“Un cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un
cristiano que vive como huérfano”. Lo afirmó el Papa en su
homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
Un corazón abierto a Dios – dijo Francisco – es capaz de
aceptar las “novedades” que trae el Espíritu.
Milagros,
signos prodigiosos, palabras jamás escuchadas antes y después casi siempre la
misma pregunta: “¿Eres tú el Cristo?”. El Papa comenzó su homilía a partir del
escepticismo invencible que los judíos tienen hacia Jesús y que surge también
en el pasaje del Evangelio del día.
El Padre atrae a los corazones
Aquella
pregunta – “¿hasta cuándo nos mantendrás en la incertidumbre? Si tú eres el
Cristo, dínoslo a nosotros abiertamente” – que escribas y fariseos repetirán
muchas veces de diversas formas, en la práctica nace – tal como observa Francisco – de un corazón ciego. Una ceguera de fe, y Jesús mismo explica a
sus interlocutores: “Ustedes no creen porque no forman parte de mis ovejas”.
Formar parte del rebaño de Dios es una gracia, pero que tiene necesidad de un
corazón disponible:
“‘Mis
ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida
eterna y no perecerán eternamente y nadie las arrebatará de mi mano’. Estas
ovejas ¿han estudiado para seguir a Jesús y después han creído? No. ‘Mi Padre
que me las dio es mayor que todos’. Es precisamente el Padre quien da las
ovejas al pastor. Es el Padre quien atrae los corazones hacia Jesús”.
Como huérfanos
La
dureza del corazón de escribas y fariseos, que ven las obras realizadas por
Jesús, pero que no quieren reconocer en Él al Mesías, es “un drama” – afirmó el
Obispo de Roma – que “va adelante hasta el Calvario”. Es más, prosigue también
después de la Resurrección, cuando a los soldados de guardia en el sepulcro se
les sugiere admitir – recordó el Papa – que se han adormecido para acreditar el
robo del cuerpo de Cristo por parte de los discípulos. Ni siquiera el testimonio
de quien ha asistido a la Resurrección hace que cambie el punto de vista de
quien rechaza creer. Esto tiene una consecuencia. “Son huérfanos” – reafirmó el
Pontífice – “porque han renegado a su Padre”:
“Estos
doctores de la ley tenían el corazón cerrado, se sentían dueños de sí mismos y,
en realidad, eran huérfanos, porque no tenían relación con el Padre. Hablaban,
sí, de sus Padres – nuestro padre Abraham, los Patriarcas… – hablaban, pero
como figuras lejanas. En su corazón eran huérfanos, vivían en estado de
orfandad, en condición de huérfanos, y preferían esto a dejarse atraer por el
Padre. Y éste es el drama del corazón cerrado de esta gente”.
“Atraerme hacia Jesús”
Al
contrario – señaló el Papa refiriéndose a la Primera lectura – la noticia que
llega a Jerusalén, de que muchos paganos se abrían a la fe gracias a la
predicación de los discípulos que se habían sentido impulsados hasta Fenicia,
Chipre y Antioquía – noticia que en primer lugar había causado mucho temor a
los discípulos, demuestra lo que significa tener un corazón abierto a Dios. Un
corazón como el de Bernabé quien, enviado a Antioquía a verificar las voces, no
se escandaliza por la efectiva conversión, incluso de los paganos, y esto
porque – concluyó el Santo Padre – Bernabé “aceptó la novedad”, se “dejó atraer
por el Padre hacia Jesús”:
“Jesús
nos invita a ser sus discípulos, pero para serlo, debemos dejarnos atraer por
el Padre hacia Él. Y la oración humilde del hijo, que nosotros podemos hacer,
es: ‘Padre, atráeme hacia Jesús; Padre, llévame a conocer a Jesús’, y el Padre
enviará al Espíritu a abrirnos los corazones y nos llevará hacia Jesús. Un
cristiano que no se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que
vive en condición de huérfano; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos”.
(María
Fernanda Bernasconi - RV).
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