jueves, 5 de octubre de 2017

Osoro y Omella no serán mediadores entre Moncloa y la Generalitat


Los cardenales Omella y Osoro no serán mediadores entre Moncloa y la Generalitat. Al menos, no oficialmente. Los arzobispos de Barcelona y Madrid, que en las últimas jornadas trabajan, de manera discreta, para no que no vuelen los puentes de diálogo entre Cataluña y el resto de España, están comprometidos como facilitadores del entendimiento, pero en ningún caso como mediadores de un conflicto entre iguales.
Así ha quedado claro en los distintos encuentros -personales y telefónicos- que ambos prelados han mantenido en los últimos días con representantes políticos, sociales, culturales y empresariales de Madrid y Barcelona. Tanto Omella como Osoro han planteado a sus respectivos interlocutores que la Iglesia no puede ejercer como mediadora, dado el carácter universal de la institución, que podría derivar en una  "internacionalización" del conflicto.
Ambos arzobispos han subrayado tanto a Rajoy y Sáenz de Santamaría (con quienes ambos prelados se encontraron el lunes) como a Oriol Junqueras (quien se trasladó el martes al palacio del Arzobispado para hablar con Omella), que la posición de la Iglesia -que cuenta con el aval vaticano- es la de "diálogo, entendimiento, del respeto a los derechos y a las instituciones, y de la no confrontación".
Así se apuntaba en la nota de la Comisión Permanente del Episcopado publicada antes del 1-O y que contó con la unanimidad de todos sus miembros, aunque posteriormente algunos de ellos (fundamentalmente el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz) salieran a la luz pública a criticarla.
De hecho, el Arzobispado de Madrid ha tenido que salir al paso de algunas informaciones que aseguraban que, en una conversación mantenida entre Osoro y Pablo Iglesias (fue el cardenal quien telefoneó al líder de Podemos), el primero se habría comprometido a "intentar convencer" a Rajoy para que dialogara con Puigdemont.
Desde la diócesis, se asegura que la llamada "se enmarca en las conversaciones que habitualmente se mantienen con las diversas fuerzas políticas" y que, "en ningún caso se ha concretado compromiso alguno, sino que se ha reiterado el mensaje lanzado la semana pasada por los obispos españoles en comunión".
En todo caso, la noticia de una supuesta mediación de la Iglesia en el conflicto catalán ha sido fuertemente criticada por los partidos del bloque constitucionalista. Tanto PP como Ciudadanos y el PSOE han rechazado que la Iglesia pueda convertirse en interlocutora válida. Así, el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, ha indicado que "no tiene ningún sentido introducir a la Iglesia" puesto que "al final se acabaría discutiendo sobre la validez del propio mediador". Algo similar han señalado tanto Albert Rivera como el vicepresidente del grupo PPE en el Parlamento Europeo, Esteban González Pons.
Roma dice "no" a la autodeteminación
Entretanto, este lunes se produjo un encuentro, aparentemente protocolario, pero que escondía mucho detrás. Así, tal y como informa el periodista (y asesor de la Embajada) Antonio Pelayo en Vida Nueva, el Papa recibió al nuevo embajador de España ante la Santa Sede, Gerardo Bugallo.
Durante el encuentro, de unos veinte minutos, y que se produjo a solas, Bergoglio habría manifestado al embajador la postura de la Santa Sede, contraria a toda autodeterminación que no esté justificada por un proceso de descolonización, y manifestó el rechazo de la Iglesia a toda actitud que no esté basada en el respeto a la legalidad constituida.
Posteriormente, Bugallo se encontró con el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, durante alrededor de una hora. En la conversación, el número dos de la Santa Sede manifestó que la diplomacia vaticana patrocinaba actitudes de diálogo y de negociación para atajar las tensiones creadas, sin renunciar a soluciones pacíficas, según el relato de Pelayo. ¿Una puerta abierta?
