Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera
y el vehículo, él, que es la placa de la expiación colocada sobre el arca de
Dios y el misterio escondido desde el principio de los siglos.
El que mira
plenamente de cara esta placa de expiación y la contempla suspendida en la
cruz, con la fe, con esperanza y caridad, con devoción, admiración, alegría,
reconocimiento, alabanza y júbilo, este tal realiza con él la Pascua, esto es,
el paso, ya que, sirviéndose del bastón de la cruz, atraviesa el mar Rojo, sale
de Egipto y penetra en el desierto, donde saborea el maná escondido, y descansa
con Cristo en el sepulcro, como muerto en lo exterior, pero sintiendo, en
cuanto es posible en el presente estado de viadores, lo que dijo Cristo al
ladrón que estaba crucificado a su lado: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
[...]
Pasemos con Cristo crucificado de este mundo al Padre, y así, una vez
que nos haya mostrado al Padre, podremos decir con Felipe: Eso nos basta;
oigamos aquellas palabras dirigidas a Pablo: Te basta mi gracia; alegrémonos
con David, diciendo: Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi lote
perpetuo. Bendito sea el Señor por siempre, y todo el pueblo diga:
"¡Amén!"
De las obras de san Buenaventura, obispo.
(Opúsculo sobre el itinerario de la mente hacia Dios, 7,1,2,6: Opera omnia 5, 312-313) Fuente: News.va
(Opúsculo sobre el itinerario de la mente hacia Dios, 7,1,2,6: Opera omnia 5, 312-313) Fuente: News.va