martes, 4 de abril de 2017

Santa Teresa de Calcuta escribió este vía crucis para jóvenes



Para vivir con mayor intensidad este último viernes de Cuaresma y el Viernes Santo, presentamos las meditaciones del Vía Crucis escritas por Santa Teresa de Calcuta para los jóvenes.
El Vía Crucis fue escrito por la querida religiosa con motivo de la clausura del Congreso Eucarístico Internacional de 1976 en Filadelfia, Estados Unidos.
Las palabras Vía Crucis significan El camino de la Cruz. Este es un recorrido espiritual conformado por 14 estaciones donde se meditan la pasión y muerte de Cristo. A través de la oración se interioriza el sufrimiento y los horrores que experimentó el Señor antes de la crucifixión.
Esta práctica espiritual tuvo sus orígenes en las peregrinaciones que antiguamente realizaban los cristianos a Jerusalén para recorrer los lugares de la pasión y muerte de Jesús con los evangelios en la mano. Este peregrinaje terminaba en el Monte Calvario.
Las meditaciones del Vía Crucis de la Madre Teresa de Calcuta Un recorrido por la Pasión de Cristo, de ayer y de hoy, contienen reflexiones sobre las obras de caridad hacia los pobres, enfermos, hambrientos y abandonados.
Estas oraciones escritas por la fundadora de las Misioneras de la Caridad también contemplan el aborto y el dolor humano.
Además, la Santa hace una exhortación a los jóvenes a no dejarse llevar por cosas mundanas.
A continuación el Vía Crucis escrito por Santa Teresa de Calcuta:
Oración
Señor, ayúdanos para que aprendamos a aguantar las penas y las fatigas, las torturas de la vida diaria; que tu muerte y ascensión nos levante, para que lleguemos a una más grande y creativa abundancia de vida.
Tú que has tomado con paciencia y humildad la profundidad de la vida humana, igual que las penas y sufrimientos de tu cruz, ayúdanos para que aceptemos el dolor y las dificultades que nos trae cada nuevo día y que crezcamos como personas y lleguemos a ser más semejantes a ti.
Haznos capaces de permanecer con paciencia y ánimo, y fortalece nuestra confianza en tu ayuda. Déjanos comprender que sólo podemos alcanzar una vida plena si morimos poco a poco a nosotros mismos y a nuestros deseos egoístas. Pues solo si morimos contigo, podemos resucitar contigo. Amén.
Primera Estación: Jesús es condenado a muerte
«Llegada la mañana todos los príncipes de los sacerdotes, los ancianos del pueblo, tuvieron consejo contra Jesús para matarlo, y atado lo llevaron al procurador Pilato» (Mt 27, 1-2).
El pequeño niño que tiene hambre, que se come su pan pedacito a pedacito porque teme que se termine demasiado pronto y tenga otra vez hambre. Esta es la primera estación del calvario.
Segunda Estación: Jesús carga con la cruz
«Entonces se lo entregó para que lo crucificasen. Tomaron, pues, a Jesús, que llevando la cruz, salió al sitio llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota» (Jn 19, 16-17).
¿No tengo razón? ¡Muchas veces miramos pero no vemos nada! Todos nosotros tenemos que llevar la cruz y tenemos que seguir a Cristo al Calvario, si queremos reencontrarnos con Él. Yo creo que Jesucristo, antes de su muerte, nos ha dado su Cuerpo y su Sangre para que nosotros podamos vivir y tengamos bastante ánimo para llevar la cruz y seguirle, paso a paso.
Tercera Estación: Jesús cae por primera vez
«Dijo Jesús: El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame, pues el que quiera salvar su vida la perderá: pero el que pierda su vida, ese la salvará» (Mt 16,24).
En nuestras estaciones del Vía Crucis vemos que caen los pobres y los que tienen hambre, como se ha caído Cristo. ¿Estamos presentes para ayudarle a Él?
¿Lo estamos con nuestro sacrificio, nuestro verdadero pan? Hay miles y miles de personas que morirían por un bocadito de amor, por un pequeño bocadito de aprecio. Esta es una estación del Vía Crucis donde Jesús se cae de hambre.
Cuarta Estación: Jesús encuentra a su Madre
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 45-49).
Nosotros conocemos la cuarta estación del Vía Crucis en la que Jesús encuentra a su Madre. ¿Somos nosotros los que sufrimos las penas de una madre? ¿Una madre llena de amor y de comprensión? ¿Estamos aquí para comprender a nuestra juventud si se cae? ¿Si está sola? ¿Si no se siente deseada? ¿Estamos entonces presentes?
Quinta Estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz
«Cuando le llevaban a crucificar, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo y le obligaron a ayudarle a llevar la cruz» (Lc 23, 26).
Simón de Cirene tomaba la cruz y seguía a Jesús, le ayudaba a llevar su cruz. Con lo que habéis dado durante el año, como signo de amor a la juventud, los miles y millones de cosas que habéis hecho a Cristo en los pobres, habéis sido Simón de Cirene en cada uno de vuestros hechos.
