miércoles, 3 de mayo de 2017

Arzobispado de Zaragoza defiende la propiedad "indiscutible" de los templos


 El portavoz del Arzobispado de Zaragoza, José Antonio Calvo, ha defendido que la propiedad eclesiástica de los templos de la Catedral de La Seo, y las iglesias de La Magdalena, San Juan de los Panetes y Santiago el Mayor "es indiscutible" y así lo transmitirán este miércoles en el acto de conciliación con el Ayuntamiento de la capital aragonesa que se celebrará en el Juzgado de Primera Instancia número 21 de la ciudad.
En declaraciones a los medios de comunicación, con motivo de la visita a las obras de restauración de la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena, Calvo se ha referido de este modo al proceso iniciado por el consistorio que cuestiona las inmatriculaciones a nombre de la Iglesia de estos cuatro templos zaragozanos.
"El planteamiento del Arzobispado está claro desde el principio, se ha actuado desde la legalidad y la responsabilidad histórica como Iglesia y como parte de la sociedad", ha sostenido Calvo, al recalcar que "tenemos claro que jurídicamente la propiedad es nuestra desde hace la friolera de 800 años", por lo que la propiedad eclesiástica de estas iglesias "es indiscutible".
Respecto al acto de conciliación que tendrá lugar este miércoles, ha avanzado que acudirá el abogado del Arzobispado, Ernesto Gómez, agregando que "entendemos que tenemos que estar aunque dudamos de que el Ayuntamiento tenga la legitimidad necesaria para emprender estas acciones".
En este sentido, ha advertido de que no corresponde al Ayuntamiento de Zaragoza iniciar este tipo de procesos sobre la propiedad de bienes, sino que "correspondería en todo caso a administraciones como son el Gobierno de Aragón o el Gobierno de España".
Ambos ejecutivos "coinciden en señalar y respetar, y así ha quedado claro en muchas intervenciones, que la propiedad de estos templos pertenece desde tiempo inmemorial a la Iglesia Católica y esta propiedad fue inscrita en los registros de la propiedad a finales de los años 80, simplemente para visibilizar lo que era un hecho", ha sentenciado el portavoz del Arzobispado.

Nace fatima17.com, una web para entender la importancia de las apariciones de Fátima

Este año, Fátima se viste de gala. Y no es para menos. Se cumplen ahora 100 años de las apariciones de la Virgen a LuciaFrancisco y Jacinta. Y eso no puede ser un aniversario más. El Santuario y toda la Iglesia a través del Papa Francisco se están volcando en una gran acción de gracias por los muchos dones recibido de la Madre de Dios y Madre nuestra. El 13 de mayo, Francisco estará presente en el Santuario. Allí rezará en la Capelinha y canonizará a los beatos Francisco y Jacinta.
Primeros Cristianos también se une a la alegría de toda la Iglesia al cumplirse 100 años de tan notable suceso. Para ello, han preparado un especial online (www.fatima17.com) con una información sencilla, dinámica y fiable que permite entender el contexto de esta celebración y la importancia de Fátima en la historia de la Iglesia y del mundo.
La web pretende contar de forma sencilla y agradable una historia llena de detalles de cariño de la Virgen que no deja indiferente a nadie. Estructurada en cuatro secciones (Historia, Mensaje, Milagros y «Fátima y el Papa»), el especial resume 100 años de un hito que ha pasado a la historia. En menos de media hora, el lector podrá reconocer la relevancia de los eventos que allí acontecieron y descubrir qué sucede a día de hoy en Fátima.
Puede acceder a la página web pinchando AQUÍ.
Primeros cristianos
Alfa yOmega

