viernes, 13 de septiembre de 2013

Papa Francisco: Tocar las llagas de Jesús

Es necesario salir de nosotros mismos e ir por el camino del hombre para descubrir que las llagas de Jesús son todavía hoy visibles en el cuerpo de los hermanos que tienen hambre, sed, que están desnudos, humillados, esclavizados, que se encuentran en la cárcel y en el hospital. Tocando estas llagas, acariciándolas, es posible «adorar al Dios vivo en medio de nosotros».

La celebración de la fiesta de santo Tomás apóstol ofreció al Papa Francisco la ocasión de volver al concepto que le es de especial interés: poner las manos en la carne de Jesús. El gesto de Tomás que mete el dedo en las llagas de Jesús resucitado fue el tema central de la homilía de la misa del miércoles 3 de julio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.

El Santo Padre mencionó las actitudes de los discípulos «cuando Jesús, después de la resurrección, se dejó ver»: algunos estaban felices, otros dudosos. Tomás se mostró incrédulo. «El Señor —dijo el Papa— sabe cuándo y por qué hace las cosas. A cada uno da el tiempo que Él cree más oportuno». A Tomás le concedió ocho días. «¡Era un testarudo! Pero el Señor —comentó— quiso precisamente a un testarudo para hacernos entender algo más grande. Tomás, al ver al Señor, no dijo: “Es verdad, el Señor resucitó”. No. Fue más allá, y dijo: “Señor mío y Dios mío”. Es el primero de los discípulos en confesar la divinidad de Cristo tras la resurrección»

De esta confesión —explicó el Obispo de Roma— se comprende cuál era la intención del Señor respecto a Tomás: partiendo de su incredulidad le llevó a afirmar su divinidad. «Y Tomás —dijo el Papa— adora al Hijo de Dios. Pero para adorar, para encontrar a Dios, al Hijo de Dios, tuvo que meter el dedo en las llagas, meter la mano en el costado. Este es el camino». Y se preguntó: «¿Cómo puedo hoy encontrar las llagas de Jesús? Yo no las puedo ver como las vio Tomás. Las llagas de Jesús las encuentro haciendo obras de misericordia. Esas son las llagas de Jesús hoy».

No es suficiente —añadió el Papa— constituir «una fundación para ayudar a todos», sería sólo un comportamiento filantrópico. En cambio —dijo— «debemos tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús. Debemos sanar las llagas de Jesús con ternura». «Lo que Jesús nos pide hacer con nuestras obras de misericordia —concluyó el Pontífice— es lo que Tomás había pedido: entrar en las llagas».

Amad a vuestros enemigos


En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos. «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá». San Lucas 6, 27- 38


Y, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. 

¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? Ésa es su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor», dice el Salmo. [...] 

El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. 
Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre. (S.S. Francisco, 17 de marzo de 2013)..