La paz sigue siendo en Europa «un bien frágil», amenazado por «las lógicas particulares y nacionales», advierte el Papa
«No es este el tiempo de construir trincheras, sino el de tener la valentía de trabajar para perseguir plenamente el sueño de los Padres fundadores de una Europa unida y concorde, comunidad de pueblos que desean compartir un destino de desarrollo y de paz», dijo el Papa este sábado al dirigir un discurso a los participantes en un seminario celebrado en el Vaticano sobre la contribución del cristianismo a la Unión Europea que ha unido a eclesiásticos con líderes políticos, académicos y representantes de la sociedad civil.
El Papa resaltó que, pese a los grandes logros en el Viejo Continente tras la II Guerra Mundial, no es posible dar la paz por garantizada, amenazada particularmente por los nacionalismos. «Todavía hoy vemos cómo la paz es un bien frágil y las lógicas particulares y nacionales corren el riesgo de frustrar los sueños valientes de los fundadores de Europa», dijo.
«La Unión Europea –según el Pontífice– mantendrá fidelidad a su compromiso de paz en la medida en que no pierda la esperanza y sepa renovarse para responder a las necesidades y a las expectativas de los propios ciudadanos». Para eso hace falta que toda Europa, «desde el Atlántico hasta los Urales, desde el Polo Norte hasta el Mar Mediterráneo», sea un lugar de diálogo, sincero y constructivo en el que todos los protagonistas tienen la misma dignidad. «Estamos llamados a construir una Europa en la que podamos encontrarnos y confrontarnos a todos los niveles», dijo el Papa.
Con respecto a la contribución de los cristianos, en un tiempo en que muchos perciben el cristianismo «como un elemento del pasado, lejano y ajeno», Francisco considera que, su deber es «dar nuevamente alma a Europa, a despertar la conciencia, no para ocupar los espacios, sino para animar procesos que generen nuevos dinamismos en la sociedad».
Lo primero es personalizar la realidad europea frente a la tendencia actual a reducirlo todo «a una discusión de cifras». «No hay ciudadanos, hay votos. No hay emigrantes, hay cuotas. No hay trabajadores, hay indicadores económicos. No hay pobres, hay umbrales de pobreza», lamentó el Pontífice. «Lo concreto de la persona humana se ha reducido así a un principio abstracto, más cómodo y tranquilizador. Se entiende la razón: las personas tienen rostros, nos obligan a asumir una responsabilidad real y personal; las cifras tienen que ver con razonamientos, también útiles e importantes, pero permanecerán siempre sin alma. Nos ofrecen excusas para no comprometernos, porque nunca nos llegan a tocar en la propia carne».
Y «la segunda contribución que los cristianos pueden aportar al futuro de Europa es el descubrimiento del sentido de pertenencia a una comunidad», añadió el Papa, quien abogó por una Europa «inclusiva», lo cual –subrayó– «no es sinónimo de aplastamiento indiferenciado. Al contrario, se es auténticamente inclusivos cuando se saben valorar las diferencias, asumiéndolas como patrimonio común y enriquecedor».
Tuvo también el Papa palabras sobre el paro juvenil, una de sus constantes preocupaciones, y sobre los migrantes y refugiados, frente a las que pidió «tener un corazón abierto» para integrarlas plenamente «a nivel social, económico y político». «No se puede pensar que el fenómeno migratorio sea un proceso indiscriminado y sin reglas –añadió–, pero no se pueden tampoco levantar muros de indiferencia o de miedo».
«Por su parte, los mismos emigrantes no deben olvidar el compromiso importante de conocer, respetar y también asimilar la cultura y las tradiciones de la nación que los acoge».
Agencias/Alfa y Omega
No hay comentarios:
Publicar un comentario