jueves, 24 de septiembre de 2015

Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, el Papa al Congreso de los EEUU, “rostro de su pueblo”

“Ustedes son el rostro de su pueblo, sus representantes.Y están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, pues éste es el principal desvelo de la política. 
Un pueblo con alma puede pasar por muchas encrucijadas, tensiones y conflictos, pero logra siempre encontrar los recursos para salir adelante y hacerlo con dignidad”, lo dijo el Papa Francisco en Washington, en un intenso discurso al Congreso de los EEUU. 
Recordando las viscisitudes de la historia contemporánea de la humanidad, el Obispo de Roma citó la historia política de los Estados Unidos, donde la democracia está radicada en la mente del Pueblo. “Toda actividad política debe servir y promover el bien de la persona humana y estar fundada en el respeto de su dignidad”, subrayó. “Si es verdad que la política debe servir a la persona humana, no puede ser esclava de la economía y de las finanzas
La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social”
Más adelante en su intenso discurso el Papa observó que “el parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. : queremos seguridad, demos seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades, brindemos oportunidades”, para precisar que la regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo
Citando personajes de la historia estadounidense el Santo Padre constató que una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo Abraham Lincoln o  cuando genera una cultura que permita a sus hombres “soñar” con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó hacer Martin Luther King. Esbozando algunas de las riquezas del patrimonio cultural estadounidense, del alma de su pueblo que esta alma siga tomando forma y crezca, para que los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos soñar. Que Dios bendiga a América. Luego de esbozar “algunas de las riquezas del patrimonio cultural estadounidense, del alma de su pueblo” el Papa deseó “que esta alma siga tomando forma y crezca, para que los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos soñar”.

Jesús sigue golpeando nuestra puerta con el rostro del hermano, dijo el Papa a las personas sin techo


“Jesús sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano”: fueron las palabras del Papa Francisco al reunirse con las personas sin techo en el Centro Caritativo de la Parroquia de San Patricio de Washington. En su segundo día en los Estados Unidos, el Pontífice quiso hacer sentir su cercanía a las 200 personas sin hogar de la capital estadounidense, que lo estaban esperando.
Francisco comenzó su discurso recordando que en la vida de san José, hubo situaciones difíciles de enfrentar, como cuando Jesús estaba a punto de nacer y no tenía un techo, un alojamiento. “El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo”, recordó Obispo de Roma, invitándolos a imaginar las preguntas de José en ese momento tan delicado: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir?
Tras afirmar que “las preguntas de José siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo de la historia han vivido y están sin un hogar”, el Santo Padre subrayó que José era sobre todo un hombre de fe y esta fe le permitió encontrar luz en los momentos difíciles de su vida. “Ante situaciones injustas, dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad” - dijo el Papa -  y al igual que a José “nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida”.
Refiriéndose a la falta de alojamiento como “situaciones injustas”, el Vicario de Cristo subrayó que Dios está sufriéndolas con nosotros y “no nos deja solos.”
“Es la fe que nos hace saber que Dios está con ustedes” – prosiguió el Papa – en medio nuestro, y su presencia nos moviliza a la caridad”. Y esta caridad nace de la llamada de Dios a nuestra puerta, “para invitarnos al amor, a la compasión, a la entrega de unos por otros”. “Jesús – afirmó– sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del vecino, en el rostro del que está a nuestro lado”.
Francisco insistió entonces en la ayuda eficaz de la oración que hermana, la oración en la que se encuentra la fuerza para no volverse insensible ante las situaciones de injusticia.
Finalmente, el deseo del Papa de unirse a ellos, “necesito su apoyo – dijo – su cercanía”. Y la invitación a rezar juntos, para continuar “con este sostén que nos ayuda a vivir la alegría de saber que Jesús siempre está en medio nuestro”. 

(MCM-RV)

¡Basta con la discriminación contra las escuelas cristianas en Israel!