Sexta Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús
«Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me distéis de beber» (Mt, 25,35).
Con respecto a los pobres, los abandonados, los no deseados, ¿somos como la Verónica? ¿Estamos presentes para quitar sus preocupaciones y compartir sus penas? ¿O somos parte de los orgullosos que pasan y no pueden ver?
Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez
«¿Quiénes son mi madre y mis parientes? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos dijo Jesús: he aquí a mi madre y a mis parientes quienquiera que haga la voluntad de mi Padre» (Mt 12, 48-50).
Jesús cae de nuevo ¿Hemos recogido a personas de la calle que han vivido como animales y se murieron entonces como ángeles? Estamos presentes para levantarlos.
También en vuestro país podéis ver a gente en el parque que están solos, no deseados, no cuidados, sentados, miserables. Nosotros los rechazamos con la palabra alcoholizados. No nos importan. Pero es Jesús quien necesita nuestras manos para limpiar sus caras. ¿Podéis hacerlo? ¿O pasaréis sin mirar?
Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres
«Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se lamentaban y lloraban por Él. Vuelto hacia ellas les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos» (Lc 23, 27-28).
Padre Santo, yo rezo por ellas para que se consagren a tu santo nombre, santificadas por Ti; para que se entreguen a tu servicio, se te entreguen en el sacrificio. Para eso me consagro yo también y me entrego como sacrificio con Cristo.
Novena Estación: Jesús cae por tercera vez
«Os he dicho esto para que tengáis paz conmigo. En el mundo tendréis tribulaciones, pero confiad: yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).
Jesús cae de nuevo para ti y para mí. Se le quitan sus vestidos, hoy se le roba a los pequeños el amor antes del nacimiento. Ellos tienen que morir porque nosotros no deseamos a estos niños.
Estos niños deben quedarse desnudos, porque nosotros no los deseamos, y Jesús toma este grave sufrimiento. El no nacido toma este sufrimiento porque no tiene más remedio de desearle, de amarle, de quedarme con mi hermano, con mi hermana.
Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
«Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, haciendo cuatro partes, una para cada soldado y la túnica» (Jn 19,23).
¡Señor, ayúdanos para que aprendamos a aguantar las penas, fatigas y torturas de la vida diaria, para que logremos siempre una más grande y creativa abundancia de vida!
Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz
«Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí con dos malhechores Jesús decía: padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 33).
Jesús es crucificado ¡Cuántos disminuidos psíquicos, retrasados mentales llenan las clínicas! Cuántos hay en nuestra propia patria ¿Les visitamos? ¿Compartimos con ellos este calvario? ¿Sabemos algo de ellos?
Jesús nos ha dicho: Si vosotros queréis ser mis discípulos, tomad la cruz y seguidme y Él opina que nosotros hemos de coger la cruz y que le demos de comer a Él en los que tienen hambre, que visitemos a los desnudos y los recibamos por Él en nuestra casa y que hagamos de ella su hogar.
Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz
«Después de probar el vinagre, Jesús dijo: Todo está cumplido, e inclinando la cabeza entregó el espíritu» (Jn 19,30).
Empecemos las estaciones de nuestro vía crucis personal con ánimo y con gran alegría, pues tenemos a Jesús en la sagrada Comunión, ¡Que es el Pan de la Vida que nos da vida y fuerza! Su sufrimiento es nuestra energía, nuestra alegría, nuestra pureza. Sin Él no podemos hacer nada.
Decimotercera Estación: Jesús es bajado de la cruz
«Al caer la tarde vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era discípulo de Jesús tomó su cuerpo y lo envolvió en una sábana limpia» (Mt 27, 57.59).
¡Vosotros jóvenes, llenos de amor y de energía, no desperdiciéis vuestras fuerzas en cosas sin sentido!
Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado
«Había un huerto cerca del sitio donde fue crucificado Jesús, y en él un sepulcro nuevo, en el cual aún nadie había sido enterrado y pusieron allí a Jesús» (Jn 19, 41-42).
Mirad a vuestro alrededor y ved, mirad a vuestros hermanos y hermanas no sólo en vuestro país, sino en todas las partes donde hay personas con hambre que os esperan.
Desnudos que no tienen patria. ¡Todos os miran! ¡No les volváis las espaldas, pues ellos son el mismo Cristo!
ACI