3 de mayo: san Felipe y Santiago, Apóstoles



Se trata de Felipe y Santiago el que se llama Menor para diferenciarlo del otro Santiago, hijo de Zebedeo, que tiene su día el veinticinco de julio. Un buen día los llamó Jesús para que lo acompañaran; ellos le siguieron, escucharon por tres años su predicación y se convirtieron en sus testigos después de la Ascensión.
Felipe
Era natural de Betsaida, como Pedro y Andrés. Nada más conocer a Jesús le acercó un amigo, a Natanael, aunque con dificultades, porque el tal Natanael se cuestionaba en grado superlativo que lo que estaba oyendo fuera verdad, ya que, leyendo la Escrituras, nunca había aparecido un profeta de Nazaret. No le quedó otra salida al bueno de Felipe que remitirle a su propia experiencia personal, diciéndole: «ven y lo verás». De este modo hizo sus pinitos en el apostolado cristiano, aún antes de que se le llamara de modo solemne y definitivo que fue en el monte de las bienaventuranzas, después que el Maestro pasara aquella noche haciendo oración.
El sitio que ocupa en las listas de los Doce que aparecen en los Evangelios es a continuación de las dos parejas de hermanos y antes que Natanael.
Por tres veces aparece en los Evangelios, interviniendo en circunstancias diversas: en la multiplicación de los panes y peces está preocupado por la desmesurada cantidad de dinero de que deberían disponer para darles a aquellos famélicos seguidores de Jesús aunque fuera solo un pedazo de pan; otra ocasión está situada en la fiesta de la Pascua, cuando media junto con Pedro entre los prosélitos griegos que quieren ver a Jesús, haciendo quizá de intérprete de ellos; la tercera y última, en el Cenáculo, diciendo en voz alta sus deseos de conocer mejor al Padre.
Después de la Ascensión ya no hay datos; sí conjeturas posibles, aunque bien pudiera ser que algunas de ellas pertenezcan más al diácono Felipe que al mismo Apóstol. Estuvo un tiempo indefinido en Jerusalén, y luego… ¡el mundo!
Parece ser que evangelizó Frigia (actual Turquía). Una tradición le atribuye la muerte a manos de los jefazos importantes que estaban hartos de que les censurara sus vicios y envidiosos –siempre la envidia– de que la gente sencilla le siguiera por su bondad.
¿Alguna anécdota? Ya que no se conocen más datos biográficos ciertos, se puede señalar una que ni siquiera se sabe si sucedió o no: dicen de él que destrozó una monstruosa víbora a la que rendían culto idolátrico aquellos paganos.
Se supone que su muerte fue en torno al año 54.
Una parte de sus reliquias fue a parar a Constantinopla y otra parte está en Roma, en la basílica de los Santos Apóstoles.
Santiago
Nació en Caná de Galilea, cerca de Nazaret. Hijo de Alfeo y su madre era María, prima de la Virgen; por tanto, este Santiago era pariente del Señor.
Solo aparece enumerado en las listas de los Apóstoles sin que intervenga en los textos evangélicos ninguna vez.
Fue la cabeza de la Iglesia de Jerusalén porque Pablo refiere que le visitó la primera vez que fue a Jerusalén después de su conversión; y, cuando Pedro fue liberado por el ángel de su prisión, y fue a la casa de Juan Marcos, dejó el encargo de que le comunicasen a Santiago su libertad; intervino en el concilio de Jerusalén, abogando por la unidad entre los cristianos provenientes de los judíos y los que venían del paganismo, y sugiriendo se les impusiera a estos últimos unas mínimas pautas de conducta que facilitasen la convivencia entre los hermanos.
Se le conoce como un hombre con profundo amor a Jesucristo, que siempre manifestó gran respeto por aquellos que observaban la Ley, eran asiduos al Templo para la oración, y veneraban a Moisés. Eusebio recoge de Hegesipo la afirmación de que tanto los judíos contemporáneos de Santiago como los cristianos le llaman «el Justo», por ver en él a un hombre austero, sin mancha y con callos en las rodillas de tanto adorar.
Una de las cartas canónicas es suya. Está dirigida a los cristianos de la dispersión, es decir, a los que están diseminados por todas las provincias. Más que un tratado orgánico, son sentencias y consejos que animan a llevar la vida cristiana. Habla de la paciencia en las pruebas y tribulaciones, expresa con claridad la relación que debe darse entre la fe y las obras, el uso de la lengua, y severísimas advertencias a los ricos con respecto al uso de sus bienes. En la misma carta se leen unas líneas que son la promulgación del Sacramento de la Unción de Enfermos, según la sanción tridentina.
Josefo afirma que el Sumo Sacerdote Anás II lo mandó matar por lapidación, después de haberlo tirado desde lo alto de las murallas del templo, y murió, repitiendo la historia, ¡rezando por sus verdugos!
El hecho de que estén unidas sus fiestas se debe a una simple decisión de la Iglesia.
Archimadrid.org

Francisco en Egipto, contra la «barbarie del conflicto»



