jueves, 24 de agosto de 2017

Viaje del Papa a Colombia: vigilia de oración el 5 de septiembre


 La Coferencia Episcopal de Colombia, invitó para el 5 e septiembre próximo, víspera de la llegada del Santo Padre a Colombia, a una vigilia de oración “con el objetivo de pedir a Dios sus gracias para que a través del papa Francisco cada colombiano reciba y confirme la fe, la unidad y el amor”.
Este día todas las parroquias, hogares, casas religiosas, seminarios y movimientos laicales del país podrán organizar sus actividades meditando además sobre los temas que el Papa tratará en las cuatro ciudades: “La familia artesana de la paz y defensora de la vida”, “la familia, escuela de reconciliación”, “la familia, semillero de vocaciones” y “la familia, defensora de la dignidad y los derechos humanos”.
De otro lado, el viaje apostólico programado del 6 al 11 de septiembre próximo, cuenta con un equipo médico de emergencia a dirigido por el Dr. Francisco Holguín, jefe de urgencias de la Fundación Santa Fe y de otros tres médicos.
Lo indicó hoy Radio Caracol, precisando que además se pondrá a disposición la infraestructura de la clínica en caso de que el pontífice o alguien de su comitiva lo necesite.
El doctor Francisco Holguín declaró: “Hemos tenido experiencia de organizar varias atenciones a dignatarios”. De acuerdo a la información, el médico aún no ha recibido la historia clínica de papa Francisco, si bien en breve conocerá a los médicos que acompañan al Pontífice.
Además, unas 2.500 personas integran el plan de salud en Bogotá que se activará por visita papal. Dos ambulancias acompañarán al Pontífice y en los lugares donde se realizarán los diversos actos habrán brigadas para atender las emergencias que se presenten.
(ZENIT – Roma, 23 Ago. 2017)

Fr. Consolmagno: “El eclipse es una experiencia genial”


 El eclipse solar total es “una gran experiencia común y genial”, asegura el director del Observatorio del Vaticano, el jesuita Guy Consolmagno. Él evoca en estos términos el evento astronómico que fue visible desde los Estados Unidos el 21 de agosto de 2017.
El astrónomo estadounidense vio el eclipse desde Hopkinsville, Kentucky. En una entrevista publicada el 18 de agosto por la revista TIME, destaca su dimensión espiritual: “Nos recuerda la inmensa belleza del universo que va más allá de nuestras preocupaciones insignificantes. Nos saca de nosotros mismos y nos recuerda que somos parte de un universo hermoso y glorioso”.
“Dios podría haber hecho el universo de manera diferente”, dice Consolmagno, entretanto asegura que Dios ha elegido crear un universo que sea racional para que podamos predecir estos eclipses con enorme precisión y al mismo tiempo que sean hermosos… de modo que además de la alegría por nuestros cálculos justos, hay alegría al ver la belleza “.

A quienes buscan el “sentido” del universo, el jesuita indica que “el sentido no es una respuesta a una pregunta”. Sino que “el sentido es buscar mejores preguntas. Hay tantas maneras diferentes de acercarse a la vida …. Comenzando con la propia tradición y preguntándose qué preguntas evoca en uno. Y meditando estas preguntas en el corazón”. En la Anunciación, recuerda Consolmagno, “María no escribió un libro de cristología. Ella meditaba en su corazón. Sucede que no nos tomamos el tiempo para reflexionar”.

El director de Observatorio vaticano, no invita a consideraciones científicas, sino más bien a “apreciar” el momento, y dice: “La gran ventaja de un eclipse es que todos pueden verlo. Uno no necesita un telescopio o una instrucción, uno no necesita una explicación. Todos los que están allí bajo la sombra de la luna experimentan el eclipse. Todos estamos bajo el mismo cielo”.
“Sentimos esto, seamos de derecha o los de izquierda, independientemente de quien hemos votado o al tipo de música que escuchamos”. El eclipse es “una gran experiencia común por la cual nadie paga y de la cual nadie puede apropiarse”. El hermano Consolmagno señaló que uno puede beneficiarse de esta experiencia incluso si las condiciones meteorológicas no son óptimas.
Evoca en este sentido el último eclipse total que observó, hace 18 años, cubierto por las nubes y la lluvia: “No vi el lado espectacular, pero de todos modos era un evento memorable. La sensación de oscuridad, frialdad, las reacciones de los pájaros y otros animales que de repente se confundían pensando que era de noche y el color angustioso de la luz que llegaba a través de las nubes. Todo esto es sin embargo ha sido una experiencia fascinante, incluso si uno no ve el mismo sol. Hay que apreciar todo este tipo de experiencias … uno puede sentir la diferencia de temperatura … y los animales o los pájaros”.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 24 Ago. 2017)

