No lo tenía fácil un papa llegado a Roma sin hablar alemán y viniendo de tierras del sur ¡Cómo si
de esos lugares, tipo Nazaret, pudiera salir algo bueno! Si además se traía en
la maleta nuevas ideas como la austeridad, el olor a oveja, la
inspección del banco vaticano, lavar los pies a mujeres el jueves santo,
atención preferente a los pobres, trasladarse a vivir a la casa Santa Marta en
lugar de las estancias pontificias... las cosas se complicaban pues añadía
enemigos a la ya larga lista inicial.
Pero no parece que al Papa le importa el qué dirán porque está convencido de la misión
que Dios le ha encomendado. Por eso se atrevió a convocar un sínodo sobre la
familia en el que se vio que no se ponían de acuerdo los padres sinodales pues
partían de visiones opuestas, difícilmente reconciliables. Y recientemente ha
escrito una exhortación apostólica, Amoris Laetitia, como conclusión a aquellos
debates a los que añade su comprensión del tema. ¡Se ha metido a teólogo quien
sólo fue pastor! le achacan sus detractores mientras que los aperturistas se
quejan de que se ha quedado corto.
¿Cuál es mi primera impresión como mujer católica
casada? Necesitaría muchas semanas para analizar un texto largo y
sembrado de citas bíblicas, de teólogos, de escritos papales, especialmente de
los dos anteriores posiblemente un brindis a sus seguidores que me parece que
son los que más se oponen a su pontificado, y suyas propias. El tema es complejo porque
la familia se ha desgajado en muchos modelos distintos para los que hay que
buscar respuestas con imaginación y valentía.
Quiero ser positiva porque me agradan la exhortación y Bergoglio.
Me gustan todas sus declaraciones del sexo como gozo y su lenguaje sobre el
afecto y la ternura. Me gusta el desarrollo que hace de la 1 Cor 13, 4-7 que es
la carta de Pablo que se lee en los matrimonios. Me gusta la buena voluntad que
desarrolla toda la exhortación, tratando de encajar al diferente al que no
condena. Me gusta el intento de particularizar cada caso concreto. Me gusta la
música de fondo en la que la palabra amor es recurrente.
Me gusta la imagen de madre que
da a la Iglesia, muy distinta de la madrasta con la que hemos convivido.
La Civilta Cattolica decía a mediados del siglo
XIX, que a raíz de la Revolución Francesa, la Iglesia se había feminizado
(desconozco si lo declaraba con disgusto o con gozo). Este proceso que continuó
en el tiempo es el que ha permitido que la teología de este último texto papal
se vea presidida por el corazón, theologia cordis, y que llevó a proclamar
doctora de la Iglesia a una jovencita ignorante, Teresa de Lisieux. Pues el
conocimiento del derecho canónico, de la teología tridentina, de la
hermeneútica bíblica, de los escritos papales... desaparecen ante los impulsos
cardiacos de una persona que quiere seguir al Maestro. Al fin y al
cabo, al atardecer de nuestra vida, sólo nos juzgarán por el amor que
es la ruta lo que nos propone Francisco.
Faltarán otros muchos textos pontificios que finalmente equiparen
hombre y mujer en la Iglesia, que acepten nuevas formas de convivencia, que
dejen a la conciencia de los laicos la forma de sus familias (como ha sucedido
con el tema tabú de la paternidad responsable), que acepten la ideología de
género que se ha impuesto en la sociedad... pero tenemos que darle las gracias
a este Papa por abrir la caja de Pandora, de la que no han salido truenos sino perfumes de misericordia, y poner un rumbo distinto a
la Iglesia. En su nave eclesial hay sitio para todos los que quieran subir pues
no se condena a nadie ni se declaran personas non gratas.
Podemos y debemos remar juntos sin miedo con el Papa, aguas adentro, por mares
desconocidos en los que siempre encontraremos familias con situaciones nuevas
para las que hay que ofrecer soluciones.
(Isabel Gómez Acebo)