Los obispos vascos siguen renegando de Pagola



Sin duda somos muchos en España y de otros países los que conocemos a José Antonio Pagola, sobre todo por su excelente y muy interesante libro Jesús, Aproximación Histórica, que ayudó a muchas personas a conocer más de cerca a Jesucristo y su mensaje, así como a sacar conclusiones ante la realidad de nuestro tiempo.
En principio la oficialidad eclesiástica censuró el libro, pero sin éxito, porque a pesar de esa censura, todos lo leíamos igual; más tarde fue exculpado de tal censura porque la Congregación romana de Doctrina de la Fe se pronunció afirmando que la obra de Pagola no contiene ninguna doctrina herética contraria a la fe.
No obstante, ante la propuesta de nombrarlo Doctor Honoris causa de la Facultad de Teología de Vitoria, la reacción del Obispo Elizalde con otros dos del País Vasco, y algunos jerarcas más, fue nada menos que la siguiente:
"Después de consultar, según dijo, al Obispo de San Sebastián y al de Bilbao y a algún otro miembro de la jerarquía, expuso que el nombramiento del teólogo Pagola como Doctor Honoris Causa provocaría graves tensiones que no estaba dispuesto a asumir".
Estos obispos y algunos más que conocemos bien, "esperan a que se cierre el tiempo del Papa Francisco a fin de volver a la situación eclesial que le precedió".
(Faustino Vilabrille)

El Papa en Sta. Marta: Seamos misericordiosos como Jesús, no juzguemos según nuestros vicios



“Frente a los pecados y a la corrupción, Jesús es la única ‘plenitud de la ley”. Este fue el tema central de la homilía del papa Francisco durante la misa que ha celebrado este lunes en la capilla de la Casa Santa Marta.
El Papa comenta dos hechos: el pasaje del Evangelio de Jesús ante la mujer sorprendida en adulterio, cuando dice a sus acusadores: “¡Quién de vosotros esté sin pecado, tire la primera piedra”; y la narración del profeta Daniel, donde se indica que dos ancianos jueces del pueblo habían armado “un falso adulterio” contra Susana.
Así Susana “fue obligada a elegir entre la fidelidad a Dios y a la ley” y “salvar su vida”: por lo tanto ella era fiel al marido, si bien era una mujer que quizás tenía otros pecados, “porque todos somos pecadores” y “la única mujer que no pecó es la Virgen”.
“Siempre existieron en el mundo jueces corruptos. También hoy en todas partes del mundo los hay. ¿Por qué llega la corrupción a una persona? Una cosa es el pecado: ‘Yo he pecado, resbalo, soy infiel a Dios, pero luego busco no hacerlo más o trato de arreglarme con el Señor pero  sé que no está bien’. La corrupción en cambio es cuando el pecado entra, entra, entra en tu conciencia y no deja lugar ni siquiera lugar para el aire”.
Los corruptos creen impunemente que hacen bien, señaló Francisco, quien recordó que en el caso de Susana, los jueces ancianos “eran corruptos por los vicios de la lujuria” y la amenazaron con dar “falso testimonio” contra ella. Y no es el primer caso en el se registran falsos testimonios en las Escrituras, agregó el Papa, quien recordó precisamente a Jesús, “condenado a muerte con falsos testimonios”.
El Pontífice señala que en el caso de la verdadera adúltera, encontramos que era acusada por “otros jueces que “había perdido la cabeza”, haciendo crecer en ellos una interpretación de la ley tan rígida que no daba espacio al Espíritu Santo: o sea “corrupción de legalidad, de legalismo, contra la gracia”.
Y luego vemos a Jesús, verdadero Maestro de la ley frente a los falsos jueces, que habían “pervertido el corazón” o que realizaban sentencias injustas “oprimiendo a los inocentes y absolviendo a los malvados”. Jesús dice pocas cosas: ‘¡Quién de vosotros esté sin pecado, tire la primera piedra contra ella!’. Y a la pecadora: ‘Yo no te condeno, no peques más’. Y esta es la plenitud de la ley, no la de los escribas y los fariseos, que habían corrompido sus mentes haciendo tantas leyes, tantas leyes, sin dejarle espacio a la misericordia.
El Papa adviertió así sobre la “maldad” con la cual nuestros vicios juzgan a la gente” e invitó a seguir a “Jesús, que es la plenitud de la ley y que juzga con misericordia”.

