viernes, 8 de junio de 2012

VOY A HABLAR CON DIOS


Qué bien se está Señor junto al Sagrario
¡ Que bien se está contigo !
¿ Por qué no vendré más veces ?
Desde hace mucho tiempo vengo a verte a diario, y aquí te encuentro siempre solo.
Pobre, escondido, pensando en mi.
Tú no me dices nada,yo tampoco, qué voy a decirte yo que tu no sepas.
Sabes mis penas, alegrías,altos y bajos, vengo con las manos vacías, y no tengo nada que te pueda servir.
Tú siempre estás solo
 ¿ Será que nadie sabe,Señor que tú estas aquí ?
¡No lo sé !
Pero sé en cambio que aunque nadie viniera, ni te amara ni te lo agradecieran estarás siempre esperándonos.
 ¿ Por qué no vendré más veces a verte Señor?
 ¡ Qué ciegos estamos, qué ciego soy !
 ¿ Adonde voy a ir Dios mio cuando a mi Dios no vengo ?
Tú me esperas siempre, jamás me has cerrado las puertas de tu amor.
 ¿Por qué no vendré más veces a verte Jesús bendito, si tú lo estás deseando ?
 ¡Abreme esa puerta de tu celda sagrada, bondad infinita !
 ¡Qué bien se está contigo Señor qué bien se está señor mirando tu Sagrario.

Isabel

VIDA ETERNA VIENDO A DIOS, SAN AGUSTÍN


"¿Qué recibirán los buenos?... Os he dicho que estaremos a salvo, viviremos incólumes, gozaremos la vida sin pena, sin hambre. sin sed, sin defecto alguno, con los ojos limpios para la luz. Todo eso os he dicho y, sin embargo, me he callado lo principal. Veremos a Dios, y ésta es tan gran cosa, que en su comparación todo lo anterior es nada... A Dios no puede vérsele ahora tal y como es; sin embargo, le veremos, por eso se dice que el ojo no vio ni el oído oyó, pero lo verán los buenos, lo verán los piadosos, lo verán los misericordiosos" (Serm. 128,11 PL 38,711).

"¿Y qué, hermanos? Si os preguntase si queréis ser felices, si queréis vivir sanos, todos me contestaríais que desde luego. Pero una salud y una vida cuyo fin se teme, no es vida. Eso no es vivir siempre, sino temer continuamente. Y temer continuamente es ser atormentado sin interrupción y si vuestro tormento es sempiterno, ¿dónde está la vida eterna? Estamos muy seguros de que una vida, para ser feliz, necesita ser eterna; de lo contrario, no sería feliz ni aun siquiera vida, porque, si no es eterna, si no se colma con una saciedad perpetua, no merece el nombre ni de felicidad ni de vida... Cuando lleguemos a aquella vida prometida al que guarde los mandamientos, habré de decir que es eterna? ¿Habré de decir que es feliz? Me basta con decir que es vida porque es vida, es eterna y es feliz. Y cuando la alcancemos podemos estar seguros de que no ha de fenecer. Pues si, una vez llegados a ella, estuviéramos inciertos sobre su futuro temeríamos, y donde hay temor hay tormento, no del cuerpo sino de lo que es más grave, del corazón, y donde hay tormento, ¿cómo podrá haber felicidad? Luego bien seguro es que aquella vida es eterna y no se acabará porque viviremos en aquel reino del que se ha dicho que no tiene fin (Lc. 1,33)" (Serm. 307,7: PL 38,1403).