Finalmente, el semanario Alfa y Omega, órgano oficial del Arzobispado de Madrid, ha publicado un editorial bajo el título de "Ante todo, mucha calma", en el que recuerda "la urgencia de promover un sano patriotismo inclusivo capaz de abrazar la rica diversidad y pluralidad entre los españoles" frente al "discurso de los particularismos y la descalificación del otro".
"La responsabilidad de la Iglesia en estos momentos es clara: trabajar por la concordia, a pesar de que algunos de sus miembros hayan podido no estar a la altura", admite el semanario, quien arremete contra aquellos obispos que, como Sanz, han criticado la nota de la CEE (pese a haberla aprobado con su voto). "Juzgar de tibia, como algunos han hecho, la respuesta de los obispos plasmada en la declaración de la Comisión Permanente aprobada la pasada semana, es no comprender lo que está en juego en estos momentos en España".
"La defensa de la Constitución y del principio de legalidad es clara en el documento, que al mismo tiempo apela a la necesidad de diálogo, el cual será imposible mientras no exista un clima de mínima serenidad", añade el texto, quien pide "responsabilidad" a todos, en Cataluña y "en el resto de España, donde no hay hogar o lugar de trabajo donde no se discuta apasionadamente estos días sobre la crisis española y catalana".
"Ante todo, mucha calma"
Son días decisivos en la grave crisis política que atraviesa España (decir solo Cataluña sería quedarse cortos). El Estado de Derecho tiene los instrumentos necesarios para prevalecer, y pensar en estos momentos en otra hipótesis es sencillamente descabellado, por más que el vértigo de los acontecimientos produzca una impresión distinta. La cuestión es cómo va a superarse esta crisis. Este podría ser el acicate para intentar cerrar de una vez por todas las fracturas territoriales y los agravios comparativos entre comunidades autónomas, una constante en estos 40 años de democracia. La crisis muestra también la urgencia de promover un sano patriotismo inclusivo capaz de abrazar la rica diversidad y pluralidad entre los españoles, como pueblo protagonista del proceso de integración europea que acoge con los brazos abiertos a muchas personas venidas de todas partes del mundo. Son objetivos que no se pueden alcanzar de la noche a la mañana, pero empezar a trabajar en ellos es ya una forma de sembrar reconciliación. Si, por el contrario, prevalece el discurso de los particularismos y la descalificación del otro, los episodios de estos días no serán más que el preludio de una crisis todavía mayor más pronto que tarde.
La responsabilidad de la Iglesia en estos momentos es clara: trabajar por la concordia, a pesar de que algunos de sus miembros hayan podido no estar a la altura. Pero juzgar de tibia, como algunos han hecho, la respuesta de los obispos plasmada en la declaración de la Comisión Permanente aprobada la pasada semana, es no comprender lo que está en juego en estos momentos en España. La defensa de la Constitución y del principio de legalidad es clara en el documento, que al mismo tiempo apela a la necesidad de diálogo, el cual será imposible mientras no exista un clima de mínima serenidad. Es obvio que a algunos les interesa enrarecer el ambiente. Las posiciones extremas se retroalimentan y lo último que deben hacer los católicos es entrar en esa dinámica. Y en esto la responsabilidad es de todos. Especialmente en Cataluña, pero también en el resto de España, donde no hay hogar o lugar de trabajo donde no se discuta apasionadamente estos días sobre la crisis española y catalana.
Jesús Bastante

