El
Papa Francisco está
llamando a la Iglesia a salir de sí misma olvidando miedos e intereses propios,
para ponerse en contacto con la vida real de las gentes y hacer presente el
Evangelio allí donde los hombres y mujeres de hoy sufren y gozan, luchan y
trabajan.
Con su lenguaje inconfundible y sus
palabras vivas y concretas, nos está abriendo los ojos para advertirnos del
riesgo de una Iglesia que se asfixia en una actitud autodefensiva: “cuando la
Iglesia se encierra, se enferma”; “prefiero mil veces una Iglesia accidentada a
una que esté enferma por encerrarse en sí misma”.
La consigna de Francisco es clara: “La
Iglesia ha de salir de sí misma a la periferia, a dar testimonio del Evangelio
y a encontrarse con los demás”. No está pensando en planteamientos teóricos,
sino en pasos muy concretos: “Salgamos de nosotros mismos para encontrarnos con
la pobreza”.
El Papa sabe lo que está diciendo.
Quiere arrastrar a la Iglesia actual hacia una renovación evangélica profunda.
No es fácil. “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos
más seguros, si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que
construimos, programamos y planificamos nuestra vida según nuestros esquemas,
seguridades y gustos”.
Pero Francisco no tiene miedo a la
“novedad de Dios”. En la fiesta de Pentecostés ha formulado a toda la Iglesia
una pregunta decisiva a la que tendremos que ir respondiendo en los próximos
años: “¿Estamos decididos a recorrer caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta
o nos atrincheraremos en estructuras caducas que han perdido la capacidad de
respuesta?
No quiero ocultar mi alegría al ver que
el Papa Francisco nos llama a reavivar en la Iglesia el aliento evangelizador
que Jesús quiso que animara siempre a sus seguidores. El evangelista Lucas nos
recuerda sus consignas. “Poneos en camino”. No hay que esperar a nada.
No hemos de retener a Jesús dentro nuestras parroquias. Hay que darlo a conocer
en la vida.
“No llevéis bolsas, alforjas ni
sandalias de repuesto”. Hay que salir a la vida de manera sencilla y
humilde. Sin privilegios ni estructuras de poder. El Evangelio no se impone por
la fuerza. Se contagia desde la fe en Jesús y la confianza en el Padre.
Cuando entréis en una casa, decid :”Paz
a esta casa”. Esto es lo primero. Dejad a un lado las condenas, curad a los
enfermos, aliviad los sufrimientos que hay en el mundo. Decid a todos que Dios
está cerca y nos quiere ver trabajando por una vida más humana. Esta es la gran
noticia del reino de Dios.
José Antonio Pagola