martes, 16 de mayo de 2017

«San Isidro nos recuerda que la caridad de Cristo es lo más importante»


La diócesis se vuelca hoy en las celebraciones en honor a san Isidro Labrador. El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha presidido sendas Eucaristías en la colegiata y la pradera, animando a cambiar la ciudad con el ejemplo del santo patrón.
Como hizo él, hay que ver que los otros son «imágenes de Dios» que «custodiar», es decir, hay que «hacer crecer a todos los que se acercan a nosotros». A ellos, los cristianos, les deben aproximar «una palabra y una vida nuevas, el lenguaje y la vida del Resucitado: Cristo ha vencido a la muerte». «Estamos para dar vida y aliento, para dar el abrazo de Dios a todos los hombres, para buscar la paz por todos los medios, la reconciliación, el vivir en verdad. Suscitemos esperanza, sanemos los corazones», ha aseverado.
En esta línea, el cardenal Osoro ha subrayado la necesidad de pedir siempre «la caridad de Cristo». «Acogida con corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios. ¿Cuál es la medida de Dios? ¡Sin medida! ¡Todo! No se puede medir el amor de Dios, es sin medida, pues da hasta la vida misma. Y así llegamos a ser capaces de amar también nosotros. No es fácil. Pero debemos amar a quien no nos ama. Hay que oponerse al mal con el bien. Perdonar, compartir, acoger, crear puentes, derribar muros», ha detallado.
Después de la MIsa en la colegiata, el arzobispo de Madrid se ha ido a la pradera de San Isidro, donde miles de madrileños celebraban la fiesta de su patrono. En una multitudinaria Eucaristía al aire libre, en la que han participado la alcadesa de Madrid, Manuela Carmena, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha reiterado la necesidad de construir la cultura del encuentro. Luego se ha acercado a la carpa instalada por la Vicaría VI para compartir la comida, al tiempo que un nutrido grupo de jóvenes repartían estampas de san Isidro y santa María de la Cabeza con una oración suya.

Papa: La paz de Jesús es real, no la anestesiada del mundo

La paz verdadera no podemos fabricarla nosotros. Es un don del Espíritu Santo. Lo afirmó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice subrayó asimismo que “una paz sin la Cruz no es la paz de Jesús y recordó que sólo el Señor puede darnos la paz en medio de las tribulaciones.
“Les dejo la paz, les doy mi paz”. Francisco desarrolló su reflexión a partir de las palabras que Jesús dirigió a sus Discípulos en la Última Cena. Y se detuvo en el significado de la paz dada por el Señor; a la vez que puso de manifiesto que el pasaje de los Hechos de los Apóstoles propuesto en la Primera Lectura, narra las tantas tribulaciones que padecieron inmediatamente Pablo y Bernabé en sus viajes para anunciar el Evangelio. “¿Es ésta – se preguntó el Papa Bergoglio – la paz que da Jesús?”. Y afirmó que Jesús subraya que la paz que Él da no es la paz de este mundo.
El mundo quiere una paz anestesiada para no hacernos ver la Cruz
“La paz que nos ofrece el mundo  – comentó el Obispo de Roma – es una paz sin tribulaciones; nos ofrece una paz artificial”, una paz que se reduce a la “tranquilidad”. Es una paz – dijo – “que sólo mira las propias cosas, las propias seguridades, que no falte nada”, un poco como era la paz del rico Epulón. Una tranquilidad que nos vuelve “cerrados”, que hace que no se vea “más allá”:
“El mundo nos enseña el camino de la paz con la anestesia: nos anestesia para no ver la otra realidad de la vida: la Cruz. Por esto Pablo dice que se debe entrar en el Reino del cielo en el camino con tantas tribulaciones. Pero, ¿se puede tener paz en la tribulación? Por nuestra parte, no: nosotros no somos capaces de hacer una paz que sea tranquilidad, una paz psicológica, una paz hecha por nosotros, porque las tribulaciones existen: quien tiene un dolor, quien una enfermedad, quien una muerte… existen. La paz que da Jesús es un regalo: es un don del Espíritu Santo. Y esta paz va en medio de las tribulaciones y va adelante. No es una especie de estoicismo, eso que hace el faquir: no. Es otra cosa”.
La paz de Dios no se puede comprar, sin la Cruz no hay paz verdadera
El Papa Francisco reafirmó que la paz de Dios es “un don que nos hace ir adelante”. Y añadió que Jesús, después de haber donado la paz a los Discípulos, sufre en el Huerto de los Olivos y allí “ofrece todo según la voluntad del Padre y sufre, pero no le falta el consuelo de Dios”. El Evangelio, en efecto, narra que “le apareció un ángel del cielo para consolarlo”.
La paz de Dios es un paz real, que va en la realidad de la vida, que no niega la vida: la vida es así. Está el sufrimiento, existen los enfermos, hay tantas cosas malas, están las guerras… pero aquella paz desde dentro, que es un regalo, no se pierde, sino que se va adelante llevando la Cruz y el sufrimientoUna paz sin la Cruz no es la paz de Jesús: es una paz que se puede comprar. Podemos fabricarla nosotros. Pero no es duradera: termina”.
Pidamos la gracia de la paz interior, don del Espíritu Santo
Cuando uno se enoja – dijo el Papa al concluir –, “pierdo la paz”. Cuando mi corazón “se turba – añadió – es porque no estoy abierto a la paz de Jesús”, porque no soy capaz “de llevar la vida como viene, con las cruces y los dolores que vienen”. En cambio, debemos ser capaces de pedir la gracia al Señor para que nos dé Su paz:
“‘Debemos entrar en el Reino de Dios a través de muchas tribulaciones. La gracia de la paz, de no perder esa paz interior. Un Santo, hablando de esto decía: ‘La vida del cristiano es un camino entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios’ [San Agustín, De Civitate Dei XVIII, 51]. Que el Señor nos haga comprender bien cómo es esta paz que Él nos regala con el Espíritu Santo”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

