lunes, 10 de octubre de 2016

Carlos Osoro: "Estoy muy feliz, y con más fuerzas para dar mi vida por la Iglesia y por el Papa"


El anuncio de su nombramento como cardenal de la Iglesia católica cogió a Carlos Osoro en el aeropuerto de Santander, regresando de una celebración familiar. "Había recibido un correo electrónico, pero antes de leerlo me llamó Don Gabino Díaz Merchán para felicitarme... y se me derramó todo el café en la camisa y los pantalones".
El nuevo cardenal español -el cuarto elector, junto a Blázquez, Cañizares y Sistach-, en conversación con RD, se muestra "profundamente feliz por la confianza que el Papa Francisco ha depositado en mí", a la vez que "sorprendido", porque "no me lo esperaba".
"Ahora mismo regreso a Madrid, porque quiero compartir este honor con mi comunidad diocesana", subrayó Osoro, quien apuntó que "me siento honrado, y con más fuerzas para dar todo lo que la Iglesia y el Papa quieran de mí, incluso hasta dar la vida". La birreta cardenalicia, de hecho, significa la total dedicación de un purpurado.
"Estoy muy feliz, no te lo puedo negar", revela, exultante, a esta web, y no deja de enviar un saludo "a los lectores de Religión Digital" para que "recen por este humilde servidor de la Iglesia".
En las últimas semanas, se había adelantado la posibilidad de que el Papa Francisco nombrara cardenales como culmen del Año de la Misericordia, algo que ya anunció en exclusiva RD y que se confirma, con el anuncio de Consistorio el próximo 19 de noviembre, al término del Jubileo.
Si lugar a dudas, Carlos Osoro es el hombre del Papa Francisco en España. "El peregrino", como el mismo Bergoglio lo denominó, es uno de los elegidos por el Santo Padre para construir la "cultura del encuentro" frente a la "cultura de la indiferencia". Nombrado arzobispo de Madrid hace ahora dos años, el nuevo cardenal tendrá, a buen seguro, la responsabilidad de liderar el cambio en la Iglesia española, y en la Conferencia Episcopal, donde desde hace dos años y medio ejerce como vicepresidente.
Pocos dudan que, tras el nombramiento de Osoro, su candidatura a la presidencia de la Conferencia Episcopal está cantada, así como la opción de formar tándem con el otro hombre de Francisco en la Iglesia española, el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. La sintonía entre ambos es clara, así como la conexión de un estilo cercano y amable frente a los ruidos y la imagen de Iglesia oscura y condenatoria de anteriores mandatos al frente de la CEE.
Si Tarancón fue el hombre de Pablo VI en la España franquista, Osoro es el hombre de Francisco para promover su primavera aquí y ahora. La tarea es dura y difícl, y muchos los enemigos, pero Osoro lo tiene claro, porque es posible. Tal y como resaltó en su primera carta a los madrileños: "Hagamos nuestros los sueños de Dios".
Para Osoro, "este nombramiento es una oportunidad para poder seguir trabajando por la causa del Evangelio y de Nuestro Señor Jesucristo. No merece la pena haber prestado mi vida para que el Señor se hciera presente a través de mí, si no es precisamente para que llegue a todos la alegría del Evangelio".

BENDITO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR POR SIEMPRE



Del Salmo 112:

Bendito sea el Nombre del Señor por siempre

Alabad, siervos del Señor,
alabad el Nombre del Señor.
Bendito sea el Nombre del Señor,
ahora y por siempre. 



Bendito sea el Nombre del Señor por siempre

De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el Nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. 



Bendito sea el Nombre del Señor por siempre

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono y se abaja
para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre. 


Bendito sea el Nombre del Señor por siempre

El Papa pide tras el huracán de Haití solidaridad y oración



El santo padre Francisco quiso recordar este domingo antes de rezar la oración del ángelus a las numerosas víctimas que ha causado el huracánMatthews que acaba de devastar Haití y vastas zonas del Caribe y América del Norte, dejando más de mil muertos.
“He sabido con dolor de las graves consecuencias causadas por el huracán que en los días pasados ha golpeado al Caribe, en particular Haití, dejando numerosas víctimas y desplazados, además de ingentes daños materiales” dijo el Papa.
“Les aseguró –aseguró el Santo Padre– mi cercanía a las poblaciones y expreso confianza en el sentimiento de solidaridad de la comunidad internacional, de las instituciones católicas y de las personas de buena voluntad”. Y concluyó invitando a unirse a su oración “por estos hermanos y hermanos tan duramente probados”.
El Papa recordó también que ayer la ciudad española de Oviedo, “fueron proclamados beatos los sacerdotes Juan Fueyo Castañón y tres compañeros laicos. Alabemos al señor por estos héroes testimonios de la fe, que se sumaron a las filas de mártires que ofrecieron su vida en el nombre de Cristo”.
El Santo Padre concluyó sus saludos dirigiendo sus saludos “a todos ustedes, queridos peregrinos que han participado a este Jubileo Mariano. ¡Gracias por vuestra presencia! E invitó a los presentes a repetir las palabras de San Juan Pablo II pronunció el 8 de octubre de 2000 en el acto de afiliación jubilar a María: “Ho madre… queremos confiarte el futuro que nos espera. La humanidad… puede hacer de este mundo un jardín, o reducirlo a un cúmulo de escombros”. Y Francisco añadió: “En esta encrucijada, la Virgen nos ayude a elegir la vida, recibiendo y practicando el Evangelio de Cristo Salvador”.
ZENIT

