domingo, 9 de noviembre de 2014

Monseñor Carlos Osoro a los jóvenes: "Tenéis que ayudarme a anunciar a Jesucristo"

En su alocución, Mons. Osoro ha explicado que "nos reúne aquí la Santísima Virgen María para acercarnos a Cristo a nuestra vida y a nuestro corazón". "Cristo está en medio de nosotros, ha afirmado,  Cristo ha triunfado, ha resucitado. Y esto es una alegría que tenemos que anunciar a todos los hombres". "Dios, ha dicho, nace de una mujer, María. Es la que nos reúne hoy". "Ella ha prestado su vida para que Dios tomase rostro humano. Y nos invita a hacer lo mismo", porque "los hombres tienen sed, tienen oscuridad. No están a gusto con lo que se les ha dado. Están robando al ser humano la imagen de Dios". Ante esta situación, ha afirmado que "no podemos estar tranquilos. Si el hombre tiene sed, hay que darle de beber". Pero, ha advertido, "no podemos con nuestras fuerzas".

Para Mons. Osoro, el Señor, "de una u otra manera, ha hecho que escuchemos su voz" en algún momento de nuestra vida. Hoy, "reunidos como una gran familia que escucha, que acoge a la Virgen María, en Madrid bajo la advocación de Nuestra Señora de la Almudena, Ella quiere romper  los muros, quiere estar en el centro, y decirnos fundamentalmente tres cosas". La primera, "abrámonos a Dios, sin miedo. Dios nos puede pedir mucho. Yo, en nombre del Señor, me atrevo a pedíroslo". En segundo lugar, "dejemos que entre en nuestra vida, con todas las consecuencias". Y, por último, "salgamos a los caminos de este mundo para dar el rostro  Dios".

"Dios, ha asegurado, nos puede pedir la vida. Es cierto. Nos puede pedir que hagamos presente a Cristo en nuestra vida. Pero si abrimos nuestra vida a Dios, seguro que habrá alguna llamada, para mantener viva la maternidad en la iglesia, en una consagración total y absoluta a Dios". Por eso, ha invitado a los jóvenes a dejar "que la vida de Dios entre en nuestra existencia". Así, "si dejas entrar a Dios, harás cosas que no te imaginabas". "Queremos hacer llegar el amor de Dios a todos los hombres, como hizo María". Todo esto, ha señalado, se aprende en la Escuela de María.

Ha exhortado a los jóvenes a abrirse "a Dios como María". "El Señor, ha dicho, saluda a todos los hombres, porque para él todos somos hermanos. El se acerca a todos", aunque "no todos le escuchan". "Hoy nos dice, como a la Santísima Virgen su Madre, que no tengamos miedo. Gozamos del favor de Dios. Abramos nuestra vida a Dios".

Por último, ha exhortado a salir a los caminos, "donde están los hombres". Pero "hay que salir desde el centro, que es Dios". "Que toda vuestra vida esté ocupada por Dios", ha señalado, recordando que "la gran intérprete de la salida es María". "Salgamos al mundo" para llegar a todos los hombres. "Hay que salir", ha insistido, "haremos creíble al Señor si provocamos en los demás que digan de nosotros dichosos porque creemos en Dios".

En este sentido, ha pedido a los jóvenes: "tenéis que ayudarme a anunciar a Jesucristo, a hacerlo creíble. Pero hay que hacerlo asistiendo a la Escuela de María".

Y ha concluido diciendo a los jóvenes: "que esta Catedral sea un lugar especial para nosotros, para que podamos venir a arrodillarnos junto a la Virgen para decir al Señor, como Ella: hágase en mi según tu
palabra".

JESUS EXPULSA A LOS MERCADERES DEL TEMPLO

Lectura del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22

Como ya se acercaba la fiesta de la pascua de los judíos, Jesús fue a Jerusalén. En el templo se encontró con los vendedores de bueyes, ovejas y palomas; también a los cambistas de dinero con sus mesas.

Al ver aquello, Jesús hizo un látigo de cordeles y los echó del templo a todos, con sus ovejas y bueyes; volcó las mesas de los cambistas y les tiró al suelo las monedas; y a los vendedores de palomas les dijo:
"Quiten esto de aquí: no conviertan en un mercado la casa de mi Padre".

En ese momento sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu casa me devora. 

Intervinieron los judíos y le preguntaron: "¿Qué señal nos das como prueba de tu autoridad para actuar así?"

Jesús respondió: "Destruyan este templo, y en tres días yo lo levantaré de nuevo".

Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y piensas tú reconstruirlo en tres días?"

Pero el templo del que Jesús hablaba era su propio cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, recordaron sus discípulos lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras que Él había pronunciado.