Presentan el logo de la JMJ de Panamá 2019



En el logo para la Jornada Mundial de la Juventud 201, representa el Canal de Panamá, que simboliza el camino del peregrino que descubre en María el medio para encontrarse con Jesús; la silueta del Istmo panameño, como lugar de acogida; la Cruz Peregrina; la silueta de la Virgen en su «Hágase» y los pequeños puntos blancos como signo de la corona de María, y de los peregrinos de cada continente.
Lo indicó la Iglesia de Panamá señalando que la ganadora del concurso del logo para la JMJ es Ambar Calvo, una joven de 20 años y estudiante de arquitectura en la Universidad de Panamá, imagen que servirá para el evento convocado por el Papa Francisco, el cual se realizará en este país del 22 al 27 de enero del 2019.
Otro aspecto simbólico del logo ganador es la vinculación de la letra «M» que se insinúa en la forma del corazón, que si bien alude al lema «Puente del Mundo, Corazón del Universo», también nos sugiere al nombre de María como camino (puente) hacia Jesús, y su corazón abnegado de madre.
El logo fue escogido entre 103 propuestas que fueron evaluadas por un jurado integrado por especialistas en diseño gráfico, marketing y otras profesiones afines que seleccionó las 3 mejores propuestas, que luego fueron evaluadas por el Comité Ejecutivo de la JMJ, junto con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida en Roma.
Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, Arzobispo de Panamá, manifestó sentirse emocionado  con el talento de la juventud panameña, porque este diseño de Ambar, “pudo captar el mensaje que deseamos enviar a los jóvenes del mundo, la pequeñez de nuestro país, pero la grandeza de nuestro corazón, abierto a todos y todas sin exclusión de nadie,  de la mano de la Virgen María, un modelo de joven valiente, comprometida y generosa que supo de decir SÍ ante el llamado de Dios”.
«Los jóvenes son la reserva moral y humana de nuestras sociedades y de la misma Iglesia, ellos son capaces de transformarlo todo, positivamente, arriesgándose como lo hizo la adolescente María de Nazaret, si somos capaces de enseñarles a amar como Jesús lo hizo con nosotros”, señaló el Arzobispo panameño.
Ambar Calvo, por su parte, indicó que desde los 12 años siente una afinidad por el arte como medio de expresión, y lo que quiso mostrar con el logo propuesto fue «la ternura y la entrega de María en su mejor escena: el Hágase».
La joven estudiante de arquitectura agradeció a las religiosas del colegio Pureza de María ―donde ella cursó estudios― quienes fueron las que le ayudaron a desarrollar su talento artístico, haciéndolo parte de su vida y profesión, y quienes además le motivaron a participar en el concurso.
Zenit