Las escuelas cristianas que funcionan en el territorio de Israel están llevando a cabo desde hace dos semanas una huelga general para protestar contra las políticas discriminatorias aplicadas por el gobierno israelí contra ellas, informó la agencia Fides.
Los patriarcas y jefes de las 13 iglesias cristianas en Jerusalén emitieron un comunicado en el que manifiestan que la lucha de las instituciones educativas cristianas que desde el inicio del año escolar aún no han abierto las escuelas a sus estudiantes para protestar por el recorte de los fondos estatales dispuesto por el gobierno israelí, es una batalla para defender la educación, “derecho humano fundamental que no se debe negar a ningún joven”.
“Nos duele -dicen los líderes cristianos en el comunicado- ver a 33.000 estudiantes de todos los credos y confesiones que se quedan fuera de las clases”, mientras que cientos de profesores y empleados pasan sus días de movilización en las escuelas vacías.
La declaración señala que la batalla de la justicia contra la discriminación de las escuelas cristianas comenzó hace dos años, cuando el gobierno impuso severos recortes presupuestarios que llevaron a muchas escuelas cristianas a una situación de déficit financiero y las soluciones propuestas por el Ministerio israelí para salir de la crisis son definidas como poco realistas o incluso peyorativas.
“Durante cientos de años -dice el comunicado- nuestras escuelas han ofrecido una educación de alto nivel. Nuestro compromiso al servicio de la educación y la promoción de nuestra sociedad se basa en nuestra propia misión y nuestra visión”.
El comunicado pide al Ministerio de Educación y al Gobierno de Israel que ponga en marcha medidas que conduzcan a la suspensión inmediata de la huelga, respondiendo a las demandas justas y nada pretenciosas de las escuelas cristianas. Los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén esperan que esta historia termine con la restauración plena de los derechos y del respeto debido a las escuelas cristianas”, para que puedan continuar su misión educativa, para la gloria de Dios y al servicio de la humanidad”.
En la base de la protesta están las limitaciones presupuestarias impuestas por el gobierno israelí, que ponen en peligro la supervivencia misma de las instituciones educativas dirigidas por las Iglesias y comunidades cristianas en Israel. En pocos años, las subvenciones del gobierno a las escuelas cristianas disminuyeron en más del 45%, obligando a las instituciones a aumentar los gastos de escolaridad abonados por las familias, que con frecuencia tienen ingresos por debajo del promedio nacional.
A las 47 escuelas cristianas en Israel asisten 33.000 estudiantes (de los cuales sólo la mitad son bautizados) y dan trabajo a 3.000 profesores. Los subsidios estatales, que hasta hace unos años cubrían el 65% de los honorarios, se redujeron drásticamente y ahora ni siquiera cubren el 30% de los gastos de gestión.


Francisco: "El pueblo de Dios no teme al error, teme al encierro, a las élites, a las propias seguridades"

El Papa canoniza a fray Junípero Serra, "que fue siempre adelante, porque el Señor espera, el hermano espera"


«Alégrense siempre en el Señor. Repito: Alégrense» (Flp 4,4). Una invitación que golpea fuerte nuestra vida. «Alégrense» nos dice Pablo con una fuerza casi imperativa. Una invitación que se hace eco del deseo que todos experimentamos a una vida plena, a una vida con sentido, a una vida con alegría. Es como si Pablo tuviera la capacidad de escuchar cada uno de nuestros corazones y pusiera voz a lo que sentimos y vivimos. Hay algo dentro de nosotros que nos invita a la alegría y a no conformarnos con placebos que simplemente quieren contentarnos.

Pero a su vez, vivimos las tensiones de la vida cotidiana. Son muchas las situaciones que parecen poner en duda esta invitación. La propia dinámica a la que muchas veces nos vemos sometidos parece conducirnos a una resignación triste que poco a poco se va transformando en acostumbramiento, con una consecuencia letal: anestesiarnos el corazón.

No queremos que la resignación sea el motor de nuestra vida, ¿o lo queremos?; no queremos que el acostumbramiento se apodere de nuestros días, ¿o sí?. Por eso podemos preguntarnos, ¿cómo hacer para que no se nos anestesie el corazón? ¿Cómo profundizar la alegría del Evangelio en las diferentes situaciones de nuestra vida?


Jesús lo dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros hoy: ¡vayan!, ¡anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive tan solo dándola, dándose.

El espíritu del mundo nos invita al conformismo, a la comodidad; frente a este espíritu humano «hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo» (Laudato si', 229). Tenemos la responsabilidad de anunciar el mensaje de Jesús. Porque la fuente de nuestra alegría «nace de ese deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva» (Evangelii gaudium, 24). Vayan a todos a anunciar ungiendo y a ungir anunciando.