El Papa anuncia una reunión pre-sinodal para jóvenes de todo el mundo

“Quiero anunciar que del 19 al 24 de marzo de 2018, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos convoca una reunión pre-sinodal para invitar a jóvenes de diferentes partes del mundo: jóvenes católicos y jóvenes de diferentes confesiones cristianas y de otras religiones; no creyentes”.
Estas han sido las palabras del papa Francisco al final de la audiencia general celebrada hoy, 4 de octubre de 2017, en la Plaza de san Pedro.
Esta iniciativa forma parte del proceso de preparación de la próxima Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre “Juventud, fe y discernimiento vocacional” en octubre de 2018, ha indicado el Papa.
“Con este camino, la Iglesia quiere escuchar la voz, la sensibilidad, de fe y también las dudas y críticas de los jóvenes. Para ello, las conclusiones del Encuentro de Marzo serán transmitidas a los Padres Sinodales”, ha concluido el Papa al final la audiencia.
ZENIT

El Papa, en contra de la autodeterminación de Cataluña


Rechaza toda actuación contraria a la legalidad constituida
En su primer encuentro con el nuevo embajador de España, que presentó sus cartas credenciales el pasado lunes, el Papa ha reiterado a Gerardo Bugallo «la postura contraria de la Santa Sede a toda autodeterminación que no esté justificada por un proceso de descolonización», según informa este jueves la revista Vida Nueva.
La crónica de su corresponsal Antonio Pelayo, consejero eclesiástico de la embajada de España ante la Santa Sede, añade que el Papa «manifestó el rechazo de la Iglesia a toda actitud que no esté basada en el respeto a la legalidad constituida».
Es la postura que el Santo Padre manifestó ya hace tiempo sobre Cataluña en una conferencia de prensa a bordo del avión papal, distinguiendo netamente la salida de una situación colonial «por emancipación» de la ruptura deliberada de un país «por secesión».
El problema creado por el intento de referéndum ilegal en Cataluña, realizado justo el día anterior, era evidentemente el tema principal de la primera visita de Gerardo Bugallo este lunes al Vaticano, pero el nuevo embajador prefirió no hacer ninguna comunicación a la prensa.
Según el semanario católico, el encuentro con el Papa duró veinte minutos, y la posterior reunión con el secretario de Estado se prolongó durante media hora.
El nuevo embajador «transmitió al Papa los saludos del Rey Felipe VI y del Gobierno, y le agradeció en su nombre y en el de todos los españoles la ayuda que la Iglesia ha prestado y sigue prestando a las capas más desfavorecidas de la sociedad».
A su vez, también según el semanario, el diplomático español -hasta hace poco embajador en Kiev- constató en su encuentro con el secretario de Estado «que el número dos de la Santa Sede demostró estar muy al corriente tanto de la situación catalana como de la ucraniana, y manifestó que en ambos casos la diplomacia vaticana patrocinaba actitudes de diálogo y de negociación para atajar las tensiones creadas, sin renunciar a soluciones pacíficas».
Al mismo tiempo, según fuentes vaticanas, Pietro Parolin es muy consciente de que en estos momentos no hay margen de negociación, y de que el Vaticano no puede mediar entre posturas irreconciliables cuando una de las partes no respeta la ley, como se demostró amargamente hace unos meses en Venezuela.
Juan Vicente Boo/ABC

«La fe se vive peor si la psicología no está equilibrada»


