"El Señor no soporta a los hipócritas, los comediantes de la fe, los
acusadores, los jueces"
"Acusadores e hipócritas niegan a Dios, es decir, su
(RV).- Mañana el Papa
Francisco y la Curia Romana concluirán los Ejercicios Espirituales en
Preparación a la Pascua que están realizando desde la tarde del IV Domingo de
Cuaresma en la Casa del Divino Maestro de la localidad de
Ariccia,bajo la guía de las meditaciones, este año, del padre Ermes
Ronchi de la Orden de los Siervos de María, quien ha propuesto el tema general
de "las preguntas desnudas del Evangelio".
El predicador ofrecerá el
viernes su conclusión sobre la pregunta propuesta en el Evangelio de San Lucas,
a saber: "María dijo al ángel: ¿Cómo sucederá esto?" (Lc, 1, 34).
Mientras las meditaciones de este jueves se basan en el Evangelio de San Juan,
de donde se han extrapolado las preguntas: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A
quién buscas?" (Jn 20, 15), y "Simón, hijo de Juan, ‘¿me amas?",
(Jn 21, 16).
En cambio en su séptima predicación el tema propuesto
fue: "Entonces Jesús se levantó y dijo: mujer, ¿dónde están tus
acusadores? ¿Alguien te ha condenado?" (Jn 8, 10), según se lee en el
Evangelio de Juan, de donde se deduce que el perdón de Dios es un "amor auténtico" que invita al hombre a llegar a ser lo
mejor de sí mismo. Con el pasaje de la adúltera a quien Jesús
perdona, el Padre Ronchi destacó el fundamento de la misericordia divina y
explicó que acusadores e hipócritas niegan a Dios, es
decir, su misericordia.
Además, el predicador subrayó que a quien le gusta
acusar, embriagándose con los defectos de los demás, cree que salva la verdad
lapidando a quienes se equivocan. Pero de este modo - dijo - nacen las guerras.
Se generan conflictos "entre las naciones, pero también en las
instituciones eclesiales, en los conventos y en las oficinas", donde las reglas, las constituciones y los decretos se convierten en
piedras con las que "lapidar a alguien".
El pasaje evangélico de la adúltera durante siglos ha
sido ignorado por las comunidades cristianas porque "la misericordia de Dios escandalizaba". El nombre
de la mujer adúltera no es revelado - añadió el predicador - porque
"representa a todos", es aplastada por el poder de muerte que
expresan la opresión de los hombres sobre las mujeres.
Los fariseos de todas las
épocas colocan el pecado "en el centro de la relación con Dios", pero
"la Biblia no es un ídolo o un tótem": exige "inteligencia y
corazón". Los poderes que no dudan en usar a una vida humana y a la
religión "ponen a Dios contra el hombre". Y ésta es "la tragedia
del integrismo religioso":
"El Señor no soporta a
los hipócritas, los que llevan máscaras, los que tienen un corazón doble, los
comediantes de la fe y no soporta a los acusadores y a los jueces".
El genio del cristianismo está, en cambio, en el
abrazo entre Dios y el hombre. "Ya no se oponen", "materia y
espíritu se abrazan". La enfermedad que Jesús más teme y combate es "el corazón de piedra" de los hipócritas: "violar
a un cuerpo, culpable o inocente, con las piedras o con el poder, es la
negación de Dios que vive en esa persona".
El juicio contra la adúltera se convirtió en "un bumerang contra la hipocresía de los jueces".
"Nadie puede tirar la piedra, iría contra sí mismo". Donde hay
misericordia - escribía San Ambrosio - allí está Dios; donde hay rigor y
severidad quizá estén los ministros de Dios, pero Dios no está ahí".
Jesús se levanta ante la
adúltera, "como se levanta ante una persona esperada e importante".
Se levanta para estarle cerca y le habla. Nadie le había hablado antes.
"Su historia, su íntimo tormento no interesaban". En cambio Jesús toma
lo íntimo de su alma. "La fragilidad es maestra de humanidad":
"Es la atención por los frágiles,
es la atención por los últimos, por los que están enfermos y la atención a las
piedras descartadas lo que indica el grado de civilización de un pueblo y no
las proezas de los fuertes y de los poderosos".
A Jesús no le interesa el remordimiento, sino la
sinceridad del corazón. Su perdón es "sin
condiciones, sin cláusulas, sin contrapartidas". Jesús se pone
a sí mismo en el lugar de todos los condenados, de todos los pecadores. Rompe
la "cadena maléfica" ligada a la idea de "un Dios que condena y
al que le gusta la venganza, justificando la violencia".
El núcleo del relato no es el pecado que hay que
condenar o perdonar. En el centro no esté el mal, sino "un Dios más grande que nuestro corazón" que
no vuelve banal la culpa, sino que hace que el hombre vuelva a partir desde
donde se ha detenido. Abre senderos, vuelve a ponerlo sobre el camino justo, lo
ayuda a dar un paso hacia adelante, "le abre las puertas de par en par
hacia el futuro".
Jesús realiza "una revolución radical" sobrecogiendo el orden tradicional y el eje
vertical que tiene por encima de todo a "un Dios juez y punitivo".
"Un Dios desnudo, en la cruz, que perdona, será el gesto impresionante y
necesario para apagar la mecha de las infinitas bombas sobre las cuales está
sentada la humanidad".
"No el Dios
Omnipotente, sino el Padre amante de todo. Ya no el dedo apuntado, sino aquel
que escribe sobre la piedra del corazón: yo te amo".
"Vete y de ahora en
adelante no peques más". Son las palabras que bastan para cambiar una
vida. Lo que está detrás ya no importa. Es el futuro lo que cuenta ahora.
"El posible bien del mañana cuenta más que el mal de ayer". Dios
perdona "no como un desmemoriado, sino como un liberador". El perdón
no es buena fe, "sino volver a poner en camino a una vida".
Tantas personas viven "como
en una cadena perpetua interior", aplastadas por los
sentimientos de culpa a causa de los errores del pasado. Pero "Jesús abre
las puertas de nuestras prisiones, desmonta los patíbulos sobre los cuales con
frecuencias nos arrastramos nosotros mismos y arrastramos a los demás".
"Jesús sabe que el hombre no equivale a su pecado". Al Señor no le
interesa el pasado. "Es el Dios del futuro".
Las palabras de Jesús y sus gestos rompen el esquema
buenos-malos, culpables-inocentes. Jesús, con la misericordia "nos conduce
más allá de las empalizadas de la ética". Al ojo que ve el pecado -
concluyó diciendo el padre Ermes Ronchi - "se le pide que vea el sol:
"la luz es más importante que la oscuridad", "el trigo vale más que la cizaña", "el bien pesa más que
el mal".