San Isidoro de Sevilla – 4 de abril



 En su casa se respiraban aires de santidad. Tres de sus hermanos fueron obispos canonizados: Leandro, Fulgencio e Isidoro. Y también su hermana Florentina fue religiosa y santa. Isidoro probablemente nació en Cartagena, España, el año 560. Como perdió a sus padres siendo niño, su hermano Leandro asumió las funciones de educador y tutor suyo. Y a fe que consiguió que el pequeño recibiese tan esmerada educación que el acervo espiritual y cultural que se ocupó de proporcionarle le convertiría en uno de los grandes y santos doctores de la Iglesia. Y eso, que según la tradición, a Leandro costó entrarle en vereda, porque Isidoro no era un alumno ejemplar; faltaba o se escapaba de la escuela alguna vez. Lo que da idea de que cuando se cree en una persona, aunque sea díscola, y se mantiene un pulso inalterable en su educación, los frutos no se hacen esperar. Además, sobre Isidoro ya pendía claramente la voluntad divina que iba a encaminar sus pasos en la buena dirección para que se cumplieran en él sus designios. Y aunque se escabullía huyendo de su responsabilidad, un día cambiaron radicalmente las tornas. Sucedió todo de forma sencilla ante una circunstancia que nada tiene de particular, pero que fue de sumo provecho para él. Mientras vagabundeaba se acercó a un pozo para sacar agua y observó que el roce de las cuerdas había provocado hendiduras en la rígida piedra. Así comprendió el valor de la constancia y de la voluntad del hombre que quiebran cualquier contratiempo que se presente en la vida por complejo que parezca. Esta simple constatación de carácter pedagógico le llevó por nuevos derroteros. Con espíritu renovado se afanó en el estudio desde ese instante hasta el fin de sus días.
Es el último de los padres latinos. Se formó con las lecturas de textos de Marcial, san Agustín, Cicerón y san Gregorio Magno, con el que mantuvo gran amistad. Su obra cumbre, las Etimologías, es una summa que se convirtió por derecho propio en texto ineludible para los estudiosos hasta mediados del siglo XVI; en ella se aprendía todo lo concerniente a la ciencia antigua. No era fácil que un proyecto tan ambicioso le permitiera compartir la riqueza de su formación, como deseó, y quizá podría haber logrado acotando los temas. Es una carencia que se aprecia en este trabajo que, pese a todo, trasluce el rigor y fidelidad a la genuina tradición católica. En todo caso, su enciclopédica formación (es autor de innumerables tratados en los que se compendian temas que abarcan todo el saber humano) no ensombrecía su humildad y sencillez. Fue reconocido por su caridad con los pobres, a los que nunca faltaron sus limosnas. A nivel espiritual experimentó una gran lucha interior que le llevaba a negarse a sí mismo. Fue la tónica existencial que marcó prácticamente todo su acontecer. Seguramente ayudó a su hermano Leandro en la diócesis de Sevilla, de la que era prelado. Cuando murió, le sucedió en el cargo.