Médico psiquiatra, doctora en Medicina y Cirugía y máster en Psicoterapia, Maribel Rodríguez decidió dedicarse a este campo porque sentía la necesidad de comprender al ser humano. En esta búsqueda se dio cuenta de que no podía hacerlo sin tener en cuenta la espiritualidad de una persona. Ahora que los tiempos son más propicios para ello –abundan los congresos sobre estas cuestiones–, defiende que se tiendan puentes entre psiquiatría y psicología y la religión
Psiquiatría y espiritualidad no siempre han ido de la mano. Más bien, se han mirado con recelo, una situación que parece llegar a su fin después de que psiquiatras y psicólogos reconozcan la necesidad de tener en cuenta la vida de fe de una persona a la hora de tratarla y de que la religión, en este caso la católica, esté acudiendo a estas ciencias para ayudar de una forma integral al ser humano.
Así, a bote pronto, parecen disciplinas lejanas.
Sí, es verdad que parecen mundos muy distintos, pero se está abriendo el diálogo entre ambos mundos. Hace años, era casi imposible. Los psiquiatras que nos interesábamos por la espiritualidad teníamos casi que escondernos porque nos consideraban raros. Actualmente, en parte gracias al auge de la meditación y del mindfulness los psicólogos y psiquiatras se han empezado a abrir más a la parte espiritual.
¿No tenía en cuenta esta dimensión de la persona?
La verdad es que no mucho, al menos no explícitamente, pero la psiquiatría vive hoy una crisis quizás de sentido. Nos preguntamos qué hacemos y cómo lo hacemos y si es incompleto nuestro enfoque. La psiquiatría parece haberse quedado sin alma, y da la impresión de que a veces lo que hacemos no sea más que un maquillaje psicológico… También veo una crisis de sentido a nivel global en nuestra cultura, que afecta a la psiquiatría y a la psicología, que se han quedado cojas y quizás por eso hay más apertura a otras perspectivas.
¿Es posible acercar posturas?
Antes, como he dicho, el psiquiatra que investigaba cuestiones de espiritualidad y religión era raro; en cambio ahora aparecen cada vez más colegas que tienen curiosidad sobre estas cuestiones. Además, en la actualidad, hay más gente con preguntas e inquietudes espirituales, a pesar de que se hayan alejado de la religión. También son muchas las personas las que solicitan un psiquiatra o psicólogo que entienda y que respete su religión y espiritualidad.
Usted ha ido un paso por delante.
Quizás… He respondido a una inquietud personal y he querido escuchar las necesidades de las personas. Pero no es algo tan nuevo, desde los años 60 esta inquietud es muy explícita en la psiquiatría y en la psicología, pero fuera de España. No es solo que a mí me interese, es que a la gente le hace falta. En realidad, se trata de ayudar a la persona en todas su dimensiones –cuerpo, mente y espíritu–, de entenderla de una forma global.
Pero tendría alguna inquietud…
Desde que decidí entrar en Medicina, tenía claro que quería ser psiquiatra porque quería entender al ser humano. Pero me di cuenta de que la ciencia era insuficiente y de que necesitaba una visión más amplia. Ahí entraron en juego la filosofía y las religiones, en las que hallé una gran sabiduría psicológica, sobre todo en los místicos. Por ejemplo, en santa Teresa de Jesús. Y no es que pretenda invadir, al abordar esta dimensión, el terreno propio del sacerdote, sino que se trata de ayudar a la persona que viene con toda su realidad bio-psico-socio-espiritual. El paciente puede querer expresar cuestiones de su vida espiritual o poner de manifiesto un conflicto que le genera su espiritualidad, o bien es posible que su estado psicológico altere su vivencia espiritual, pues hay formas sanas y enfermas de vivir la fe. Entonces, el profesional tiene que tenerlo en cuenta para ayudar a vivirla de una manera sana o para ser un apoyo más en una crisis espiritual.
Parece un terreno difícil de delimitar. ¿No es así?
Efectivamente. Por ejemplo, a veces, diferenciar entre una noche oscura del alma y una depresión es complicado. Se mezclan cosas. Es complejo, pero de lo que se trata es de ayudar a que la gente esté más integrada en todas sus dimensiones y por eso hay que tender puentes entre psicología, psiquiatría y espiritualidad.
¿Usted cómo lo hace?
Intento tener una visión antropológica integradora, que tenga en cuenta las diferentes dimensiones y, a la vez, respetar cada parcela. Yo no puedo hacer una intervención espiritual, ni me pongo a rezar con un paciente en la consulta, pero sí considero necesario tener en cuenta su vida espiritual para comprenderle. Porque muchos problemas se agravan porque no se entiende la parte psicológica desde la fe y, en otros casos, porque la psiquiatría no respeta o no entiende la espiritualidad.
