jueves, 1 de septiembre de 2016

Francisco: "Arrepintámonos del mal que estamos haciendo a nuestra casa común"


«Usemos misericordia con nuestra casa común». Así titula el Papa Francisco su Mensaje para la II Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, instituida por él en 2015, para aunar las oraciones de la Iglesia católica con las de los hermanos y hermanas ortodoxos y las de otras Comunidades cristianas. El Santo Padre señala que: «los Cristianos y los no cristianos, las personas de fe y de buena voluntad, hemos de estar unidos en demostrar misericordia con nuestra casa común -la tierra- y valorizar plenamente el mundo en el cual vivimos como lugar del compartir y de comunión».
«La tierra grita...» «...porque hemos pecado». «Examen de conciencia y arrepentimiento». «Cambiar de ruta». «Una nueva obra de misericordia». «En conclusión, oremos»
Son los cinco puntos del denso mensaje pontificio, fechado el 1º de septiembre de 2016, día de esta celebración
En el primero, «La tierra grita...», el Papa escribe:
«Con este Mensaje, renuevo el diálogo con «toda persona que vive en este planeta» respecto a los sufrimientos que afligen a los pobres y la devastación del medio ambiente. Dios nos hizo el don de un jardín exuberante, pero lo estamos convirtiendo en una superficie contaminada de «escombros, desiertos y suciedad» (Laudato si', 161)». Y reitera que «no podemos rendirnos o ser indiferentes a la pérdida de la biodiversidad y a la destrucción de los ecosistemas, a menudo provocados por nuestros comportamientos irresponsables y egoístas».
Ante el calentamiento de nuestro el planeta «en parte a causa de la actividad humana: el 2015 ha sido el año más caluroso jamás registrado y probablemente el 2016 lo será aún más». Y las consecuencias como «sequía, inundaciones, incendios y fenómenos meteorológicos extremos cada vez más graves», el Papa hace hincapié en que «los cambios climáticos contribuyen también a la dolorosa crisis de los emigrantes forzosos.Los pobres del mundo, que son los menos responsables de los cambios climáticos, son los más vulnerables y sufren ya los efectos».
E invita a escuchar «tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» (ibíd., 49), y a tratar de «comprender atentamente cómo poder asegurar una respuesta adecuada y oportuna».
En el segundo punto «...porque hemos pecado», el Sucesor de Pedro recuerda que «con valentía, el querido Patriarca Bartolomé, repetidamente y proféticamente, ha puesto de manifiesto nuestros pecados contra la creación».
«Que el Jubileo de la Misericordia pueda llamar de nuevo a los fieles cristianos «a una profunda conversión interior» (Laudato si', 217), sostenida particularmente por el sacramento de la Penitencia», desea el Papa Francisco, con el anhelo de que «en este Año Jubilar, aprendamos a buscar la misericordia de Dios por los pecados cometidos contra la creación, que hasta ahora no hemos sabido reconocer ni confesar; y comprometámonos a realizar pasos concretos en el camino de la conversión ecológica, que pide una clara toma de conciencia de nuestra responsabilidad con nosotros mismos, con el prójimo, con la creación y con el creador (cf. ibíd., 10; 229)».
 Examen de conciencia y arrepentimiento. Es el tercer punto del Mensaje del Papa Francisco
«En el 2000, también un Año jubilar, mi predecesor «San Juan Pablo II invitó a los católicos a arrepentirse por la intolerancia religiosa pasada y presente, así como por las injusticias cometidas contra los hebreos, las mujeres, los pueblos indígenas, los inmigrantes, los pobres y los no nacidos», recuerda el Papa Bergoglio, que añade su invitación, para el «Jubileo Extraordinario de la Misericordia». Y escribe: «invito a cada uno a hacer lo mismo. Como personas acostumbradas a estilos de vida inducidos por una malentendida cultura del bienestar o por un «deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita» (ibíd., 123), y como partícipes de un sistema que «ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza», arrepintámonos del mal que estamos haciendo a nuestra casa común».
En el cuarto punto de su Mensaje: «Cambiar de ruta», el Papa destaca la importancia del firme propósito de cambio de vida
Exhorta a comportamientos concretos más respetuosos con la creación, como, por ejemplo, hacer un «uso prudente del plástico y del papel, no desperdiciar el agua, la comida y la energía eléctrica, diferenciar los residuos, tratar con cuidado a los otros seres vivos, utilizar el transporte público y compartir el mismo vehículo entre varias personas, entre otras cosas (cf. Laudado si', 211)».
Recuerda la responsabilidad de la economía y la política, la sociedad y la cultura, que «no pueden estar dominadas por una mentalidad del corto plazo y de la búsqueda de un inmediato provecho financiero o electoral. Por el contrario, éstas deben ser urgentemente reorientadas hacia el bien común, que incluye la sostenibilidad y el cuidado de la creación».
Y señala que «un caso concreto es el de la «deuda ecológica» entre el norte y el sur del mundo (cf. ibíd., 51-52). Su restitución haría necesario que se tomase cuidado de la naturaleza de los países más pobres, proporcionándoles recursos financiaros y asistencia técnica que les ayuden a gestionar las consecuencias de los cambios climáticos y a promover el desarrollo sostenible».