Sin descuidar la labor intelectual –continuó escribiendo obras filosóficas, lingüísticas e históricas– desempeñó su misión pastoral de manera intensa y fecunda. Era perfectamente consciente del alcance que tienen tanto la vida contemplativa como la activa. Al respecto hizo notar: «El siervo de Dios, imitando a Cristo, debe dedicarse a la contemplación, sin negarse a la vida activa. Comportarse de otra manera no sería justo. De hecho, así como hay que amar a Dios con la contemplación, también hay que amar al prójimo con la acción. Es imposible, por tanto, vivir sin una ni otra forma de vida, ni es posible amar si no se hace la experiencia tanto de una como de otra». Mostró especial preocupación por la formación espiritual e intelectual de los sacerdotes. Por eso fundó un colegio eclesiástico instruyéndoles personalmente.
Presidió dos concilios, el segundo de Sevilla en 619, y el cuarto de Toledo en 633. Muchos de los decretos se debieron a él, en particular el que indicaba que se estableciese un seminario en todas las diócesis. Sus treinta y siete años de episcopado fueron dedicados en gran medida a seguir los pasos de su hermano, intentando convertir a los visigodos del arrianismo al catolicismo. También emuló a Leandro en lo concerniente a la disciplina eclesiástica en los sínodos. Su organización recayó sobre ambos.
Se conoce el alcance de su oratoria gracias a san Ildefonso, que fue discípulo suyo: «la facilidad de palabra era tan admirable en san Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas». Éstas superaron con creces a la mayoría de estudiosos y prolíficos autores de la historia. Escribió un diccionario de sinónimos, un tratado de astronomía y geografía, un resumen de la historia desde la creación, biografías de hombres ilustres, un libro sobre los valores del Antiguo y del Nuevo Testamento, un código de reglas monacales, varios tratados teológicos y eclesiásticos y la historia de los visigodos, de excepcional valor por ser la única fuente de información sobre los godos. También pertenece a su autoría una historia de los vándalos y de los suevos. Incluso completó el misal y breviario mozárabes que su hermano Leandro comenzó a adaptar de la antigua liturgia española.
Tuvo la magnífica visión de no dejar a España sepultada en la barbarie. Mientras el resto de Europa se desintegraba, la convirtió en un envidiado centro de cultura. Viéndose a punto de morir, pidió perdón por sus faltas, sentimiento que había hecho extensible a todos sus enemigos, y rogó que oraran por él. Dio todo lo que tenía a los pobres y el 4 de abril del año 636 entregó su alma a Dios. El concilio de Toledo lo denominó «gloria de la Iglesia católica». En 1063 sus restos fueron trasladados a León y allí reciben culto. Fue canonizado por Clemente VIII en 1598. El 25 de abril de 1722 Inocencio XIII lo proclamó doctor de la Iglesia. Añadir como anécdota que en 2001 fue elegido patrón de internet.
Zenit

