lunes, 30 de octubre de 2017

Francisco defiende «una Europa unida»


La paz sigue siendo en Europa «un bien frágil», amenazado por «las lógicas particulares y nacionales», advierte el Papa
«No es este el tiempo de construir trincheras, sino el de tener la valentía de trabajar para perseguir plenamente el sueño de los Padres fundadores de una Europa unida y concorde, comunidad de pueblos que desean compartir un destino de desarrollo y de paz», dijo el Papa este sábado al dirigir un discurso a los participantes en un seminario celebrado en el Vaticano sobre la contribución del cristianismo a la Unión Europea que ha unido a eclesiásticos con líderes políticos, académicos y representantes de la sociedad civil.
El Papa resaltó que, pese a los grandes logros en el Viejo Continente tras la II Guerra Mundial, no es posible dar la paz por garantizada, amenazada particularmente por los nacionalismos. «Todavía hoy vemos cómo la paz es un bien frágil y las lógicas particulares y nacionales corren el riesgo de frustrar los sueños valientes de los fundadores de Europa», dijo.
«La Unión Europea –según el Pontífice– mantendrá fidelidad a su compromiso de paz en la medida en que no pierda la esperanza y sepa renovarse para responder a las necesidades y a las expectativas de los propios ciudadanos». Para eso hace falta que toda Europa, «desde el Atlántico hasta los Urales, desde el Polo Norte hasta el Mar Mediterráneo», sea un lugar de diálogo, sincero y constructivo en el que todos los protagonistas tienen la misma dignidad. «Estamos llamados a construir una Europa en la que podamos encontrarnos y confrontarnos a todos los niveles», dijo el Papa.
Con respecto a la contribución de los cristianos, en un tiempo en que  muchos perciben el cristianismo «como un elemento del pasado, lejano y ajeno», Francisco considera que, su deber es «dar nuevamente alma a Europa, a despertar la conciencia, no para ocupar los espacios, sino para animar procesos que generen nuevos dinamismos en la sociedad».
Lo primero es personalizar la realidad europea frente a la tendencia actual a reducirlo todo «a una discusión de cifras». «No hay ciudadanos, hay votos. No hay emigrantes, hay cuotas. No hay trabajadores, hay indicadores económicos. No hay pobres, hay umbrales de pobreza», lamentó el Pontífice. «Lo concreto de la persona humana se ha reducido así a un principio abstracto, más cómodo y tranquilizador. Se entiende la razón: las personas tienen rostros, nos obligan a asumir una responsabilidad real y personal; las cifras tienen que ver con razonamientos, también útiles e importantes, pero permanecerán siempre sin alma. Nos ofrecen excusas para no comprometernos, porque nunca nos llegan a tocar en la propia carne».
Y «la segunda contribución que los cristianos pueden aportar al futuro de Europa es el descubrimiento del sentido de pertenencia a una comunidad», añadió el Papa, quien abogó por una Europa «inclusiva», lo cual –subrayó– «no es sinónimo de aplastamiento indiferenciado. Al contrario, se es auténticamente inclusivos cuando se saben valorar las diferencias, asumiéndolas como patrimonio común y enriquecedor».
Tuvo también el Papa palabras sobre el paro juvenil, una de sus constantes preocupaciones, y sobre los migrantes y refugiados, frente a las que pidió «tener un corazón abierto» para integrarlas plenamente «a nivel social, económico y político». «No se puede pensar que el fenómeno migratorio sea un proceso indiscriminado y sin reglas –añadió–, pero no se pueden tampoco levantar muros de indiferencia o de miedo».
«Por su parte, los mismos emigrantes no deben olvidar el compromiso importante de conocer, respetar y también asimilar la cultura y las tradiciones de la nación que los acoge».
Agencias/Alfa y Omega