En este sentido, ¿puede ayudar la fe ante un trastorno psicológico? ¿Y empeorarlo?
Desde luego, puede ser de gran ayuda, pero también un perjuicio si se vive de manera equivocada o distorsionada.
Explíquese.
Se puede agravar la herida de alguien que tiene una depresión cuando, al verle triste y apagado, le decimos que está así porque se ha alejado de Dios y que tiene que rezar más. Esto es una barbaridad y un maltrato, además de una muestra de incomprensión. Si uno tiene gripe y ese día no sintoniza con un sacramento o no puede asistir, todo el mundo lo entiende. Si en lugar de una gripe padece una depresión, se tiende a culpabilizarle. A veces, se da este punto de incomprensión, más acentuado en las comunidades religiosas, donde se puede llegar a plantear que uno tiene que lograrlo todo a través de la vida espiritual y la oración. Un psicólogo americano (John Welwood) habla del «bypassespiritual», es decir, eludir la situación real de los problemas, escapándose al mundo espiritual. Por ejemplo, rezar para que se arregle un problema con el marido, en lugar de hablar con él; o rezar porque estoy enfermo, pero no cuidarse.
Interesante…
Muchos problemas psicológicos se agravan cuando se enfocan inadecuadamente en el mundo religioso. Y existen ciertos problemas psicológicos que han llevado a una visión distorsionada de la fe, derivados de inmadureces psicológicas, problemas mentales o falta de comprensión a uno mismo. Podríamos incluso decir que ciertos problemas en la Iglesia pueden surgir de problemas psicológicos. Vuelvo a santa Teresa. Ella hablaba de las monjas a las que les daban «pasmos largos», que era una especie de estado de estar enganchadas a la oración, sin querer hacer nada más, de una manera exagerada. Ante esta situación, les prohibía rezar y les indicaba hacer tareas domésticas, para conectarse con la realidad. Cuentan otra anécdota de que una monja le dijo que si no comulgaba varias veces al día se iba a morir. Ella le respondió que ninguna de las dos comulgaría en los próximos días para ver qué pasaba. Santa Teresa era muy psicóloga.
El Papa confesó hace poco que había acudido al psicoanalista en una ocasión. ¿Puede ayudar a normalizar la importancia de cuidar la salud mental entre los católicos?
El Papa muestra que es un ser humano, que ha tenido un problema, lo ha reconocido y ha pedido ayuda. Es una muestra de sensatez y de humildad que alguien como él, con esa visibilidad, lo diga con tanta naturalidad. Existe la creencia de que uno va al psicólogo porque está loco y esto no es así. La mayoría de mis pacientes tienen mejor salud mental que la media porque al menos reconocen que tienen un problema y lo quieren arreglar.
También parece que está introduciendo ciencias humanas como la psicología, la psiquiatría o la sociología en los procesos formativos de los sacerdotes o en el tratamiento de cuestiones familiares.
Yo plantearía que nociones básicas de salud mental son necesarias para todo el mundo para comprender mejor al ser humano. Pero esto es especialmente importante en personas que tienen la responsabilidad que tienen los sacerdotes. Han de estar en un mínimo estado de buena salud mental para poder ayudar a otros adecuadamente.
Francisco da gran importancia en este sentido al discernimiento en cada situación y no solo a la norma. Pienso en cuestiones de familia que pueden generar controversia y en las que la psicología puede ayudar.
En el ámbito de la familia, hay que trabajar mucho. A veces se dice que la familia es lo mejor, que hay que defenderla… Y estoy de acuerdo, pero si escuchas a personas que yo trato, abusadas por sus padres o maltratadas por sus madres, ese mensaje entra en conflicto con sus experiencias y tienden a culparse al estar de acuerdo en que la familia es algo bueno. No es su experiencia. La familia adecuada está muy bien, pero cuidado con cómo decimos las cosas. La familia no es un molde ideal en el que si no cabemos ya estamos mal. La normas tienen en ocasiones sentido y en otras no. Se puede leer en el Evangelio. En él vemos que limitarse a las normas es síntoma de inmadurez, inconsciencia y miedo. ¿Cómo es posible que creas tanto en Dios y tengas miedo? Y si crees en el perdón, ¿por qué estás obsesionado con el pecado? Hablamos de una religión de amor y podemos estar todo el día juzgando al vecino, odiando al otro porque no es como nosotros. En este tema hay cuestiones que tienen que ver con la congruencia y la congruencia es un tema psicológico. En este sentido, la fe se vive peor si la psicología no está equilibrada, pues el amor hacia los demás no es posible si no estamos mínimamente en paz con nosotros mismos.
Fran Otero @franoterof

