martes, 19 de abril de 2016

Papa: un cristiano que no se deja atraer por Dios es huérfano

“Un cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive como huérfano”. Lo afirmó el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Un corazón abierto a Dios – dijo Francisco – es capaz de aceptar las “novedades” que trae el Espíritu.  
Milagros, signos prodigiosos, palabras jamás escuchadas antes y después casi siempre la misma pregunta: “¿Eres tú el Cristo?”. El Papa comenzó su homilía a partir del escepticismo invencible que los judíos tienen hacia Jesús y que surge también en el pasaje del Evangelio del día.
El Padre atrae a los corazones
Aquella pregunta – “¿hasta cuándo nos mantendrás en la incertidumbre? Si tú eres el Cristo, dínoslo a nosotros abiertamente” – que escribas y fariseos repetirán muchas veces de diversas formas, en la práctica nace  – tal como observa Francisco – de un corazón ciego. Una ceguera de fe, y Jesús mismo explica a sus interlocutores: “Ustedes no creen porque no forman parte de mis ovejas”. Formar parte del rebaño de Dios es una gracia, pero que tiene necesidad de un corazón disponible:
“‘Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán eternamente y nadie las arrebatará de mi mano’. Estas ovejas ¿han estudiado para seguir a Jesús y después han creído? No. ‘Mi Padre que me las dio es mayor que todos’. Es precisamente el Padre quien da las ovejas al pastor. Es el Padre quien atrae los corazones hacia Jesús”.
Como huérfanos
La dureza del corazón de escribas y fariseos, que ven las obras realizadas por Jesús, pero que no quieren reconocer en Él al Mesías, es “un drama” – afirmó el Obispo de Roma – que “va adelante hasta el Calvario”. Es más, prosigue también después de la Resurrección, cuando a los soldados de guardia en el sepulcro se les sugiere admitir – recordó el Papa – que se han adormecido para acreditar el robo del cuerpo de Cristo por parte de los discípulos. Ni siquiera el testimonio de quien ha asistido a la Resurrección hace que cambie el punto de vista de quien rechaza creer. Esto tiene una consecuencia. “Son huérfanos” – reafirmó el Pontífice – “porque han renegado a su Padre”:
“Estos doctores de la ley tenían el corazón cerrado, se sentían dueños de sí mismos y, en realidad, eran huérfanos, porque no tenían relación con el Padre. Hablaban, sí, de sus Padres – nuestro padre Abraham, los Patriarcas… – hablaban, pero como figuras lejanas. En su corazón eran huérfanos, vivían en estado de orfandad, en condición de huérfanos, y preferían esto a dejarse atraer por el Padre. Y éste es el drama del corazón cerrado de esta gente”.
“Atraerme hacia Jesús”

Al contrario – señaló el Papa refiriéndose a la Primera lectura – la noticia que llega a Jerusalén, de que muchos paganos se abrían a la fe gracias a la predicación de los discípulos que se habían sentido impulsados hasta Fenicia, Chipre y Antioquía – noticia que en primer lugar había causado mucho temor a los discípulos, demuestra lo que significa tener un corazón abierto a Dios. Un corazón como el de Bernabé quien, enviado a Antioquía a verificar las voces, no se escandaliza por la efectiva conversión, incluso de los paganos, y esto porque – concluyó el Santo Padre – Bernabé “aceptó la novedad”, se “dejó atraer por el Padre hacia Jesús”:
“Jesús nos invita a ser sus discípulos, pero para serlo, debemos dejarnos atraer por el Padre hacia Él. Y la oración humilde del hijo, que nosotros podemos hacer, es: ‘Padre, atráeme hacia Jesús; Padre, llévame a conocer a Jesús’, y el Padre enviará al Espíritu a abrirnos los corazones y nos llevará hacia Jesús. Un cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive en condición de huérfano; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

Francisco pide perdón a los refugiados "por la cerrazón y la indiferencia" de la Unión Europea

Videomensaje del Papa a los internos del centro Astalli de los jesuitas italianos

"Sois tratados como un peso, como un problema y un gasto, y sin embargo sois un don"
El papa Francisco ha pedido perdón a los refugiados "por la cerrazón y la indiferencia de nuestras sociedades", en un vídeomensaje enviado al centro Astalli, sede italiana del servicio de inmigración de los jesuitas, por su 35 aniversario.
Según el mensaje del papa, esa indiferencia se debe a que las sociedades "temen el cambio de vida y de mentalidad que requiere" la presencia de la inmigración.
"Sois tratados como un peso, como un problema y un gasto, y sin embargo sois un don. Sois el testimonio de cómo Dios clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia que sufrís en un bien para todos", se lee en la transcripción del mensaje difundido por la oficina de prensa de la Santa Sede.