Padrinos de bautismo


De repente nos damos cuenta de que no encontramos el expediente para un bautizo. Y eso que los padres habían acudido a las sesiones de catequesis para prepararlo. Cojo el teléfono y los llamo. No responden. A los cinco minutos me devuelven la llamada. Que lo tienen todo ellos, que sí se lo habíamos dado y explicado todo, que pensaban tráelo el día del bautizo (esto ocurre un domingo y el bautizo es el sábado siguiente). Les digo que es importante revisarlo y que lo necesitamos en la parroquia. «¡Ahora voy, en diez minutos estoy allí!» Viene ella sola con el bebé. Sonrisa nerviosa, muy nerviosa.
Me entrega un montón de papeles desordenados. Falta parte de la información. Los datos de la madrina están en flamenco, pues es belga. «Yo te lo explico». Le contesto que no hace falta: he viajado mucho por Bélgica y leo lo suficiente para entender que allí no pone lo que ella me dice; me está entregando documentos del Registro Civil, papeles de relleno. El padrino no está confirmado; tampoco trae la partida de Bautismo, aunque sí un papelín que dice cuándo y dónde fue bautizado. «¿No vale con que uno de los dos esté confirmado?». O sea, que la cosa es valer.
Comienza a sincerarse. El padrino convive con su novia; «¡son muy buena gente!». Le contesto que nadie dice lo contrario. Y la madrina, la belga, «bueno, tampoco está casada, aunque piensan hacerlo pronto… además está embarazadísima». Le recuerdo que nadie está juzgando nada. También le recuerdo cuáles son los requisitos y que no parece que cumplan lo de no encontrarse en situación irregular pública y estable. Silencio. Cojo el ritual del Bautismo de niños. Voy a donde dice que los padres se obligan a educar a su hijo en la fe para que, guardando los mandamientos de Dios, ame al Señor y al prójimo «como Cristo enseña en el Evangelio». Le muestro que inmediatamente después se pregunta a los padrinos si están dispuestos a ayudar a sus padres en esa tarea. Los verbos utilizados son obligar y ayudar.
La idea era aguardar al sábado y «a ver si, con toda la familia allí, nos ponen alguna pega». No solo es cuestión de buscar nuevos padrinos. Queda mucho trabajo por delante.
Jaime Noguera (@noguera_jaime)
Diácono permanente
Alfa y Omega

El Papa en el Ángelus: “El sueño de Dios para el hombre es hacerlo partícipe de su vida de Amor”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo la liturgia nos presenta un pasaje evangélico breve, pero muy importante (Cfr. Mt 22,34-40). El evangelista Mateo narra que los fariseos se reunieron para poner a prueba a Jesús. Uno de ellos, un doctor de la Ley, le dirige esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» (v. 36). Es una pregunta insidiosa, porque en la Ley de Moisés son mencionados más de seiscientos preceptos. ¿Cómo distinguir, entre todos estos, el mandamiento más grande? Pero Jesús no tiene duda alguna y responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu». Y agrega: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (vv. 37.39).
Esta respuesta de Jesús no es presupuesta, porque, entre los múltiples preceptos de la ley hebrea, los más importantes eran los diez Mandamientos, comunicados directamente por Dios a Moisés, como condición del pacto de alianza con el pueblo. Pero Jesús quiere hacer entender que sin el amor por Dios y por el prójimo no existe verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor. Tú puedes hacer tantas cosas buenas, cumplir tantos preceptos, tantas cosas buenas, pero si tú no tienes amor, esto no sirve.
Lo confirma otro texto del Libro del Éxodo, llamado “código de la alianza”, donde se dice que no se puede estar en la Alianza con el Señor y maltratar a quienes gozan de su protección. ¿Y quiénes son estos que gozan de la protección? Dice la Biblia: la viuda, el huérfano, el migrante, es decir, las personas más solas e indefensas (Cfr. Ex 22,20-21).
Respondiendo a esos fariseos que lo habían interrogado, Jesús trata también de ayudarlos a poner en orden en su religiosidad, para restablecer lo que verdaderamente cuenta y lo que es menos importante. Dice: «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40). Son los más importantes, y los demás dependen de estos dos. Y Jesús ha vivido justamente así su vida: predicando y obrando lo que verdaderamente cuenta y es esencial, es decir, el amor. El amor da impulso y fecundidad a la vida y al camino de fe: sin el amor, sea la vida, sea la fe permanecen estériles.
Lo que Jesús propone en esta página evangélica es un ideal estupendo, que corresponde al deseo más auténtico de nuestro corazón. De hecho, nosotros hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es Amor, nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas. Este es el “sueño” de Dios para el hombre. Y para realizarlo tenemos necesidad de su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo. Jesús se ofrece a nosotros en la Eucaristía justamente por esto. En ella nosotros recibimos su Cuerpo y su Sangre, es decir, recibimos a Jesús en la expresión máxima de su amor, cuando Él se ofreció a sí mismo al Padre por nuestra salvación.
La Virgen Santa nos ayude a acoger en nuestra vida el “gran mandamiento” del amor a Dios y al prójimo. De hecho, si incluso lo conocemos desde cuando éramos niños, no terminaremos jamás de convertirnos a ello y de ponerlo en práctica en las diversas situaciones en las cuales nos encontramos.
(Traducción del italiano, Renato Martinez)

