sábado, 28 de enero de 2017

Dios también habla en chino: la vida de los católicos procedentes del gigante asiático


En un barrio de Madrid se encuentra el distrito de Europa con más densidad de población china: Usera, el Chinatown de la capital de España. Allí se levanta la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad, que debido al aluvión de inmigrantes ha tenido que modificar su pastoral en los últimos años. Su párroco, Daniel Rodríguez, explica que «hemos apostado por formar pequeñas comunidades por nacionalidades: chinos, ecuatorianos, bolivianos…, para después en un segundo paso intentar la integración de todos en una sola comunidad parroquial».
Cuando llegó al barrio hace dos años y medio, Rodríguez se puso a estudiar chino para acercarse más a los inmigrantes del país asiático. Además, creó una pequeña escuela de español para que los nuevos vecinos se pudieran integrar mejor en su país de destino. «Lo mejor es apostar por la integración, ofrecer soluciones para acoger a la gente», dice convencido de que los guetos no favorecen la convivencia.
Además, en Usera estaba el problema de las sectas evangélicas: «Cuando vienen de su país, muchos católicos se meten en las sectas, porque es más fácil para ellos, las dirigen chinos y les acogen en su idioma. Por eso merece la pena cualquier esfuerzo por introducirlos en la parroquia».
Junto a las clases de español y alguna actividad cultural, la parroquia empezó a ofrecer la Eucaristía en chino gracias a varios sacerdotes de allí que estudiaban en Madrid, hasta que al final fue destinado de manera permanente el sacerdote Pablo Liu. A la primera Misa solo asistió una persona, pero hoy las Misas son más concurridas y además muchos bautizados en su país han podido ser rescatados de las sectas. En un año y tres meses de actividades, la comunidad china católica de Usera está formada por 90 adultos, 40 niños y 35 adolescentes. «El que apuesta por la integración se lleva a la gente», resume Daniel.
Una comunidad joven
La de Usera es una más de las diferentes iniciativas de acogida que se realizan en España para acoger a la comunidad china. Hay capellanías específicas para los inmigrantes chinos en Bilbao, Zaragoza, Valencia o Palma, pero la que tiene más historia es la de la diócesis de Madrid, alojada en la parroquia de Santa Rita, vinculada a los agustinos recoletos.
Desde 1923, la orden de los agustinos recoletos tiene misiones en China, donde llevan la pastoral de tres parroquias. Al principio trabajaron sin dificultad, pero la persecución que trajo el comunismo cortó la comunicación entre los agustinos españoles y sus misioneros en la China de Mao. Estuvieron 40 años sin saber nada de ellos, al cabo de los cuales empezaron a llegar las noticias: algunos murieron pero otros habían sobrevivido en la clandestinidad, y poco a poco se retomó la relación entre las dos comunidades. Gracias a la reciente apertura del Gobierno chino, algunos seminaristas y sacerdotes han podido salir a completar sus estudios en el extranjero, y de esta manera han llegado a Madrid en los últimos años algunos agustinos chinos. Poco a poco empezaron a contactar con sus compatriotas y así nació la capellanía, que cumple ahora diez años y que ofrece cada domingo por la tarde Misas, catequesis, cursos prematrimoniales y clases de español. A las actividades acuden familias, niños y jóvenes, porque la comunidad china en España es llamativamente joven.
El Santísimo en casa
En un país de 1.300 millones de personas, los católicos –entre 10 y 15 millones– no son muy numerosos. «En China, poder nacer en una familia católica es un milagro», dice Pedro Liu, sacerdote chino procedente de un pueblo a 500 kilómetros de Pekín, que cada domingo ayuda en las actividades de la capellanía en Santa Rita.
Al ser el menor de cuatro hermanos, los padres de Pedro tuvieron que pagar a las autoridades una suma de dinero para sortear la política del hijo único. Fueron ellos los que hicieron de su hogar una pequeña Iglesia doméstica en la que se reunían los católicos del pueblo para rezar y celebrar la Eucaristía. «En mi casa había una capilla con el Santísimo, y un sacerdote venía una vez al mes para celebrar la Misa de manera discreta. Invitábamos a los vecinos católicos, mientras el resto del pueblo se limitaba a saber que nosotros creíamos en un Dios extranjero, sin más». Pedro hacía de monaguillo en aquellas celebraciones, y ahí nació su vocación, una llamada que se fortaleció cuando un grupo de catequistas del Camino Neocatecumenal procedentes de varios países fue a su pueblo a catequizar. Estudió en el seminario Redemptoris Mater de Madrid. El año pasado recibió la ordenación sacerdotal en la catedral de la capital.
Repartiendo invitaciones
Pero Pedro resume todo su periplo así: «Yo estoy aquí porque Dios me llamó». Y por eso piensa que «si yo estoy aquí es por algo», también para hacer pastoral con la comunidad china en Madrid. De ahí que recientemente haya comenzado a convocar a sus compatriotas para la celebración de la Eucaristía los sábados por la tarde en la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves. Siempre que sale, lleva consigo unas invitaciones que reparte en cada tienda de chinos que se encuentra, una labor en la que le ayudan también varios fieles de la parroquia. «Quiero hacerles llegar que hay un Dios, que existe la verdad, que puedan conocer nuestra fe, porque después de tantos años de comunismo muchos ya se están dando cuenta de que lo que les contaron en China no era verdad. El hombre es religioso por naturaleza, y sabe que Dios tiene que existir».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega

28 de enero: santo Tomás de Aquino O.P., Doctor de la Iglesia


El último de los hijos varones –en total eran doce hermanos– del matrimonio de aristócratas formado por Landolfo de Aquino y Teodora de Teate nació en Roccaseca, localidad de la Italia, meridional, a finales de 1225. Sus padres quisieron que siguiera la carrera eclesiástica, por lo que sus padres le enviaron al famoso monasterio benedictino de Montecassino. De ahí pasó a Nápoles, donde se formó en Artes y en Teología y entró en contacto con la Orden de Predicadores –los dominicos–, en la que expresó su deseo de ingresar.
Pero sus padres se oponían, llegando incluso su madre a obtener el permiso del Emperador Federico II para que sus hermanos arrestaran a Tomás, que permaneció preso durante un año en el Castillo de San Giovanni, hasta que una mediación de Juan el Teutónico, a la sazón Maestro General de la Orden de Predicadores, ante el Emperador motivó su puesta en libertad. Su siguiente destino fue París. En la capital francesa estuvo una década, profundizando en Teología, especialidad de la que acabó convirtiéndose en un maestro universal.
Allí su referente fue san Alberto Magno, con quien la simbiosis intelectual y personal fue plena. Bajo su batuta, empezó Santo Tomás a escribir sus primera obras y a forjar su estilo intelectual; por ejemplo, distinguiéndose en ciertos aspectos –que no renegando– de la Teología de San Agustín.
Su primer gran aporte fue la resolución del dilema planteado por Averrroes, para quien existía contradicción entre las verdades del entendimiento y la de la Revelación. Santo Tomás, por el contrario, afirmo que eran compatibles, al proceder ambas de Dios, y complementarias pues lo sobrenatural debía ser conocido por la revelación y lo natural por el entendimiento.
Su reputación llegó a Roma, convirtiéndose en consultor del Papa. Un cargo importante que, sin embargo, no mermó su producción intelectual; durante esos años escribió varias obras -como los comentarios al Pseudo-Dionisio y a Aristóteles- e inició la redacción de la Suma Teológica, cima y compendio de su pensamiento. Santo Tomás de Aquino murió en Fossanuova en 1274 a la edad de 49 años.
J.M. Ballester Esquivias (@jmbe12)
Alfa y Omega

¿Quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!


Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban . Se levantó una fuerte tempestad, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un cabezal.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
« ¿Pero quién es éste? ¡ Hasta el viento y las aguas le obedecen! ».
Palabra del Señor.

