domingo, 18 de mayo de 2014

EL MANDAMIENTO NUEVO, POR SAN AGUSTÍN

El Señor Jesús declara que da a sus discípulos un mandato nuevo por el que les prescribe que se amen mutuamente unos a otros: Os doy -dice- el mandato nuevo: que os améis mutuamente.

¿Es que no existía ya este mandato en la ley antigua, en la que hallamos escrito: Amarás a tu prójimo como a ti mismo? ¿Por qué, pues, llama nuevo el Señor a lo que nos consta que es tan antiguo? ¿Quizá la novedad de este mandato consista en el hecho de que nos despoja del hombre viejo y nos reviste del nuevo? Porque renueva en verdad al que lo oye, mejor dicho, al que lo cumple, teniendo en cuenta que no se trata de un amor cualquiera, sino de aquel amor acerca del cual el Señor, para distinguirlo del amor carnal, añade: Como yo os he amado.

Éste es el amor que nos renueva, que nos hace hombres nuevos, herederos del Testamento nuevo, capaces de cantar el cántico nuevo. Este amor, hermanos muy amados, es el mismo que renovó antiguamente a los justos, a los patriarcas y profetas, como también después a los apóstoles, y el mismo que renueva ahora a todas las gentes, y el que hace que el género humano, esparcido por toda la tierra, se reúna en un nuevo pueblo, en el cuerpo de la nueva esposa del Hijo único de Dios. [...]

Este amor es don del mismo que afirma: Como yo os he amado, para que vosotros os améis mutuamente. Por esto nos amó, para que nos amemos unos a otros; con su amor nos ha otorgado el que estemos unidos por el amor mutuo y, unidos los miembros con tan dulce vínculo, seamos el cuerpo de tan excelsa cabeza.

Confrontando, discutiendo y rezando se resuelven los problemas en la Iglesia, Francisco Papa

Hoy la lectura de los Hechos de Apóstoles nos muestra que aun en el comienzo de la Iglesia emergen las primeras tensiones y disensiones. 

En la vida, los conflictos existen, el problema es cómo se afrontan. Hasta ese momento la unidad de la comunidad cristiana había sido favorecida por la pertenencia a una etnia y cultura, la judaica. Pero, cuando el cristianismo, que por voluntad de Jesús está destinado a todos los pueblos, se abre al ámbito cultural helenista – griego – llega la falta de esta homogeneidad y surgen las primeras dificultades. 

En ese momento, serpentea el descontento, hay lamentaciones, rumores de favoritismos y trato desigual – esto sucede también en nuestras parroquias -. La ayuda de la comunidad a las personas necesitadas - viudas, huérfanos y pobres en general -, parece privilegiar a los cristianos de origen judío, con relación a los demás.
Entonces, ante este conflicto, los Apóstoles toman las riendas de la situación: convocan una reunión ampliada también a los discípulos, debaten juntos acerca de la cuestión, todos. 

Los problemas, en efecto, ¡no se resuelven fingiendo que no existen! Y es hermoso este debate sincero entre los pastores y los otros fieles. Se llega por lo tanto a una subdivisión de tareas. Los Apóstoles presentan una propuesta que todos aceptan: ellos se dedicarán a la oración y al ministerio de la Palabra, mientras siete hombres, los diáconos, se encargarán del servicio en las mesas para los pobres. 

Estos siete no son elegidos porque eran expertos en negocios, sino porque eran hombres honestos y de buena reputación, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría; y son constituidos en su servicio mediante la imposición de las manos de parte de los Apóstoles.
Y así, de aquel malcontento, de aquella queja, de aquellos rumores de favoritismos y trato desigual, se llega a una solución. Confrontándonos, discutiendo y rezando: así se resuelven los conflictos en la Iglesia. 

¡Confrontándonos, discutiendo y rezando, con la certeza de que los chismes y los celos nunca podrán llevarnos a la concordia, a la armonía o a la paz!
Fue también allí, que el Espíritu Santo coronó este entendimiento y esto nos hace comprender que, cuando nosotros nos dejamos guíar por Espíritu Santo, Él nos lleva a la armonía, a la unidad y al respeto de los diversos dones y talentos.
¿Han entendido?... ¡Nada de chismes! ¡Nada de envidias! ¡Nada de celos! ¿entendido?.... (aplausos)
Que la Virgen María nos ayude a ser dóciles al Espíritu Santo, para que sepamos estimarnos mutuamente y converger cada vez más profundamente en la fe y en la caridad, teniendo el corazón abierto a las necesidades de los hermanos.
Traducción del italiano: Cecilia de Malak

Para conocer a Jesús hay que abrir tres puertas: rezarle, celebrarlo e imitarlo, destaca el Papa


Para conocer a Jesús hay que abrir tres puertas, reiteró el Papa y explicó cuáles son:
 

«Primera puerta: rezarle a Jesús. Sepan que el estudio sin la oración no sirve. Rezar a Jesús para conocerlo. Los grandes teólogos hacen teología de rodillas ¡rezar a Jesús! Y, con el estudio y con la oración, nos acercamos un poco... Pero sin la oración nunca conoceremos a Jesús ¡nunca, nunca! 

Segunda puerta: celebrar a Jesús. No basta la oración, es necesaria la alegría de la celebración. Celebrar a Jesús en sus Sacramentos, porque allí nos da la vida, nos da la fuerza, nos da el alimento, nos da el consuelo, nos da la alianza, nos da la misión. Sin la celebración de los Sacramentos, no llegamos a conocer a Jesús. Esto es propio de la Iglesia: la celebración Tomar el Evangelio: qué cosa ha hecho Él, cómo era su vida, qué cosa nos ha dicho, qué cosa nos ha enseñado e intentar imitarlo».
 



Entrar por estas tres puertas significa entrar en el misterio de Jesús. Sólo si somos capaces de entrar en su misterio podemos conocer a Jesús. Y no hay que tener miedo de entrar en el misterio de Jesús, volvió a alentar, el Papa, recordando el significado y la importancia de «rezar, celebrar e imitar, para encontrar el camino e ir a la verdad y a la vida»:
«Podemos, hoy, durante este día, pensar en cómo va la puerta de la oración en mi vida: ¡pero la oración del corazón no es la del papagayo! La oración del corazón ¿cómo va? ¿Cómo va la celebración cristiana en mi vida? Y ¿cómo va la imitación de Jesús en mi vida? ¿Cómo debo imitarlo? ¿Verdad que no lo recuerdas? ¡Porque el libro del Evangelio está lleno de polvo, porque nunca se abre! ¡Agarra el libro del Evangelio, ábrelo y encontrarás cómo imitar a Jesús! ¡Pensemos en estas tres puertas, en cómo están en nuestra vida y nos hará bien a todos!».
(CdM – R