"El peregrino" ya es cardenal. El Papa Francisco acaba de imponer la birreta y el anillo al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en una abarrotada basílica de San Pedro. El prelado, sin lugar a dudas el hombre del Papa en España, recibió la púrpura arrodillado a los pies del pontífice, quien le pidió, como al resto, cuatro grandes mandatos: "Amad, haced el bien, bendecid, orad". Le ha sido concedida la parroquia de Santa María del Trastevere.
"Yo, Carlos Osoro, cardenal de la Santa Iglesia de Roma, prometo y juro ser leal a partir de hoy y para siempre, mientras viva, a Cristo y a su Evangelio, ser obediente constantemente a la Santa Iglesia Apostólica Romana, a Pedro bendito en la persona del Supremo Pontífice Francisco y de sus sucesores elegidos canónicamente; mantener siempre la comunión con la Iglesia católica, de palabra y de hecho; no revelar a nadie lo que se me confíe en secreto, no divulgar lo que podría perjudicar o deshonrar a la Santa Iglesia; llevar a cabo aquellas tareas a las que soy llamado por mi servicio a la Iglesia con gran diligencia y lealtad, según las normas de la ley. Así que ayúdame Dios Todopoderoso", fue el juramento del nuevo cardenal de Madrid, visiblemente emocionado, al recibir el abrazo de Bergoglio. Osoro portaba el roquete que perteneció al cardenal Tarancón, en un gesto histórico.
Tras la procesión inicial, el Papa se detuvo en oración a los pies de la tumba de San Pedro. Estuvo Francisco cerca de tropezar con sus faldas al subir al altar de san Pedro, pero todo transcurrió según lo previsto, y pocos minutos antes de las once de la mañana comenzaba la ceremonia. Todo el colegio cardenalicio, y cientos de obispos, se encontraban en la basílica para acompañar a los nuevos miembros de los príncipes de la Iglesia.
El primero de los cardenales, Mario Zenari, nuncio en Siria, en nombre de todos, dirigió a todos un saludo de agradecimiento al Papa por su "renovado empeño en la misericordia" desde la apertura de la Puerta Santa de Bangui. "una Iglesia en salida que va a las periferias existenciales a llevar con coraje a todos los rincones de la Iglesia la luz de la fe".
Tuvo un recuerdo a los mártires cristianos, "más numerosos hoy que al inicio del Cristianismo". La "púrpura del martirio", la "Iglesia del buen samaritano" frente a un mundo que deja morir y sufrir a niños, pobres y ancianos por la guerra, los conflictos y la cultura del descarte. "En usted vemos la incansable obra, el llamado por la reconciliación y la paz, la aceptacion de los refugiados y el desrarollo integral de los pueblos", señaló el neocardenal Zenari.
Al finalizar la ceremonia, el Papa y nos nuevos cardenales salieron en dos minibuses hasta el monasterio Mater Ecclesia para visitar al papa emérito Benedicto XVI, según informó la oficina de prensa de la Santa Sede.
"Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso", narra el Evangelio de Lucas, elegido personalmente por el Papa. "El relato del Evangelio es el llamado discurso de la llanura", comenzó Francisco. "tras la institución de los 12, Jesús bajo con sus discípulos junto a una multitud", que estaba atormentada.
La elección, en vez de mantenerlos en lo alto del monte, les lleva al corazón de la multitud, en medio de los tormentos... de este modo el Señor nos dice que la cúspide se encuentra en una mirada, en una llamada. "Sean misericordiosos como nuestro Padre es misricordioso"
Y Francisco les pidió cuatro mandatos: "Son cuatro acciones que darán forma el camino del discípulo: Amad, haced el bien, bendecid, orad", frente al virus de la polarización y "la patología de la indiferencia". "Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos", lamentó Francisco.
"Amen, hagan el bien, bendigan y rueguen. Creo que en estos aspectos todos podemos coincidir y hasta nos resultan razonables. Son cuatro acciones que fácilmente realizamos con nuestros amigos", apuntó el Papa. "el problema surge cuando Jesús nos presenta los destinarios de estas acciones, y en esto es muy claro, no anda con vueltas ni eufemismos: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman". Un gran desafío que el propio Papa está sufriendo en carne propia.
"Y estas no son acciones que surgen espontáneas con quien está delante de nosotros como un adversario, como un enemigo. Frente a ellos, nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos", reconoció Francisco. Sin embargo, "Jesús nos dice que al enemigo, al que te odia, al que te maldice o difama: ámalo, hazle el bien, bendícelo y ruega por él".
"El enemigo es alguien a quien debo amar. En el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima. El amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado", recordó Bergoglio, quien afirmó que "nuestro Padre no espera a amar al mundo cuando seamos buenos, no espera a amarnos cuando seamos menos injustos o perfectos;nos ama porque eligió amarnos, nos ama porque nos ha dado el estatuto de hijos. Nos ha amado incluso cuando éramos enemigos suyos".
Un amor incondicional frente a las tentaciones de "juzgar, dividir, oponer y condenar". Porque "ninguna mano sucia puede impedir que Dios ponga en esa mano la Vida que quiere regalarnos". Y más en una época como la actual, marcada por "fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial", donde "la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos".
"Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por..."
"Cuántas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia. Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros", apuntó el Papa.
"Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros. El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar", denunció Bergoglio. Quien tenga oídos, que oiga. Y confrontó esta realidad con "la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio. Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas".
Finalmente, Francisco pidió a los nuevos cardenales "bajar del monte" para "anunciar el Evangelio de la Misericordia". Pues "Jesús nos sigue llamando y enviando al «llano» de nuestros pueblos, nos sigue invitando a gastar nuestras vidas levantando la esperanza de nuestra gente, siendo signos de reconciliación. Como Iglesia, seguimos siendo invitados a abrir nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad".
"Querido hermano neo Cardenal, el camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada. En la entrega silenciosa y cotidiana de lo que somos. Nuestra cumbre es esta calidad del amor; nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de perdón y reconciliación", concluyó el Pontífice.