Creer y odiar son incompatibles. El mundo necesita saberlo. Los líderes religiosos lo deben asumir. Solo así se podrá aislar el extremismo fundamentalista, en el islam y en el resto de los credos. Con su visita a Egipto, Francisco desafió a los terroristas en su propio territorio, el norte de África y, desde allí, el no muy lejano Oriente Medio. No solo porque decidió exponerse al extremo, pidiendo el mínimo de seguridad para él y su comitiva. Sobre todo porque demostró en los hechos que el terror puede ser derrotado con valentía, bondad y realismo
El Papa de paz en un Egipto de paz. Un lema significativo para un viaje de alto voltaje geopolítico, que duró poco más de 24 horas: viernes 28 y sábado 29 de abril. El principal objetivo de la visita fue la participación del Pontífice en una conferencia de paz convocada por el gran imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed al Tayeb, la máxima autoridad teológica del islam sunnita.
«Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar. Como líderes religiosos, estamos llamados a condenar los intentos de justificar cualquier forma de odio en nombre de la religión», aseguró el Obispo de Roma, ante referentes religiosos y políticos de diversos países, la tarde del viernes en el centro de conferencias de Al-Azhar.
Francisco llamó a esos líderes religiosos a desenmascarar la violencia «que se disfraza de supuesta sacralidad», les recordó que están obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, y a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones, condenándolos como una «falsificación idolátrica de Dios».
El Papa advirtió que la violencia «es la negación de toda auténtica religiosidad» y que la única alternativa a la «barbarie del conflicto» es la «cultura del encuentro». «No hay otra manera», dijo. Por eso, para contrarrestar de verdad la «barbarie de quien instiga al odio e incita a la violencia», es necesario ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien.
Según el Papa, para prevenir los conflictos y construir la paz es esencial trabajar para eliminar las situaciones de pobreza y de explotación, donde los extremismos arraigan fácilmente. Y pidió detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando, tarde o temprano llegarán a utilizarse. «Solo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales. A este compromiso urgente y grave están obligados los responsables de las naciones, de las instituciones y de la información, así como también nosotros responsables de cultura, llamados por Dios, por la historia y por el futuro a poner en marcha –cada uno en su propio campo– procesos de paz, sin sustraerse a la tarea de establecer bases para una alianza entre pueblos y estados», apuntó.
Escoltas en alerta
El encuentro había comenzado con un minuto de silencio dedicado las víctimas del terrorismo de todas las nacionalidades. Como telón de fondo flotaba en el aire el recuerdo de los 53 muertos y más de 200 heridos que dejaron los bombazos del pasado Domingo de Ramos contra iglesias cristianas coptas en las ciudades egipcias de Tanta y Alejandría.
Esos ataques, reivindicados públicamente por el Estado Islámico, hicieron temer la postergación de la visita papal. Pero, como aclaró el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, Francisco jamás puso en duda su viaje. Al contrario, dobló la apuesta y decidió renunciar voluntariamente a moverse en coche blindado durante sus recorridos por El Cairo.
Esa decisión puso en alerta máxima a la escolta personal del Papa Francisco. Testigos presenciales percibieron la evidente preocupación que mostró Domenico Giani, el jueves 27 por la noche, cuando acompañó a Francisco a su visita a la Virgen Salus Populi Romani, ubicada en la Basílica de Santa María la Mayor. Antes y después de cada viaje internacional, reza ante la imagen patrona de la capital italiana. En esta oportunidad, el Pontífice dedicó más minutos que de costumbre a permanecer en silencio frente a la imagen. La tensión se notaba en sus acompañantes.
El viaje se presentaba lleno de insidias, no solo por la amenaza constante de los terroristas sino, también, por los antecedentes. Francisco se apestaba a pisar la tierra de la mal llamada primavera árabe, una revolución fallida que abrió paso a una intensa volatilidad en la región. Visitaría Al-Azhar, que en 2011 rompió relaciones con el Vaticano pocas semanas antes del estallido de las manifestaciones en la plaza Tahrir que precipitaron la caída del régimen de Hosni Mubarak.
El éxito no estaba asegurado. Pero la tenacidad del Pontífice y su voluntad de estrechar lazos de paz se impusieron. «Es un viaje de unidad, de fraternidad», anticipó Francisco en su breve saludo a los periodistas a bordo del avión que lo trasladó de Roma a El Cairo. «La visita se da en un momento de paz perdida, buscada por los pueblos, las naciones y las gentes que huyen de sus países», constató, por su parte, el gran imán Al-Tayeb en su mensaje de bienvenida.
«Un pueblo que ama la paz»
En el Palacio Presidencial de Heliópolis, Francisco sostuvo un encuentro privado con Abdelfatah al-Sisi y ante autoridades civiles del país les indicó el deber de «desmontar las ideas homicidas y las ideologías extremistas, afirmando la incompatibilidad entre la verdadera fe y la violencia, entre Dios y los actos de muerte».
«Tenemos el deber de afirmar juntos que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad», dijo.
Luego siguió el abrazo con el Papa copto Tawadros II, en la sede del patriarcado copto-ortodoxo de El Cairo. Allí, donde explotó una bomba terrorista en 2016 matando a 29 personas, ambos ratificaron su decisión de seguir un diálogo que mire a la unidad y firmaron una declaración conjunta con una novedad: el reconocimiento a la validez del Bautismo de los fieles en ambas iglesias. Por ello, se comprometieron mutuamente a no bautizar de nuevo a quien ya tenga ese sacramento y provenga de la otra Iglesia.
La mañana del sábado 29 el Pontífice presidió una Misa para unos 30.000 católicos egipcios en el Air Defense Stadium, un estadio ubicado en medio del desierto. En su homilía, pronunciada en italiano y traducida al egipcio, aclaró que «el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad», porque «cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada».
El último acto de la gira tuvo lugar en el Seminario Patriarcal Al Maadi. A miembros del clero, religiosos y seminaristas, Francisco los puso en guardia ante la tentación del «faraonismo», o bien «endurecer el corazón y cerrarlo al señor y a los demás», porque «es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de servir».
También les instó a no «dejarse arrastrar», dejando de guiar a los fieles; a no «quejarse constantemente», a evitar caer en la murmuración, en la envidia, en el compararse con los demás, en el individualismo o en el «caminar sin rumbo y sin meta».
Francisco regresó a Roma satisfecho, con la convicción de haber colaborado con la promoción de la paz y haber empujado a todo un pueblo a desear la armonía y la fraternidad. Así lo reconoció a un viejo amigo suyo argentino, Luis Liberman, director de la cátedra del Diálogo y la Cultura del Encuentro. El domingo 30, en una llamada telefónica, le confesó: «Fue un viaje extraordinario, conmovedor. Me fui con la certeza de que hay un pueblo que ama la paz».
Andrés Beltramo Alvarez
Ciudad del Vaticano