Tres limpiezas de Francisco


Aunque a algunos medios de comunicación les interese más el reajuste de las finanzas del Vaticano –uno de los trabajos de Hércules que el cónclave de 2013 encargó al futuro Papa–, Francisco lleva tiempo promoviendo otras tres limpiezas menos visibles, pero de mucho más alcance. El Papa las aborda con prudencia pero con constancia, en las homilías de su Misa de siete de la mañana, en encuentros con grupos de visitantes, en discursos durante sus viajes y, de vez en cuando, en documentos y mensajes.
Cuando la fachada de una casa está muy desconchada no basta con aplicar otra capa de pintura. Es necesario utilizar la rasqueta antes de volver a pintar. Aplicada a las personas, es molesta pero imprescindible.
Francisco está pasando la rasqueta en primer lugar al vicio del clericalismo, no solo de clérigos, sino también de laicos «que están pidiendo que los clericalicen». Lo ha comentado muchas veces, tanto en Roma como en algunos viajes a América.
El segundo vicio, específico de los clérigos –por fortuna, una minoría–, es el carrerismo. La obsesión por hacer carrera y lograr ascensos se da en estructuras diocesanas y todavía más en el Vaticano, con visible incidencia entre eclesiásticos que han trabajado mucho tiempo en oficinas y poco en contacto con gente que sufre. La batalla del Papa contra esos dos vicios le trae muchas críticas por puro resentimiento.
El tercer vicio, específico de los laicos, es la corrupción. Francisco lo ha denunciado muchas veces, utilizando expresiones coloquiales para condenar a quienes piden u ofrecen sobornos. En algunos países católicos, este problema es endémico, y hay incluso quien intenta justificarlo.
El Papa no tolera excusa alguna, y advierte a quienes llevan dinero sucio a casa que están dando a sus hijos «pan podrido». La corrupción tiene muchas formas y se da en muchos ambientes: no solo en las administraciones públicas sino también en las empresas privadas e incluso en la pequeña actividad como independiente.
Francisco es «el Papa de la coherencia y de los hechos». Enseña que lo que habla de cada persona no son sus palabras sino sus actos de egoísmo o de servicio. Advierte que, aunque uno intente engañarse a sí mismo, en realidad no lo consigue, pues sabe que su justificación es falsa. El camino de la amistad con Dios y de la felicidad pasa por superar esos vicios.
Juan Vicente Boo
Alfa y Omega

