Son dos las persecuciones contra los cristianos: una es la
«explícita», y el recuerdo de la Papa se dirigió a los mártires asesinados en
Pascua en Pakistán, y la otra la «educada, disfrazada de cultura, modernidad y
progreso» que termina por quitarle al hombre la libertad y también el derecho a
la objeción de conciencia. Pero precisamente en el sufrimiento de las
persecuciones el cristiano sabe que tiene siempre al lado al Señor, aludió
Francisco durante la misa celebrada el martes 12 de abril por la mañana en la
capilla de la Casa Santa Marta.
Para su meditación, el Pontífice se basó en la primera
lectura (Hechos de los apóstoles 7, 51 - 8, 1). «Hemos escuchado —explicó— el
martirio de Esteban: la tradición de la Iglesia lo llama el protomártir, el
primer mártir de la comunidad cristiana». Sin embargo, «antes que él había
habido pequeños mártires que, sin hablar pero con la vida, habían sido
perseguidos por Herodes». Y «desde ese momento hasta la actualidad existen
mártires en la Iglesia, ¡ha habido y hay!». Y «son hombres y mujeres
perseguidos sólo por confesar y decir que Jesucristo es el Señor, pero ¡esto
está prohibido!». Es más, esta confesión «provoca —en algunos momentos de la
historia, en algunos lugares— la persecución».
«Es lo que aparece claramente —afirmó Papa— en el pasaje
de los Hechos de los Apóstoles que leeremos mañana: después del martirio de
Esteban se desencadenó una gran persecución en Jerusalén». Entonces «todos los
cristianos huyeron, sólo los apóstoles se quedaron». Y, añadió, «la persecución
—yo diría— es el pan de cada día de la Iglesia: por otra parte ya lo dijo
Jesús».
«Nosotros cuando hacemos un poco de turismo por Roma, y
vamos al Coliseo, pensamos que los mártires fueron los asesinados por los
leones», prosiguió el Pontífice. Pero «los mártires no fueron sólo esos». En
realidad los mártires «son hombres y mujeres de todos los días: hoy, el día de
Pascua, hace sólo tres semanas». Francisco se refirió a «los cristianos que
celebraban la Pascua en Pakistán: fueron martirizados sólo por celebrar el
Cristo resucitado». Y «de esta forma la historia de la Iglesia sigue adelante
con sus mártires». Puesto que «la Iglesia es la comunidad de creyentes, la
comunidad de los confesores, de los que confiesan que Jesús es Cristo: es la
comunidad de mártires».
«La persecución —observó el Papa— es una de las
características, de los rasgos en la Iglesia, e impregna toda su historia» Y
«la persecución es cruel, como la de Esteban, como la de nuestros hermanos
pakistaníes hace tres semanas». Sí, cruel «como la que hacía Saulo que estaba
presente en la muerte de Esteban, del mártir Esteban: iba, entraba en las
casas, tomaba a los cristianos y los llevaba para ser juzgados».
Hay, sin embargo, advirtió Francisco, «otra persecución de
la que no se habla tanto». La primera forma de persecución «se debe a confesar
el nombre de Cristo» y por lo tanto es «una persecución explícita, clara». Pero
la otra persecución «se presenta disfrazada como cultura, disfrazada de
cultura, disfrazada de modernidad, disfrazada de progreso: es una persecución
—yo diría un poco irónicamente— educada». Se reconoce «cuando el hombre es
perseguido no por confesar el nombre de Cristo, sino por querer tener y
manifestar los valores del hijo de Dios». Por lo tanto, es «una persecución
contra Dios Creador en la persona de sus hijos».
Y así «vemos todos los días que los potencias hacen leyes
que obligan a ir por este camino y una nación que no sigue estas leyes
modernas, cultas o al menos que no quiera tenerlas en su legislación, es
acusada, es perseguida educadamente». Es «la persecución que le quita al hombre
la libertad, ¡también la de la objeción de conciencia! Dios nos ha hecho
libres, pero ¡esta persecución te quita la libertad! Y si tú no lo haces, serás
castigado: perderás el trabajo y muchas cosas o serás dejado de lado».
«Esta es la persecución del mundo», insistió el Pontífice.
Y «esta persecución también tiene un jefe». En la persecución de Esteban «los
jefes eran los doctores de la letra, los doctores de la ley y los sumos
sacerdotes». En cambio, «el jefe de la persecución educada, Jesús lo llamó: el
príncipe de este mundo». Se puede ver «cuando las potencias quieren imponer
actitudes, leyes contra la dignidad del Hijo de Dios, persiguen a estos y van
contra el Creador Dios: es la gran apostasía». Así «la vida de los cristianos
sigue adelante con estas dos persecuciones». Pero también con la certeza de que
«el Señor nos ha prometido que no se aleja de nosotros: “¡Tened cuidado, tenes
cuidado! No caed en el espíritu del mundo. ¡Tened cuidado! Pero id adelante, Yo
estaré con vosotros”».
En conclusión, Francisco pidió al Señor en la oración, «la
gracia de entender que el camino del cristiano siempre va adelante en medio de
dos persecuciones: el cristiano es un mártir, es decir, un testigo, uno que
debe dar testimonio del Cristo que nos ha salvado». Se trata de «dar testimonio
de Dios Padre, que nos ha creado, en el camino de la vida». En este camino el
cristiano «muchas veces tiene que sufrir: esto trae mucho sufrimiento». Sin
embargo, «así es nuestra vida: Jesús siempre a nuestro lado, con el consuelo
del Espíritu Santo». Y «¡esa es nuestra fuerza!».