Tarancón hoy


El exembajador ante la Santa Sede Francisco Vázquez rinde homenaje al cardenal Tarancón en el 110 aniversario de su nacimiento
Pocas son las personas que puedan simbolizar mejor que el cardenal Tarancón el espíritu de la Transición democrática en España. Él fue uno de los grandes impulsores de las políticas de reconciliación nacional encaminadas a superar las endémicas divisiones entre los españoles.
Sus esfuerzos, y los de otros muchos, tanto desde el propio régimen franquista como desde el exilio y la oposición, permitieron alumbrar un clima de diálogo y de consenso que terminó plasmándose en la aprobación de la vigente Constitución de 1978, la primera en nuestra dilatada historia constitucional sin vencedores ni vencidos.
Su compromiso temporal era estrictamente evangélicoel perdón y la ayuda a los necesitados y marginados. Desde el inicio de su andadura sacerdotal, los principios de la doctrina social de la Iglesia fueron prioritarios en su actividad pastoral, llegando a ocasionarle sus denuncias públicas de las injusticias existentes no pocos problemas con las autoridades franquistas.
Pero, sobre todo, recordar la figura de Tarancón es reivindicar su etapa al frente de la Conferencia Episcopal Española, una de las épocas más convulsas de nuestra historia reciente y donde le tocó al cardenal la casi imposible tarea de aplicar en aquella España del nacionalcatolicismo las resoluciones del Concilio Vaticano II.

 Siguiendo siempre las directrices de su protector, el Pontífice Pablo VI, Tarancón llevó a cabo el proceso de separación de la Iglesia y el Estado, denunciando el Concordato entonces vigente, renunciando al fuero eclesiástico y exigiendo la abolición del derecho de presentación de terna para el nombramiento de obispos.
Negó a cualquier partido político la representación de la doctrina de la Iglesia y, por el contrario, animó a los católicos a participar en la vida pública, siempre de forma transversal, en las distintas ideologías que respetasen los principios éticos de la fe cristiana.
Sufrió ataques y amenazas al borde la violencia física, sobre todo desde las filas de los “ultras” del propio régimen, pero gracias a la combinación de su tozudez y su habilidad dialéctica hoy, muchas décadas después de aquellos acontecimientos, nadie puede negar el gran papel que la Iglesia española jugó en el advenimiento y consolidación de la democracia.
Siempre me gusta recordar aquella mañana del 27 de noviembre de 1975, cuando, en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid se realizó, oficiada por el cardenal Tarancón, la ceremonia solemne de entronización del nuevo Rey de España, su Majestad Don Juan Carlos I, de la Casa de Borbón. Por la radio escuchamos aquella inconfundible ronca voz de fumador del cardenal que en su homilía desgranaba ante el nuevo Rey toda una serie de recomendaciones presididas por la voluntad del perdón y de la reconciliación, así como por la necesidad de mirar al futuro y construir una España en la que cupiéramos todos, como cuando dijo: «Españoles son todos los que se sienten hijos de la Madre Patria», continuando así el pensamiento que días antes en El Pardo, ante el cadáver de Franco, había expuesto en el privado funeral familiar, al decir: «Debemos formular la premisa de borrar todo cuanto pueda separarnos y dividirnos». Al hablar don Vicente, todos los españoles nos dimos cuenta de que la dictadura había terminado y que nacían nuevos tiempos de acuerdo y participación de todos los españoles.
Paradójicamente, cuarenta y dos años después de haber sido pronunciadas, las palabras del cardenal Tarancón vuelven a ser nuevamente una exhortación a la sensatez y al sentido de paz y concordia, que hoy muchos parecen empeñados en querer destruir.
Francisco Vázquez (ABC)

Alfa yOmega

Sin creer mucho en Dios pienso que ha sido Él el que me ha ayudado a salir adelante



Una voluntaria del comedor Ave María nos regala este testimonio: «Una tarde del mes de noviembre estábamos en el comedor preparando cosas para el día siguiente cuando sonó el timbre. Era un joven de 35 años, Jacinto, que quería algo de comer. Hablé con él y me contó un poco de su vida. Es de Córdoba y llevaba dos días en Madrid con su mujer en una habitación que les había dejado un amigo. Sociólogo de profesión, hace medio año se quedó de repente sin trabajo. Su mujer estaba embarazada de tres meses y la situación les llevó a pensar que era mejor perder el hijo.
Intenté animarlo y le dije que siguiera buscando. Quedamos en vernos al día siguiente, pero no vino. Dos meses después se presentó a desayunar. Hablamos y comencé a notarle un poco más animado. Me contó que, paseando por el Retiro, vio a un muchacho de 20 años solo y pensativo. No le dio importancia, pero al día siguiente lo volvió a ver durmiendo en un banco. Se acercó a él, lo despertó y preguntó qué le pasaba. El muchacho se quedó muy asombrado de que alguien se preocupara por él, ya que llevaba más de seis meses viviendo en soledad, sin que nadie se dirigiera a él. Sonriendo le dijo: “Gracias, hoy me siento un poco más feliz porque al menos para ti no soy un adorno más del Retiro”. Esto, dijo Jacinto, “me llenó de alegría, porque había podido ayudar a alguien nuevamente. La vida me empezaba a sonreír. Ilusionado, empecé a repartir propaganda y poco después me contratan como acomodador en un teatro”.
Pasados unos días me presentó a su mujer para decirme que habían tomado la decisión de no abortar. “No somos quiénes para matar una vida”, afirmó. Ahora todo eran preguntas para él: “¿Quién me puso esa tarde fría en esta puerta? ¿Quién me llevó al Retiro y puso en mi camino a ese muchacho? Soy consciente de que la vida es dura, pero cuando confías en alguien y no te encierras en tu egoísmo, esa vida puede empezar a sonreír. Sin creer mucho en Dios pienso que ha sido Él el que me ha ayudado a salir adelante y el que un día me trajo al comedor Ave María».
Paulino Alonso
Responsable del comedor Ave María. Madrid
Alfa y Omega