5 de octubre: santa Faustina Kowalska, gran difusora de la devoción a la Divina Misericordia


Es la primera santa canonizada del siglo XXI. En su tiempo, marcado por inmensos sufrimientos, justamente en los años más oscuros y desesperantes que van del primer al segundo conflicto mundial, el mismo Cristo entrega a la joven sor Faustina (1905-1938) el mensaje de la divina misericordia.
Fue su compatriota Juan Pablo II quien la elevó a los altares en la ceremonia realizada el 30 de abril del año 2000 ante doscientos mil peregrinos en Roma y otros miles más que presenciaban en directo la ceremonia en la explanada del santuario de Lagiewniki, dedicado a la Misericordia, en Cracovia, en perfecta comunicación entre los dos centros. Ya antes, cuando aún era cardenal de Cracovia, le correspondió firmar el decreto de clausura del proceso diocesano de beatificación. Y antes aún, cuando era un joven trabajador de la fábrica de Solvay, visitaba cotidianamente el santuario para hacer oración y pedir ayuda para el día cantero en aquellos tiempos tan aciagos para la humanidad. En el momento de transición del milenio, el papa la presentó como modelo para toda la Iglesia por ser mensajera de una espiritualidad por la que él mismo se sintió atraído desde que era un muchacho. «No es un mensaje nuevo –afirmó el papa– pero se puede considerar de esencial iluminación para ayudarnos a revivir más intensamente el Evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo».
Elena Kowalska, tercera de diez hijos, nació el 25 de agosto de 1905 en una pequeña aldea polaca llamada Glogowieck –actualmente en la provincia de Konin–, dentro de una familia con pocos medios económicos. La bautizaron en la parroquia de San Casimiro, en Swinice Warckie, imponiéndole el nombre de Elena. Recibió solamente instrucción o enseñanza primaria, no daban para más las arcas familiares. A los dieciséis años comenzó a cooperar económicamente a las necesidades de los suyos con su trabajo. Cuando manifestó sus deseos de hacerse religiosa, recibió una negativa por parte de los padres; solo dos años más tarde logró sacar adelante su deseo con el permiso paterno, pero las religiosas de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia aún retrasaron su admisión por un año, que fue el tiempo que tardó en reunir –trabajando como sirvienta– la pequeña dote que le exigían antes de entrar en el convento.
El 1 de agosto de 1925, a los veinte años, fue admitida en el convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, de la calle Zitnia, en Varsovia. Allí recibió el nombre de Sor María Faustina; hizo el noviciado en Cracovia y emitió sus votos en presencia del obispo St. Rospond. En distintas casas de la Congregación desempeñó los oficios más humildes: cocinera, jardinera y portera, pasando los períodos más largos en las de Cracovia, Plock y Vilna.
Fueron años intensos. Dios quiso darle gracias extraordinarias; parece que llegó a predecir el comienzo de la segunda guerra mundial y la elección de un papa polaco, pero lo más significativo fue que se le encomendó desde lo Alto la misión de propagar al mundo la devoción a la Divina Misericordia o del Amor Misericordioso. Este fue el único polo de atracción de toda su vida.
Su Diario, obra donde la santa relata su experiencia mística de consagración a la Divina Misericordia, es todo un itinerario atravesado por visiones, éxtasis, revelaciones y estigmas escondidos; pero, a pesar de estar llena de tantas gracias, ella escribió: «Ni las gracias ni las revelaciones, ni los éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la comunión del alma con Dios». Esos apuntes de los cuatro últimos años de su vida –conocidos solo después de su muerte y escritos por sugerencia de su director espiritual, P. Miguel Sopocko– registran todos los encuentros de su alma con Dios, revelan que María Faustina ha sido una de las personas a las que Dios quiso elevar a la mayor altura de la mística en pleno siglo XX, y que hoy engrosa la lista de los mayores místicos de la historia de la Iglesia. Una vida en la que se advierte la mezcolanza de gracias sobrenaturales extraordinarias y la lucha continua para corresponder a ellas fielmente cada día en la reducida perspectiva de su oculta vida de religiosa joven en un pequeño convento polaco. Con su lenguaje sencillísimo, el Diario es la mejor literatura mística del siglo XX, que sorprende al teólogo por la profundidad maravillosa encerrada en la candidez de su estilo.
Faustina tuvo que soportar grandes sufrimientos morales y físicos, aceptados y ofrecidos en reparación por los pecados de los hombres. En su propia experiencia se inspiran los Apóstoles de la misericordia divina, un movimiento integrado por sacerdotes, religiosos y laicos, unidos por el compromiso de vivir la compasión en la relación con los hermanos, hacer conocer el misterio de la divina clemencia e invocar la magnanimidad de Dios hacia los pecadores. Esta familia espiritual, aprobada en 1996 por la archidiócesis de Cracovia, está presente hoy en 29 países del mundo.
Faustina murió de tuberculosis el 5 de octubre de 1938; sus restos se depositaron en la tumba común del cementerio, situado al fondo del jardín de la casa de la comunidad de Cracovia-Lagiewniki, hasta el traslado, en el año 1966, a la capilla de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, también en Cracovia.
Una de las encíclicas más emblemáticas del Papa fue la que se denomina Dives in misericordia (30-IX-1980), acto magisterial con el que anima a la humanidad entera, especialmente a los católicos, a contemplar con agradecimiento la infinita bondad de Dios que se manifiesta en su permanente disposición al perdón del hombre redimido. Luego vino el atentado que pretendió acabar con su vida y casi lo consiguió. Justo a un año de distancia, después de la recuperación física de los meses que le tuvieron al filo de la eternidad, pudo pronunciar en el primer aniversario de la encíclica aquellas memorables palabras: «Desde el comienzo de mi ministerio en la Sede de Pedro, considero este mensaje del Amor Misericordioso como mi tema particular. La Providencia me lo ha asignado en la situación contemporánea del hombre, de la Iglesia, del mundo».
Tanto la beatificación –18 de abril de 1993– como la canonización –30 de abril del 2000– de María Faustina han tenido lugar en el segundo domingo de Pascua. Original: esa es la fecha que el Señor indicó a Faustina para que se celebrara la Fiesta de la Divina Misericordia. Nada extraño tiene que su mensaje haya quedado plasmado en la determinación de Juan Pablo II de hacer fiesta universal de la Misericordia Divina el segundo domingo de Pascua: «En su honor, en todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con la confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros».
Todo un reto para el hombre del siglo XXI. Para el creyente, un imponente ofrecimiento divino conducente a evitar desesperaciones, sobre todo, las que trae y lleva consigo el pecado. Su experiencia espiritual –credo y pensamiento de Faustina– queda convertido en obra musical con la trilogía de oratorios de Carlo Colafranceschi, discípulo de Lorenzo Perosi.
Archimadrid.org

