miércoles, 11 de diciembre de 2013

MARÍA, MADRE UNIVERSAL De las Oraciones de san Anselmo, obispo (Oratio 52)


«¡Oh mujer llena y rebosante de gracia, con la redundancia de cuya plenitud rocías y haces reverdecer toda la creación! [...] Dios, a su Hijo, el único engendrado de su seno igual a sí, al que amaba como a sí mismo, lo dio a María; y de María se hizo un hijo, no distinto, sino el mismo, de suerte que por naturaleza fuese el mismo y único Hijo de Dios y de María. 

Toda la naturaleza ha sido creada por Dios, y Dios ha nacido de María. 

Dios lo creó todo, y María engendró a Dios. 

Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo de María; y de este modo rehizo todo lo que había hecho. 

El que pudo hacer todas las cosas de la nada, una vez profanadas, no quiso rehacerlas sin María.

Dios, por tanto, es padre de las cosas creadas y María es madre de las cosas recreadas. 

Dios es padre de toda la creación, María es madre de la universal restauración. Porque Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho, y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada en absoluto existiría, y María dio a luz a aquel sin el cual nada sería bueno».

De News.va

Consuelo y confianza: Adviento aumente el anhelo de la misericordia de Dios, alienta el Papa

Queridos hermanos y hermanas:

La reflexión sobre el juicio final, a pesar de que instintivamente suscita en nosotros un cierto temor, contiene algunos elementos que constituyen un motivo de consuelo y confianza. 



En primer lugar, la expresión aramea maranathà, ¡Ven, Señor!, ya usada en la liturgia por las primeras comunidades cristianas, nos anima a contemplar el juicio como el momento en el que seremos considerados dignos de revestirnos de gloria y acceder al banquete de bodas con Cristo-Esposo. 

Un segundo motivo de confianza es la consideración de que no estaremos solos en el juicio, sino que podremos contar con la intercesión y benevolencia de tantos hermanos nuestros, santos, que nos han precedido en el camino de la fe. 

Y un tercer elemento es la idea de que el juicio comienza ya en nuestra existencia. Jesús se nos da continuamente para colmarnos de la misericordia del Padre, y nosotros tenemos la responsabilidad de abrirnos a esa gracia o, en cambio, de cerrarnos y auto excluirnos de la comunión con Dios.