Con satisfacción ante la aprobación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible y del Acuerdo de París sobre los cambios climáticos, el Papa señala que «ahora los Gobiernos tienen el deber de respetar los compromisos que han asumido, mientras las empresas deben hacer responsablemente su parte, y corresponde a los ciudadanos exigir que esto se realice, es más, que se mire a objetivos cada vez más ambiciosos».
«Una nueva obra de misericordia», es el quinto punto del Mensaje del Papa
«Me permito proponer un complemento a las dos listas tradicionales de siete obras de misericordia, añadiendo a cada una el cuidado de la casa común» - escribe Francisco y añade:
«Como obra de misericordia espiritual, el cuidado de la casa común precisa «la contemplación agradecida del mundo» (Laudato si', 214) que «nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir» (ibíd., 85). Como obra de misericordia corporal, el cuidado de la casa común, necesita «simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo [...] y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor» (ibíd., 230-231)».
En conclusión, oremos. Es el sexto y último punto del Mensaje del Papa Francisco
«A pesar de nuestros pecados y los tremendos desafíos que tenemos delante, no perdamos la esperanza: «El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado [...] porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos» (ibíd., 13;245). El 1 de septiembre en particular, y después durante el resto del año, recemos:
«Oh Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar a los abandonados y a los olvidados de esta tierra que son tan valiosos a tus ojos. [...] Dios de amor, muéstranos nuestro lugar en este mundo como instrumentos de tu cariño por todos los seres de esta tierra (ibíd., 246). Dios de Misericordia, concédenos recibir tu perdón y transmitir tu misericordia en toda nuestra casa común. Alabado seas. Amén».

Cuidar la creación


En la jornada del 1 de septiembre el Papa nos convoca a orar por el cuidado de la creación. En este propósito debemos recordar principios fundamentales como «la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración»[1]. La custodia de la creación, «casa común», es uno de los grandes desafíos de la Humanidad para el siglo XXI, que hemos de asumir con responsabilidad para hacer del mundo un lugar habitable para todos, percibiendo el ritmo y la lógica de la creación y no buscando dominarla, poseerla, manipularla y explotarla[2].
Cada día suscita mayor interés el conocimiento del estado del medio ambiente del planeta, ya que es un condicionante del bienestar social, sanitario y económico. La industrialización y la urbanización modificaron el medio ambiente y originaron problemas ambientales de primer orden (el efecto invernadero y el cambio climático, la destrucción de la capa de ozono estratosférica, el transporte de contaminantes, la desertización, etc.) que es preciso corregir. También hay que evitar que las actividades futuras originen más deterioro en nuestro entorno, a través de una política preventiva que permita un desarrollo sostenido y equilibrado, y tenga como objetivos la protección de la salud humana y la conservación de todos los recursos (aire, agua, clima, especies de flora y fauna, alimentos, materias primas, hábitat, patrimonio natural y cultural) que condicionan y sustentan la vida[3]. «La Edad Moderna se buscó su camino al amparo de conceptos fundamentales de progreso y libertad. Pero ¿qué es el progreso? Hoy vemos que el progreso también puede ser destructivo. En tal sentido hemos de reflexionar sobre cuáles son los criterios que debemos encontrar para el progreso sea realmente progreso»[4].
Nos incumbe a todos lo que podemos denominar compromiso ecológico, cuidando la creación con pequeñas acciones cotidianas y conformando de esta manera un estilo de vida. «Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana»[5]. El Papa Francisco nos recuerda que hemos de vivir lo que él llama la conversión ecológica que supone reconocer la creación como un don de Dios y sentirse relacionados con las demás criaturas formando con ellas una comunión universal. «Para el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres. Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo, ofreciéndose a Dios como un sacrificio vivo, santo y agradable (Rm 12, 1). No entiende su superioridad como motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente, que a su vez le impone una grave responsabilidad que brota de su fe»[6].
Solidaridad, justicia social y capacidad de admiración ante la creación son factores que contribuirán, con la ayuda de Dios y el trabajo de los hombres de bien, a que la esperanza alcanzable se convierta algún día no muy lejano en realidad tangible. «Al final nos encontraremos cara a cara frente a la infinita belleza de Dios (cf. 1 Co 13, 12) y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo, que participará con nosotros de la plenitud sin fin. Sí, estamos viajando hacia la nueva Jerusalén, hacia la casa común del cielo. Jesús nos dice: “Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5). La vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para aportar a los pobres definitivamente liberados”»[7].
Pido que en la catedral, en las parroquias y en las comunidades religiosas de la Diócesis, uniéndonos a toda la Iglesia, se tenga una oración ante el Santísimo por esta intención del cuidado de la creación, ayudándonos de las oraciones que el Papa nos propone en la Encíclica Laudato Si´, nº 246.
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
arzobispo de Santiago de Compostela
[1] FRANCISCO, Laudato Si, 202.
[2] Cf. FRANCISCO, Alocución en la Audiencia general del 5 de junio de 2013.
[3] Pablo VI escribió: “Bruscamente el hombre adquiere conciencia de ello: debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riego de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación”:Octagesima adveniens, 21.
[4] Benedicto XVI, Luz del mundo. El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald, Barcelona 2010, 56.
[5] FRANCISCO, Laudato Si, 217.
[6] FRANCISCO, Laudato Si, 220.
[7] Ibid., 243.
Fuente: Alfa y Omega.

Dejándolo todo, lo siguieron


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
-«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mi, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
-«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.