En el mes del Rosario, el Papa renueva petición de la Virgen de Fátima

En su mensaje a los peregrinos polacos presentes en la Plaza de San Pedro del Vaticano para asistir a la audiencia general del miércoles, el Papa Francisco recordó la petición de la Virgen María en Fátima: «Querría que en cada país se rezara con el rosario».
Después de recordar la festividad de San Francisco de Asís, el Santo Padre recordó que hace 100 años tuvieron lugar las apariciones de Fátima, y que en cada una de ellas, la Virgen pedía que se rezara el rosario.
«Respondiendo a su petición, recemos juntos por la Iglesia, por la Sede de Pedro y por las intenciones de todo el mundo», llamó.
«Pidamos perdón por los pecados. Recemos por la conversión de los escépticos, por todos los que niegan a Dios y por las almas del purgatorio. ¡A todos vosotros que rezáis el Rosario, os bendigo de corazón!».
El Papa Francisco realizó esta petición en su primera audiencia general del mes de octubre, mes dedicado por la Iglesia de forma especial al rezo del rosario.
ACI

Todo el que pide recibe


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!».
Palabra del Señor.

Catequesis del Papa: “El cristiano con la fuerza de Cristo es una célula de regeneración para el mundo”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En esta catequesis quiero hablar sobre el tema “Misioneros de esperanza hoy”. Estoy contento de hacerlo al inicio del mes de octubre, que en la Iglesia está dedicado de modo particular a la misión, y también en la fiesta de San Francisco de Asís, que ha sido ¡un gran misionero de esperanza!
De hecho, el cristiano nos es un profeta de desgracias. ¿Han entendido esto? Nosotros no somos profetas de desgracias. La esencia de su anuncio es lo contrario, lo opuesto a las desgracias: es Jesús, muerto por amor y que Dios lo ha resucitado la mañana de Pascua. Y este es el núcleo de la fe cristiana. Si los Evangelios se detuvieran en la sepultura de Jesús, la historia de este profeta iría a agregarse a las tantas biografías de personajes heroicos que han dado la vida por un ideal. El Evangelio sería entonces un libro edificante, también consolador, pero no sería un anuncio de esperanza.
Pero los Evangelios no se cierran con el viernes santo, van más allá; y es justamente este fragmento sucesivo el que transforma nuestras vidas. Los discípulos de Jesús estaban desconsolados ese sábado después de su crucifixión; aquella piedra colocada en la puerta del sepulcro había cerrado también los tres años de entusiasmo vividos por ellos con el Maestro de Nazaret. Parecía que todo había terminado, y algunos, desilusionados y atemorizados, estaban ya dejando Jerusalén.
¡Pero Jesús resucita! Este hecho inesperado cambia e invierte la mente y el corazón de los discípulos. Porque Jesús no resucita solo por sí mismo, como si su renacer fuera una prerrogativa del cual estar celosos: si asciende hacia el Padre es porque quiere que su resurrección sea participada a todo ser humano, y lleve a lo alto toda creatura. Y el día de Pentecostés los discípulos son transformados por el soplo del Espíritu Santo. No tendrán solamente una buena noticia para llevar a todos, sino serán ellos mismos diferentes de antes, como renacidos a una vida nueva. La resurrección de Jesús nos transforma con la fuerza del Espíritu Santo. Jesús está vivo, está vivo en medio de nosotros, está vivo y tiene esa fuerza para transformarnos.
¡Cómo es bello pensar que se es anunciador de la resurrección de Jesús no solamente con palabras, sino con los hechos y con el testimonio de vida! Jesús no quiere discípulos capaces sólo de repetir fórmulas aprendidas a memoria. Quiere testigos: personas que propagan esperanza con su modo de acoger, de sonreír, de amar. Sobre todo de amar: porque la fuerza de la resurrección hace a los cristianos capaces de amar incluso cuando el amor parece haber perdido sus razones. Hay “algo más” que habita en la existencia cristiana, y que no se explica simplemente con la fuerza de ánimo o un mayor optimismo. ¡No! La fe, nuestra esperanza no es sólo un optimismo; es otra cosa más. Es como si los creyentes fueran personas con un “pedazo de cielo” de más sobre la cabeza. ¡Es bello esto, eh! Nosotros somos personas con un pedazo de cielo de más sobre la cabeza, acompañados por una presencia que alguno no logra ni siquiera intuir.
Así la tarea de los cristianos en este mundo es aquella de abrir espacios de salvación, como células de regeneración capaces de restituir linfa a lo que parecía perdido para siempre. Cuando el cielo esta nublado, es una bendición quién sabe hablar del sol. Es esto, el verdadero cristiano es así: no triste y amargado, sino convencido, por la fuerza de la resurrección, que ningún mal es infinito, ninguna noche es sin fin, ningún hombre está definitivamente equivocado, ningún odio es invencible por el amor.
Cierto, algunas veces los discípulos pagarán a caro precio esta esperanza donada a ellos por Jesús. Pensemos en tantos cristianos que no han abandonado a su pueblo, cuando ha llegado el tiempo de la persecución. Se han quedado ahí, donde era incierto incluso el mañana, donde no se podía hacer proyectos de ningún tipo, se han quedado esperando en Dios. Y pensemos en nuestros hermanos, en nuestras hermanas de Oriente Medio que dan testimonio de esperanza y también ofrecen la vida por este testimonio. Y ellos son verdaderos cristianos. Ellos llevan el cielo en el corazón, miran más allá, siempre más allá.
Quien ha tenido la gracia de abrazar la resurrección de Jesús puede todavía esperar en lo inesperado. Los mártires de todo tiempo, con su fidelidad a Cristo, narran que la injusticia no es la última palabra en la vida. En Cristo resucitado podemos continuar esperando. Los hombres y las mujeres que tienen un “por qué” vivir resisten más que los demás en los tiempos de desgracia. Pero quien tiene a Cristo a su propio lado de verdad no teme más nada. Y por esto los cristianos no son jamás hombres fáciles y acomodados, los verdaderos cristianos, ¿no? Su humildad no se debe confundir con un sentido de inseguridad y de condescendencia. San Pablo anima a Timoteo a sufrir por el Evangelio, y dice así: «el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad» (2 Tim 1,7). Caídos, se levantan siempre.
Es por esto, queridos hermanos y hermanas, que el cristiano es un misionero de esperanza. No por su mérito, sino gracias a Jesús, el grano de trigo que, cae en la tierra, ha muerto y ha dado mucho fruto (Cfr. Jn 12,24). Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)