«San Isidro es una fiesta de todos, para todos y con todos»


En la fiesta del patrón de Madrid, el cardenal Carlos Osoro convoca «a todos los madrileños», crean o no, a construir «la cultura del encuentro»
San Isidro es «una fiesta de todos, para todos y con todos», dijo el cardenal Osoro al presidir la Misa en el día del patrón de Madrid en la colegiata que lleva el nombre del santo, la antigua catedral de la catedral. Tras esa primera Misa, el arzobispo se desplazó, como es tradicional, a celebrar otra Eucaristía en la pradera, donde Madrid celebra las fiestas del patrón.
San Isidro es de todos porque «está presente en todas las latitudes de la tierra, en comunidades pequeñas rurales y en grandes ciudades», especialmente desde que Juan XXIII le nombró patrón de los agricultores.
Pero sobre todo es un santo universal porque lo que hizo fue acoger y regalar el amor que «Dios regala en gratuidad a todos los hombres». De este modo, nos enseña que «nuestro nombre verdadero es Amor, pues somos imágenes de Dios». Y desde esa identidad, nos lanza a «hacer la cultura del encuentro, que es la que, en nombre del Señor, desea, promueve y hace la Iglesia».
«Os convoco a todos los madrileños, a los que creéis y a quienes buscáis siempre lo mejor, a poneros manos a la obra y hacer esta cultura en este momento de la historia», exhortó Carlos Osoro.
«Es una cultura que responde a aspiraciones radicalmente humanas. En esta época de cambio, hemos de generar espacios y relaciones para acertar en las transformaciones que hay que hacer. No son cuestiones de técnicas, sino cuestiones de fondo ético, de saber cuál es el nombre de cada ser humano, sus necesidades fundamentales y no recortarlas nunca. Hacer la cultura del encuentro es un desafío social; yo diría que el más importante. Es el que hizo Dios, viniendo a nuestro encuentro en la Encarnación, y el que imitándolo hizo posible san Isidro en este campo de san Isidro en el que estamos».
La Iglesia, en concreto, está «para dar vida y aliento, para dar el abrazo de Dios a todos los hombres, para buscar la paz por todos los medios, la reconciliación, el vivir en verdad».
«Suscitemos esperanza, sanemos los corazones», añadió el cardenal. «San Isidro nos recuerda que la caridad de Cristo es lo más importante: Señor, quiero que nos recuerdes lo que con tanta intensidad vivió san Isidro con su familia», concluyó.
Alfa y Omega

«Es mi paz la que os doy»




      Príncipe de la paz, Jesús resucitado, mira con benevolencia a la humanidad entera. Sólo de Tï, espera ayuda y socorro. Como en tiempos de tu vida terrena, siempre prefieres a los pequeños, los humildes, los que sufren. Siempre vas buscando a los pecadores. Haces que todos te invoquen y te encuentran, para que tengan en Tí el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). Concedenos tu paz, cordero inmolado por nuestra salvación (Ap 5,6); (Jn 1,29): "¡Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, dános la paz!"

      He aquí, Jesús, nuestra oración: aleja del corazón de los hombres todo aquello que pueda comprometer su paz, confirmales en verdad, la justicia y el amor fraterno. Ilumina a los dirigentes; que sus esfuerzos por el bienestar de los pueblos, estén unidos en el esfuerzo para asegurar la paz. Enciende el deseo de todos para derribar las barreras que nos dividen,  con el fin de fortalecer los vínculos de la caridad. Enciende la voluntad de todos para que estemos dispuestos a comprender, compartir y perdonar,  con el fin de que todos estemos unidos en tu nombre y que triunfe en los corazones,las familias, el mundo entero, la paz, tu  paz.

San Juan XXIII (1881-1963), papa 

Mi paz os doy


Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo».
Palabra del Señor.

Entreculturas. Únete a la oración del papa Francisco por los niños soldado.