La profética homilía sobre el papado de Joseph Ratzinger en 1999



En 1969 Joseph Ratzinger obtuvo un cátedra en la universidad de Pentling, localidad al sur de Ratisbona, y allí fijó su residencia. Allí también vivió con sus hermanos, Georg y Maria, y estuvo empadronado hasta incluso después de ser nombrado Papa.
Ediciones Cristiandad acaba de sacar un volumen en el que se recogen diez de las homilías pronunciadas por Ratzinger en la iglesia de Pentling. En último lugar está situado el sermón pronunciado el 22 de agosto de 1999, siendo ya cardenal de la Iglesia Católica y prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, y cuyo contenido –sobre el papado– sugiere «un cierto contenido profético», explican desde la editorial.
La homilía del que seis años después se convertiría en el Papa Benedicto XVI toma como base el Evangelio de San Mateo en el que Jesús, en la región de Cesarea de Filipo, da a Pedro las llaves del Reino de los Cielos.
Para Ratzinger, la clave de este Evangelio se encuentra en las llaves, en cómo hacerlas girar para entrar en el reino de los cielos. Pero antes de dar respuesta, el ahora Papa emérito critica la actitud de los maestros judíos del tiempo de Jesús «que en lugar de guiar a los hombres al conocimiento, os habéis quedado las llaves para vosotros mismos».
Al contrario, la Iglesia «tiene el poder del magisterio, el poder de decirnos lo que el Señor quiere de nosotros, de interpretar las Escrituras correctamente», explica el que seis años después se convertiría en el Santo Padre. «Tiene además –continúa– la competencia de dar órdenes para que la Iglesia no caiga en el caos, para que realmente se rija según la voluntad del Señor y no según las ideas de los hombres». Dicho de otro modo: «la Iglesia no es un autoservicio en el que uno busca lo que le gusta y lo que le viene bien en cada ocasión y que puede digerir, en ese momento, dejando lo demás».
Esta circunstancia, según explica Joseph Ratzinger en la homilía, no da carta blanca ni a la Iglesia ni al Papa, que no «puede hacer lo que quiera». El Pontífice «no es un monarca absoluto como antaño lo fueron los reyes». Todo lo contrario: «él es el garante de la obediencia. Es el responsable de que no sigamos sus opiniones o las opiniones de cualquier otro, sino la fe imperecedera de la Iglesia que él defiende, con mayor o menor acierto, contra las opiniones que circulan».
Palabra y misericordia
Antes de concluir, Ratzinger resuelve el enigma y señala el modo de proceder para girar esa llave. «Las sagradas Escrituras es la manera que tiene Dios de abrirse a nosotros, de mostrarnos el camino». Pero «al final es el perdón, la absolución, la llave verdadera del reino de los cielos que Dios, el Señor, depositó en el mundo por medio de Cristo».
José Calderero @jcalderero
Alfa y Omega

La Iglesia se moviliza ante la avalancha de Colombia para atender a los damnificados


La Iglesia local y la Conferencia Episcopal Colombiana ya han movilizado a sus técnicos para evaluar las necesidades sobre el terreno y cubrir las necesidades más básicas de la población. Tras la avalancha en Mocoa (Colombia), la situación es «compleja y caótica», explica el obispo de la ciudad, monseñor Luis Albeiro Maldonado Monsalve
La avalancha que el sábado asoló Mocoa, en Colombia, causando 250 muertos, ha dejado a esta zona del departamento de Putumayo «en una situación compleja y caótica». Así lo ha definido el obispo de la ciudad, monseñor Luis Albeiro Maldonado Monsalve, tras el desbordamiento de varios ríos a causa de las fuertes lluvias.
Es urgente «unirnos todos en este momento difícil, mirar hacia esta región tan necesitada», subrayó monseñor Maldonado, que recordó que las principales necesidades en este primer momento son agua, alimentos, mantas y colchones.
La Iglesia de esta ciudad –explica el prelado en un comunicado difundido por la Conferencia Episcopal Colombiana– ha puesto en marcha un comité central y otros locales para atender, escuchar y acompañar a las víctimas del desastre natural. También la Conferencia Episcopal ha movilizado a través de su Comisión de Pastoral Social un equipo técnico que atenderá a la población sobre el terreno.
Además, los obispos han hecho público un comunicado, firmado por su secretario general, monseñor Elkin Fernando Álvarez, en el que ofrecen «sus oraciones por el eterno descanso de las personas fallecidas y piden a Dios la fortaleza para quienes se han visto afectados por esta tragedia». Los prelados también invitan a todas las personas, comunidades e instituciones a poner en marcha iniciativas para ayudar eficazmente tanto en este primer momento como en la reconstrucción de Mocoa.
Alfa y Omega

Consulte ya el folleto y la web de Semana Santa 2017 con todas las celebraciones y procesiones