A esto el Señor nos invita hoy y nos dice: La alegría el cristiano la experimenta en la misión: «Vayan a las gentes de todas las naciones» (Mt 28,19).

La alegría el cristiano la encuentra en una invitación: Vayan y anuncien.

La alegría el cristiano la renueva, la actualiza con una llamada: Vayan y unjan.

Jesús los envía a todas las naciones. A todas las gentes. Y en ese «todos» de hace dos mil años estábamos también nosotros. Jesús no da una lista selectiva de quién sí y quién no, de quiénes son dignos o no de recibir su mensaje, su presencia. Por el contrario, abrazó siempre la vida como ésta se le presentaba. Con rostro de dolor, hambre, enfermedad, pecado. Con rostro de heridas, de sed, de cansancio. Con rostro de dudas y de piedad. Lejos de esperar una vida maquillada, decorada, trucada, la abrazó como venía a su encuentro. Aunque fuera una vida que muchas veces se presenta derrotada, sucia, destruida. A «todos» dijo Jesús vayan y anuncien; a toda esa vida como está y no como nos gustaría que fuese, vayan y abracen en mi nombre. Vayan al cruce de los caminos, vayan... a anunciar sin miedo, sin prejuicios, sin superioridad, sin purismos a todo aquel que ha perdido la alegría de vivir, vayan a anunciar el abrazo misericordioso del Padre. Vayan a aquellos que viven con el peso del dolor, del fracaso, del sentir una vida truncada y anuncien la locura de un Padre que busca ungirlos con el óleo de la esperanza, de la salvación. Vayan a anunciar que el error, las ilusiones engañosas, las equivocaciones, no tienen la última palabra en la vida de una persona. Vayan con el óleo que calma las heridas y restaura el corazón.

La misión no nace nunca de un proyecto perfectamente elaborado o de un manual muy bien estructurado y planificado; la misión siempre nace de una vida que se sintió buscada y sanada, encontrada y perdonada. La misión nace de experimentar una y otra vez la unción misericordiosa de Dios.

La Iglesia, el Pueblo santo de Dios, sabe transitar los caminos polvorientos de la historia atravesados tantas veces por conflictos, injusticias, violencia para ir a encontrar a sus hijos y hermanos. El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error; le teme al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el encierro en sus múltiples formas es la causa de tantas resignaciones.

Por eso, «salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo» (Evangelii gaudium, 49). El Pueblo de Dios sabe involucrarse porque es discípulo de Aquel que se puso de rodillas ante los suyos para lavarles los pies (cf. ibíd., 24).

Hoy estamos aquí porque hubo muchos que se animaron a responder a esta llamada, muchos que creyeron que «la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad» (Documento de Aparecida, 360). Somos hijos de la audacia misionera de tantos que prefirieron no encerrarse «en las estructuras que nos dan una falsa contención... en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta» (Evangelii gaudium, 49). Somos deudores de una tradición, de una cadena de testigos que han hecho posible que la Buena Nueva del Evangelio siga siendo generación tras generación Nueva y Buena.

Y hoy recordamos a uno de esos testigos que supo testimoniar en estas tierras la alegría del Evangelio, Fray Junípero Serra. Supo vivir lo que es «la Iglesia en salida», esta Iglesia que sabe salir e ir por los caminos, para compartir la ternura reconciliadora de Dios. Supo dejar su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y peculiaridades. Aprendió a gestar y a acompañar la vida de Dios en los rostros de los que iba encontrando haciéndolos sus hermanos. Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos.

Tuvo un lema que inspiró sus pasos y plasmó su vida: supo decir, pero especialmente supo vivir diciendo: «siempre adelante». Esta fue la forma que Junípero encontró para vivir la alegría del Evangelio, para que no se le anestesiara el corazón. Fue siempre adelante, porque el Señor espera; siempre adelante, porque el hermano espera; siempre adelante, por todo lo que aún le quedaba por vivir; fue siempre adelante. Que, como él ayer, hoy nosotros podamos decir: «siempre adelante».



A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?



Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Herodes se decía: -«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»

Y tenía ganas de ver a Jesús.

Palabra del Señor
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