, las de sentido único de quien critica a los demás. El Espíritu en cambio nos insta a recorrer la vía de doble sentido del perdón ofrecido y recibido, de la misericordia divina que se hace amor al prójimo, de la caridad que «ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están» (Isaac de Stella, Sermón 31). Pidamos la gracia de que, renovándonos con el perdón y corrigiéndonos, hagamos que el rostro de nuestra Madre la Iglesia sea cada vez más hermoso: sólo entonces podremos corregir a los demás en la caridad.
Pidámoslo al Espíritu Santo, fuego de amor que arde en la Iglesia y en nosotros, aunque a menudo lo cubrimos con las cenizas de nuestros pecados: «Ven Espíritu de Dios, Señor que estás en mi corazón y en el corazón de la Iglesia, tú que conduces a la Iglesia, moldeándola en la diversidad. Para vivir, te necesitamos como el agua: desciende una vez más sobre nosotros y enséñanos la unidad, renueva nuestros corazones y enséñanos a amar como tú nos amas, a perdonar como tú nos perdonas. Amén».
(from Vatican Radio)