24 de agosto: san Bartolomé, Apóstol


Con absoluta certeza solo sabemos su nombre; casi podríamos decir que es un Apóstol desconocido a causa de los poquísimos datos evangélicos que tenemos de él.
Aparece mencionado en las cuatro «listas» de Apóstoles, tanto la de los Hechos como en las de los Sinópticos. San Juan, que no pone en su Evangelio ninguna lista de Apóstoles, no lo nombra en su producción literaria sagrada.
Pero a partir de los datos neo-testamentarios, los estudiosos antiguos tomaron pistas para esclarecer más su personalidad y llegaron a conclusiones, generalmente bien aceptadas por la crítica moderna, inclinándose a identificarlo con otro personaje que está presente en el Evangelio y que se llama Natanael. Verás.
Natanael sí que es colocado por Juan dentro del círculo de los más íntimos de Jesús y esto ya es un buen indicio. Como es amigo de Felipe, este le habló de Jesús afirmando su mesianidad y recibiendo por parte de Natanael respuesta un tanto despreciativa por ser Cristo de Nazaret y de allí «nunca salió nada bueno»; pero Felipe tendrá el gesto de facilitarle una entrevista con Jesús y se lo presentará; el Señor, nada más verlo, hace de él un elogio: «este es un israelita en el que no hay engaño». El encomio es tan significativo que daría la sensación al lector cristiano para el que Juan escribe su Evangelio de quedarse incompleto y extraño de no tener ninguna respuesta posterior (parece como si la respuesta digna esperada fuera el llegar a ser incluido en el grupo apostólico); el relato joánico terminará con una explícita y rotunda confesión de fe de Natanael, cuando el Señor le diga –misteriosamente para nosotros– que le vio «cuando estaba debajo de la higuera». Además, esta escena sucede solo tres días antes del primer milagro de Jesús en las bodas de Caná de Galilea, realizado con la consecuencia de un fortalecimiento de la fe de sus discípulos en Él y, casualmente, Natanael es natural de Caná.
La segunda vez que Juan mencionará a Natanael será en el episodio post-pascual de la pesca milagrosa que tuvo lugar en el lago Tiberíades, como discípulo presente, testigo de Jesús resucitado, que es condición indispensable para pertenecer al grupo de los Apóstoles.
Así que Juan habla de un Natanael incluido dentro de los íntimos de Jesús y en la privilegiada situación cuyos indicios llevan a poder considerarlo Apóstol, pero que no se menciona en las «listas». Y los otros lugares neo-testamentarios incluyen en las «listas» un Bartolomé, ciertamente Apóstol, del que Juan no habla.
Si a esto se añade que Bartolomé es un nombre patronímico –como Barjona, Barrabás o Barjesú– que quiere decir hijo de Tholmaí –nombre que aparece en otros lugares de la Biblia, empleado por Josefo en la forma griega como Tholomaios– y que en las «listas» de los Apóstoles de Hechos y Sinópticos sale siempre emparejado Felipe con Bartolomé, se puede llegar bien y sin forzar los textos de que Bartolomé y Natanael son la misma persona con dos nombres distintos: un patronímico (Bartolomé –hijo de, Tholmaí–) y otro propio (Natanael –don de Dios–), como sucede de modo innegable con el nombre propio Simón que también es denominado con el patronímico Barjona o hijo de Jonás.
Y ya no se sabe más; solo que era un alma noble, sin dobleces ni recovecos y lo común con los demás Apóstoles, después del acontecimiento de Pentecostés en el que estuvo presente: el trajín por los pueblos y campos acompañando a Jesús; la existencia pobre –a expensas de las limosnas que les daban–, pero que bien valía la pena disfrutar con tal de quedarse boquiabiertos por lo que enseñaba aquel rabí joven que les enseñaba el valor del sufrimiento que no entendían; quisquillosos entre ellos porque les gustaba figurar; conscientes de sus limitaciones que les llevaron tantas veces a tener que pedir explicación a las parábolas y a que les enseñara a rezar. A pesar de todo, Él los hizo depositarios del poder de Dios para extender el Reino.
Para más detalle de su vida y muerte es preciso recurrir a la leyenda y fábula que la hay abundante en la literatura apócrifa. Las Actas de Felipe lo sitúan predicando en Licaonia y Frigia, El martirio de San Bartolomé en el Ponto y el Bósforo, Eusebio dice que evangelizó la India y otras leyendas más seguras dicen que fue por las tierras de Mesopotamia, Persia y Armenia donde murió degollado –quizá por eso sea patrono de carniceros y curtidores– y decapitado luego por el rey en un acceso de ira, después de haber convertido a la fe cristiana y bautizado a la hermana regia.
De ahí sacó motivo la iconografía para presentarlo con pellejo al hombro y cuchillo en la mano, símbolo de su martirio, dejando ver al demonio encadenado –en señal de dominio sobre él– que engañaba a la pobre gente cuando hacía hablar al ídolo Astaroth.
Para sus reliquias también existen caminos a gusto de todos, aunque nada fiables. Unas leyendas dicen que su cuerpo fue arrojado al mar, otros afirman que se trasladó a Mesopotamia, Gregorio de Tours comenta que sus restos llegaron milagrosamente a la isla de Lípari de donde se trasladaron en el 808 a Benevento por temor a los sarracenos. En el año 1000 llegaron a Roma y se pusieron en la isla Tiberina, en la iglesia de San Adalberto, que cambió el nombre por la de San Bartolomé.
Archimadrid.org

El Gobierno incluirá un censo de imanes y sacerdotes en el Registro de Entidades Religiosas


Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 45-51
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dijo:
«Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».
Natanael le replicó:
«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».
Felipe le contestó:
«Ven y verás».
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió:
-«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó:
« ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.