COMENTARIO DE BENEDICTO XVI AL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (14,6-14)





Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de hoy propone un doble mandamiento sobre la fe: creer en Dios y creer en Jesús. En efecto, el Señor dice a sus discípulos: «Creed en Dios y creed también en mí» (Jn 14, 1)...

El Nuevo Testamento puso fin a la invisibilidad del Padre. Dios mostró su Rostro, como confirma la respuesta de Jesús al apóstol Felipe: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9). El Hijo de Dios, con su encarnación, muerte y resurrección, nos libró de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el Rostro de Dios, que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo. 

Santa Teresa de Ávila escribe que no hay que «apartarse de todo nuestro bien y remedio, que es la sacratísima humanidad de nuestro Señor Jesucristo». Por tanto sólo creyendo en Cristo, permaneciendo unidos a Él, los discípulos, entre quienes estamos también nosotros, pueden continuar su acción permanente en la historia: «En verdad, en verdad os digo —dice el Señor—: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago» (Jn 14, 12).

La fe en Jesús conlleva seguirlo cada día, en las sencillas acciones que componen nuestra jornada. Es propio del misterio de Dios actuar de manera discreta. Sólo poco a poco va construyendo su historia en la gran historia de la humanidad. Se hace hombre, pero de tal modo que puede ser ignorado por sus contemporáneos, por las fuerzas de renombre en la historia. 

Cristo padece y muere y, como Resucitado, quiere llegar a la humanidad solamente mediante la fe de los suyos, a los que se manifiesta. No cesa de llamar con suavidad a las puertas de nuestro corazón y, si le abrimos, nos hace lentamente capaces de “ver”». `

San Agustín afirma que «era necesario que Jesús dijese: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6), porque una vez conocido el camino faltaba por conocer la meta», y la meta es el Padre. Para los cristianos, para cada uno de nosotros, por tanto, el camino al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su palabra de Verdad, y acoger el don de su Vida. 

Hagamos nuestra la invitación de san Buenaventura: «Abre, por tanto, los ojos, tiende el oído espiritual, abre tus labios y dispón tu corazón, para que en todas las criaturas puedas ver, escuchar, alabar, amar, venerar, glorificar y honrar a tu Dios».

Queridos amigos, el compromiso de anunciar a Jesucristo, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6), constituye la tarea principal de la Iglesia. Invoquemos a la Virgen María para que asista siempre a los pastores y a cuantos en los diversos ministerios anuncian el alegre mensaje de salvación, para que la Palabra de Dios se difunda y el número de los discípulos se multiplique.
(Benedicto XVI, Ángelus del 22 de mayo de 2011)

YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA





Lectura del santo evangelio según san Juan (14,6-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»

Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. 