Papa: el miedo a todo, el pecado que paraliza al cristiano

  Que Dios nos libre del pecado que nos paraliza como cristianos: la pusilanimidad, el tener miedo de todo, que no nos permite tener memoria, esperanza, coraje y paciencia. Es, en síntesis, cuanto afirmó el Santo Padre durante la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
La Carta a los Hebreos propuesta por la liturgia del día – afirmó el Papa Francisco – exhorta a vivir la vida cristiana con  tres puntos de referencia: el pasado, el presente y el futuro. Ante todo nos invita a hacer memoria, porque “la vida cristiana no comienza hoy: continúa hoy”. Hacer memoria es “recordar todo”: las cosas buenas y las menos buenas, es poner mi historia “ante Dios”, sin cubrirla o esconderla:
“‘Hermanos, recuerden los primeros tiempos’: los días del entusiasmo, de ir adelante en la fe, cuando se comenzó a vivir la fe, la pruebas sufridas… No se comprende la vida cristiana, incluso la vida espiritual de cada día, sin memoria. No sólo no se comprende: no se puede vivir cristianamente sin memoria. La memoria de la salvación de Dios en mi vida, la memoria de los problemas de mi vida. Pero, ¿cómo me ha salvado el Señor de estos líos? La memoria es una gracia: una gracia que hay que pedir. ‘Señor, que yo no olvide tu paso en mi vida, que yo no olvide los buenos momentos, también los feos; las alegrías y las cruces’. Pero el cristiano es un hombre de memoria”.
Vivir con la esperanza de encontrar a Jesús
Después el autor de la Carta nos hace entender que “estamos en camino, en espera de algo” – dijo el Papa Bergoglio –  en espera de “llegar a un punto: un encuentro; encontrar al Señor”. “Y nos exhorta a vivir con fe”:
“La esperanza: mirar al futuro. Así como no se puede vivir una vida cristiana sin la memoria de los pasos dados, no se puede vivir una vida cristiana sin mirar al futuro con la esperanza del encuentro con el Señor. Y Él dice una frase bella: ‘Todavía un poco…’. ¡La vida es un soplo, eh! Pasa. Cuando uno es joven, piensa que tiene tanto tiempo por delante, pero después la vida nos enseña aquella palabra que decimos todos: ‘¡Cómo pasa el tiempo! A éste lo conocí de niño, ¡ahora se casa! ¡Como pasa el tiempo!’. Pasa rápido. Pero la esperanza de encontrarlo es una vida en tensión, entre la memoria y la esperanza, el pasado y el futuro”.
Vivir el presente con coraje y paciencia
En fin la Carta a los Hebreos invita a vivir el presente, “tantas veces doloroso y triste”, con “coraje y paciencia”: es decir, con franqueza, sin vergüenza y soportando las vicisitudes de la vida, llevando todo sobre los hombros. “Somos pecadores – dijo Francisco – todos lo somos. Pero vayamos adelante con coraje y con paciencia. No nos quedemos ahí, detenidos, porque esto no nos hará crecer”.
El pecado que paraliza al cristiano: la pusilanimidad
Por último, el Pontífice comentó que el autor de la Carta a los Hebreos exhorta a no cometer el pecado que no nos hace tener memoria, esperanza, coraje y paciencia: la pusilanimidad.
“‘No correr el riesgo, por favor, no… la prudencia…’. Los mandamientos, todos, todos… Sí, es verdad, pero esto te paraliza también, te hace olvidar las tantas gracias recibidas, te quieta la memoria, te quita la esperanza porque no te deja ir. Y el presente de un cristiano, de una cristiana así es como cuando uno va por la calle y viene una lluvia inesperada y el vestido no es tan bueno y se encoge la tela… Almas estrechas… ésta es la pusilanimidad: éste es el pecado contra la memoria, el coraje, la paciencia y la esperanza. Que el Señor nos haga crecer en la memoria, nos haga crecer en la esperanza, nos dé cada día coraje y paciencia y nos libere de esa cosa que es la pusilanimidad, tener miedo de todo…. Almas restringidas para conservarse. Y Jesús dice: ‘El que quiera conservar su propia vida, la pierde’”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)