Medios del Arzobispado de Madrid, a través del Departamento de Internet, ha editado el folleto de Semana Santa 2017. Como en años anteriores, en él se recogen los horarios de las celebraciones litúrgicas en las distintas parroquias de la diócesis de Madrid y en la catedral de Santa María la Real de la Almudena. Además se incluyen los horarios e itinerarios de las procesiones de la diócesis por días, con especial atención a las imágenes que procesionan.
A partir de este mismo martes se distribuirán 35.000 ejemplares en la catedral, el Arzobispado de Madrid (c/ Bailén, 8) y parroquias de gran afluencia de visitantes, así como en las oficinas turísticas de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento. Toda la información ya está disponible en la página web de Semana Santa (semanasanta.archimadrid.com), donde también se puede descargar el folleto en PDF.
Saluda del cardenal arzobispo
La guía Semana Santa 2017 comienza con un saluda del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, quien recuerda que «las celebraciones de la Semana Santa, es decir, las celebraciones de la institución de la Eucaristía, de la Muerte del Señor en la Cruz y de su triunfo en la Resurrección, nos ponen de manifiesto la identidad que alcanza el ser humano en el encuentro con Cristo, y lo hacen con dos abrazos: el abrazo bautismal, donde el Señor nos da su misma Vida, y el abrazo de la misericordia, es decir, de su amor incondicional». «Con estos abrazos nos dijo: "Id por el mundo y anunciad la Buena Noticia"», agrega.
Infomadrid

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (8,21-30) SAN JUAN PABLO II




“«Yo soy»: éste es el nombre de Dios. Así respondió una Voz a Moisés desde la zarza ardiente, cuando preguntaba cuál era el Nombre de Dios. «Yo soy el que soy» (Ex 3, 14): con este nombre el Señor envió a Moisés a Israel, esclavo de Egipto, y al faraón-opresor: «Yo-Soy me ha enviado a vosotros» (Ex 3, 14). Con este nombre Dios sacó a su pueblo elegido de la esclavitud, para sellar una alianza con Israel:

«Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí» (Ex 20, 2-3).

«Yo-Soy»; este Nombre es el fundamento de la antigua Alianza.

Ese Nombre constituye también el fundamento de la nueva Alianza. Jesucristo dice a los judíos: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10, 30). «Antes de que Abraham existiera, Yo Soy» (Jn 8, 58). «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8, 28).

En la cruz se ha manifestado «hasta el extremo» el «Yo-Soy» divino de la Alianza nueva y eterna. «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). La cruz es el signo del amor inefable, el signo que revela que «Dios es amor» (cf. 1 Jn 4, 8).

Mientras se acercaba la noche, antes del sábado de Pascua, Jesús fue retirado de la cruz y depositado en el sepulcro. El tercer día se presentó resucitado en medio de sus discípulos, que estaban «sobresaltados y asustados», diciéndoles: «La paz con vosotros (…); soy yo mismo» (Lc 24, 36-37. 39): el «Yo-Soy» divino de la Alianza, del Misterio pascual y de la Eucaristía.

El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para poder existir y decir a su Creador «yo soy». En este «yo soy» humano se contiene toda la verdad de la existencia y de la conciencia. «Yo soy» ante ti, que «Eres».

Cuando Dios pregunta al primer hombre: «¿Dónde estás?», Adán responde: «Me escondí de ti» (Gn 3, 9-10), tratando de no estar delante de Dios. ¡No puedes esconderte, Adán! No puedes no estar delante de quien te ha creado, de quien ha hecho que «tú seas», delante de quien «escruta los corazones y conoce» (cf. Rm 8, 27).

El mundo que nos rodea, la civilización moderna, ha influido mucho para quitar ese «Yo Soy» divino de la conciencia del hombre. Tiende a vivir como si Dios no existiera. Este es su programa. Pero, si Dios no existe, tú, hombre, ¿podrás existir de verdad?

Habéis venido aquí, queridos amigos, para recuperar y confirmar profundamente esta identidad humana: «yo soy», delante del «Yo Soy» de Dios. Mirad la cruz en la que el «Yo-Soy» significa «Amor». ¡Mirad la cruz y no os olvidéis! Que el «estoy junto a ti» siga siendo la palabra clave de toda vuestra vida”.
(San Juan Pablo II, vigilia de oración de la VI Jornada Mundial de la Juventud – Czestochowa, 14-08-1991)

EVANGELIO DE HOY: SI NO CREÉIS QUE YO SOY, MORIRÉIS EN VUESTROS PECADOS




Lectura del santo evangelio según san Juan (8,21-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».

Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».

Y Él les dijo: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».

Ellos le decían: «¿Quién eres tú?».

Jesús les contestó: «Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de Él».

Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.

Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».

Cuando les exponía esto, muchos creyeron en Él.

Palabra del Señor