A veces, aparece en nosotros el fariseo enmascarado, que bajo la apariencia de una falsa humildad y del buen cumplimiento de las prácticas religiosas, esconde hábilmente su verdadero rostro.
Quizá hasta alguien te alabe e incluso quiera tomarte como ejemplo, pero tú todo el tiempo serás fariseo.
Sólo descubrirás esto cuando comiences a orar como el publicano. Cuando esto suceda no tengas miedo de ver el abismo de tu miseria ni huyas de él. Esta es la verdad objetiva sobre ti mismo. Si quisieras vivir de estas falsas ilusiones, seguirías siendo fariseo durante el resto de tu vida.
Deberíamos comenzar nuestro día orando como el publicano, y sería bueno que esta oración nos acompañara en todo momento, porque al entrar en el torbellino de los acontecimientos, nos olvidamos muy fácilmente de la actitud del publicano. Entonces, se despierta en nosotros la seguridad en uno mismo, llena de orgullo, y comenzamos a ponernos cada vez más máscaras: una en el trabajo con nuestros compañeros, otra en casa, con la familia, ..otra más en el confesionario, con el sacerdote.
A veces, durante la confesión, intentamos quitarnos alguna máscara, y de vez en cuando lo logramos, pero sólo en parte. De esta manera luchamos interiormente contra nosotros mismos, aunque el confesor trate de ayudarnos, no lo puede hacer en nuestro lugar, no es él quien se tiene que confesar, sino el penitente. Él tiene que respetar nuestra libertad.
Del libro "Abandonarse en el amor" de Slawomir Biela
Señor ayúdanos a quitarnos todas nuestras máscaras, ayúdanos a conocernos como realmente somos, como Tú nos conoces, para que así gracias a tu misericordia podamos ir mejorando cada día. Reconociendo el gran amor que nos tienes y que todo te lo debemos.