El Padre, que permanece en mí, hace sus obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. 

Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.»

Palabra del Señor

Papa: el Señor es capaz de cambiar un corazón de piedra con uno de carne



Que el Señor enternezca los corazones duros, que condenan todo aquello que está fuera de la ley: fueron las palabras del Papa Francisco en la homilía de la Misa matutina en la casa Santa Marta. "No saben, dijo, que la ternura de Dios es capaz de quitar un corazón de piedra y poner en su lugar uno de carne".
San Esteban es un “testigo de obediencia”, como Jesús, y precisamente por esto fue perseguido. En la homilía Francisco parte de la Primera Lectura del día, que narra el martirio de Esteban y prosigue la reflexión sobre el hecho que el cristiano es un testigo de obediencia. Aquellos que lo lapidaron, no entendían la Palabra de Dios. Esteban los había llamado “testarudos”, “incircuncisos en el corazón y en las orejas” y decir a una persona “incircunciso”, nota el Papa, equivalía a decirle “pagano”.  Por ejemplo, Jesús llama a los discípulos de Emaús “necios”, una expresión que no es una alabanza pero no es tan fuerte como aquella que usa Esteban: los discípulos de Emaús no entendían, eran temerosos porque no querían problemas, “tenían miedo” pero “eran buenos”, “abiertos a la verdad”. Y cuando Jesús los reprende, dejan entrar sus palabras y su corazón se templa mientras quienes lapidaron a Esteban “estaban furibundos”, no querían escuchar. Éste es el drama del “cerrazón del corazón”: “el corazón duro”, dice el Papa.
En el Salmo 94 el Señor pone en guardia a su pueblo exhortándolo a que no endurezca el corazón y después, con el profeta Ezequiel, hace una promesa bellísima: aquella de cambiar el corazón de piedra con uno de carne, es decir, un corazón “que sepa escuchar” y “recibir el testimonio de la obediencia”:
“Y esto hace sufrir tanto, tanto a la Iglesia”: los corazones cerrados, los corazones de piedra, los corazones que no quieren abrirse, que no quieren sentir; los corazones que sólo conocen el lenguaje de la condena: saben condenar, no saben decir: “¿Pero explícame por qué tú dices esto? ¿Por qué esto? Explícame. No: están cerrados. Saben todo. No tienen necesidad de explicaciones”.
El reproche que también Jesús les dirige es el de haber matado a los profetas “porque les decían lo que no les gustaba”, recuerda Francisco. En efecto, un corazón cerrado no deja entrar al Espíritu Santo:
“No había lugar en su corazón para el Espíritu Santo. En cambio, la Lectura de hoy nos dice que Esteban, lleno del Espíritu Santo, había entendido todo: era testigo de la obediencia del Verbo hecho carne, y esto lo hace el Espíritu Santo. Estaba lleno. Un corazón cerrado, un corazón testarudo, un corazón pagano no deja entrar el Espíritu y se siente suficiente en sí mismo”.
Los dos discípulos de Emaús “somos nosotros”, dice el Papa, “con tantas dudas”, “tantos pecados”, que tantas veces “queremos alejarnos de la Cruz, de las pruebas” pero “hacemos espacio para escuchar a Jesús que nos templa el corazón”. Al otro grupo, a aquellos que están “encerrados en la rigidez de la ley”, que no quieren escuchar, Jesús – recuerda el Papa – ha hablado tanto, diciendo cosas “más feas” de aquellas dichas por Esteban. Y Francisco concluye haciendo referencia al episodio de la adultera que era una pecadora. “Cada uno de nosotros – subraya – entra en un diálogo entre Jesús y la víctima de los corazones de piedra: la adúltera”. A quienes querían lapidarla, Jesús responde solamente: “Mírense ustedes adentro”:
“Y hoy miramos esta ternura de Jesús: el testigo de la obediencia, el Gran Testigo, Jesús, que ha dado la vida, nos hace ver la ternura de Dios con respecto a nosotros, a nuestros pecados, a nuestras debilidades. Entremos en este diálogo y pidamos la gracia de que el Señor enternezca un poco el corazón de estos rígidos, de aquella gente que está encerrada siempre en la Ley y condena todo aquello que está fuera de la Ley. No saben que el Verbo vino en carne, que el Verbo es testigo de obediencia, no saben que la ternura de Dios es capaz de mover un corazón de piedra y poner en su lugar un corazón de carne”.
(MCM-RV)
(from Vatican Radio)