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (13,10-17) POR EL PAPA FRANCISCO:



El Evangelio del día muestra a Jesús que cura a una mujer en día sábado, provocando la indignación del jefe de la Sinagoga porque ha sido violada la Ley del Señor. Jesús lo acusa de ser hipócrita, una palabra que “repite tantas veces a los rígidos, a aquellos que tienen una actitud de rigidez en el complimiento de la ley”, que no tienen la libertad de los hijos, “son esclavos de la Ley”. En cambio, “la Ley no ha sido escrita para hacernos esclavos, sino para hacernos libres, para hacernos hijos”. Y añadió que “detrás de la rigidez hay otra cosa, ¡siempre! Y por esto Jesús dice: ¡hipócritas!”:

“Detrás de la rigidez hay algo escondido en la vida de una persona. La rigidez no es un don de Dios. La mansedumbre, sí; la bondad, sí; la benevolencia, sí; el perdón, sí. ¡Pero la rigidez no! Detrás de la rigidez hay siempre algo escondido, en tantos casos una doble vida; pero hay algo también de enfermedad. 

¡Cuánto sufren los rígidos: cuando son sinceros y se dan cuenta de esto, sufren! Porque no logran tener la libertad de los hijos de Dios; no saben cómo se camina en la Ley del Señor y no son felices. ¡Y sufren tanto! Parecen buenos, porque siguen la Ley; pero detrás hay algo que no los hace buenos: o son malos, hipócritas o son enfermos. ¡Sufren!”.

El Santo Padre recordó la parábola del hijo pródigo, según la cual, el hijo mayor – que se había comportado siempre bien – se indigna con su padre porque vuelve a acoger con alegría al hijo menor disoluto, pero que había regresado a la casa arrepentido. Esta actitud hacer ver qué hay detrás de cierta bondad: “la soberbia de creerse justo”:

“Detrás de este hacer bien, hay soberbia. El hijo pródigo sabía que tenía un padre, y en el momento más oscuro de su vida acudió a su padre; en cambio, el hermano sólo veía al padre como el patrón, pero jamás lo había sentido como padre. Era uno rígido: caminaba en la Ley con rigidez. El otro dejó de parte la Ley, se fue sin la Ley, contra la Ley, pero en un determinado momento pensó en el padre y regresó. Y obtuvo el perdón. No es fácil caminar en la Ley del Señor sin caer en la rigidez”.

“Oremos al Señor, oremos por nuestros hermanos y nuestras hermanas que creen que caminar en la Ley del Señor es convertirse en rígidos. Que el Señor les haga sentir a ellos que Él es Padre, y que a Él le agradan la misericordia, la ternura, la bondad, la mansedumbre, la humildad. Y que a todos nos enseñe a caminar en la Ley del Señor con estas actitudes”.

(Homilía en santa Marta el 24-10- 2016)

EVANGELIO DE HOY: TODA LA GENTE SE ALEGRABA DE LOS MILAGROS QUE JESÚS HACÍA




Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. 

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»

Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»

A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

Palabra del Señor