Francisco, que el pasado sábado viajó a laisla griega de Lesbos y se trajo a Roma en el avión a doce refugiados sirios, aseguró en su mensaje "que cada uno puede ser un puente que une a los pueblos lejanos y que hace posible el encuentro entre culturas y religiones diferentes".
A los refugiados les dice que su experiencia de dolor y de esperanza "recuerda que todos somos extranjeros y peregrinos en esta Tierra, acogidos por alguien con generosidad y sin ningún mérito".
El papa argentino dice que se debe considerar como "un hermano con quien compartir el pan" a todos los que han "huido de su propia tierra a causa de la opresión, la guerra, la naturaleza atacada por la contaminación y la desertificación o por la injusta distribución de los bienes del planeta".
Al Centro Astalli les animó a continuar su camino y "ayudar a la sociedad a escuchar las voces de los refugiados" y a "continuar y caminar con ellos al lado porque los refugiados conocen el camino que lleva a la paz pues conocen el olor acre de la guerra".
Texto completo del vídeo mensaje del Papa:

«Queridos refugiados, queridos voluntarios, operadores y amigos del Centro Astalli
En este año de la Misericordia se celebran 35 años del Servicio de los Jesuitas a Refugiados en Italia, actividad que ha sido, ante todo, un caminar juntos, como único pueblo. ¡Y esto es bello y justo!
Hay que proseguir con valentía: «Era forastero y me han acogido» (cfr. Mt 25, 35)
Era forastero... Cada uno de ustedes, los refugiados que llaman a nuestras puertas tiene el rostro de Dios, es carne de Cristo. Su experiencia de dolor y de esperanza nos recuerda que todos somos extranjeros y peregrinos en esta Tierra, acogidos por alguien con generosidad y sin mérito alguno. Aquel que, como ustedes, ha huido de su propia tierra a causa de la opresión, de la guerra, de una naturaleza desfigurada por la contaminación y la desertificación, o de la injusta distribución de los recursos del planeta, es un hermano con el cual compartir el pan, la casa, la vida.
¡Demasiadas veces no los hemos acogido! Perdonen la cerrazón y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida que su presencia requiere. Tratados como un peso, un problema, un costo, sin embargo, ustedes son un don. Son el testimonio de cómo nuestro Dios clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia que sufren en un bien para todos. Porque cada uno de ustedes puede ser un puente que une a pueblos lejanos, que hace posible el encuentro entre culturas y religiones diversas, un camino para redescubrir nuestra humanidad común.
... y me han acogido. Era forastero y me han acogido. Sí, el Centro Astalli es el ejemplo concreto y cotidiano de esta acogida nacida de la visión profética del padre Pedro Arrupe. Fue su canto del cisne, en un centro de refugiados en Asia.
Gracias a todos ustedes, mujeres y hombres, laicos y religiosos, operadores y voluntarios, porque muestran en los hechos que si se camina juntos, el camino da menos miedo.
Los aliento a proseguir. Treinta y cinco años son sólo el comienzo de un camino que se hace cada vez más necesario, único camino para una convivencia reconciliada. Sean siempre testimonio de la belleza del encuentro. Ayuden a nuestra sociedad a escuchar la voz de los refugiados.
Sigan caminando con valentía a su lado, acompáñenlos y háganse guiar por ellos: los refugiados conocen los caminos que llevan a la paz porque conocen el olor acre de la guerra».


En memoria de la hermana Clare (1982-2016)

La hermana Clare Crockett, Sierva del Hogar de la Madre, tenía 33 años cuando murió el sábado 16 de abril a causa del derrumbamiento de la casa donde vivía su comunidad, provocado por el terremoto que sacudió la costa ecuatoriana.


Nació en Derry, en Irlanda del Norte, en una familia católica, pero en un contexto «donde los términos “católico” y “protestante” eran solamente políticos. Nacer en una familia católica no significaba necesariamente que fueras a Misa o recibieras formación en la fe católica. Los católicos, que querían una Irlanda unida, mataban a los protestantes; y los protestantes, que no querían una Irlanda unida, mataban a los católicos. Para mí, eso es lo que significaba ser católica. Dios no tenía ningún papel en mi vida. En una sociedad donde prevalecía el odio, no había sitio para Dios».
Así hablaba la hermana Clare de sus orígenes en un breve testimonio, publicado en la web de su congregación, http://www.hogardelamadre.org.
«Desde pequeña quería ser actriz», confesaba la religiosa, que, como misionera, siguió manteniendo sus dotes para el espectáculo, como se aprecia en el vídeo. Presentó programas de televisión, ganó algunos premios y, a los 18, logró un papel en una película.
El tiempo libre lo dedicaba a irse de fiesta. «Mis fines de semana consistían en emborracharme con mis amigos. Gastaba todo mi dinero en alcohol y tabaco», contaba Clare.
Un día, una amiga le propuso un viaje a España. Gratis. «¡Un viaje gratis a España! –pensé–, diez días de fiesta en España con el sol. ¡Por supuesto que quería ir!»
Cuando se enteró de que tal viaje consistía en un retiro de Semana Santa, intentó escaparse, pero ya había un billete de avión a su nombre.

Con el Hogar de la Madre, empezó a descubrir su vocación, que fue haciéndose cada día más clara, mientras, al mismo tiempo, despegaba su carrera como actriz. Finalmente, llegó el día en que tuvo que elegir.

Fuente:Alfa y Omega

Yo y el Padre somos uno


Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 22-30
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. 
Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. 
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: 
- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». 
Jesús les respondió: - «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. 
Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. 
Lo que mi Padre me ha dado, es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
Palabra del Señor.