HISTORIA DE JONÁS Y COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY POR SAN PEDRO CRISÓLOGO:



Queridos amigos, para comprender mejor el Evangelio de hoy, recordamos brevemente la historia de Jonás que podemos leer en la Biblia: 

El Señor ordenó a Jonás que fuera a predicar a Nínive anunciando la destrucción de la ciudad a causa de la maldad de sus habitantes. Pero Jonás, en lugar de hacer lo que el Señor le había mandado, quiso escapar de su presencia y se embarcó en una nave. 

Entonces el Señor desencadenó una tempestad tan grande que el barco estaba a punto de naufragar. Jonás, comprendiendo que era el Señor quien enviaba la tempestad por su culpa, pidió a los marineros que lo arrojasen al mar; así lo hicieron y el mar se calmó.

El Señor hizo que un gran pez se tragara a Jonás, y éste permaneció en el vientre el pez tres días y tres noches, orando. Transcurrido ese tiempo, el pez arrojó a Jonás en tierra. Entonces el profeta partió hacia Nínive. Por su predicación, los ninivitas creyeron en Dios e hicieron penitencia, conviertiéndose de su mala conducta. Así, el Señor perdonó a los ninivitas y no destruyó la ciudad.

Comentario al Evangelio de San Pedro Crisólogo (Del sermón 37):

“Toda la historia de Jonás es como una prefiguración perfecta del Salvador… Jonás descendió a Joppe para subirse a un barco con destino a Tarsis; el Señor descendió del cielo a la tierra, la divinidad hacia la humanidad, el sumo poder descendió hasta nuestra miseria, para embarcarse en el buque de su Iglesia…

Jonás mismo es quien toma la iniciativa de tirarse al mar: “Tómame, dice, échame al mar”; anuncia así la Pasión voluntaria del Señor. Cuando la salvación de una multitud depende de la muerte de uno sólo, esta muerte está en las manos de este hombre que puede libremente retrasarla, o al contrario adelantarla para evitar el peligro. Todo el misterio del Señor está prefigurado aquí. Para Él la muerte no es una necesidad; depende de su libre elección. Escúchalo: “Tengo el poder de entregar mi vida, y tengo el poder de retenerla: no me la quitan” (Jn 10,18)…

He aquí, que sale de las profundidades del mar un monstruo, un gran pez se acerca que tiene que cumplir y manifestar la resurrección del Señor, o mejor dicho, engendrar este misterio. He aquí un monstruo, imagen terrorífica del infierno, que con sus fauces abiertas se lanza sobre el profeta, saborea y asimila el poder de su creador, y devorándolo come su propia incapacidad de engullir ya nunca más a nadie. 

La estancia en sus entrañas prepara la estancia del visitante de arriba: así, lo que había sido causa de desdicha se transforma en embarcación inconcebible de una travesía necesaria, guardando a su pasajero. Y después de tres días lo devuelve a la luz, para darlo a los paganos… 

Este es el signo, el único signo, que Cristo consintió a dar a los escribas y en Fariseos (Mt 12,39), con el fin de darles a entender que la gloria que ellos mismos esperaban de Cristo iba a volverse también hacia los paganos: Los Ninivitas son el símbolo de las naciones que creyeron en Él… ¡Qué felicidad para nosotros, hermanos! Lo que ha sido anunciado y prometido simbólicamente, es en realidad y con toda verdad, lo que veneramos, lo que vemos y poseemos.

Por la maldad de sus enemigos, Cristo fue sumergido en las profundidades del caos del infierno; durante tres días ha recorrido todos sus rincones (1P 3,19) . Y cuando resucitó manifestó la crueldad de sus enemigos, la propia grandeza y su triunfo sobre la muerte.

Será, pues, justo que los habitantes de Nínive se levantaran el día del juicio para condenar a esta generación, porque ellos se convirtieron por la proclamación de un solo profeta naufragado, extranjero, desconocido, mientras que la gente de esta generación, después de tantas obras admirables y prodigios, con todo el esplendor de la resurrección, no llegó a acoger la fe ni se convirtió. Rechazaron creer en el signo mismo de la resurrección”.

EL SIGNO DE JONÁS




Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,29-32):

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y Él se puso a decirles: 

«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. 

Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. 

Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»

Palabra del Señor