El Santo Padre Francisco celebró el Miércoles de
la octava de Pascua su tradicional audiencia general ante la presencia de
varios miles de fieles y peregrinos de diversos países. Teniendo en cuenta la
tenue lluvia que caía sobre Roma, el Papa decidió recibir en primer lugar a los
enfermos en el Aula Pablo VI del Vaticano.
En su catequesis
recordó que en estos días celebramos con alegría el gran misterio de la
resurrección de Cristo. Y dijo que se trata de una alegría auténtica, profunda,
que se basa en la certeza de que Cristo resucitado ya no muere más, sino que
vive y actúa en la Iglesia y en el mundo.
Naturalmente
Francisco afirmó que no es fácil aceptar la presencia del resucitado en medio
de nosotros. De hecho, el ángel había preguntado a las mujeres, la mañana de
Pascua: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?”, dijo, lo que nos debe
interrogar también a nosotros.
“Buscamos entre los
muertos al que vive – afirmó el Papa Francisco – cada vez que nos encerramos en
el egoísmo o en la autocomplacencia, cuando nos dejamos seducir por el poder y
las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo, cuando ponemos nuestra
esperanza en vanidades mundanas, en el dinero o el éxito; cada vez que perdemos
la esperanza o no tenemos fuerzas para rezar, cada vez que nos sentimos solos o
abandonados de los amigos, e incluso de Dios, cada vez que nos sentimos
prisioneros de nuestros pecados”.